La vida se mueve en zig zag; marcha, retorna sobre sus pasos, se estanca. El presente es pasado condensado, el futuro se crea aquí y ahora. Los acontecimientos no tienen un curso ordenado y predefinido, no somos dueños absolutos de las circunstancias, estas tampoco nos gobiernan. Parafraseando a Ortega y Gasset: “Somos nosotros y las circunstancias políticas”, las cuales no son inmutables, aunque se nos quiere hacer creer lo contrario. La voluntad humana, nuestra práctica actual, puede modificar lo que le rodea, nuestro país del caos inconmensurable.
Pero, cuando la desesperanza y la indefensión nos envuelven el autoritarismo se cuela por la puerta trasera. Sí, ese sentido de que nada se puede hacer y de que cada día marchamos hacia un desastre, que organizarnos es imposible, es el mejor caldo de cultivo de la desmovilización política, lo que deja la conducción social en manos de políticos que por buenas intenciones que tengan, al carecer de vigilancia y contrapeso se creen que todo lo pueden, amos y señores del poder, el cual ejercen en provecho propio y de sus grupos, o de los grupos corporativos que tienen más saliva para comer más hojaldre.
Por el lado contrario la participación y el entusiasmo son las mejores armas para la defensa y construcción de una democracia. Cuando los que detentan el poder saben que son vigilados por una diversidad de grupos, que no tienen la vía libre para gobernar en provechos de unos cuantos, deben tratar de responder más al conjunto de la sociedad que un grupito. Para eso es que se necesitan ciudadanos y ciudadanas comprometidos y alertas.
Ya sé que me dirán que en el país se ha evidenciado un crecimiento de las esferas de influencia de la sociedad civil durante este 2004, y sin embargo las cosas no mejoran substancialmente. El país sigue marcado por un difícil acceso a la justicia de los pobres, por la ausencia de una coherente política social que busque la inclusión, mientras que la dadiva y el clientelismo que apenas alivian la pobreza, que regalan pescaditos pero no enseña a pescar, son las filosofía que dirigen las políticas públicas. Hay gente que piensa que no vamos por buen camino y que cada día más la ciudadanía se encuentra indefensa ante los embates de la vida, de la economía y que el estado no responde a las necesidades de la mayoría.
¿A quién acudir cuando pulperías, colmados y supermercados especulan; cuando el dólar sube y todos lo precios suben, mientras que al bajar los precios se quedan incólumes e incluso suben desafiando la ley de la gravedad? La ausencia de grupos populares organizados con la suficiente autoridad moral incrementa el sentimiento de indefensión y acrecienta la desesperanza del dominicano pobre y de la clase media baja.
Es aquí donde la paradoja entra en escena: mientras se expanden las esferas de influencia de la sociedad civil crece el sentimiento de indefensión de la mayoría de la población ¿Será que la influencia de la sociedad civil en las esferas públicas no es garantía del desarrollo y profundización del estado de derecho y la democracia? Los intentos de establecer un Dialogo Nacional y el natimuerto Consejo Económico y Social, son indicadores del crecimiento de las esferas de influencia de la sociedad civil dominicana en los asuntos políticos, el fracaso de ambos en el establecimiento de un espacio plural, con la participación de los diversos sectores, es la evidencia de la exclusión del sector popular de los convites y las conversaciones fructíferas, lo que provoca frustración y ensancha la espiral del sentimiento de indefensión.
La parte de la sociedad civil que es escuchada y que tiene posibilidad de influenciar es aquella que se organiza alrededor de sus intereses. Es bueno que se sepa que sin la participación de los diversos sectores de la ciudadanía el Estado no puede lograr la legitimidad de sus acciones, y cualquier forma de intervención estratégica del estado tendrá el peligro de no ser entendida por la mayoría.
El 2005 puede despertarse una mañana en un asombro de huelgas y revueltas espontáneas, o puede ser el inicio de la creación de un ambiente propicio al desarrollo y la equidad. Todo depende de la capacidad que tenga el Estado de lidiar con los intereses del empresariado, sin afectar los intereses de los más desposeídos y vulnerables. La necesidad de un Diálogo constructivo con todos los sectores es apremiante, para lo cual hay que contaminarse de pueblo y barrio.
El dilema del 2005 será: o una sociedad cada vez más equitativa y plural o una sociedad que cada día se asemeja a una selva inestable e ingobernable en que el más fuerte sobrevive. Definitivamente el 2005 oscilará entre la desmovilización, la indefensión y la participación. El futuro está en la ciudadanía. Construirlo ahora es nuestra responsabilidad
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
30/diciembre/2004
Alicia persigue un conejito blanco por vericuetos inenarrables: en el trayecto descubre un país de maravillas que ella transforma y a ella la transforma. Demandar la construcción de una sociedad democrática es igual: se construye la democracia y el trayecto nos descubre nuevos espacios para la acción colectiva. Alcanzar la meta es el fin del relato, pero el relato social es interminable. Desde el País de Alicia es mi persecución del conejito de la democracia, en este país de ambiguas maravillas.
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Hay que agregar a esto la banalidad de las campañas y la despolitización y la desmovilización creciente de los sectores más excluidos.
De hecho este es quizás el elemento más relevante y que ha afectado a los partidos más comprometidos con el cambio, es decir a las izquierdas. Entonces, es lo que he declarado: el retorno de las élites al control casi absoluto del gobierno y las instituciones políticas describe un movimiento parabólico, porque esta vez los mecanismos para la captura de las instituciones políticas son más complejos y sutiles.
Por eso Crouch denomina el fenómeno como posdemocracia. No es democracia porque gran parte de la gente ha sido excluida por una multiplicidad de sofisticados mecanismos y no es antidemocrática porque respeta ciertas formalidades de la democracia representativa.
El concepto de posdemocracia puede ser usado como una forma de observar la salud del sistema democrático.
Dicho en las palabras del autor: “tanto las técnicas para manipular la opinión pública como los mecanismos para abrir la política al examen público son cada vez más sofisticados, al tiempo que el contenido de los programas de los partidos y el carácter de la rivalidad partidista se están convirtiendo en algo crecientemente anodino e insípido.” (pág. 37).
Si bien Crouch observa el fenómeno en países en los que la democracia ha recorrido un largo periplo hasta llegar a la posdemocracia, parecería que países como el nuestro no llegarán a una suculenta democracia “madura” y pasarán de una tímida y larguísima transición democrática a la posdemocracia, al control del gobierno y las instituciones políticas por las grandes corporaciones nacionales y extranjeras, al mismo tiempo que se observa la desmovilización y la despolitización de las grupos menos privilegiados.
Ramón Tejada Holguin
El Caribe
02/diciembre/2004
La agenda de los pobres como forma de construcción de la identidad
Hay sectores de la sociedad civil que son más beneficiados que otros. Presidentes y funcionarios públicos no prestan la misma atención a las demandas de las formaciones empresariales que a las de las organizaciones comunitarias. Con la agravante de que el empresariado posee mayor capacidad para hacer aparecer sus intereses como si fueran los intereses de toda la sociedad. Los grandes grupos económicos influyen en los diseños de las políticas económicas mientras que de las organizaciones civiles de los excluidos son usadas como espacio de demagogia clientelar y búsqueda del voto.
La conclusión se cae de la mata: la sociedad civil no es homogénea, por lo que tratar de conciliar las demandas de todas las organizaciones que la componen es casi imposible. Pero, esa búsqueda de consenso a ultranza termina beneficiando a quienes tienen poder y dinero, a los de siempre. Toda política social que vaya en beneficio de un sector, penaliza a otro sector. En efecto, si mejoramos sustancialmente la calidad de la educación y la salud, el gran negocio de los colegios y centro médicos privados se vería limitado y tendría que reducir sus costos, ya que la educación y la salud públicas les harían competencia.
Si el Gobierno dice necesitar más dinero para una política social inclusiva y no clientelista, para beneficiar a los pobres debe buscarlo a través de impuestos progresivos y de reducción de la evasión rampante que existe en el país, lo que perjudica a los ricos.
O sea que a lo interno de la sociedad civil se compite por la composición del presupuesto nacional y por la forma en que se deben captar los fondos a gastar.
En esta lucha quienes están en mayor desventaja son los sectores no organizados, los que tienen menos recursos económicos y los que carecen de una identidad clara y diferenciada del mundo empresarial.
Aquellas organizaciones que no se detienen a observar las contradicciones que hay entre sus demandas y las demandas del gran empresariado y sus organizaciones corporativas, tienen las de perder, porque estos últimos sí están claros. Los pobres conforman la mayoría de la población dominicana, pero son quienes tienen mayores dificultades para hacer de sus demandas y necesidades una propuesta de agenda nacional.
Hay que deslindar las identidades e intereses en el seno de las organizaciones de la sociedad civil. Es necesario que se construya una agenda nacional de desarrollo de los pobres, que sirva como plataforma de lucha, unidad y conformación de una identidad popular, que se asuma como diferente a la empresarial, la cual posee buenos defensores y espacios de diálogos. Las organizaciones civiles no empresariales deben sincerizarse consigo misma, y saber que es imposible actuar sobre la base de la unidad de maco y cacata.
La sociedad civil está marcada por la diversidad de demandas y necesidades de los sectores que la integran. Los menos favorecidos deben elaborar una agenda que pueda ser vista como una propuesta creíble y ejecutable, desde la óptica de los pobres mismos. ¿Qué significa esto? La agenda de los pobres no debe ser vista como la agenda nacional, la agenda que debe ejecutar un gobierno. La agenda de los pobres debe ser vista como la forma de clarificar los pobres sus intereses, como la forma de conformar su propia identidad, de definir aquellas reivindicaciones sociales, económicas y políticas más perentorias. Sería algo así como la agenda a debatir y contrastar con la agenda de los demás sectores, en especial del empresariado organizado. Fíjense que ya el empresariado tiene la suya y la aplica, y algunos creen que la agenda empresarial es la agenda de la sociedad civil en conjunto. Pobres ilusos e ilusas.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
23/diciembre/2004
La conclusión se cae de la mata: la sociedad civil no es homogénea, por lo que tratar de conciliar las demandas de todas las organizaciones que la componen es casi imposible. Pero, esa búsqueda de consenso a ultranza termina beneficiando a quienes tienen poder y dinero, a los de siempre. Toda política social que vaya en beneficio de un sector, penaliza a otro sector. En efecto, si mejoramos sustancialmente la calidad de la educación y la salud, el gran negocio de los colegios y centro médicos privados se vería limitado y tendría que reducir sus costos, ya que la educación y la salud públicas les harían competencia.
Si el Gobierno dice necesitar más dinero para una política social inclusiva y no clientelista, para beneficiar a los pobres debe buscarlo a través de impuestos progresivos y de reducción de la evasión rampante que existe en el país, lo que perjudica a los ricos.
O sea que a lo interno de la sociedad civil se compite por la composición del presupuesto nacional y por la forma en que se deben captar los fondos a gastar.
En esta lucha quienes están en mayor desventaja son los sectores no organizados, los que tienen menos recursos económicos y los que carecen de una identidad clara y diferenciada del mundo empresarial.
Aquellas organizaciones que no se detienen a observar las contradicciones que hay entre sus demandas y las demandas del gran empresariado y sus organizaciones corporativas, tienen las de perder, porque estos últimos sí están claros. Los pobres conforman la mayoría de la población dominicana, pero son quienes tienen mayores dificultades para hacer de sus demandas y necesidades una propuesta de agenda nacional.
Hay que deslindar las identidades e intereses en el seno de las organizaciones de la sociedad civil. Es necesario que se construya una agenda nacional de desarrollo de los pobres, que sirva como plataforma de lucha, unidad y conformación de una identidad popular, que se asuma como diferente a la empresarial, la cual posee buenos defensores y espacios de diálogos. Las organizaciones civiles no empresariales deben sincerizarse consigo misma, y saber que es imposible actuar sobre la base de la unidad de maco y cacata.
La sociedad civil está marcada por la diversidad de demandas y necesidades de los sectores que la integran. Los menos favorecidos deben elaborar una agenda que pueda ser vista como una propuesta creíble y ejecutable, desde la óptica de los pobres mismos. ¿Qué significa esto? La agenda de los pobres no debe ser vista como la agenda nacional, la agenda que debe ejecutar un gobierno. La agenda de los pobres debe ser vista como la forma de clarificar los pobres sus intereses, como la forma de conformar su propia identidad, de definir aquellas reivindicaciones sociales, económicas y políticas más perentorias. Sería algo así como la agenda a debatir y contrastar con la agenda de los demás sectores, en especial del empresariado organizado. Fíjense que ya el empresariado tiene la suya y la aplica, y algunos creen que la agenda empresarial es la agenda de la sociedad civil en conjunto. Pobres ilusos e ilusas.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
23/diciembre/2004
Enfrentar la posdemocracia
Hemos hablado del peligro que enfrenta la democracia debido al creciente poder e influencia que tienen las élites empresariales en el Estado, con la agravante de que, según Crouch, en su libro “Posdemocracia”, existe un gran desequilibrio entre los intereses empresariales y los de prácticamente todo el resto de los grupos (Pág. 145). El problema es que no están teniendo contrapeso de ningún tipo, que su poder se acrecienta en un contexto en que la gente común se excluye o es excluida de la política, dejándoles así el campo libre.
En la posdemocracia dominicana, los partidos políticos conocen un proceso creciente de debilitamiento, y la influencia empresarial se hace sentir fuertemente a través del financiamiento de las candidaturas y las actividades partidarias. El costo de las candidaturas se eleva cada día: precio de la televisión, de la radio, de los diarios, de los asesores y consultores ¿Quiénes tienen el dinero suficiente para financiar partidos y candidatos? Para los empresarios financiar campañas es una inversión, pero para la ciudadanía que apenas tiene los recursos para sobrevivir financiar campaña es un gasto. El financiamiento privado de las candidaturas en el país se asemeja a un bono con el cual se compra los favores y se trafica con la influencia, antes de llegar al poder.
¿Ejemplos? Las formas en que se realizan las privatizaciones, es uno. Las compras que realizan las entidades estatales sin previa convocatoria a concursos públicos transparentes. La asignación de obras grado a grado. La evasión de impuestos. La colocación de la propaganda publicitaria. La inexistencia de entidades de protección al consumidor o consumidora y las trabas que se colocan para crear este tipo de institución. Las ineficiencias de las diversas superintendencias: eléctrica, banca, seguros. Nombramiento de funcionarios que favorecen a grupos empresariales específicos. Ausencia de legislación sobre determinados aspectos de la protección de la ciudadanía frente a determinados productos.
Estamos en una encerrona. ¿Qué hacer? Crouch propone tres campos de acción. El primero es enfrentar el creciente poder empresarial en la política. Para lo cual una ley que limite el financiamiento privado de los partidos y sus candidaturas ayuda. Se trata de nivelar la competencia política, legislando sobre el uso igualitario de los medios de comunicación masivos. Se trata de evitar que el que tenga más dinero pueda influenciar en los partidos, de manera que cuando estos lleguen al Estado le devuelvan con intereses lo “invertido”. El segundo campo de acción es la búsqueda de nueva formas de hacer política. En el país hay un interesante proyecto de Ley de Partidos Políticos que contiene aspectos importantes. El tercero es la ciudadanía. Este campo tiene la ventaja de que ayuda a mejorar los otros dos. Para actuar en este campo hay que entender los tres modelos de ciudadanía que según Crouch existen (Pp. 25-27).
El modelo de ciudadanía que puede ayudar a enfrentar la posdemocracia es el que llama “ciudadanía positiva”: que la gente se organice en grupos de intereses en comunes, que creen sus propias identidades, definan con claridad sus demandas e interpelen directamente al sistema político. El ciudadano activo reconoce en la política la principal esfera de participación. Los modelos de ciudadanía que contribuyen con la posdemocracia son: 1) la ciudadanía que se vive quejando de de las élites, que vive refunfuñando y diciendo que todos los políticos son corruptos, por lo que no vale la pena participar en política; y 2) la ciudadanía pasiva que entiende que cree que es suficiente con ir a votar cada cuatro años, y no vuelve a interesarse en las cuestiones políticas. El resabioso y el apático contribuyen por igual a la posdemocracia, uno porque vive quejándose sin hacer nada y el otro porque no se queja de nada. ¿Y usted en cuál modelo se ciudadanía se inscribe?
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
16/diciembre/2004
En la posdemocracia dominicana, los partidos políticos conocen un proceso creciente de debilitamiento, y la influencia empresarial se hace sentir fuertemente a través del financiamiento de las candidaturas y las actividades partidarias. El costo de las candidaturas se eleva cada día: precio de la televisión, de la radio, de los diarios, de los asesores y consultores ¿Quiénes tienen el dinero suficiente para financiar partidos y candidatos? Para los empresarios financiar campañas es una inversión, pero para la ciudadanía que apenas tiene los recursos para sobrevivir financiar campaña es un gasto. El financiamiento privado de las candidaturas en el país se asemeja a un bono con el cual se compra los favores y se trafica con la influencia, antes de llegar al poder.
¿Ejemplos? Las formas en que se realizan las privatizaciones, es uno. Las compras que realizan las entidades estatales sin previa convocatoria a concursos públicos transparentes. La asignación de obras grado a grado. La evasión de impuestos. La colocación de la propaganda publicitaria. La inexistencia de entidades de protección al consumidor o consumidora y las trabas que se colocan para crear este tipo de institución. Las ineficiencias de las diversas superintendencias: eléctrica, banca, seguros. Nombramiento de funcionarios que favorecen a grupos empresariales específicos. Ausencia de legislación sobre determinados aspectos de la protección de la ciudadanía frente a determinados productos.
Estamos en una encerrona. ¿Qué hacer? Crouch propone tres campos de acción. El primero es enfrentar el creciente poder empresarial en la política. Para lo cual una ley que limite el financiamiento privado de los partidos y sus candidaturas ayuda. Se trata de nivelar la competencia política, legislando sobre el uso igualitario de los medios de comunicación masivos. Se trata de evitar que el que tenga más dinero pueda influenciar en los partidos, de manera que cuando estos lleguen al Estado le devuelvan con intereses lo “invertido”. El segundo campo de acción es la búsqueda de nueva formas de hacer política. En el país hay un interesante proyecto de Ley de Partidos Políticos que contiene aspectos importantes. El tercero es la ciudadanía. Este campo tiene la ventaja de que ayuda a mejorar los otros dos. Para actuar en este campo hay que entender los tres modelos de ciudadanía que según Crouch existen (Pp. 25-27).
El modelo de ciudadanía que puede ayudar a enfrentar la posdemocracia es el que llama “ciudadanía positiva”: que la gente se organice en grupos de intereses en comunes, que creen sus propias identidades, definan con claridad sus demandas e interpelen directamente al sistema político. El ciudadano activo reconoce en la política la principal esfera de participación. Los modelos de ciudadanía que contribuyen con la posdemocracia son: 1) la ciudadanía que se vive quejando de de las élites, que vive refunfuñando y diciendo que todos los políticos son corruptos, por lo que no vale la pena participar en política; y 2) la ciudadanía pasiva que entiende que cree que es suficiente con ir a votar cada cuatro años, y no vuelve a interesarse en las cuestiones políticas. El resabioso y el apático contribuyen por igual a la posdemocracia, uno porque vive quejándose sin hacer nada y el otro porque no se queja de nada. ¿Y usted en cuál modelo se ciudadanía se inscribe?
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
16/diciembre/2004
¿Reformar y modernizar qué y para qué?
Es un lugar común hablar de la necesidad de cambios substanciales en la administración de la cosa pública. Consultores nacionales y extranjeros, organismos multilaterales y personas con bellas ideas sobre la inserción del país en los mercados internacionales gritan a coro: reformas, modernización y más reformas. Estas personas han logrado darle un contenido positivo a ambas palabras. “Reformar y modernizar son sinónimos de cosas buenas que beneficiarán al país”, piensa la gente común. Pero, no es así. Una institución, e incluso el Estado Dominicano, puede ser reformada para peor. Por eso al hablar de reformas y modernización hay que debatir con claridad su tipo y su sentido, la filosofía que está detrás de ambos conceptos.
La verdad es que nos hemos reformado y modernizado mucho, diría demasiado. Desde los años noventa el Estado Dominicano ha conocido un agudo proceso de modernización y reforma. Pero, creo que esto no ha permitido el proceso de fortalecimiento del Estado, sino más bien su debilitamiento. Cada vez los sectores empresariales son más poderosos y la ciudadanía más indefensa. Lo cual no es bueno, ¿o sí? ¿Quiénes impusieron el ritmo y sentido del Tratado de Libre Comercio de la República Dominicana y los Estados Unidos? Un sector empresarial ligado al mercado exterior. ¿Cuál es el principal obstáculo para lograr un Plan Básico de Salud a un precio justo según lo que dice la Ley de Seguridad Social? Un sector del empresariado ligado a la salud. ¿Quiénes han sido los grandes beneficiarios de la privatización del sector eléctrico, primero y de la revisión que se hizo en Madrid, después? Un sector del empresariado nacional y extranjero. Y en todos estos casos, ¿Cuál ha sido la suerte corrida por el consumidor, la ciudadanía común y corriente? Han sido los más afectados negativamente.
Como se puede ver uno de los grandes problemas de la reforma y modernización del Estado Dominicano es que otorga más fuerza y poder al llamado sector privado. Esto se debe a que la filosofía que está detrás es la de que beneficiando este sector, la sociedad entera se beneficia. Según está visión lo que el Estado debe hacer es evitar que el mercado sea controlado, hay que dejar libre el mercado. Pero, resulta que dejando libre el mercado se benefician quienes tienen más poder en el mercado. Es decir, el empresariado que posee más organización, más claridad en sus metas y fines, y mayor poder económico. Pretenden olvidar que la mala calidad de los servicios sociales (educación, vivienda, salud) es uno de los obstáculos que la gente pobre debe enfrentar para desarrollar sus capacidades al máximo y así poder competir en el mercado. Es decir hay inequidades histórica que ameritan ser corregidas por el Estado.
Por eso sostengo que los objetivos de la reforma y modernización no deben ser achicar el Estado, ni reducir su influencia, ni dejar que las leyes del mercado rijan las esferas de lo público y lo privado. Como ejemplo recordemos que una de las causas de la crisis económica es la quiebra de los bancos, en la cual hay una gran cuota de responsabilidad de los organismos gubernamentales encargado de la supervisión y regulación bancaria que o no cumplieron con su trabajo y deber o fueron cómplices. Definitivamente lo que necesitamos es una reforma y modernización que contribuya al fortalecimiento del rol regulador del Estado y que este haga su trabajo con eficiencia y calidad, así el pez grande no seguirá comiéndose impunemente al chiquito. O se le hará más difícil comérselo. O si se lo come tendrá algún castigo.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
09/diciembre/2004
La verdad es que nos hemos reformado y modernizado mucho, diría demasiado. Desde los años noventa el Estado Dominicano ha conocido un agudo proceso de modernización y reforma. Pero, creo que esto no ha permitido el proceso de fortalecimiento del Estado, sino más bien su debilitamiento. Cada vez los sectores empresariales son más poderosos y la ciudadanía más indefensa. Lo cual no es bueno, ¿o sí? ¿Quiénes impusieron el ritmo y sentido del Tratado de Libre Comercio de la República Dominicana y los Estados Unidos? Un sector empresarial ligado al mercado exterior. ¿Cuál es el principal obstáculo para lograr un Plan Básico de Salud a un precio justo según lo que dice la Ley de Seguridad Social? Un sector del empresariado ligado a la salud. ¿Quiénes han sido los grandes beneficiarios de la privatización del sector eléctrico, primero y de la revisión que se hizo en Madrid, después? Un sector del empresariado nacional y extranjero. Y en todos estos casos, ¿Cuál ha sido la suerte corrida por el consumidor, la ciudadanía común y corriente? Han sido los más afectados negativamente.
Como se puede ver uno de los grandes problemas de la reforma y modernización del Estado Dominicano es que otorga más fuerza y poder al llamado sector privado. Esto se debe a que la filosofía que está detrás es la de que beneficiando este sector, la sociedad entera se beneficia. Según está visión lo que el Estado debe hacer es evitar que el mercado sea controlado, hay que dejar libre el mercado. Pero, resulta que dejando libre el mercado se benefician quienes tienen más poder en el mercado. Es decir, el empresariado que posee más organización, más claridad en sus metas y fines, y mayor poder económico. Pretenden olvidar que la mala calidad de los servicios sociales (educación, vivienda, salud) es uno de los obstáculos que la gente pobre debe enfrentar para desarrollar sus capacidades al máximo y así poder competir en el mercado. Es decir hay inequidades histórica que ameritan ser corregidas por el Estado.
Por eso sostengo que los objetivos de la reforma y modernización no deben ser achicar el Estado, ni reducir su influencia, ni dejar que las leyes del mercado rijan las esferas de lo público y lo privado. Como ejemplo recordemos que una de las causas de la crisis económica es la quiebra de los bancos, en la cual hay una gran cuota de responsabilidad de los organismos gubernamentales encargado de la supervisión y regulación bancaria que o no cumplieron con su trabajo y deber o fueron cómplices. Definitivamente lo que necesitamos es una reforma y modernización que contribuya al fortalecimiento del rol regulador del Estado y que este haga su trabajo con eficiencia y calidad, así el pez grande no seguirá comiéndose impunemente al chiquito. O se le hará más difícil comérselo. O si se lo come tendrá algún castigo.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
09/diciembre/2004
La Posdemocracia según Crouch
Según Colin Crouch en su libro “Posdemocracia” (Taurus, 2004) la política y el gobierno están volviendo al redil de las élites privilegiadas.
Ese retorno describe un movimiento en forma de parábola: no se trata de un poder que se ejerce de manera similar a los gobiernos predemocráticos, sino que es ejercido en el contexto de las democracias occidentales maduras y la generalización de la democracia en la mayoría de los países del mundo.
Las formalidades de la democracia se han hecho parte del proyecto global: hay elecciones libres y cambios de gobierno en 191 países en 1999, mientras que 10 años antes sólo se realizaban elecciones libres en 147.
Pero, ¿qué son elecciones libres? Si pensamos en: 1) la cantidad de dinero que se necesita para elaborar esas grandes campañas publicitarias que antes que motivar a la participación política pretenden vender una mercancía llamada candidato o candidata, 2) en los costosos consultores y asesores nacionales y extranjeros de los que se proveen los partidos, 3) en la influencia de los organismos multilaterales y las empresas transnacionales en las agendas locales de la gran mayoría de los partidos, 4) el desencanto que sobreviene a la ciudadanía que sólo tiene el voto como mecanismo de presión y la ausencia de formas institucionales de expresión del descontento frente a las autoridades elegidas, veremos que el concepto de “elecciones libres” debe ser revisado.
Ese retorno describe un movimiento en forma de parábola: no se trata de un poder que se ejerce de manera similar a los gobiernos predemocráticos, sino que es ejercido en el contexto de las democracias occidentales maduras y la generalización de la democracia en la mayoría de los países del mundo.
Las formalidades de la democracia se han hecho parte del proyecto global: hay elecciones libres y cambios de gobierno en 191 países en 1999, mientras que 10 años antes sólo se realizaban elecciones libres en 147.
Pero, ¿qué son elecciones libres? Si pensamos en: 1) la cantidad de dinero que se necesita para elaborar esas grandes campañas publicitarias que antes que motivar a la participación política pretenden vender una mercancía llamada candidato o candidata, 2) en los costosos consultores y asesores nacionales y extranjeros de los que se proveen los partidos, 3) en la influencia de los organismos multilaterales y las empresas transnacionales en las agendas locales de la gran mayoría de los partidos, 4) el desencanto que sobreviene a la ciudadanía que sólo tiene el voto como mecanismo de presión y la ausencia de formas institucionales de expresión del descontento frente a las autoridades elegidas, veremos que el concepto de “elecciones libres” debe ser revisado.
Hay que agregar a esto la banalidad de las campañas y la despolitización y la desmovilización creciente de los sectores más excluidos.
De hecho este es quizás el elemento más relevante y que ha afectado a los partidos más comprometidos con el cambio, es decir a las izquierdas. Entonces, es lo que he declarado: el retorno de las élites al control casi absoluto del gobierno y las instituciones políticas describe un movimiento parabólico, porque esta vez los mecanismos para la captura de las instituciones políticas son más complejos y sutiles.
Por eso Crouch denomina el fenómeno como posdemocracia. No es democracia porque gran parte de la gente ha sido excluida por una multiplicidad de sofisticados mecanismos y no es antidemocrática porque respeta ciertas formalidades de la democracia representativa.
El concepto de posdemocracia puede ser usado como una forma de observar la salud del sistema democrático.
Dicho en las palabras del autor: “tanto las técnicas para manipular la opinión pública como los mecanismos para abrir la política al examen público son cada vez más sofisticados, al tiempo que el contenido de los programas de los partidos y el carácter de la rivalidad partidista se están convirtiendo en algo crecientemente anodino e insípido.” (pág. 37).
Si bien Crouch observa el fenómeno en países en los que la democracia ha recorrido un largo periplo hasta llegar a la posdemocracia, parecería que países como el nuestro no llegarán a una suculenta democracia “madura” y pasarán de una tímida y larguísima transición democrática a la posdemocracia, al control del gobierno y las instituciones políticas por las grandes corporaciones nacionales y extranjeras, al mismo tiempo que se observa la desmovilización y la despolitización de las grupos menos privilegiados.
Ramón Tejada Holguin
El Caribe
02/diciembre/2004
Carta abierta a una persona que me dijo que estaba harta de tanta corrupción
Hoy quiero traerles unas palabras de aliento. Decirles que hay posibilidades para el perfeccionamiento de la democracia y estímulos para el cambio en la cultura política, que hay esperanzas para la construcción de una República Dominicana nueva y mejor.
Noté que algunos de ustedes inhalaron aceleradamente mucho aire y lo echaron con violencia por la nariz, otras miraron hacia las nubes y se encogieron los hombros, como si todo su cuerpo quisiera decir que son pueriles mis palabras y deseos. Cuando asumimos esa actitud de desaliento las probabilidades de cambio se reducen substancialmente.
Sí, ya sé que el escepticismo no flota en el aire, que descansa en la observación de que la cultura política dominicana se funda en el “dame lo mío” y en esa irrefrenable pulsión por ser un “matatán” o una “matatana”, que mucha gente quiere ser especial y resolver todo con un enllave y por vías no institucionales. Pero, les digo que esas actitudes son parte de los obstáculos que bloquean las iniciativas democráticas y nos hacen ver las cosas más difíciles de lo que ya son.
Lo primero es recuperar la capacidad de creer en nosotros mismos, en nuestras fuerzas, convencernos de que sí podemos hacer la diferencia.
Es verdad que quienes se benefician de la fragilidad de las instituciones abominan del establecimiento de reglas del juego iguales para todos y todas, que quienes tienen el sartén por el mango no lo van a soltar. Por eso pienso que debemos quitarle el sartén y el mango y luchar porque todos y todas respeten las reglas.
No es bueno decir: “es que los dominicanos y las dominicanas somos así” o ponernos a todos en el mismo saco. Tampoco es positivo colocarse a un lado del camino, desesperanzados y sin aliento. Esas posiciones son una forma de ir como borregos mansos al desfiladero y de permitir que las cosas sigan empeorando. Desde cierta óptica quedarse impávido ante la barbaridad, no asombrarse ante los desmanes, encogerse de hombros ante el abuso, son formas de hacerse cómplice. Sí, escribí cómplice.
Hay que actuar con conciencia e inteligencia. Debemos ir despacio. Los movimientos armados que han llegado al poder y proclamado a los cuatro vientos una revolución, han sucumbido contra la cruda realidad de que los cambios sociales, culturales y políticos no pueden decretarse. Las transformaciones se manifiestan cuando hay una acumulación de pequeños cambios imperceptibles que pasan desapercibidos para los ojos de la gran mayoría de la población pero de los cuales hemos sido protagonista la ciudadanía misma.
Las dificultades por la que pasan las instituciones políticas y sociales del país son un espacio abierto, es decir o las cosas pueden empeorar o pueden mejorar. No se burlen, no digan que estoy descubriendo el agua tibia. Porque lo que quiero decir es que de ustedes dependen que las cosas empeoren o mejoren.
Sostengo que las posibilidades de cambios estarán dadas por el nivel de participación de la gente comprometida con la democracia dominicana, mientras más gente se integre al coro que reclama enfrentar la fragilidad institucional, que participa activamente, que cree en las posibilidades de un proceso de reingeniería social que transforme a la sociedad dominicana, mayores serán las probabilidades de mejorar. O sea, no te quedes viendo sólo lo malo y queriendo imitarlo sin poder, mira el cómo renovarnos. Si más gente se queda sentada de seguro empeoraremos. Los espacios de participación están en todos lados, en los partidos políticos o la sociedad civil, en el barrio o la escuela, en el trabajo e incluso la familia. Siendo mejores en lo cotidiano regeneramos el país en lo macrosocial.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
25/noviembre/2004
Noté que algunos de ustedes inhalaron aceleradamente mucho aire y lo echaron con violencia por la nariz, otras miraron hacia las nubes y se encogieron los hombros, como si todo su cuerpo quisiera decir que son pueriles mis palabras y deseos. Cuando asumimos esa actitud de desaliento las probabilidades de cambio se reducen substancialmente.
Sí, ya sé que el escepticismo no flota en el aire, que descansa en la observación de que la cultura política dominicana se funda en el “dame lo mío” y en esa irrefrenable pulsión por ser un “matatán” o una “matatana”, que mucha gente quiere ser especial y resolver todo con un enllave y por vías no institucionales. Pero, les digo que esas actitudes son parte de los obstáculos que bloquean las iniciativas democráticas y nos hacen ver las cosas más difíciles de lo que ya son.
Lo primero es recuperar la capacidad de creer en nosotros mismos, en nuestras fuerzas, convencernos de que sí podemos hacer la diferencia.
Es verdad que quienes se benefician de la fragilidad de las instituciones abominan del establecimiento de reglas del juego iguales para todos y todas, que quienes tienen el sartén por el mango no lo van a soltar. Por eso pienso que debemos quitarle el sartén y el mango y luchar porque todos y todas respeten las reglas.
No es bueno decir: “es que los dominicanos y las dominicanas somos así” o ponernos a todos en el mismo saco. Tampoco es positivo colocarse a un lado del camino, desesperanzados y sin aliento. Esas posiciones son una forma de ir como borregos mansos al desfiladero y de permitir que las cosas sigan empeorando. Desde cierta óptica quedarse impávido ante la barbaridad, no asombrarse ante los desmanes, encogerse de hombros ante el abuso, son formas de hacerse cómplice. Sí, escribí cómplice.
Hay que actuar con conciencia e inteligencia. Debemos ir despacio. Los movimientos armados que han llegado al poder y proclamado a los cuatro vientos una revolución, han sucumbido contra la cruda realidad de que los cambios sociales, culturales y políticos no pueden decretarse. Las transformaciones se manifiestan cuando hay una acumulación de pequeños cambios imperceptibles que pasan desapercibidos para los ojos de la gran mayoría de la población pero de los cuales hemos sido protagonista la ciudadanía misma.
Las dificultades por la que pasan las instituciones políticas y sociales del país son un espacio abierto, es decir o las cosas pueden empeorar o pueden mejorar. No se burlen, no digan que estoy descubriendo el agua tibia. Porque lo que quiero decir es que de ustedes dependen que las cosas empeoren o mejoren.
Sostengo que las posibilidades de cambios estarán dadas por el nivel de participación de la gente comprometida con la democracia dominicana, mientras más gente se integre al coro que reclama enfrentar la fragilidad institucional, que participa activamente, que cree en las posibilidades de un proceso de reingeniería social que transforme a la sociedad dominicana, mayores serán las probabilidades de mejorar. O sea, no te quedes viendo sólo lo malo y queriendo imitarlo sin poder, mira el cómo renovarnos. Si más gente se queda sentada de seguro empeoraremos. Los espacios de participación están en todos lados, en los partidos políticos o la sociedad civil, en el barrio o la escuela, en el trabajo e incluso la familia. Siendo mejores en lo cotidiano regeneramos el país en lo macrosocial.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
25/noviembre/2004
República del Consumidor Racional
Se piensa que no se debe regular la economía, porque introduce distorsiones en el mercado. Pero, cuando el mercado se deja a la libre ganan los mejor organizados y con mayores recursos económicos y perdemos quienes tenemos menos capacidad organizativa y dinero. La situación actual de los precios lo demuestra. La tasa del dólar conoce una tendencia a la baja, ha perdido alrededor de un 40% de su valor frente al peso, y sin embargo los precios no se reducen en lo absoluto o se reducen muy poco. Cuando la tasa inició su tendencia alcista una gran parte de los importadores y comerciantes comenzaron a colocar sus precios en dólares o los subían a medida que se elevaba la prima. Los gobiernos que ha tenido el país en los últimos 12 años no han cumplido con su papel regulador ya sea por incapaces o corruptos o porque defienden los intereses de los que se benefician de la falta de regulación. No esperemos nada por ese lado.
¿Qué hacer? Admito que en más de una ocasión me asalta un sentimiento de impotencia, y enfilo las maldiciones gitanas más terribles hacia los gobiernos que hemos tenido y los que vendrán, y a comerciantes y a importadores. Rosario Espinal, el martes, me dio esperanzas. Dijo que la negativa a comprar productos caros era un excelente mecanismo del mercado para obligar a que los precios tomen su nivel. Si la gente deja de comprar cosas caras y superfluas y adquiere lo estrictamente necesario, lo básico, habrá presión para que los precios de los productos que dejan de ser consumidos bajen.
Para mí, Rosario habló de la ciudadanía del consumidor(a), alguien que consume racionalmente y luego de evaluar bien las ofertas del mercado. Pasar del consumismo pueril a la racionalidad en la compra, es una forma de presionar para que los precios se adecuen a la realidad. Una acción de esta naturaleza no se le puede pedir a las familias pobres del país, ellas ya están comprando lo básico, no porque quieran, sino porque no tienen otra opción. Son las clases media y media alta dominicanas las protagonistas de la película. Es en su seno que se han desarrollado las tendencias consumistas y es para ella que se traen la mayoría de los productos que se compran en dólares.
Definitivamente, frente a gobiernos que renuncia a ejercer su rol de regulador y voraces comerciantes y productores, la regulación de los mercados recae en los y las consumidores(as) pero no en sentido individual, sino formando parte de la República de Consumidores Racionales, asumiendo un rol consciente y activo en la lucha por retornar los precios a su verdadero valor, sumando sus voluntades, haciendo un uso más racional y consciente de los recursos que se poseen. Hago un llamado a que por unas semanas sólo compremos lo estrictamente necesario y que revisemos diariamente la prensa y publicidad para adquirir esos productos en los lugares en donde están más baratos. Así iniciaremos la jornada por la construcción de una verdadera ciudadanía del y la consumidor(a).
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
18/noviembre/2004
¿Qué hacer? Admito que en más de una ocasión me asalta un sentimiento de impotencia, y enfilo las maldiciones gitanas más terribles hacia los gobiernos que hemos tenido y los que vendrán, y a comerciantes y a importadores. Rosario Espinal, el martes, me dio esperanzas. Dijo que la negativa a comprar productos caros era un excelente mecanismo del mercado para obligar a que los precios tomen su nivel. Si la gente deja de comprar cosas caras y superfluas y adquiere lo estrictamente necesario, lo básico, habrá presión para que los precios de los productos que dejan de ser consumidos bajen.
Para mí, Rosario habló de la ciudadanía del consumidor(a), alguien que consume racionalmente y luego de evaluar bien las ofertas del mercado. Pasar del consumismo pueril a la racionalidad en la compra, es una forma de presionar para que los precios se adecuen a la realidad. Una acción de esta naturaleza no se le puede pedir a las familias pobres del país, ellas ya están comprando lo básico, no porque quieran, sino porque no tienen otra opción. Son las clases media y media alta dominicanas las protagonistas de la película. Es en su seno que se han desarrollado las tendencias consumistas y es para ella que se traen la mayoría de los productos que se compran en dólares.
Definitivamente, frente a gobiernos que renuncia a ejercer su rol de regulador y voraces comerciantes y productores, la regulación de los mercados recae en los y las consumidores(as) pero no en sentido individual, sino formando parte de la República de Consumidores Racionales, asumiendo un rol consciente y activo en la lucha por retornar los precios a su verdadero valor, sumando sus voluntades, haciendo un uso más racional y consciente de los recursos que se poseen. Hago un llamado a que por unas semanas sólo compremos lo estrictamente necesario y que revisemos diariamente la prensa y publicidad para adquirir esos productos en los lugares en donde están más baratos. Así iniciaremos la jornada por la construcción de una verdadera ciudadanía del y la consumidor(a).
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
18/noviembre/2004
Constitución e Instituciones
Robert Dahl distingue entre: 1) “arreglos políticos” que son pautas de relaciones y conductas provisionales; 2) “prácticas” que constituyen algo habitual, y 3) “instituciones” que son reglas que se han concretado después de un largo existir de arreglos y de prácticas. “Cuando un país avanza desde un gobierno no democrático a otro democrático, los tempranos arreglos democráticos se convierten gradualmente en prácticas, que a su debido tiempo desembocan en instituciones asentadas”. (Dahl: “La democracia. Una guía para los ciudadanos”, Taurus, 1999). Hay una relación muy estrecha entre Institución y Constitución.
Las constituciones se construyen basadas en estas instituciones asentadas, coronan el proceso, están muy relacionadas a las formas en que los miembros de un estado o nación o comunidad se relacionan entre sí. En sentido estricto, las constituciones no cambian la forma de relacionarse los seres humanos, sino que dan sentido jurídico y político a las instituciones. Una Constitución es un pacto entre los miembros de una comunidad, estado o nación. Por lo tanto, modificar dicho pacto significa, o debe significar, que en la práctica se está constatando un divorcio entre la Constitución y las instituciones. O hay nuevas actividades, nuevas prácticas, nuevas instituciones que demandan que sean tomadas en cuenta por la Constitución.
Cambiar una Constitución no es garantía de más democracia o menos democracia, a menos que para reformarla se realice un proceso de consulta y concertación con la diversidad de sectores nacionales. Hay que tener evidencias de que los miembros del Estado realmente necesitan redefinir el pacto que les da sentido a la nación. Reformar la Constitución es hacer un proceso de reingeniería jurídico-política y social. En la actualidad, ¿hay posibilidades reales de llevar a cabo un proceso de esta naturaleza? Creo que no. Hay que olvidarse de reformar la Constitución.
Quienes quieren una sociedad dominicana más democrática, deberían concentrar sus fuerzas en ver cómo pueden contribuir a que el “país avance desde un gobierno no democrático a otro democrático, logrando que los arreglos democráticos se conviertan en prácticas, para que estas desemboquen en instituciones asentadas”. Luego comencemos a pensar en cambiar la Constitución para dar sedimento a esas instituciones democráticas.
Los que están promoviendo una Reforma Constitucional con los mismos legisladores que incluyeron la reelección y que ofrecieron aquel triste espectáculo hace dos años -en el que se evidenció mucha estulticia y clientelismo- están liberando los demonios de la Caja de Pandora y corren el riesgo de ser vencidos y arrastrados, con todo y demonios, a la caja. Con la actual correlación de fuerzas, la Reforma Constitucional se inclinará hacia el clientelismo y el autoritarismo. Sería bueno que la elite política y social dominicana deje de hablar de Reforma Constitucional por los próximos ocho años. Le ahorraríamos mucha energía social al país.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
11/noviembre/2004
Las constituciones se construyen basadas en estas instituciones asentadas, coronan el proceso, están muy relacionadas a las formas en que los miembros de un estado o nación o comunidad se relacionan entre sí. En sentido estricto, las constituciones no cambian la forma de relacionarse los seres humanos, sino que dan sentido jurídico y político a las instituciones. Una Constitución es un pacto entre los miembros de una comunidad, estado o nación. Por lo tanto, modificar dicho pacto significa, o debe significar, que en la práctica se está constatando un divorcio entre la Constitución y las instituciones. O hay nuevas actividades, nuevas prácticas, nuevas instituciones que demandan que sean tomadas en cuenta por la Constitución.
Cambiar una Constitución no es garantía de más democracia o menos democracia, a menos que para reformarla se realice un proceso de consulta y concertación con la diversidad de sectores nacionales. Hay que tener evidencias de que los miembros del Estado realmente necesitan redefinir el pacto que les da sentido a la nación. Reformar la Constitución es hacer un proceso de reingeniería jurídico-política y social. En la actualidad, ¿hay posibilidades reales de llevar a cabo un proceso de esta naturaleza? Creo que no. Hay que olvidarse de reformar la Constitución.
Quienes quieren una sociedad dominicana más democrática, deberían concentrar sus fuerzas en ver cómo pueden contribuir a que el “país avance desde un gobierno no democrático a otro democrático, logrando que los arreglos democráticos se conviertan en prácticas, para que estas desemboquen en instituciones asentadas”. Luego comencemos a pensar en cambiar la Constitución para dar sedimento a esas instituciones democráticas.
Los que están promoviendo una Reforma Constitucional con los mismos legisladores que incluyeron la reelección y que ofrecieron aquel triste espectáculo hace dos años -en el que se evidenció mucha estulticia y clientelismo- están liberando los demonios de la Caja de Pandora y corren el riesgo de ser vencidos y arrastrados, con todo y demonios, a la caja. Con la actual correlación de fuerzas, la Reforma Constitucional se inclinará hacia el clientelismo y el autoritarismo. Sería bueno que la elite política y social dominicana deje de hablar de Reforma Constitucional por los próximos ocho años. Le ahorraríamos mucha energía social al país.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
11/noviembre/2004
¿Un congreso superfluo?
Diputados y senadores se quejan de la existencia de una conspiración contra el Congreso Nacional, institución vital para la democracia. Sostienen que la culpa la tienen las campañas de difamación que sectores malintencionados llevan al cabo. “Hay un complot contra la democracia”, gritan a todo pulmón. Creo que tienen razón y en la intriga hay más gente de la que uno se imagina.
Debemos encontrar y neutralizar a quiénes están detrás de la conjura contra nuestros legisladores, hacedores de buenas leyes, favorables para los bolsillos de la nación. Aunque algunos malpensado dicen que favorecen sólo los bolsillos de unos cuantos.
Tengo algunas pistas, que aporto para que nuestros congresistas tomen medidas para enfrentar la terrible confabulación. Según mis informes hay conjurados y conjuradas que son prestantes políticos locales, a los cuales algunas personas les llaman caudillos clientelares que usan los recursos que se les dan en custodia para lograr venales lealtades políticas. Se dice que algunos y algunas han logrado ser senadores y diputados de la República.
Personas bien informadas me cuentan que quienes conspiran aprueban proyectos de leyes al amparo de la noche, en lecturas consecutivas, sin escuchar a nadie. Y ayudado por un presidente saliente esos proyectos se promulgaron un día antes del final de dicho mandato. Como ejemplo hablan de la ley de migración. Pero, también los conspiradores hacen vistas públicas, dicen que escuchan a la gente y después toman las decisiones sin tomar en cuenta lo dicho en las vistas públicas, y como ejemplo se recuerdan las realizadas para elegir a los miembros de la Junta Central Electoral según se acordó en el Dialogo Nacional, allá por finales del 2002.
Pero la conspiración viene de más lejos, se dice que hace más de 5 años, en medio del escándalo público, los conspiradores y las conspiradoras construyeron un club para uso exclusivo de legisladores. Si desean un baño sauna, cenar en tranquilidad, bailar o echar una partida de dominó, no tienen que mezclarse con sus necios y mal olientes votantes.
Mis informantes sostienen que no debemos ir muy lejos hacia atrás, que basta recordar la forma en que se nombró a la Cámara de Cuenta el año pasado, los disparos en la elección del presidente de la Cámara de Diputados y Diputadas, de lo cual nunca se ha establecido las debidas responsabilidades. Unos ríen socarronamente mientras plantean que para saber quienes provocan la desconfianza en el Congreso Nacional sólo hay que buscar las declaraciones de los presidentes de ambas cámara y los aspirantes a presidentes cuando se enfrascan en los dimes y diretes. Otras dicen, respirando profundamente, que observemos como cada año un grupito de sacrificados y sacrificadas legisladores y legisladores amenaza con modificar la Constitución para quedarse dos años.
Un investigador, muy serio, sostuvo que para poder hallar a todos los conspiradores y las conspiradoras basta con buscar quiénes se gastaron más de 6 millones de pesos para llegar a ser legislador. Ya que el salario de un legislador no sobrepasa esa cifra en los cuatro años de su mandato, por lo tanto, dice el investigador, alguien que invierte tanto dinero, para no obtener beneficios en cuatro años, o es un ser muy sacrificado y altruista o tiene otros ingresos. Es en ese momento que una conocedora del tema recuerda la venta de las facilidades automovilistas que hacen los legisladores. En concreto menciona aquel vehículo de 200 mil dólares que se trajo usando “la facilidad” de un legislador, y no se sabe quién lo trajo.
Yo, de mi parte, no voy ahora a recordar que en el 2002 los y las legisladores intentaron construir un Hospital para lo cual querían tomar prestado 38 millones 757 mil 983 dólares al International Bank of Miami, N.A. No voy a recordar que para la fecha ya la crisis se atisbaba en el horizonte.
Parece que los que conspiran piensan que los legisladores no deben verse afectado por la exigua calidad de los servicios públicos de salud y los altos precios del sector privado. Para los intrigantes la salud de diputados y senadores es más importante que la del común de la gente.
Luego de analizar las evidencias, me doy cuenta que la estrategia de los conspiradores es provocar que congresistas y ciudadanía se alejen unos de otra, que el contacto sea mínimo, que sólo en los momentos electorales haya algún tipo de acercamiento entre ambos, y lo peor es que parece que lo están logrando. Según la encuesta “Estado de Situación De la Democracia Dominicana” realizada por el CIES, sólo 2 de cada 10 dominicanos confía en el Congreso, mientras que 7 de cada 10 cree que en el Congreso hay mucha corrupción.
Ahora bien, no seamos injustos, que no todos los congresistas y las congresistas deben ser metidos en el mismo saco. Conozco algunos y algunas que realizan sus labores apegados a las leyes, a la Constitución y a sus convicciones éticas, pero esos son los menos. Lamentablemente, el comportamiento de otros congresistas - ese legislar según politiquería barata, según intereses corporativos, y apetencias personales - es el principal responsable de la desconfianza y falta de fe que les tiene la ciudadanía. Estoy de acuerdo con que el Congreso como institución debe ser vista como uno de los pilares de la democracia, de cualquier democracia, pero está visto que en el país, los principales enemigos del congreso nacional son quienes no cumplen con su deber. El congreso nacional no es superfluo, lo superfluo son algunos y algunas congresistas.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
04/noviembre/2004
Debemos encontrar y neutralizar a quiénes están detrás de la conjura contra nuestros legisladores, hacedores de buenas leyes, favorables para los bolsillos de la nación. Aunque algunos malpensado dicen que favorecen sólo los bolsillos de unos cuantos.
Tengo algunas pistas, que aporto para que nuestros congresistas tomen medidas para enfrentar la terrible confabulación. Según mis informes hay conjurados y conjuradas que son prestantes políticos locales, a los cuales algunas personas les llaman caudillos clientelares que usan los recursos que se les dan en custodia para lograr venales lealtades políticas. Se dice que algunos y algunas han logrado ser senadores y diputados de la República.
Personas bien informadas me cuentan que quienes conspiran aprueban proyectos de leyes al amparo de la noche, en lecturas consecutivas, sin escuchar a nadie. Y ayudado por un presidente saliente esos proyectos se promulgaron un día antes del final de dicho mandato. Como ejemplo hablan de la ley de migración. Pero, también los conspiradores hacen vistas públicas, dicen que escuchan a la gente y después toman las decisiones sin tomar en cuenta lo dicho en las vistas públicas, y como ejemplo se recuerdan las realizadas para elegir a los miembros de la Junta Central Electoral según se acordó en el Dialogo Nacional, allá por finales del 2002.
Pero la conspiración viene de más lejos, se dice que hace más de 5 años, en medio del escándalo público, los conspiradores y las conspiradoras construyeron un club para uso exclusivo de legisladores. Si desean un baño sauna, cenar en tranquilidad, bailar o echar una partida de dominó, no tienen que mezclarse con sus necios y mal olientes votantes.
Mis informantes sostienen que no debemos ir muy lejos hacia atrás, que basta recordar la forma en que se nombró a la Cámara de Cuenta el año pasado, los disparos en la elección del presidente de la Cámara de Diputados y Diputadas, de lo cual nunca se ha establecido las debidas responsabilidades. Unos ríen socarronamente mientras plantean que para saber quienes provocan la desconfianza en el Congreso Nacional sólo hay que buscar las declaraciones de los presidentes de ambas cámara y los aspirantes a presidentes cuando se enfrascan en los dimes y diretes. Otras dicen, respirando profundamente, que observemos como cada año un grupito de sacrificados y sacrificadas legisladores y legisladores amenaza con modificar la Constitución para quedarse dos años.
Un investigador, muy serio, sostuvo que para poder hallar a todos los conspiradores y las conspiradoras basta con buscar quiénes se gastaron más de 6 millones de pesos para llegar a ser legislador. Ya que el salario de un legislador no sobrepasa esa cifra en los cuatro años de su mandato, por lo tanto, dice el investigador, alguien que invierte tanto dinero, para no obtener beneficios en cuatro años, o es un ser muy sacrificado y altruista o tiene otros ingresos. Es en ese momento que una conocedora del tema recuerda la venta de las facilidades automovilistas que hacen los legisladores. En concreto menciona aquel vehículo de 200 mil dólares que se trajo usando “la facilidad” de un legislador, y no se sabe quién lo trajo.
Yo, de mi parte, no voy ahora a recordar que en el 2002 los y las legisladores intentaron construir un Hospital para lo cual querían tomar prestado 38 millones 757 mil 983 dólares al International Bank of Miami, N.A. No voy a recordar que para la fecha ya la crisis se atisbaba en el horizonte.
Parece que los que conspiran piensan que los legisladores no deben verse afectado por la exigua calidad de los servicios públicos de salud y los altos precios del sector privado. Para los intrigantes la salud de diputados y senadores es más importante que la del común de la gente.
Luego de analizar las evidencias, me doy cuenta que la estrategia de los conspiradores es provocar que congresistas y ciudadanía se alejen unos de otra, que el contacto sea mínimo, que sólo en los momentos electorales haya algún tipo de acercamiento entre ambos, y lo peor es que parece que lo están logrando. Según la encuesta “Estado de Situación De la Democracia Dominicana” realizada por el CIES, sólo 2 de cada 10 dominicanos confía en el Congreso, mientras que 7 de cada 10 cree que en el Congreso hay mucha corrupción.
Ahora bien, no seamos injustos, que no todos los congresistas y las congresistas deben ser metidos en el mismo saco. Conozco algunos y algunas que realizan sus labores apegados a las leyes, a la Constitución y a sus convicciones éticas, pero esos son los menos. Lamentablemente, el comportamiento de otros congresistas - ese legislar según politiquería barata, según intereses corporativos, y apetencias personales - es el principal responsable de la desconfianza y falta de fe que les tiene la ciudadanía. Estoy de acuerdo con que el Congreso como institución debe ser vista como uno de los pilares de la democracia, de cualquier democracia, pero está visto que en el país, los principales enemigos del congreso nacional son quienes no cumplen con su deber. El congreso nacional no es superfluo, lo superfluo son algunos y algunas congresistas.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
04/noviembre/2004
¿Planificar sin información?
Quienes se dedican a la investigación tienen que hacer de tripa corazón para obtener informaciones confiables sobre el país. Hay una gran ausencia de datos desagregados según las demarcaciones geográficas, sobretodo por provincias. Lo más difícil es encontrar series de tiempo de las variables relevantes que permitan observar los fenómenos de forma dinámica, en su evolución, para construir hipótesis que puedan ser falsificadas o confirmada, y para planificar mejor el uso de los recursos escasos. La planificación y las informaciones en nuestro país parecen ir hacia un portentoso desencuentro.
Los registros vitales son deficientes por lo que no proveen información oportuna y de calidad sobre los indicadores de morbilidad, mortalidad, entre otros. Las encuestas oficiales han sido cuestionadas por la inconsistencia en los datos presentados y la calidad de los mismos. En octubre del 2002 la Oficina Nacional de Estadísticas realizó el VIII Censo Nacional de Población y Vivienda cuyos resultados han sido cuestionados debido al desorden de la recolección de información y las omisiones comprobadas. La publicación de sus resultados tardó más de un año y no se dieron a conocer todas las variables contenidas en el cuestionario.
Esto impide su utilización en las proyecciones demográficas del país lo que introduce algunos sesgos en el cálculo de medidas tan importantes como el ingreso per cápita, la tasa global de participación, la esperanza de vida al nacer, entre otras. Las variables importantes para la medición del índice de desarrollo humano hay que verlas con ciertos recelos y aceptar que son aproximaciones y que su calidad es relativa, sobre todo cuando se desagregan por provincias.
No contamos con un sistema periódico de encuestas de hogares que permita darles seguimiento a los principales indicadores del desarrollo humano. Los centros de investigación no gubernamentales han asumido parcialmente dicha actividad con la limitación de que las encuestas de hogares ejecutadas en los últimos años han dependido del financiamiento internacional, y no de la agenda de necesidades estratégicas para la planificación.
Otra fuente de datos proviene del Banco Central de la República Dominicana que le da seguimiento al mercado de trabajo, la pobreza y distribución del ingreso en el país a través de sus encuestas anuales de fuerza de trabajo y las de gastos e ingresos. Estos datos han sido fuertemente cuestionados sobre la base de su debilidad metodológica e inconsistencias observadas en las series estadísticas publicadas. La crítica más certera a los datos de las encuestas del Banco Central la realizó el profesor de Harvard y gurú de los estudios de mercado de trabajo, Peter Gregory en el texto “Empleo y desempleo en la República Dominicana”, publicado por el mismo Banco Central en el 1997.
La falta de información bloquea la construcción de una política clara de población, de manera que la planificación social y la composición del gasto público nos permitan aprovechar el cambio demográfico cabalmente. (Cfr. Tejada Holguín, Ramón: ¿Cómo llega República Dominicana al nuevo milenio? En, Estudios Sociales, Número 130, Octubre-Diciembre 2002. Pp. 9-38).
¿Qué quiero decir con esto? Los datos disponibles nos dicen que la pirámide de la población tiende a ensancharse en las edades centrales, disminuyendo la proporción de niños y aumentando los envejecientes, pero aumentando en mayor medida la gente en edad de trabajar. Este crecimiento de la población demanda de las autoridades una modificación en la estructura del gasto público, específicamente el gasto social y de las políticas de empleo. El ensanchamiento de la pirámide provoca una mayor demanda en la educación media y la universitaria. El aumento de los envejecientes presiona el sistema de salud para que se redefina la oferta de los servicios. El ensanchamiento de las edades centrales demanda políticas de empleo y juventud que tomen en cuenta los cambios demográficos.
Si ese crecimiento del número de jóvenes va aparejado de un incremento de la exclusión y la falta de empleo, esos jóvenes tenderán a buscar formas no legales, ni institucionales de sobrevivir. Produciéndose de esa manera un aumento de la delincuencia, el consumo de drogas y la búsqueda de paraísos ficticios. Además, a través de la migración otros países se aprovecharan el potencial productivo de la población.
Si se presta atención a los fenómenos observados y se aprovecha el potencial que el cambio demográfico implica, la productividad del trabajo se elevará y la creación de riquezas será mayor. ¿Cómo se manifiesta este fenómeno en cada provincia? ¿Cuáles son las necesidades reales de cada provincia? No lo sabemos, y tenemos pocos datos para saberlo. Esa es la pura verdad. La lamentable verdad. Como tampoco sabemos hasta que punto estamos respondiendo a las auténticas demanda de la población dominicana. Ese es un gran reto.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
28/octubre/2004
Los registros vitales son deficientes por lo que no proveen información oportuna y de calidad sobre los indicadores de morbilidad, mortalidad, entre otros. Las encuestas oficiales han sido cuestionadas por la inconsistencia en los datos presentados y la calidad de los mismos. En octubre del 2002 la Oficina Nacional de Estadísticas realizó el VIII Censo Nacional de Población y Vivienda cuyos resultados han sido cuestionados debido al desorden de la recolección de información y las omisiones comprobadas. La publicación de sus resultados tardó más de un año y no se dieron a conocer todas las variables contenidas en el cuestionario.
Esto impide su utilización en las proyecciones demográficas del país lo que introduce algunos sesgos en el cálculo de medidas tan importantes como el ingreso per cápita, la tasa global de participación, la esperanza de vida al nacer, entre otras. Las variables importantes para la medición del índice de desarrollo humano hay que verlas con ciertos recelos y aceptar que son aproximaciones y que su calidad es relativa, sobre todo cuando se desagregan por provincias.
No contamos con un sistema periódico de encuestas de hogares que permita darles seguimiento a los principales indicadores del desarrollo humano. Los centros de investigación no gubernamentales han asumido parcialmente dicha actividad con la limitación de que las encuestas de hogares ejecutadas en los últimos años han dependido del financiamiento internacional, y no de la agenda de necesidades estratégicas para la planificación.
Otra fuente de datos proviene del Banco Central de la República Dominicana que le da seguimiento al mercado de trabajo, la pobreza y distribución del ingreso en el país a través de sus encuestas anuales de fuerza de trabajo y las de gastos e ingresos. Estos datos han sido fuertemente cuestionados sobre la base de su debilidad metodológica e inconsistencias observadas en las series estadísticas publicadas. La crítica más certera a los datos de las encuestas del Banco Central la realizó el profesor de Harvard y gurú de los estudios de mercado de trabajo, Peter Gregory en el texto “Empleo y desempleo en la República Dominicana”, publicado por el mismo Banco Central en el 1997.
La falta de información bloquea la construcción de una política clara de población, de manera que la planificación social y la composición del gasto público nos permitan aprovechar el cambio demográfico cabalmente. (Cfr. Tejada Holguín, Ramón: ¿Cómo llega República Dominicana al nuevo milenio? En, Estudios Sociales, Número 130, Octubre-Diciembre 2002. Pp. 9-38).
¿Qué quiero decir con esto? Los datos disponibles nos dicen que la pirámide de la población tiende a ensancharse en las edades centrales, disminuyendo la proporción de niños y aumentando los envejecientes, pero aumentando en mayor medida la gente en edad de trabajar. Este crecimiento de la población demanda de las autoridades una modificación en la estructura del gasto público, específicamente el gasto social y de las políticas de empleo. El ensanchamiento de la pirámide provoca una mayor demanda en la educación media y la universitaria. El aumento de los envejecientes presiona el sistema de salud para que se redefina la oferta de los servicios. El ensanchamiento de las edades centrales demanda políticas de empleo y juventud que tomen en cuenta los cambios demográficos.
Si ese crecimiento del número de jóvenes va aparejado de un incremento de la exclusión y la falta de empleo, esos jóvenes tenderán a buscar formas no legales, ni institucionales de sobrevivir. Produciéndose de esa manera un aumento de la delincuencia, el consumo de drogas y la búsqueda de paraísos ficticios. Además, a través de la migración otros países se aprovecharan el potencial productivo de la población.
Si se presta atención a los fenómenos observados y se aprovecha el potencial que el cambio demográfico implica, la productividad del trabajo se elevará y la creación de riquezas será mayor. ¿Cómo se manifiesta este fenómeno en cada provincia? ¿Cuáles son las necesidades reales de cada provincia? No lo sabemos, y tenemos pocos datos para saberlo. Esa es la pura verdad. La lamentable verdad. Como tampoco sabemos hasta que punto estamos respondiendo a las auténticas demanda de la población dominicana. Ese es un gran reto.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
28/octubre/2004
Diatriba a la sumisión ciudadana
Definitivamente en la República Dominicana existe una tradición autoritaria y paternalista que ha afectado a todas las organizaciones del sistema político y de la sociedad en su conjunto, lo que obstaculiza la consolidación de la democracia dominicana y el establecimiento de instituciones sanas y confiables. Esa característica de la tradicional cultura política de la población dominicana ha obstaculizado los procesos de modernización, y provoca la debilidad institucional y la preeminencia de las relaciones primarias antes que la formalización de instituciones y reglas del juego estables y respetadas por todos.
Para conseguir que la democracia dominicana funcione efectivamente y que el tortuoso camino que recorre hacia su consolidación se debe dar vital importancia al estimulo del sentido de pertenencia de la ciudadanía con respecto al régimen político dominicano, que sus ciudadanos y ciudadanas no sean excluidos de los procesos de discusión y reforma como lo son y lo han sido. ¿Cuáles son los obstáculos y bloqueos culturales que debe enfrentar una cultura de participación y los procesos de ciudadanización? El fortalecimiento de las instituciones democráticas es impensable sin la participación directa de la ciudadanía. Democracia implica un proceso en el cual todo miembro de la sociedad se reconoce como tal y con derechos a decir y hacer en libertad, pero con el deber de cumplir reglas con las cuales se medirán a todos por igual.
Uno de los primeros en anotar los efectos del autoritarismo en la personalidad política de los dominicanos fue Jesús de Galíndez, intelectual español muerto por la dictadura. Según sus planteamientos el poder de la dictadura de Trujillo se basaba en que este había creado entre los dominicanos y dominicanas una visión del mundo en la cual para poder realizar cualquier acción cotidiana y normal, como conseguir trabajo o simplemente circular libremente, se debía expresar una clara adhesión al régimen. Si bien, con la muerte del dictador en el 1961 el país comienza a construir organizaciones gremiales, sindicales y ciudadanas, y se inician las actividades públicas de los partidos políticos creados en el exilio o la clandestinidad, está mentalidad no fue abolida, y la sumisión ante el poder sigue campeando por su fuero en nuestra cultura política, y lo peor es que todos los líderes la estimulan.
La visión de Galíndez se ve confirmada por la historia. Tres encuestas nacionales sobre la cultura política, Demos 94, 97 y 2001, sugieren que esta percepción del mundo todavía se encuentra enraizada en una proporción importante de la ciudadanía. Es cierto que hay avances, pero también hay todavía un largo trecho que recorrer en la construcción de una democracia estable. Hoy creo que el reto principal se encuentra en el sistema educativo. Es necesario que desde la escuela y la familia se estimule la autonomía y libertad del individuo, que se enseñe el respeto a la ley y no el temor autoritario, que confiemos en que podemos elegir de manera independiente nuestro destino.
Ramón Tejada Holguín
24 octubre 2004
Para conseguir que la democracia dominicana funcione efectivamente y que el tortuoso camino que recorre hacia su consolidación se debe dar vital importancia al estimulo del sentido de pertenencia de la ciudadanía con respecto al régimen político dominicano, que sus ciudadanos y ciudadanas no sean excluidos de los procesos de discusión y reforma como lo son y lo han sido. ¿Cuáles son los obstáculos y bloqueos culturales que debe enfrentar una cultura de participación y los procesos de ciudadanización? El fortalecimiento de las instituciones democráticas es impensable sin la participación directa de la ciudadanía. Democracia implica un proceso en el cual todo miembro de la sociedad se reconoce como tal y con derechos a decir y hacer en libertad, pero con el deber de cumplir reglas con las cuales se medirán a todos por igual.
Uno de los primeros en anotar los efectos del autoritarismo en la personalidad política de los dominicanos fue Jesús de Galíndez, intelectual español muerto por la dictadura. Según sus planteamientos el poder de la dictadura de Trujillo se basaba en que este había creado entre los dominicanos y dominicanas una visión del mundo en la cual para poder realizar cualquier acción cotidiana y normal, como conseguir trabajo o simplemente circular libremente, se debía expresar una clara adhesión al régimen. Si bien, con la muerte del dictador en el 1961 el país comienza a construir organizaciones gremiales, sindicales y ciudadanas, y se inician las actividades públicas de los partidos políticos creados en el exilio o la clandestinidad, está mentalidad no fue abolida, y la sumisión ante el poder sigue campeando por su fuero en nuestra cultura política, y lo peor es que todos los líderes la estimulan.
La visión de Galíndez se ve confirmada por la historia. Tres encuestas nacionales sobre la cultura política, Demos 94, 97 y 2001, sugieren que esta percepción del mundo todavía se encuentra enraizada en una proporción importante de la ciudadanía. Es cierto que hay avances, pero también hay todavía un largo trecho que recorrer en la construcción de una democracia estable. Hoy creo que el reto principal se encuentra en el sistema educativo. Es necesario que desde la escuela y la familia se estimule la autonomía y libertad del individuo, que se enseñe el respeto a la ley y no el temor autoritario, que confiemos en que podemos elegir de manera independiente nuestro destino.
Ramón Tejada Holguín
24 octubre 2004
Los nudos de la pobreza
El padre Cela cuando era director del Centro Montalvo me ofreció la coordinación de una investigación en tres barrios: Simón Bolívar, Los Guandules y La Zurza. Se trataba de buscar los factores que permitían a unas familias salir de la pobreza y a otras no. Bautice el estudio con un nombre hasta cierto punto pretencioso: “Los nudos de la pobreza y cómo desatarlos”. El PNUD proveyó los fondos y el informe final lo escribí en colaboración con Jefrey Lizardo. Los resultados de esta investigación pueden ser útiles para quienes definen las políticas sociales del gobierno actual. En especial cuando se está observando un excesivo énfasis en medidas cortoplacistas y asistencialistas que según la investigación resultan insuficientes.
La metodología utilizada combina instrumentos de análisis cuantitativos y cualitativos. En el primer momento se elaboraron los diagnósticos de los tres barrios (Los Guandules, Simón Bolívar, La Zurza) en función de la literatura existente (trabajo documental) y entrevistas a actores claves relacionados con los diversos aspectos que hacen diferente a los tres barrios (la educación, cercanía a una fuente de empleo como el mercado, y la participación). Se hizo una descripción del papel de la escuela en Simón Bolívar, de las comunidades eclesiales en Los Guandules y de la cercanía a una fuente de trabajo informal en la Zurza. En el segundo momento se procedió a diseñar y ejecutar una encuesta por muestreo probabilístico a partir de los diagnósticos elaborados de cada uno de los barrios. En el tercer momento se organizaron grupos focales con líderes comunitarios en los tres barrios y se ejecutaron entrevistas a profundidad en una muestra seleccionada de hogares pobres y no pobres seleccionadas a partir de la encuesta aplicada en los barrios. También se hicieron entrevistas a profundidad en una muestra de jóvenes de los tres barrios.
Se encontraron dos tipos de factores que posibilitan a una familia salir de la pobreza y a otras no: los factores internos, es decir aquellos que se relacionan con las capacidades, actitudes y prácticas de las familias, y los externos, es decir aquellos que las familias no controlan. . El primer tipo son los factores internos: 1) La inversión que hace la familia en la educación de sus miembros, 2) La buena administración de los recursos escasos, 3) La unión familiar y la actitud frente a las adversidades, 4) el trabajo, y 5) la participación tanto social como política.
El segundo tipo son los factores externos, pero el principal fue uno sólo: las políticas públicas. El deterioro de la economía nacional explica el crecimiento de la pobreza en los tres barrios, y fue el obstáculo principal que enfrentaron aquellas familias que poseían las cualidades individuales que les hacían candidatas para la salida de la pobreza. En ese sentido, la investigación sugiere que una de las formas más eficiente para salir de la pobreza es actuando sobre el contexto socioeconómico a través de las políticas económicas, y estimulando las capacidades de las familias pobres, a través de las políticas sociales (educación de calidad, salud eficiente y universal, lucha contra la inequidad en el mercado de trabajo).
Las acciones individuales de las familias y las actividades de las organizaciones de interés social juegan un rol importante en el alivio de la pobreza. Pero, la efectividad de dichas actividades se ven muy limitada por el contexto socioeconómico y la extrema vulnerabilidad tanto de las familias pobres como de las que se ubican en la tenue línea que separa las pobres de las no-pobres en los tres barrios estudiados.
Definitivamente, el principal enemigo de las familias lo constituye la inestabilidad económica y la ausencia de políticas estatales de protección social. Es necesario crear las condiciones económicas y sociales para el desarrollo de las capacidades individuales de las familias para que estas logren desatar los nudos de la pobreza. Una buena política económica no debe apostar sólo al mantenimiento de la estabilidad macroeconómica, la consolidación del crecimiento y la superación del atraso competitivo de cara a la apertura de los mercados en los próximos años, además debe propiciar la generación de empleo de calidad y estar acompañada de una buena política fiscal y monetaria, así como de otros mecanismos que ayuden a reducir los niveles de desigualdad e inequidad existentes en la actualidad. Hay que humanizar la economía.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
14/octubre/2004
La metodología utilizada combina instrumentos de análisis cuantitativos y cualitativos. En el primer momento se elaboraron los diagnósticos de los tres barrios (Los Guandules, Simón Bolívar, La Zurza) en función de la literatura existente (trabajo documental) y entrevistas a actores claves relacionados con los diversos aspectos que hacen diferente a los tres barrios (la educación, cercanía a una fuente de empleo como el mercado, y la participación). Se hizo una descripción del papel de la escuela en Simón Bolívar, de las comunidades eclesiales en Los Guandules y de la cercanía a una fuente de trabajo informal en la Zurza. En el segundo momento se procedió a diseñar y ejecutar una encuesta por muestreo probabilístico a partir de los diagnósticos elaborados de cada uno de los barrios. En el tercer momento se organizaron grupos focales con líderes comunitarios en los tres barrios y se ejecutaron entrevistas a profundidad en una muestra seleccionada de hogares pobres y no pobres seleccionadas a partir de la encuesta aplicada en los barrios. También se hicieron entrevistas a profundidad en una muestra de jóvenes de los tres barrios.
Se encontraron dos tipos de factores que posibilitan a una familia salir de la pobreza y a otras no: los factores internos, es decir aquellos que se relacionan con las capacidades, actitudes y prácticas de las familias, y los externos, es decir aquellos que las familias no controlan. . El primer tipo son los factores internos: 1) La inversión que hace la familia en la educación de sus miembros, 2) La buena administración de los recursos escasos, 3) La unión familiar y la actitud frente a las adversidades, 4) el trabajo, y 5) la participación tanto social como política.
El segundo tipo son los factores externos, pero el principal fue uno sólo: las políticas públicas. El deterioro de la economía nacional explica el crecimiento de la pobreza en los tres barrios, y fue el obstáculo principal que enfrentaron aquellas familias que poseían las cualidades individuales que les hacían candidatas para la salida de la pobreza. En ese sentido, la investigación sugiere que una de las formas más eficiente para salir de la pobreza es actuando sobre el contexto socioeconómico a través de las políticas económicas, y estimulando las capacidades de las familias pobres, a través de las políticas sociales (educación de calidad, salud eficiente y universal, lucha contra la inequidad en el mercado de trabajo).
Las acciones individuales de las familias y las actividades de las organizaciones de interés social juegan un rol importante en el alivio de la pobreza. Pero, la efectividad de dichas actividades se ven muy limitada por el contexto socioeconómico y la extrema vulnerabilidad tanto de las familias pobres como de las que se ubican en la tenue línea que separa las pobres de las no-pobres en los tres barrios estudiados.
Definitivamente, el principal enemigo de las familias lo constituye la inestabilidad económica y la ausencia de políticas estatales de protección social. Es necesario crear las condiciones económicas y sociales para el desarrollo de las capacidades individuales de las familias para que estas logren desatar los nudos de la pobreza. Una buena política económica no debe apostar sólo al mantenimiento de la estabilidad macroeconómica, la consolidación del crecimiento y la superación del atraso competitivo de cara a la apertura de los mercados en los próximos años, además debe propiciar la generación de empleo de calidad y estar acompañada de una buena política fiscal y monetaria, así como de otros mecanismos que ayuden a reducir los niveles de desigualdad e inequidad existentes en la actualidad. Hay que humanizar la economía.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
14/octubre/2004
¿Se podría decir que se otean problemas de gobernabilidad?
La gobernabilidad es un atributo del estado y de la sociedad civil, por lo que ambos son responsables de conjurar la potencial crisis que se avecina. ¿Existe la probabilidad de una crisis de gobernabilidad? Primero definamos gobernabilidad. Entiendo la gobernabilidad como capacidad de procesar los conflictos que tiene una sociedad en su conjunto. Las probabilidades de crisis de gobernabilidad se observan cuando la nación carece de mecanismos institucionales y aceptados por todos y todas para el dialogo, la participación y concertación entre los diversos grupos sociales y políticos. Sobretodo si quienes carecen de voz y recursos económicos no tiene representes válidos en ningunas de las instancias estatales e institucionales.
Lo lamentable es que los problemas de la gobernabilidad en el país no son coyunturales, tienen mayores niveles de complejidad. Pero, los tres partidos que han dirigido el poder ejecutivo tienen grandes responsabilidades en el mantenimiento y profundización de un tipo de gobernabilidad instrumental y coyuntural. El PLD se valió del Programa Eventual Mínimo de Empleo (PEME), el PRD utilizó el abultamiento de la nomina estatal y los operativos coyunturales en los barrios y provincias pobres. Esta forma de ganarse el apoyo clientelar de las masas para construir la gobernabilidad es herencia de Balaguer, baste recordar la Cruzada de Amor y las “botellas” en el gobierno.
Los tres partidos no se han preocupado por los efectos a largo plazo de ese tipo de política. La forma de lograr esa momentánea estabilidad política socava las posibilidades de construcción de una verdadera y duradera gobernabilidad democrática que canalice las energías sociales hacia objetivos de progreso conjunto y un tipo de desarrollo que a las mayorías beneficie. El mejor ejemplo lo tenemos con las políticas sociales.
Es claro que se necesitan políticas asistenciales para poder reducir los efectos negativos de la crisis económica y de las medidas implementadas para salir de ella. Pero, esas medidas asistenciales, como la repartición de dinero, no deben ser vistas como si ellas fueran la política social. Por el contrario, esas medidas asistenciales deben realizarse alejadas del clientelismo y en el marco de la promoción de valores sociales y el compromiso de las personas beneficiarias con las actividades productivas de la nación.
No digo que esta forma de construir la gobernabilidad se deba a la maldad de quienes ejercen la política. Hay que tomar en cuenta que generalmente los políticos actúan en función de sus intereses y necesidades inmediatas, y piensan en lo que puede o no puede darle beneficios políticos en el momento, por lo que les resulta más fácil tratar de conseguir la estabilidad política en el corto plazo que la construcción de la gobernabilidad democrática. Es ahí donde entra la responsabilidad ciudadana.
La gobernabilidad democrática es un objetivo de alcance estratégico. En países como el nuestro está relacionado al cambio en la visión asistencial del estado, el desarrollo de una sociedad civil que participa activamente, demandando transparencia y la creación de mecanismos de rendición de cuentas, pero sin exigir privilegios especiales por la participación.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
07/octubre/2004
Lo lamentable es que los problemas de la gobernabilidad en el país no son coyunturales, tienen mayores niveles de complejidad. Pero, los tres partidos que han dirigido el poder ejecutivo tienen grandes responsabilidades en el mantenimiento y profundización de un tipo de gobernabilidad instrumental y coyuntural. El PLD se valió del Programa Eventual Mínimo de Empleo (PEME), el PRD utilizó el abultamiento de la nomina estatal y los operativos coyunturales en los barrios y provincias pobres. Esta forma de ganarse el apoyo clientelar de las masas para construir la gobernabilidad es herencia de Balaguer, baste recordar la Cruzada de Amor y las “botellas” en el gobierno.
Los tres partidos no se han preocupado por los efectos a largo plazo de ese tipo de política. La forma de lograr esa momentánea estabilidad política socava las posibilidades de construcción de una verdadera y duradera gobernabilidad democrática que canalice las energías sociales hacia objetivos de progreso conjunto y un tipo de desarrollo que a las mayorías beneficie. El mejor ejemplo lo tenemos con las políticas sociales.
Es claro que se necesitan políticas asistenciales para poder reducir los efectos negativos de la crisis económica y de las medidas implementadas para salir de ella. Pero, esas medidas asistenciales, como la repartición de dinero, no deben ser vistas como si ellas fueran la política social. Por el contrario, esas medidas asistenciales deben realizarse alejadas del clientelismo y en el marco de la promoción de valores sociales y el compromiso de las personas beneficiarias con las actividades productivas de la nación.
No digo que esta forma de construir la gobernabilidad se deba a la maldad de quienes ejercen la política. Hay que tomar en cuenta que generalmente los políticos actúan en función de sus intereses y necesidades inmediatas, y piensan en lo que puede o no puede darle beneficios políticos en el momento, por lo que les resulta más fácil tratar de conseguir la estabilidad política en el corto plazo que la construcción de la gobernabilidad democrática. Es ahí donde entra la responsabilidad ciudadana.
La gobernabilidad democrática es un objetivo de alcance estratégico. En países como el nuestro está relacionado al cambio en la visión asistencial del estado, el desarrollo de una sociedad civil que participa activamente, demandando transparencia y la creación de mecanismos de rendición de cuentas, pero sin exigir privilegios especiales por la participación.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
07/octubre/2004
La máquina de hacer pobres
Me preguntaron por la máquina de hacer pobres de la que escribí en el artículo anterior. Ella existe y se llama funcionamiento del mercado de trabajo, el cual se ve afectada tanto por la calidad de las políticas sociales (educación y salud) como por las económicas (¿Qué sectores deben estimularse para la creación de más empleos de calidad?). La capacidad de absorción que tiene el mercado de trabajo habla de la capacidad de incorporación de las personas a la sociedad. Una sociedad que posee un mercado de trabajo incapaz de ofrecer oportunidades de movilidad social a sus miembros y que no garantiza un empleo a los y las jóvenes que buscan trabajo por primera vez provocará la perpetuación de la pobreza y la exclusión.
El mercado de trabajo es la institución más importante para la reducción o el crecimiento de la pobreza y la exclusión de manera duradera. En “Equidad, Desarrollo y Ciudadanía”, la CEPAL nos ofrece los argumentos para este aserto: 1) Es la principal fuente de ingresos de los hogares, lo que permite la adquisición de bienes y servicios que hacen posible a sus miembros aspirar a un nivel de vida acorde con sus patrones culturales. 2) Cuando este se desempeña en el ámbito formal, permite participar en sistemas de seguridad social orientados a que el trabajador y su familia hagan frente a imprevistos y tengan una vida digna cuando se jubilan. 3) Como espacio de trabajo ofrece posibilidades de expresión y desarrollo de capacidades individuales. Y 4) el acceso a un empleo representa para las personas el canal de inserción en el esfuerzo conjunto de creación de riqueza económica y cultural, haciéndolo participe de un proyecto colectivo, factores que refuerzan su identidad con los valores que la sociedad propugna.
Vale la pena decir que las políticas asistencialistas, como las propugnadas por quienes sólo quieren contar pobres y darles algo, no influyen en el mercado de trabajo. Lo que sí influye es la calidad de la educación, el estado de salud de la población, la calidad de las instituciones, y el acento en el desarrollo económico con rostro humano. Los hacedores de política social deberían preocuparse de ver qué pueden hacer para que el mercado de trabajo dominicano no sea una institución que ofrece pocas posibilidades para la movilidad social. La rigidez de nuestro mercado de trabajo se observa en dos niveles: 1) en el acceso, las posibilidades de acceso a empleo de calidad y bien remunerados que poseen los más pobres son muy reducidas debido a al escaso nivel de desarrollo de sus capacidades que la sociedad le provee y 2) hay inequidades según las características de la fuerza laboral: mujeres, jóvenes de ambos sexos, y las personas provenientes de hogares pobres y residentes en zonas rurales tienden a recibir menos remuneración y menor posibilidad de movilidad ocupacional. Este es el reto de una sociedad que aspira al desarrollo. Las funditas y tarjetas per se sólo ayudan a la creación de pobres profesionales que transmiten la pobreza a las siguientes generaciones.
Ramón Tejada Holguín
30 de septiembre del 2004
El mercado de trabajo es la institución más importante para la reducción o el crecimiento de la pobreza y la exclusión de manera duradera. En “Equidad, Desarrollo y Ciudadanía”, la CEPAL nos ofrece los argumentos para este aserto: 1) Es la principal fuente de ingresos de los hogares, lo que permite la adquisición de bienes y servicios que hacen posible a sus miembros aspirar a un nivel de vida acorde con sus patrones culturales. 2) Cuando este se desempeña en el ámbito formal, permite participar en sistemas de seguridad social orientados a que el trabajador y su familia hagan frente a imprevistos y tengan una vida digna cuando se jubilan. 3) Como espacio de trabajo ofrece posibilidades de expresión y desarrollo de capacidades individuales. Y 4) el acceso a un empleo representa para las personas el canal de inserción en el esfuerzo conjunto de creación de riqueza económica y cultural, haciéndolo participe de un proyecto colectivo, factores que refuerzan su identidad con los valores que la sociedad propugna.
Vale la pena decir que las políticas asistencialistas, como las propugnadas por quienes sólo quieren contar pobres y darles algo, no influyen en el mercado de trabajo. Lo que sí influye es la calidad de la educación, el estado de salud de la población, la calidad de las instituciones, y el acento en el desarrollo económico con rostro humano. Los hacedores de política social deberían preocuparse de ver qué pueden hacer para que el mercado de trabajo dominicano no sea una institución que ofrece pocas posibilidades para la movilidad social. La rigidez de nuestro mercado de trabajo se observa en dos niveles: 1) en el acceso, las posibilidades de acceso a empleo de calidad y bien remunerados que poseen los más pobres son muy reducidas debido a al escaso nivel de desarrollo de sus capacidades que la sociedad le provee y 2) hay inequidades según las características de la fuerza laboral: mujeres, jóvenes de ambos sexos, y las personas provenientes de hogares pobres y residentes en zonas rurales tienden a recibir menos remuneración y menor posibilidad de movilidad ocupacional. Este es el reto de una sociedad que aspira al desarrollo. Las funditas y tarjetas per se sólo ayudan a la creación de pobres profesionales que transmiten la pobreza a las siguientes generaciones.
Ramón Tejada Holguín
30 de septiembre del 2004
Pobrecita política social
Las políticas públicas descansan en una visión de la sociedad y por lo tanto de la pobreza, la desigualdad y la exclusión. Para la escuela llamada popularmente neoliberal, la pobreza, la desigualdad y la exclusión son problemas creados por las regulaciones que los estados colocan a los mercados. Estos últimos, dicen, funcionarían a la perfección si no fueran controlados. Sostienen que los mercados ubican socialmente a las personas según sus capacidades y voluntades individuales. Por eso para el neoliberalismo no existen la desigualdad y la exclusión sino que las diferencias entre las personas son provocadas por las distintas dotaciones con que se nace. La pobreza, dicen, es culpa de los mismos pobres o de las trabas que se les ponen a los mercados. De ahí que promuevan una política social basada en la idea de la igualdad de oferta y en la desregulación de los mercados. La igualdad de oferta no toma en cuenta que las instituciones sociales, económicas y políticas han contribuido a crear la pobreza, la desigualdad y la exclusión.
Pero, el neoliberalismo es la corriente que más influye en la definición de las políticas públicas, tanto en nuestro país como en América Latina. Esta visión impide ver las inequidades previamente existentes, fruto de la pasada interacción entre los grupos sociales y la desigual dotación de capacidades que la condición de inequidad histórica ha provocado.
El neoliberalismo obvia el hecho de que consumidores y productores no son iguales en el mercado y los primeros tienen más poder y capacidad para ponerse de acuerdo contra los segundos, especialmente en países como el nuestro. Esta es la razón por la que se necesitan la regulación de los mercados y al arbitrio del estado: para evitar que el pez grande se coma al chiquito. Renunciar a la regulación significa, dejar que la máquina de hacer pobres engrase sus engranajes y trabaje a todo vapor. Dejar que las fuerzas del mercado sean quienes asignen a cada cual su puesto en la sociedad, perpetúan las asimetrías existentes, y asume la sociedad como un territorio en el que sólo los fuertes y los más dotados de recursos económicos sobreviven.
Para la visión neoliberal y algunos organismos internacionales es suficiente identificar a los pobres y definir políticas focalizadas para "aliviar su sufrimiento". Pero, no es tan fácil. Es cierto que hay que aliviar la pobreza, pero no basta con identificar lo lugares en donde hay más pobres ni definir las características que los distinguen, hay que observar, también, la historia de la relación de desigualdad, identificar los procesos sociales de estructuración de los diversos grupos, así como los mecanismos que perpetúan y amplían la desigualdad social. La pura identificación de pobres no va a las raíces del problema limitándose a políticas asistenciales y clientelares de alivio, dejando intacta la máquina que la construye y perpetúa. Es atacar a la máquina a lo que debe aspirar una buena política social, y de eso es de lo que carecemos en la actualidad.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
23 de septiembre 2004
Pero, el neoliberalismo es la corriente que más influye en la definición de las políticas públicas, tanto en nuestro país como en América Latina. Esta visión impide ver las inequidades previamente existentes, fruto de la pasada interacción entre los grupos sociales y la desigual dotación de capacidades que la condición de inequidad histórica ha provocado.
El neoliberalismo obvia el hecho de que consumidores y productores no son iguales en el mercado y los primeros tienen más poder y capacidad para ponerse de acuerdo contra los segundos, especialmente en países como el nuestro. Esta es la razón por la que se necesitan la regulación de los mercados y al arbitrio del estado: para evitar que el pez grande se coma al chiquito. Renunciar a la regulación significa, dejar que la máquina de hacer pobres engrase sus engranajes y trabaje a todo vapor. Dejar que las fuerzas del mercado sean quienes asignen a cada cual su puesto en la sociedad, perpetúan las asimetrías existentes, y asume la sociedad como un territorio en el que sólo los fuertes y los más dotados de recursos económicos sobreviven.
Para la visión neoliberal y algunos organismos internacionales es suficiente identificar a los pobres y definir políticas focalizadas para "aliviar su sufrimiento". Pero, no es tan fácil. Es cierto que hay que aliviar la pobreza, pero no basta con identificar lo lugares en donde hay más pobres ni definir las características que los distinguen, hay que observar, también, la historia de la relación de desigualdad, identificar los procesos sociales de estructuración de los diversos grupos, así como los mecanismos que perpetúan y amplían la desigualdad social. La pura identificación de pobres no va a las raíces del problema limitándose a políticas asistenciales y clientelares de alivio, dejando intacta la máquina que la construye y perpetúa. Es atacar a la máquina a lo que debe aspirar una buena política social, y de eso es de lo que carecemos en la actualidad.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
23 de septiembre 2004
Tres sugerencias de un ciudadano
Como ingenuo ciudadano creo que el rol que le corresponde a la política social en un estado democrático es el de garantizar a la ciudadanía el derecho a la alimentación, a la salud, a la educación y participar en la creación de un ambiente que propicie la inclusión social, económica y política. Partiendo de esa premisa y a sabiendas de que hay gente que desea poner a funcionar un auténtico gabinete social y en mi condición de ciudadano que paga impuestos, humildemente quiero hacerle tres sugerencias a quienes diseñan la política social del actual gobierno.
Sugerencia número 1: Formar gerentes sociales. Uno de los aspectos que ha profundizado el clientelismo es la inexistencia de auténticos gerentes sociales capacitados y protegidos por una Carrera Civil y Administrativa. Los nuevos tiempos demandan de gerentes sociales con una ética de servicio alejada del patrimonialismo, que sean gentes dedicadas al estudio de las experiencias innovadoras y exitosas en el ámbito internacional y con mayor sensibilidad hacia los problemas sociales. Además, es necesario que la función de gerente social sea atractiva para las personas más capaces, por lo que hay que garantizarles salarios competitivos y estabilidad en el empleo, sin importar quien gobierne.
Sugerencia número: Fortalecer la institucionalidad. El establecimiento de las reglas del juego claras y respetadas por todos y todas, la promoción de la participación de la sociedad dominicana en su conjunto en lo que atañe a las decisiones económicas y al diseño y la gestión de las políticas sociales, son condiciones necesarias para construir un ambiente propicio para la creación de metas del desarrollo comunes y beneficiosas para las grandes mayorías nacionales. Estimular la democracia y la participación de los sectores pobres permitirá reducir los niveles de exclusión social, económica y política, ayudará a la cohesión social y a profundizar el sentido de pertenencia de parte de la ciudadanía, lo que estimulará la elevación de la productividad del trabajo, redundará en beneficio del mejoramiento del clima para la inversión, propiciará la innovación, se profundiza y consolida la democracia y se crearán las bases para una estable y prolongada gobernabilidad, lo cual beneficiará políticamente a los gobernantes. Hacer las cosas bien tiene beneficios políticos.
Sugerencia número 3: Las Políticas Sociales deben ser estatales. Las políticas sociales deben descansar en una "visión estatal", y no puede seguir siendo simples medidas asistencialistas y clientelares que pretenden resolver momentáneos problemas. En la actualidad no se puede hablar de un a política social del Estado Dominicano coherente y articulada a las políticas económicas, se ha carecido de esa visión integral. Además, los y las incumbentes de las Secretarías relacionadas con lo social tienen visiones diferentes y no están tomando en cuenta los avances de las administraciones anteriores. Mucho dinero del pueblo se invirtió en el diseño de la política social del cuatrienio pasado. Hay que rescatar y actualizar el diagnóstico realizado para el gabinete social del gobierno anterior. Hay que tomar en cuenta el Consejo Consultivo del gabinete social. No se puede tirar todo ese esfuerzo y dinero a la basura para comenzar de cero.
La verdad es que tengo otras cándidas sugerencias pero pensando en que “grano a grano se llena la gallina el buche”, con cumplir con estas tres sugerencias el buche de la política social se llena hasta la mitad, lo cual es un gran avance.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
16 de septiembre 2004
Sugerencia número 1: Formar gerentes sociales. Uno de los aspectos que ha profundizado el clientelismo es la inexistencia de auténticos gerentes sociales capacitados y protegidos por una Carrera Civil y Administrativa. Los nuevos tiempos demandan de gerentes sociales con una ética de servicio alejada del patrimonialismo, que sean gentes dedicadas al estudio de las experiencias innovadoras y exitosas en el ámbito internacional y con mayor sensibilidad hacia los problemas sociales. Además, es necesario que la función de gerente social sea atractiva para las personas más capaces, por lo que hay que garantizarles salarios competitivos y estabilidad en el empleo, sin importar quien gobierne.
Sugerencia número: Fortalecer la institucionalidad. El establecimiento de las reglas del juego claras y respetadas por todos y todas, la promoción de la participación de la sociedad dominicana en su conjunto en lo que atañe a las decisiones económicas y al diseño y la gestión de las políticas sociales, son condiciones necesarias para construir un ambiente propicio para la creación de metas del desarrollo comunes y beneficiosas para las grandes mayorías nacionales. Estimular la democracia y la participación de los sectores pobres permitirá reducir los niveles de exclusión social, económica y política, ayudará a la cohesión social y a profundizar el sentido de pertenencia de parte de la ciudadanía, lo que estimulará la elevación de la productividad del trabajo, redundará en beneficio del mejoramiento del clima para la inversión, propiciará la innovación, se profundiza y consolida la democracia y se crearán las bases para una estable y prolongada gobernabilidad, lo cual beneficiará políticamente a los gobernantes. Hacer las cosas bien tiene beneficios políticos.
Sugerencia número 3: Las Políticas Sociales deben ser estatales. Las políticas sociales deben descansar en una "visión estatal", y no puede seguir siendo simples medidas asistencialistas y clientelares que pretenden resolver momentáneos problemas. En la actualidad no se puede hablar de un a política social del Estado Dominicano coherente y articulada a las políticas económicas, se ha carecido de esa visión integral. Además, los y las incumbentes de las Secretarías relacionadas con lo social tienen visiones diferentes y no están tomando en cuenta los avances de las administraciones anteriores. Mucho dinero del pueblo se invirtió en el diseño de la política social del cuatrienio pasado. Hay que rescatar y actualizar el diagnóstico realizado para el gabinete social del gobierno anterior. Hay que tomar en cuenta el Consejo Consultivo del gabinete social. No se puede tirar todo ese esfuerzo y dinero a la basura para comenzar de cero.
La verdad es que tengo otras cándidas sugerencias pero pensando en que “grano a grano se llena la gallina el buche”, con cumplir con estas tres sugerencias el buche de la política social se llena hasta la mitad, lo cual es un gran avance.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
16 de septiembre 2004
A todo pulmón
Repitámoslo todos y todas hasta el cansancio, no importa que lo hayamos dicho miles de veces, no importa que nos acusen de ilusos, no importan que nos den bolas negras en todos los gobiernos, no importa que financieros, abogados y coroneles nos odien, gritémoslo a todo pulmón: los corruptos deben pagarla y las pagarán. Repítalo hasta que usted mismo o misma se lo crea. Escríbalo en las paredes cual si fuese la tarea impuesta por una fabulosa, mítica y honrada maestra: sobre los corruptos y las corruptas debe caer todo el peso de la ley. No se lamente, no llore y reclame que las investigaciones sobre actos corruptos sean llevadas hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga, nadie debe quedar impune, la ley no debe detenerse ante la puerta de ningún despacho, ni frente a kepis alguno
Hay que remacharlo hasta encontrar el más grande de los ecos en la ciudadanía, hasta convertirnos en múltiples voces que desatan la más grande de las avalanchas que arrastra toda la podredumbre y suciedad que nos rodea por doquier; hasta construir un aluvión de voluntades que atemorice a quien desee tomar un solo centavo del erario, un mísero chele que le haya sido puesto en custodia. Mire, no se excuse en la disciplina partidaria y exija que las investigaciones sobre actos corruptos sean llevadas hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga, que nadie quede impune, que la ley no se detenga ante la puerta de ningún despacho, ni frente a kepis alguno.
Todo corrupto o corrupta debe ser calificado de responsable de la pésima calidad de los servicios públicos, de la falta de dinero para llevar a cabo una auténtica política social del gobierno, de la carestía de los artículos de primera necesidad, de las alzas del dólar, de los fraudes bancarios, de la falta de medicina en los hospitales. No exagero si propongo que le demos categoría de genocidio a esa corrupción rampante que zalamera y servicial se burla de todos y todas. Ver un corrupto sonriente debe ser tan indignante o más que ver libre a un violador, a un asesino o asesina múltiple. De ninguna manera una sociedad podrá ser libre si se queda indolente ante tanta iniquidad, si no grita a todo pulmón que sobre los corruptos debe caer todo el peso de la ley, que las investigaciones sobre actos corruptos deben ser llevadas hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga, que nadie quede impune, que la investigación no se detenga ante la puerta de ningún despacho, ni frente a kepis alguno.
Sólo convirtiendo nuestro clamor en un grito único y poderoso, siendo responsables como ciudadanos, ciudadanas y votantes podremos combatir con éxito la corrupción. No te quedes ahí sentado o sentada, no te contente con lamentarte, quienes nos quedamos pasivos y pasivas ante tanta iniquidad somos cómplices por omisión, por cobardía, por amiguismo político o por un plato de comida que podría indigestarnos. No mires a quien acusan, no mires quien acusa, observa la veracidad de la acusación. Hermano, hermana, no permitas que se repita la impunidad, nos están dañando el país.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
09 de septiembre 2004
Hay que remacharlo hasta encontrar el más grande de los ecos en la ciudadanía, hasta convertirnos en múltiples voces que desatan la más grande de las avalanchas que arrastra toda la podredumbre y suciedad que nos rodea por doquier; hasta construir un aluvión de voluntades que atemorice a quien desee tomar un solo centavo del erario, un mísero chele que le haya sido puesto en custodia. Mire, no se excuse en la disciplina partidaria y exija que las investigaciones sobre actos corruptos sean llevadas hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga, que nadie quede impune, que la ley no se detenga ante la puerta de ningún despacho, ni frente a kepis alguno.
Todo corrupto o corrupta debe ser calificado de responsable de la pésima calidad de los servicios públicos, de la falta de dinero para llevar a cabo una auténtica política social del gobierno, de la carestía de los artículos de primera necesidad, de las alzas del dólar, de los fraudes bancarios, de la falta de medicina en los hospitales. No exagero si propongo que le demos categoría de genocidio a esa corrupción rampante que zalamera y servicial se burla de todos y todas. Ver un corrupto sonriente debe ser tan indignante o más que ver libre a un violador, a un asesino o asesina múltiple. De ninguna manera una sociedad podrá ser libre si se queda indolente ante tanta iniquidad, si no grita a todo pulmón que sobre los corruptos debe caer todo el peso de la ley, que las investigaciones sobre actos corruptos deben ser llevadas hasta las últimas consecuencias, caiga quien caiga, que nadie quede impune, que la investigación no se detenga ante la puerta de ningún despacho, ni frente a kepis alguno.
Sólo convirtiendo nuestro clamor en un grito único y poderoso, siendo responsables como ciudadanos, ciudadanas y votantes podremos combatir con éxito la corrupción. No te quedes ahí sentado o sentada, no te contente con lamentarte, quienes nos quedamos pasivos y pasivas ante tanta iniquidad somos cómplices por omisión, por cobardía, por amiguismo político o por un plato de comida que podría indigestarnos. No mires a quien acusan, no mires quien acusa, observa la veracidad de la acusación. Hermano, hermana, no permitas que se repita la impunidad, nos están dañando el país.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
09 de septiembre 2004
Clientelismo o progreso, ese es el dilema
La sociedad dominicana camina por terreno pantanoso. La corrupción, la ausencia de instituciones fuertes y confiables campean por sus fueros. El desamparo y la desprotección la embargan. Un gran temor la paraliza: le da pánico el futuro porque no sabe de qué tendrá que defenderse, ni si tendrá las fuerzas suficientes para enfrentar los retos y desafíos por su cuenta y riesgo. Hay la demanda de una dirección capaz, sensible y con metas claras.
¿Quiénes están dispuestos a conducir el esplendido carruaje que necesitamos? La desaparición de los tres grandes caudillos dejó un vacío imposible de ser llenado. Pero hay quienes se esfuerzan, vanamente, en venderse como la portentosa cabeza de la cual saldrá redivivo uno de los tres. Abandonen tal empeño, porque de la mente de dirigente alguno saldrá la capacidad de encantamiento, de conducción, de terrible manipulación que poseían Balaguer, Peña Gómez y Bosch. No es saludable para la democracia dominicana seguir tras las huellas de cadáveres exquisitos, pero muertos al fin y al cabo. Ellos son responsables, construyeron esta tímida democracia, plétora de voraces empresarios, políticos manipuladores y pobres sin voces reducidos a masa que busca empleo cada cuatro años.
Vivimos otros tiempos y necesitamos diferentes voces a las existentes, renovadas ideas, caras nuevas. Nuestra desgracia es la persecución del Bosch, el Balaguer o el Peña Gómez joven que resurja de unas cenizas que deben ser dejadas en paz en las repisas partidarias. Sí, ellos pueden ser venerados, respetados, incluso amados, pero no revividos o encarnados sin redefinición en una sociedad cada vez más compleja y diferente de aquella en la que operaron esos centauros. La desgracia es que hay quienes quieren ponerse los zapatos autoritarios de Balaguer y que buscan emular su enigmático carácter. La desdicha es que el cambio es contradictoria y paradójicamente, lo nuevo surge chorreando lo arcaico por los cuatro costados. La maldición es que quienes parecían comprometerse con las transformaciones necesarias son quienes más se aferran al pasado y colocan la foto de uno de los tres en sus pechos orondos y la exhiben impúdicos creyéndose la encarnación post-moderna de algo putrefacto que ya debe ser enterrado.
Hay espacio para nuevos proyectos. Frescas ideas y visiones reclaman ser desarrolladas, y son necesarias. La nación demanda que sus ciudadanos más conscientes sean los más activos, los provocadores del cambio, los que regulen un sistema político corrompido por el clientelismo y el rentismo que campean triunfantes en una sociedad sitiada por la estulticia. No podemos seguir permitiendo que los caciquillos locales, descarados e impúdicos, sigan ocupando los puestos electivos claves, porque son quienes envilecen al pueblo llano con promesas y caramelos que perpetúan el mercado político clientelar, y estimulan el engreimiento de la dirigencia nacional. El presente es un espacio abierto en el que cualquier cosa puede ocurrir. El futuro depende de lo que ustedes hagan y del lado en que la mayoría nos coloquemos: clientelismo o progreso, no hay otra opción. Cantemos a coro aquella canción de Fito Páez: "¿Quién dijo que todo está perdido? / Yo vengo a ofrecer mi corazón". Cantemos con sentimiento, creyendo que es así y buscando desde dónde podemos ayudar a salir del atolladero en que nos han metido.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
02 de septiembre 2004
¿Quiénes están dispuestos a conducir el esplendido carruaje que necesitamos? La desaparición de los tres grandes caudillos dejó un vacío imposible de ser llenado. Pero hay quienes se esfuerzan, vanamente, en venderse como la portentosa cabeza de la cual saldrá redivivo uno de los tres. Abandonen tal empeño, porque de la mente de dirigente alguno saldrá la capacidad de encantamiento, de conducción, de terrible manipulación que poseían Balaguer, Peña Gómez y Bosch. No es saludable para la democracia dominicana seguir tras las huellas de cadáveres exquisitos, pero muertos al fin y al cabo. Ellos son responsables, construyeron esta tímida democracia, plétora de voraces empresarios, políticos manipuladores y pobres sin voces reducidos a masa que busca empleo cada cuatro años.
Vivimos otros tiempos y necesitamos diferentes voces a las existentes, renovadas ideas, caras nuevas. Nuestra desgracia es la persecución del Bosch, el Balaguer o el Peña Gómez joven que resurja de unas cenizas que deben ser dejadas en paz en las repisas partidarias. Sí, ellos pueden ser venerados, respetados, incluso amados, pero no revividos o encarnados sin redefinición en una sociedad cada vez más compleja y diferente de aquella en la que operaron esos centauros. La desgracia es que hay quienes quieren ponerse los zapatos autoritarios de Balaguer y que buscan emular su enigmático carácter. La desdicha es que el cambio es contradictoria y paradójicamente, lo nuevo surge chorreando lo arcaico por los cuatro costados. La maldición es que quienes parecían comprometerse con las transformaciones necesarias son quienes más se aferran al pasado y colocan la foto de uno de los tres en sus pechos orondos y la exhiben impúdicos creyéndose la encarnación post-moderna de algo putrefacto que ya debe ser enterrado.
Hay espacio para nuevos proyectos. Frescas ideas y visiones reclaman ser desarrolladas, y son necesarias. La nación demanda que sus ciudadanos más conscientes sean los más activos, los provocadores del cambio, los que regulen un sistema político corrompido por el clientelismo y el rentismo que campean triunfantes en una sociedad sitiada por la estulticia. No podemos seguir permitiendo que los caciquillos locales, descarados e impúdicos, sigan ocupando los puestos electivos claves, porque son quienes envilecen al pueblo llano con promesas y caramelos que perpetúan el mercado político clientelar, y estimulan el engreimiento de la dirigencia nacional. El presente es un espacio abierto en el que cualquier cosa puede ocurrir. El futuro depende de lo que ustedes hagan y del lado en que la mayoría nos coloquemos: clientelismo o progreso, no hay otra opción. Cantemos a coro aquella canción de Fito Páez: "¿Quién dijo que todo está perdido? / Yo vengo a ofrecer mi corazón". Cantemos con sentimiento, creyendo que es así y buscando desde dónde podemos ayudar a salir del atolladero en que nos han metido.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
02 de septiembre 2004
La oportunidad del general
Jorge Cela dijo que la Policía dominicana “es un cuerpo enfermo, corrompido y muy deteriorado” (Hoy, 15-10-2001). Más o menos un año después la doctora Aura Celeste Fernández me invitó a participar en un taller sobre Dignidad Humana y la Policía, junto a gente de la sociedad civil, de la Iglesia como Luis Rosario y Rogelio Cruz, y de la Policía entre los que se encontraban la cabeza principal del Instituto de Dignidad Humana de la institución, general Manuel de Jesús Pérez Sánchez.
Mi diagnóstico de la Policía era similar al de Cela. Había agentes que disparaban primero y averiguaban después, y contaban con el apoyo de la jefatura. Los métodos policiales de combate a la delincuencia no eran efectivos, y en ocasiones los miembros de la institución tendían a convertirse en aliados de la delincuencia. Sus métodos de enfrentar la criminalidad eran ineficientes, responden con fuerza excesiva e irrespetando los derechos humanos. La acusación de ser un cuerpo totalmente corrompido y que no respeta su propia ley institucional era generalizada.
Creía que el cuerpo policial dominicano conservaba la estructura de un organismo de represión política del Estado. Esta estructura de carácter militar la había heredado del trujillismo, y de los doce años del doctor Balaguer. No ha existido sintonía entre los cambios operados en el orden político y social, y la necesaria transformación de la policía. Los "métodos de investigación y de interrogación" aplicados a los comunistas, eran aplicados a los delincuentes. Simplemente se dio una redefinición del "enemigo".
En aquel evento comencé a ver las cosas un tanto diferentes, y conocí a un oficial policial, Pérez Sánchez, que no encajaba en el diagnóstico. Había esperanzas, siempre y cuando policías como éste asumieran los puestos de dirección, y en la sociedad civil se entendiera que la situación de la Policía Nacional nos importa a todos y todas. La responsabilidad va desde el Presidente como jefe máximo de la institución a los sectores económicos que han apoyado a jefaturas represivas, a los diversos organismos defensores de los derechos humanos, así como al ciudadano de cualquier condición que en cualquier momento puede ser muerto por una bala perdida o un error policial.
A finales de los 90 desde la Fijus, la doctora Murrielle Perraud elaboró una serie de documento en los que se planteaba la necesidad de transformar esta institución en una policía comunitaria, que además de sus labores de mantener el orden, de prevenir y reprimir la criminalidad, ayude a la comunidad en la solución de diversos tipos de problemas. Ruido, conflictos entre vecinos, podrían muy bien solucionarse con la ayuda de un policía con nociones básicas de derecho y sicología. Dicho agente funcionaría como árbitro y las soluciones podrían surgir evitando que cualquier caso termine ante el fiscal, el juez o en una desgracia.
El general Pérez Sánchez, alma del Instituto de Dignidad Humana, recién nombrado jefe de la Policía Nacional, tiene la gran oportunidad de dirigir el cambio de la institución, el cual es imposible sin el concurso de todos los sectores. Una nueva policía es necesaria para la democracia, hagámosla.
Ramón Tejada Holguín - 19 de agosto 2004
Mi diagnóstico de la Policía era similar al de Cela. Había agentes que disparaban primero y averiguaban después, y contaban con el apoyo de la jefatura. Los métodos policiales de combate a la delincuencia no eran efectivos, y en ocasiones los miembros de la institución tendían a convertirse en aliados de la delincuencia. Sus métodos de enfrentar la criminalidad eran ineficientes, responden con fuerza excesiva e irrespetando los derechos humanos. La acusación de ser un cuerpo totalmente corrompido y que no respeta su propia ley institucional era generalizada.
Creía que el cuerpo policial dominicano conservaba la estructura de un organismo de represión política del Estado. Esta estructura de carácter militar la había heredado del trujillismo, y de los doce años del doctor Balaguer. No ha existido sintonía entre los cambios operados en el orden político y social, y la necesaria transformación de la policía. Los "métodos de investigación y de interrogación" aplicados a los comunistas, eran aplicados a los delincuentes. Simplemente se dio una redefinición del "enemigo".
En aquel evento comencé a ver las cosas un tanto diferentes, y conocí a un oficial policial, Pérez Sánchez, que no encajaba en el diagnóstico. Había esperanzas, siempre y cuando policías como éste asumieran los puestos de dirección, y en la sociedad civil se entendiera que la situación de la Policía Nacional nos importa a todos y todas. La responsabilidad va desde el Presidente como jefe máximo de la institución a los sectores económicos que han apoyado a jefaturas represivas, a los diversos organismos defensores de los derechos humanos, así como al ciudadano de cualquier condición que en cualquier momento puede ser muerto por una bala perdida o un error policial.
A finales de los 90 desde la Fijus, la doctora Murrielle Perraud elaboró una serie de documento en los que se planteaba la necesidad de transformar esta institución en una policía comunitaria, que además de sus labores de mantener el orden, de prevenir y reprimir la criminalidad, ayude a la comunidad en la solución de diversos tipos de problemas. Ruido, conflictos entre vecinos, podrían muy bien solucionarse con la ayuda de un policía con nociones básicas de derecho y sicología. Dicho agente funcionaría como árbitro y las soluciones podrían surgir evitando que cualquier caso termine ante el fiscal, el juez o en una desgracia.
El general Pérez Sánchez, alma del Instituto de Dignidad Humana, recién nombrado jefe de la Policía Nacional, tiene la gran oportunidad de dirigir el cambio de la institución, el cual es imposible sin el concurso de todos los sectores. Una nueva policía es necesaria para la democracia, hagámosla.
Ramón Tejada Holguín - 19 de agosto 2004
¿Cuáles promesas? Hipo
El presidente saliente ha dicho que cumplió con el 99% de sus promesas de campaña. He consultado a diversas personas expertas en estadística para que me expliquen las diferentes valoraciones que, para llegar a ese porcentaje, hay que darle al factor eléctrico, a la crisis hospitalaria, al aumento del costo de la vida, a la crisis partidaria provocada por el proyecto reeleccionista, a la forma en que se eligieron tres jueces de la Suprema Corte de Justicia, a la selección de una Junta Central Electoral cercana al PPH, a la eternización de la deuda y su incremento exorbitante, a la sordera gubernamental frente a los reclamos populares y de las organizaciones civiles de la clase media, a la inexistencia de una política anticorrupción y lo dejo ahí porque no hay espacio para continuar. Entonces, ¿cuáles modelos matemáticos explican el aserto presidencial?
El funcionamiento de la Seguridad Social fue colocado como el ejemplo más notorio del alto nivel de cumplimiento. ¿Cuántas veces se ha pospuesto el inicio del Plan Básico de Salud? ¿Acaso no se conocen las dificultades que se tienen para la puesta en marcha del Régimen Subsidiado del cual los pobres, esos que en el programa de gobierno del PRD se definieron como los sectores prioritarios, serían los más beneficiados?
Mejía sostiene que debió enfrentar circunstancias adversas que escaparon totalmente a su voluntad. Los fraudes bancarios fueron señalados como las principales circunstancia atenuantes. Quizás eso es lo que hay que hacer, restar a las promesas de campaña las cosas que no se pudieron cumplir por culpa de los fraudes bancarios. Para eso habría que demostrar que las autoridades manejaron correctamente y de acuerdo a las leyes la situación provocada por los fraudes bancarios. ¿Fue así?
Recordemos que el 13 de mayo del 2003 cuando el gobernador del Banco Central dio a conocer el caso Baninter, admitió que desde el 1989 existían operaciones paralelas en el mismo. ¿Porqué en el 2000, cuando Mejía llegó a la presidencia no se tomaron las medidas pertinentes? ¿No lo sabía? Tomemos en cuenta que para julio del año 2002 las autoridades otorgaron a la banca nacional 174 millones de pesos por concepto de adelantos y redescuentos, para agosto la cifra aumenta a 574 millones, en septiembre es de 2,730 millones y en diciembre del 2002, es decir 5 meses antes de conocerse el caso Baninter los pesos otorgados en adelantos y redescuentos alcanzaron los 6,583 millones.
¡Ah!, pero la cosa no se detienen ahí, las autoridades no respetaron lo establecido en las leyes y protegieron los dineros de todos los grandes ahorristas del Baninter. En pocas palabras no hubo, ni hay capital para la puesta en marcha del régimen de la seguridad social que iría en beneficio de los pobres, pero sí lo hubo para rescatar a los sectores de más altos ingresos afectados por un fraude bancario. Ahora es cuando pregunto, ¿a quién prometió qué y a quién le cumplió qué? El 67% de los y las votantes del país sintieron que no le cumplieron. Ojalá sirva de ejemplo a las autoridades entrantes.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
12 de agosto 2004
El funcionamiento de la Seguridad Social fue colocado como el ejemplo más notorio del alto nivel de cumplimiento. ¿Cuántas veces se ha pospuesto el inicio del Plan Básico de Salud? ¿Acaso no se conocen las dificultades que se tienen para la puesta en marcha del Régimen Subsidiado del cual los pobres, esos que en el programa de gobierno del PRD se definieron como los sectores prioritarios, serían los más beneficiados?
Mejía sostiene que debió enfrentar circunstancias adversas que escaparon totalmente a su voluntad. Los fraudes bancarios fueron señalados como las principales circunstancia atenuantes. Quizás eso es lo que hay que hacer, restar a las promesas de campaña las cosas que no se pudieron cumplir por culpa de los fraudes bancarios. Para eso habría que demostrar que las autoridades manejaron correctamente y de acuerdo a las leyes la situación provocada por los fraudes bancarios. ¿Fue así?
Recordemos que el 13 de mayo del 2003 cuando el gobernador del Banco Central dio a conocer el caso Baninter, admitió que desde el 1989 existían operaciones paralelas en el mismo. ¿Porqué en el 2000, cuando Mejía llegó a la presidencia no se tomaron las medidas pertinentes? ¿No lo sabía? Tomemos en cuenta que para julio del año 2002 las autoridades otorgaron a la banca nacional 174 millones de pesos por concepto de adelantos y redescuentos, para agosto la cifra aumenta a 574 millones, en septiembre es de 2,730 millones y en diciembre del 2002, es decir 5 meses antes de conocerse el caso Baninter los pesos otorgados en adelantos y redescuentos alcanzaron los 6,583 millones.
¡Ah!, pero la cosa no se detienen ahí, las autoridades no respetaron lo establecido en las leyes y protegieron los dineros de todos los grandes ahorristas del Baninter. En pocas palabras no hubo, ni hay capital para la puesta en marcha del régimen de la seguridad social que iría en beneficio de los pobres, pero sí lo hubo para rescatar a los sectores de más altos ingresos afectados por un fraude bancario. Ahora es cuando pregunto, ¿a quién prometió qué y a quién le cumplió qué? El 67% de los y las votantes del país sintieron que no le cumplieron. Ojalá sirva de ejemplo a las autoridades entrantes.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
12 de agosto 2004
Díscolo gusanillo
Un gusanillo díscolo se ha apoderado del alma de la ciudadanía inyectándole una ansiosa pulsión por emigrar. Es el gusanillo de la desazón, de la falta de confianza en el porvenir propio y en el futuro de la nación. Hablamos de personas que poseen ciertas capacidades que nos podrían llevar a pensar que pueden encontrar perfectamente un espacio en el país, y sin embargo se quieren ir. Jóvenes brillantes, hijos de la clase media intelectual, criado en el país sin privaciones, con acceso al conocimiento, algunos militantes partidarios con cierta ética, otro militantes de la sociedad civil imbuidos de un profundo sentimiento democrático, y sin embargo se quieren ir.
Conversando con Tony, quien vino de vacaciones desde Worcester, Massachussets, llegamos a la conclusión de que el problema es la ausencia de ciertas certezas cotidianas que en otros lugares ni siquiera constituyen preocupación: la certidumbre de llegar al hogar luego de una jornada laboral y saber que del grifo saldrá agua fría y caliente que recorrerá la piel relajando el espíritu, la seguridad de que podrás ver una película hasta el final sin que una interrupción eléctrica te impida saber quien es el asesino o con quién se queda el o la protagonista, la certeza de que la gasolina que usas es realmente sin plomo y no te dañara el vehículo que con tantos sacrificios mantienes rodando, la certidumbre de que podrá ir a una sala de cine y no te asfixiaras del calor porque a mitad de la proyección te han apagado el acondicionador del aire.
Hay quienes argumentarán que esto es coyuntural. Pero no, es cíclico. Cada cierto tiempo retornan los mismos problemas, las mismas incertidumbres pero ampliadas, potencializadas. Los grupos medios, dependientes de ingresos por empleo, capaces de pensar temen a esos ciclos de incertidumbres que retornan. Han visto como sus ingresos y ahorros son débiles. Como por obra y gracia de la irresponsabilidad de las autoridades encargadas de la supervisión y regulación financiera un mal día la devaluación se los reduce a la mitad o a un tercio. A las incertidumbres cotidianas hay que agregarles los bloqueos que se levantan al progreso individual que provocan miedo al frágil porvenir nacional.
Con Ruth comentaba sobre personas que, desde los partidos algunas y otras desde la sociedad civil, hacen contribuciones importantes al país y se lamentan de que sus hijos están buscando la forma de emigrar. Dijo Ruth que hay que tomar en cuenta que esos jóvenes se socializaron en un mundo globalizado sin fronteras nacionales. La Internet es un accesorio cotidiano que les permite crear lazos con internautas de países disímiles. Conocen otras culturas y sus intríngulis cotidianas a través de sus amigos cercanos que viven allende los mares. Padres y madres con sus esfuerzos a favor de un país que fuera un lugar más habitable y confortable, crearon en los hijos el gusanillo de querer pertenecer a una nación que le diera unas certezas mínimas, y si se las niegan, ¿qué opciones les dejan? La nación se construye en lo cotidiano.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
05 de agosto 2004
Conversando con Tony, quien vino de vacaciones desde Worcester, Massachussets, llegamos a la conclusión de que el problema es la ausencia de ciertas certezas cotidianas que en otros lugares ni siquiera constituyen preocupación: la certidumbre de llegar al hogar luego de una jornada laboral y saber que del grifo saldrá agua fría y caliente que recorrerá la piel relajando el espíritu, la seguridad de que podrás ver una película hasta el final sin que una interrupción eléctrica te impida saber quien es el asesino o con quién se queda el o la protagonista, la certeza de que la gasolina que usas es realmente sin plomo y no te dañara el vehículo que con tantos sacrificios mantienes rodando, la certidumbre de que podrá ir a una sala de cine y no te asfixiaras del calor porque a mitad de la proyección te han apagado el acondicionador del aire.
Hay quienes argumentarán que esto es coyuntural. Pero no, es cíclico. Cada cierto tiempo retornan los mismos problemas, las mismas incertidumbres pero ampliadas, potencializadas. Los grupos medios, dependientes de ingresos por empleo, capaces de pensar temen a esos ciclos de incertidumbres que retornan. Han visto como sus ingresos y ahorros son débiles. Como por obra y gracia de la irresponsabilidad de las autoridades encargadas de la supervisión y regulación financiera un mal día la devaluación se los reduce a la mitad o a un tercio. A las incertidumbres cotidianas hay que agregarles los bloqueos que se levantan al progreso individual que provocan miedo al frágil porvenir nacional.
Con Ruth comentaba sobre personas que, desde los partidos algunas y otras desde la sociedad civil, hacen contribuciones importantes al país y se lamentan de que sus hijos están buscando la forma de emigrar. Dijo Ruth que hay que tomar en cuenta que esos jóvenes se socializaron en un mundo globalizado sin fronteras nacionales. La Internet es un accesorio cotidiano que les permite crear lazos con internautas de países disímiles. Conocen otras culturas y sus intríngulis cotidianas a través de sus amigos cercanos que viven allende los mares. Padres y madres con sus esfuerzos a favor de un país que fuera un lugar más habitable y confortable, crearon en los hijos el gusanillo de querer pertenecer a una nación que le diera unas certezas mínimas, y si se las niegan, ¿qué opciones les dejan? La nación se construye en lo cotidiano.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
05 de agosto 2004
Representación y ciudadanía
Según el informe del PNUD “La democracia en América Latina” el actual reto de la región es pasar de una democracia electoral y basada en el esquema más simplón de la representatividad a una democracia de ciudadanos y ciudadanas, es decir de personas conscientes de sus derechos políticos, sociales y económicos, que están dispuestas a cumplir con sus deberes y a demandar activamente para que la democracia cree el ambiente necesario que les permita desarrollar sus potencialidades al máximo. Vista así la democracia deviene en un horizonte, un norte que orienta la acción pero que carece de un punto de llegada. La idea ha sido desarrollada en América Latina desde los 80. Lo novedoso es encontrar una base empírica importante que la avalen y un organismo de la talla del PNUD dispuesto a promoverla por el mundo.
Sería interesante aterrizar esta idea en Dominicana. Gran parte de nuestros problemas están relacionados al hecho de que tenemos una ciudadanía de baja intensidad. Necesitamos un tipo de ciudadano y ciudadana que no se contente con ir a votar cada dos años, sino que aprenda, a demandar por el cumplimiento de las promesas que se hacen cada mayo. Estás demandas deben hacerse a través de todas las instancias posibles, desde las organizaciones de la sociedad civil hasta las partidarias. Los asuntos políticos son cosas muy serias para dejárselas a los actuales dirigentes y dirigentas.
La terrible consecuencia de esa ciudadanía de baja intensidad es que en la cultura política dominicana se ha asentado con descaro y perversa sinceridad la división de la lucha por el poder en dos momentos. El momento de las campañas en el cual todo vale para lograr el objetivo de acceder al gobierno, se puede mentir, engañar, prometer socarronamente a diestra y siniestra, desautorizar al contrario, usar todos los recursos que se tengan a manos para quedarse o acceder al poder, no importando la forma en que la acciones de campaña comprometan el futuro de la nación. El segundo momento el del ganador. Entonces es tiempo de olvidar las diatribas, las estafas y pleitos. En el segundo momento ya nada se puede hacer, la ciudadanía simplemente tiene que chuparse al ganador, es el momento de concertar con desfachatez y sin garantía de cumplimiento, porque todo vale.
Si está visión crece y sienta sus reales, la posibilidad de que el país pase a ser una democracia de ciudadanos y ciudadanas que hagan un ejercicio responsable de sus deberes y demanden activamente sus derechos será casi nula. Necesitamos de dominicanos y dominicanas que, si es necesario, reclame en las calles el fin los pactos de gobernabilidad que sólo sirven para promover la impunidad.
Cuando el domingo pasado al presidente de la República le preguntaron en su programa televisivo que cómo era posible reunirse con Leonel después de una campaña electoral de insultos, él dijo socarrón, ‘‘la campaña ya pasó’’ y agregó, “Juan, tienes que aprender que en política, y en todas las actividades de tu vida, hay que hacer un cursito corto de vagabundería”. Miré turbado el informe del PNUD y recordé que por Mejía votó 1,215,928 ciudadanos y ciudadanas del país.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
30 de junio 2004
Sería interesante aterrizar esta idea en Dominicana. Gran parte de nuestros problemas están relacionados al hecho de que tenemos una ciudadanía de baja intensidad. Necesitamos un tipo de ciudadano y ciudadana que no se contente con ir a votar cada dos años, sino que aprenda, a demandar por el cumplimiento de las promesas que se hacen cada mayo. Estás demandas deben hacerse a través de todas las instancias posibles, desde las organizaciones de la sociedad civil hasta las partidarias. Los asuntos políticos son cosas muy serias para dejárselas a los actuales dirigentes y dirigentas.
La terrible consecuencia de esa ciudadanía de baja intensidad es que en la cultura política dominicana se ha asentado con descaro y perversa sinceridad la división de la lucha por el poder en dos momentos. El momento de las campañas en el cual todo vale para lograr el objetivo de acceder al gobierno, se puede mentir, engañar, prometer socarronamente a diestra y siniestra, desautorizar al contrario, usar todos los recursos que se tengan a manos para quedarse o acceder al poder, no importando la forma en que la acciones de campaña comprometan el futuro de la nación. El segundo momento el del ganador. Entonces es tiempo de olvidar las diatribas, las estafas y pleitos. En el segundo momento ya nada se puede hacer, la ciudadanía simplemente tiene que chuparse al ganador, es el momento de concertar con desfachatez y sin garantía de cumplimiento, porque todo vale.
Si está visión crece y sienta sus reales, la posibilidad de que el país pase a ser una democracia de ciudadanos y ciudadanas que hagan un ejercicio responsable de sus deberes y demanden activamente sus derechos será casi nula. Necesitamos de dominicanos y dominicanas que, si es necesario, reclame en las calles el fin los pactos de gobernabilidad que sólo sirven para promover la impunidad.
Cuando el domingo pasado al presidente de la República le preguntaron en su programa televisivo que cómo era posible reunirse con Leonel después de una campaña electoral de insultos, él dijo socarrón, ‘‘la campaña ya pasó’’ y agregó, “Juan, tienes que aprender que en política, y en todas las actividades de tu vida, hay que hacer un cursito corto de vagabundería”. Miré turbado el informe del PNUD y recordé que por Mejía votó 1,215,928 ciudadanos y ciudadanas del país.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
30 de junio 2004
Licencia para matar
Las instituciones son esencialmente reglas o pautas de conducta. Uno de los ejemplos que usa un grupo de académicos estadounidenses para ejemplificar esta visión es la ley de transito. Una institución es una forma de relacionarse la gente en la cual hay comportamientos esperados. Pensemos en la circulación de vehículos a la derecha, si todos respetan dicha regla, no habrá colisiones entre vehículos que vienen de frente. Cuando hay instituciones que se respetan, las relaciones entre los seres humanos se hacen más fluidas, menos costosas, de menor nivel de riesgos y con menos enfrentamientos.
Las razones de circular a la derecha y no a la izquierda tienen que ver con tradiciones y convencionalismos. En Gran Bretaña, y algunos de los países que fueron su colonia, se circula a la izquierda, y no hay evidencia de que existan mayores o menores accidentes que en los países que se circula a la derecha. Imaginemos por un momento que la decisión de guiar a la derecha o a la izquierda dependa de cada persona, el número de accidente irá en aumento, uno no estará seguro para dónde moverse, la gente estará nerviosa e irritable, el costo en términos psicológicos de manejar sería mucho mayor del que ya es.
Esto aplica en el ámbito general, y particularmente el estatal. En nuestro país hay muchos accidentes estatales porque hay gente que se cree más diestra en el manejo que las demás, confía demasiado en sus propias habilidades y quiere adaptar las normas a su visión particular y propia. Una institución lo que hace es pautar un tipo de comportamiento esperado en situaciones similares. Si dos vehículos vienen de frente, lo normal es que cada uno tome su derecha, así evitan un accidente Lo necesario es crear instituciones, reglas del juego, que normalicen el comportamiento de quienes ejercen una función pública, que cuando se vea en una situación determinada, el comportamiento esperado esté claramente establecido, sea la persona honesta o no.
En el país hay expertos en excepciones. Por ejemplo, La Ley no. 114-1999 que modifica y amplía la Ley 241 sobre transito de vehículos dice en el tercer párrafo del artículo 161: “Igualmente, todo vehículo de motor que transite por las vías públicas deberá estar provisto de tantos cinturones de seguridad como capacidad de pasajero tenga en los asientos delanteros, cuyo uso será obligatorio, con excepción de los autobuses, así como de los carros del transporte público urbano”.
El chofer de carritos del concho que se para donde quiera, que rebasa como le da su santa y real gana está exento de respetar una disposición de transito que puede salvar su vida y la del pasajero. Sospecho que la filosofía que está detrás de está excepción es que por encima de todas las reglas y las leyes está la búsqueda del sustento. Idea que en apariencia parece buena, pero que es perniciosa, porque es como aceptar que la Ley de la Selva está por encima de las reglas humanas, la racionalidad y la moral. Las fieras tienen derecho a comerse a los débiles porque ellos son su sustento ¿Se quedarán de brazos cruzados?
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
29 de julio 2004
Las razones de circular a la derecha y no a la izquierda tienen que ver con tradiciones y convencionalismos. En Gran Bretaña, y algunos de los países que fueron su colonia, se circula a la izquierda, y no hay evidencia de que existan mayores o menores accidentes que en los países que se circula a la derecha. Imaginemos por un momento que la decisión de guiar a la derecha o a la izquierda dependa de cada persona, el número de accidente irá en aumento, uno no estará seguro para dónde moverse, la gente estará nerviosa e irritable, el costo en términos psicológicos de manejar sería mucho mayor del que ya es.
Esto aplica en el ámbito general, y particularmente el estatal. En nuestro país hay muchos accidentes estatales porque hay gente que se cree más diestra en el manejo que las demás, confía demasiado en sus propias habilidades y quiere adaptar las normas a su visión particular y propia. Una institución lo que hace es pautar un tipo de comportamiento esperado en situaciones similares. Si dos vehículos vienen de frente, lo normal es que cada uno tome su derecha, así evitan un accidente Lo necesario es crear instituciones, reglas del juego, que normalicen el comportamiento de quienes ejercen una función pública, que cuando se vea en una situación determinada, el comportamiento esperado esté claramente establecido, sea la persona honesta o no.
En el país hay expertos en excepciones. Por ejemplo, La Ley no. 114-1999 que modifica y amplía la Ley 241 sobre transito de vehículos dice en el tercer párrafo del artículo 161: “Igualmente, todo vehículo de motor que transite por las vías públicas deberá estar provisto de tantos cinturones de seguridad como capacidad de pasajero tenga en los asientos delanteros, cuyo uso será obligatorio, con excepción de los autobuses, así como de los carros del transporte público urbano”.
El chofer de carritos del concho que se para donde quiera, que rebasa como le da su santa y real gana está exento de respetar una disposición de transito que puede salvar su vida y la del pasajero. Sospecho que la filosofía que está detrás de está excepción es que por encima de todas las reglas y las leyes está la búsqueda del sustento. Idea que en apariencia parece buena, pero que es perniciosa, porque es como aceptar que la Ley de la Selva está por encima de las reglas humanas, la racionalidad y la moral. Las fieras tienen derecho a comerse a los débiles porque ellos son su sustento ¿Se quedarán de brazos cruzados?
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
29 de julio 2004
Indefensión en cifras
Cuando en mí va creciendo peligrosamente un sentido de desprotección que me subleva y me hace hervir la sangre, sólo me calma salir veloz de mi apartamento y apartarme del zumbido infernal de la planta eléctrica de los indolentes y buscar aire puro y esa tranquilidad vegetal que apacigua las bestias. Pero, no he dado dos pasos cuando pienso en la mutilación de los parques nacionales y el ánimo no alcanza para motivar una salida.
Voy al ordenador y proclamo la necesidad de la participación política de ciudadanos y ciudadanas responsables que enfrentemos con gallardía y valor tanta iniquidad. Me voy entusiasmando al pensar que los sectores ecologistas se la cobrarán a tantos politicastros depredadores. ¡Ay!, pero recuerdo que en su informe sobre la democracia en América Latina, el PNUD encontró que poco más de la mitad de la ciudadanía dominicana (53 de cada 100) dice que conoce uno o más casos de clientelismo político. O sea que el intercambio de favores por apoyo político es una práctica generalizada en la nación y es la forma natural de relacionamiento político.
Bueno, no importa, la justicia conoce un importante proceso de reforma y cada vez es más independiente, tanto de los políticos como de los empresarios. Allí deposito mis esperanzas. Sonrío, y mi sonrisa se va transformando en mueca, cuando en las páginas del texto del PNUD leo que de 100 personas que dicen haber acudido al sistema judicial 44 utilizan la influencia de un amigo o persona importante para realizar el trámite judicial, y 10 han necesitado pedir dinero prestado para pagar los trámites. Recuerdo que alrededor de 75 de cada 100 presos son preventivos. Y para colmo una investigación reveló que más de 90 de cada 100 fiscales no tiene capacidad para ejercer sus funciones.
Estoy llegando al borde de la histeria y busco afanosamente en mi cerebro algún atisbo de esperanza, algo que me diga que no estoy tan indefenso, que las vibraciones de la horripilante planta eléctrica de mis indolentes vecinos de enfrente no me están calcinando las neuronas, entonces recuerdo que la figura del Defensor del Pueblo fue creada en el año 2001. Debemos apelar a esa figura, eso es. Pero mi mano no llega a pasar una sola página de la guía telefónica porque una neurona le recuerda que el Congreso Nacional no se ha dignado a nombrar a nadie para que sea el chapulín, perdón, el Defensor del Pueblo.
Una nación unida no necesita defensor, me digo, se defiende a sí misma. Y de nuevo, la gente del PNUD, me dice que en Dominicana, las personas que se orientan hacia la democracia son 48 de cada 100, mientras que sólo 18 no son demócratas y 34 son ambivalentes. Me doy ánimos, somos más los demócratas, hay esperanzas. Sonrío. El zumbido atroz de miles de plantas eléctricas no podrá contra mi optimismo. La impunidad frente a los fraudes bancarios no podrá contra mi esperanza. La irresponsabilidad y cachondeo del gobierno saliente no podrá contra mi ilusión de ver un gran mar de gente a las puertas del Palacio Nacional exigiendo las soluciones negadas. Ahí es cuando despierto y lloro.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
21 de julio 2004
Voy al ordenador y proclamo la necesidad de la participación política de ciudadanos y ciudadanas responsables que enfrentemos con gallardía y valor tanta iniquidad. Me voy entusiasmando al pensar que los sectores ecologistas se la cobrarán a tantos politicastros depredadores. ¡Ay!, pero recuerdo que en su informe sobre la democracia en América Latina, el PNUD encontró que poco más de la mitad de la ciudadanía dominicana (53 de cada 100) dice que conoce uno o más casos de clientelismo político. O sea que el intercambio de favores por apoyo político es una práctica generalizada en la nación y es la forma natural de relacionamiento político.
Bueno, no importa, la justicia conoce un importante proceso de reforma y cada vez es más independiente, tanto de los políticos como de los empresarios. Allí deposito mis esperanzas. Sonrío, y mi sonrisa se va transformando en mueca, cuando en las páginas del texto del PNUD leo que de 100 personas que dicen haber acudido al sistema judicial 44 utilizan la influencia de un amigo o persona importante para realizar el trámite judicial, y 10 han necesitado pedir dinero prestado para pagar los trámites. Recuerdo que alrededor de 75 de cada 100 presos son preventivos. Y para colmo una investigación reveló que más de 90 de cada 100 fiscales no tiene capacidad para ejercer sus funciones.
Estoy llegando al borde de la histeria y busco afanosamente en mi cerebro algún atisbo de esperanza, algo que me diga que no estoy tan indefenso, que las vibraciones de la horripilante planta eléctrica de mis indolentes vecinos de enfrente no me están calcinando las neuronas, entonces recuerdo que la figura del Defensor del Pueblo fue creada en el año 2001. Debemos apelar a esa figura, eso es. Pero mi mano no llega a pasar una sola página de la guía telefónica porque una neurona le recuerda que el Congreso Nacional no se ha dignado a nombrar a nadie para que sea el chapulín, perdón, el Defensor del Pueblo.
Una nación unida no necesita defensor, me digo, se defiende a sí misma. Y de nuevo, la gente del PNUD, me dice que en Dominicana, las personas que se orientan hacia la democracia son 48 de cada 100, mientras que sólo 18 no son demócratas y 34 son ambivalentes. Me doy ánimos, somos más los demócratas, hay esperanzas. Sonrío. El zumbido atroz de miles de plantas eléctricas no podrá contra mi optimismo. La impunidad frente a los fraudes bancarios no podrá contra mi esperanza. La irresponsabilidad y cachondeo del gobierno saliente no podrá contra mi ilusión de ver un gran mar de gente a las puertas del Palacio Nacional exigiendo las soluciones negadas. Ahí es cuando despierto y lloro.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
21 de julio 2004
Lecciones de un fracaso
En medio de las discusiones sobre la reforma fiscal me viene a la mente un poema de Carl Sandburg, poeta estadounidense del grupo de Chicago: “Yo soy el pueblo, la multitud, la chusma, la masa, ¿sabéis que todas las grandes obras las he hecho yo?”. Y pensando en Sandburg, reflexiono sobre los obstáculos que enfrentó el presidente Hipólito Mejía para poder cumplir con sus promesas.
El primer obstáculo que no pudo salvar fue conciliar los intereses nacionales con los de los organismos internacionales en el marco de la globalización. Hipólito Mejía llegó al poder criticando el modelo excluyente del PLD, el cual era el modelo que proponen los organismos financieros internacionales. Es decir, una política económica de promoción del sector privado, colocando a este sector como el centro de la creación de las riquezas, y asumiendo que los pobres se beneficiarán de esta creación de riquezas a través del llamado "efecto goteo". Hipólito se vio ante un gran desafío: o el modelo de los organismos internacionales o responder a sus votantes. Eligió lo primero y vimos los resultados en las elecciones.
El segundo obstáculo fue la "operacionalización" de su propuesta. Es decir, el cómo haría para conseguir los fondos para llevar a la gente educación, salud, vivienda y alimentación, que, según su programa de gobierno, eran sus prioridades. La propuesta de Hipólito era difusa en cuanto a la fuente de los recursos necesarios para aumentar el gasto social, pero concreta en cuanto a lo que debía hacerse. Por ejemplo, definió como su primera prioridad a la Educación, la que proponía que fuera incluyente, institucional y solidaria. Dijo que retomaría el Plan Decenal, aumentaría la cobertura a todos los niveles, elevando a 8 años la tasa de escolaridad promedio, y ofrecería oportunidades a los sectores sociales más desfavorecidos. Se darían becas a los estudiantes menos favorecidos y se construirán siete grandes politécnicos y escuelas vocacionales en las siete regiones del país. ¿Cuánto dinero necesitaba para aumentar la cobertura educativa a todos los niveles, para ofrecer becas a los estudiantes menos favorecidos y construir siete grandes politécnicos y escuelas vocacionales en las siete regiones del país? Mejía dijo que reducirá la corrupción, usando ese dinero para el gasto social, para ir en auxilio de los pobres. La idea era buena, pero parece que no se ahorró mucho dinero reduciendo la corrupción por lo que no pudo cumplir con sus prioridades.
El tercer obstáculo fue la forma en que enfrentó la competencia por los recursos entre los diversos sectores de la sociedad. Si se decidía a promover una mayor inversión en el gasto social, ese dinero debía salir de algún lado. Los impuestos son la fuente natural de los ingresos gubernamentales. Si se aumentan se estaría penalizando a un sector, si no hay dinero para gasto social se penalizan los pobres. La pregunta era y es ¿de dónde se obtendrán los recursos para cumplir con la deuda social? Mejía no respondió bien. ¿Lo hará Fernández? ¿Conoce a Sandburg?
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
14 de julio 2004
El primer obstáculo que no pudo salvar fue conciliar los intereses nacionales con los de los organismos internacionales en el marco de la globalización. Hipólito Mejía llegó al poder criticando el modelo excluyente del PLD, el cual era el modelo que proponen los organismos financieros internacionales. Es decir, una política económica de promoción del sector privado, colocando a este sector como el centro de la creación de las riquezas, y asumiendo que los pobres se beneficiarán de esta creación de riquezas a través del llamado "efecto goteo". Hipólito se vio ante un gran desafío: o el modelo de los organismos internacionales o responder a sus votantes. Eligió lo primero y vimos los resultados en las elecciones.
El segundo obstáculo fue la "operacionalización" de su propuesta. Es decir, el cómo haría para conseguir los fondos para llevar a la gente educación, salud, vivienda y alimentación, que, según su programa de gobierno, eran sus prioridades. La propuesta de Hipólito era difusa en cuanto a la fuente de los recursos necesarios para aumentar el gasto social, pero concreta en cuanto a lo que debía hacerse. Por ejemplo, definió como su primera prioridad a la Educación, la que proponía que fuera incluyente, institucional y solidaria. Dijo que retomaría el Plan Decenal, aumentaría la cobertura a todos los niveles, elevando a 8 años la tasa de escolaridad promedio, y ofrecería oportunidades a los sectores sociales más desfavorecidos. Se darían becas a los estudiantes menos favorecidos y se construirán siete grandes politécnicos y escuelas vocacionales en las siete regiones del país. ¿Cuánto dinero necesitaba para aumentar la cobertura educativa a todos los niveles, para ofrecer becas a los estudiantes menos favorecidos y construir siete grandes politécnicos y escuelas vocacionales en las siete regiones del país? Mejía dijo que reducirá la corrupción, usando ese dinero para el gasto social, para ir en auxilio de los pobres. La idea era buena, pero parece que no se ahorró mucho dinero reduciendo la corrupción por lo que no pudo cumplir con sus prioridades.
El tercer obstáculo fue la forma en que enfrentó la competencia por los recursos entre los diversos sectores de la sociedad. Si se decidía a promover una mayor inversión en el gasto social, ese dinero debía salir de algún lado. Los impuestos son la fuente natural de los ingresos gubernamentales. Si se aumentan se estaría penalizando a un sector, si no hay dinero para gasto social se penalizan los pobres. La pregunta era y es ¿de dónde se obtendrán los recursos para cumplir con la deuda social? Mejía no respondió bien. ¿Lo hará Fernández? ¿Conoce a Sandburg?
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
14 de julio 2004
Tejido social que se desgasta
El tejido social es todo eso que tenemos en común quienes pertenecemos a una comunidad, es todo lo que nos une, que nos hace ser lo que somos y sentirnos parte de una misma cultura, de una misma tradición, en cierta forma es lo que nos hace ser nación. Un tejido social fuerte es sinónimo de solidaridad, de saberse protegido ante los embates de las adversidades, es contar con nuestros familiares y con nuestros vecinos y vecinas, y no sólo en caso de tragedias.
La más portentosa y hermosa de las funciones estatales es la protección y fortalecimiento del tejido social. Su fortaleza se mide a nivel micro, en las relaciones entre la gente, en el respeto a las reglas del juego, a los derechos de los demás. Su fortaleza es condición necesaria para construir un ambiente propicio para la creación de metas comunes y beneficiosas para las grandes mayorías nacionales. Pero, los gobiernos dominicanos de las últimas décadas están deshilachando el tejido social, lo cual crea desazón, falta de fe y ese terrible sentido de indefensión. Y, la misma gente, en su afán de búsqueda de soluciones individuales, está minándolo.
Pensemos, es un ejemplo, en una pareja, Elsa y Manuel u otros nombres. Gentes temerosas de Dios, buenas y sencillas. Defienden el derecho a la comodidad de su familia como gato panza arriba. Son los únicos, en un barrio de clase media, poseedores de una planta eléctrica que por el ruido infernal que hace debe ser al menos de 25 kilos. De nada valen las protestas, ellos tienen derecho a dormir en paz y realmente lamentan que los demás vecinos no tengan los recursos para comprarse una planta tan útil y bonita. Debido a las conexiones de la pareja las cartas a la Procuraduría de Medio Ambiente descansan placidamente en un cesto de la basura. Cuando ocurre un gran apagón, la monstruosa planta les ofrece la molicie del aire central funcionando a toda capacidad y dentro de su insonorizado hogar no se escucha el ruido que a los vecinos sudorosos y espantando mosquitos, les impide fortalecer el tejido social y no los deja dormir. Su hogar es cálido por el amor y fresco por el aire acondicionado.
He ahí pues el primer gran reto que enfrentamos en el nuevo milenio: dar a la gente un cierto sentido de seguridad. Nada afecta tanto la paz social como el saberse pisoteado por el poder y el dinero. Nada puede frustrar más la necesaria sinergia social que esas situaciones que afectan el sueño y la tranquilidad. La indolencia estatal crea furia, agresividad y rencor. La soberbia personal aguijonea el fuego de la desunión, el odio y el recelo entre la ciudadanía.
Estimular la cohesión social y el sentido de pertenencia a la comunidad dominicana, es el más grande de los desafíos que tenemos por delante la ciudadanía y el Estado. Juntos. Ambos somos responsables y debemos cumplir nuestros respectivos deberes sociales. Ayudar a crear un ambiente propicio al respeto a los demás y a las leyes redundará en beneficio del mejoramiento de la productividad del trabajo y la confianza en el progreso. Si en la nación no se crea ese sentimiento de solidaridad, de respeto a los demás en lo microsocial, las tendencias centrífugas de la sociedad se profundizarán. Ya no sólo se apostará por las opciones individuales y la privatización de todo, sino que incluso el abandono de la isla y la búsqueda de la tranquilidad allende los mares será la opción más atractiva para quienes desean vivir en una sociedad de ciudadanos y ciudadanas. Estamos creando una selva y un día las fieras desayunarán los poquitos ciudadanos que quedamos.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
07 de julio 2004
La más portentosa y hermosa de las funciones estatales es la protección y fortalecimiento del tejido social. Su fortaleza se mide a nivel micro, en las relaciones entre la gente, en el respeto a las reglas del juego, a los derechos de los demás. Su fortaleza es condición necesaria para construir un ambiente propicio para la creación de metas comunes y beneficiosas para las grandes mayorías nacionales. Pero, los gobiernos dominicanos de las últimas décadas están deshilachando el tejido social, lo cual crea desazón, falta de fe y ese terrible sentido de indefensión. Y, la misma gente, en su afán de búsqueda de soluciones individuales, está minándolo.
Pensemos, es un ejemplo, en una pareja, Elsa y Manuel u otros nombres. Gentes temerosas de Dios, buenas y sencillas. Defienden el derecho a la comodidad de su familia como gato panza arriba. Son los únicos, en un barrio de clase media, poseedores de una planta eléctrica que por el ruido infernal que hace debe ser al menos de 25 kilos. De nada valen las protestas, ellos tienen derecho a dormir en paz y realmente lamentan que los demás vecinos no tengan los recursos para comprarse una planta tan útil y bonita. Debido a las conexiones de la pareja las cartas a la Procuraduría de Medio Ambiente descansan placidamente en un cesto de la basura. Cuando ocurre un gran apagón, la monstruosa planta les ofrece la molicie del aire central funcionando a toda capacidad y dentro de su insonorizado hogar no se escucha el ruido que a los vecinos sudorosos y espantando mosquitos, les impide fortalecer el tejido social y no los deja dormir. Su hogar es cálido por el amor y fresco por el aire acondicionado.
He ahí pues el primer gran reto que enfrentamos en el nuevo milenio: dar a la gente un cierto sentido de seguridad. Nada afecta tanto la paz social como el saberse pisoteado por el poder y el dinero. Nada puede frustrar más la necesaria sinergia social que esas situaciones que afectan el sueño y la tranquilidad. La indolencia estatal crea furia, agresividad y rencor. La soberbia personal aguijonea el fuego de la desunión, el odio y el recelo entre la ciudadanía.
Estimular la cohesión social y el sentido de pertenencia a la comunidad dominicana, es el más grande de los desafíos que tenemos por delante la ciudadanía y el Estado. Juntos. Ambos somos responsables y debemos cumplir nuestros respectivos deberes sociales. Ayudar a crear un ambiente propicio al respeto a los demás y a las leyes redundará en beneficio del mejoramiento de la productividad del trabajo y la confianza en el progreso. Si en la nación no se crea ese sentimiento de solidaridad, de respeto a los demás en lo microsocial, las tendencias centrífugas de la sociedad se profundizarán. Ya no sólo se apostará por las opciones individuales y la privatización de todo, sino que incluso el abandono de la isla y la búsqueda de la tranquilidad allende los mares será la opción más atractiva para quienes desean vivir en una sociedad de ciudadanos y ciudadanas. Estamos creando una selva y un día las fieras desayunarán los poquitos ciudadanos que quedamos.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
07 de julio 2004
Patito revejío
El patito feo era un cisne, por lo que su transformación a hermoso no fue un prodigio. Lastima que haya tenido que soportar la humillación a que lo sometieron sus hermanos patitos, antes de mirarlo con envidia cuando se pavoneaba triunfante y altivo frente a ellos. Lastima que tal cosa no ocurra con la política social, pobre patito feo con escasas esperanzas de llegar a cisne, porque parece revejio, ¿o será cenicienta sin príncipe ni hada madrina y con miles de hermanastras clientelistas?
Los gobiernos han ofrecido coyunturales “paquetitos sociales”, pírricas ayudas que apenas pueden aliviar a unas cuantas familias, mientras el resto de los pobres sigue famélico y sin esperanza. Eso sí, algunos gobiernos han logrados éxitos indudables, a la hora de definir las políticas sociales en el papel: el Gabinete Social o el Plan de Lucha Contra la Pobreza del cuatrienio 2000-2004, y en el anterior cuatrienio se destacan Comunidad Digna y la Comisión Barrial.
Apelo a las hadas de los cuentos para que me expliquen la razón por la cual los gobiernos son tan lentos en la definición y puesta en ejecución de medidas sostenibles que promuevan el bienestar de la gente, y que no sean sólo de corte asistencial. Necesito que un sapo sabio me diga el por qué se ha sido tan diligente y ágil con las propuestas de carácter económicas y tan lento y torpe en lo que a la política social se refiere. Hablan de reforma fiscal sostenible como instrumento de desarrollo mientras nos amenazan con políticas sociales compensatorias y puntuales, como si estas últimas fueran curitas que pretende parar la hemorragia que las terribles políticas económicas provocan. Dicen los magos que con eso reconocen que esas políticas económicas serán dañinas. Y yo digo, pues diseñemos políticas económicas que sean inclusivas y no provoque la hemorragia. Quieres cuento de hadas, me dicen, los economistas.
Aladino sostuvo, y le creo, que para que una política social sea efectiva debe ser coherente y clara, y en la misma deben participar todos los actores involucrados. Los diversos gobiernos no han logrado que las organizaciones que tienen que ver con el área social trabajen en conjunto, como reloj sincronizado. Además padecen de la enfermedad llamada coyunturalismo, o sea falta de permanencia a la hora de abordar los problemas. Sólo tragedias o bulla en la prensa provoca que los gobiernos se interesen en determinados temas.
Uno que tiene una bola de cristal gritó que el nuevo gobierno tiene una gran oportunidad, siempre y cuando la definición de una política social, la reforma fiscal y la definición de una política económica sean vistas articuladas, en conjunto. Y si, además, tiene claro que las instituciones que trabajan en lo social no deben ser vistas como feudos de militantes que se fajaron y que merecen hacer algo. Las políticas sociales deben estimular la participación de los sectores beneficiados, ayudar al proceso de ciudadanización y no ser instrumentos clientelares. Quiero que este cuento de hadas se haga realidad.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
23 de junio 2004
Los gobiernos han ofrecido coyunturales “paquetitos sociales”, pírricas ayudas que apenas pueden aliviar a unas cuantas familias, mientras el resto de los pobres sigue famélico y sin esperanza. Eso sí, algunos gobiernos han logrados éxitos indudables, a la hora de definir las políticas sociales en el papel: el Gabinete Social o el Plan de Lucha Contra la Pobreza del cuatrienio 2000-2004, y en el anterior cuatrienio se destacan Comunidad Digna y la Comisión Barrial.
Apelo a las hadas de los cuentos para que me expliquen la razón por la cual los gobiernos son tan lentos en la definición y puesta en ejecución de medidas sostenibles que promuevan el bienestar de la gente, y que no sean sólo de corte asistencial. Necesito que un sapo sabio me diga el por qué se ha sido tan diligente y ágil con las propuestas de carácter económicas y tan lento y torpe en lo que a la política social se refiere. Hablan de reforma fiscal sostenible como instrumento de desarrollo mientras nos amenazan con políticas sociales compensatorias y puntuales, como si estas últimas fueran curitas que pretende parar la hemorragia que las terribles políticas económicas provocan. Dicen los magos que con eso reconocen que esas políticas económicas serán dañinas. Y yo digo, pues diseñemos políticas económicas que sean inclusivas y no provoque la hemorragia. Quieres cuento de hadas, me dicen, los economistas.
Aladino sostuvo, y le creo, que para que una política social sea efectiva debe ser coherente y clara, y en la misma deben participar todos los actores involucrados. Los diversos gobiernos no han logrado que las organizaciones que tienen que ver con el área social trabajen en conjunto, como reloj sincronizado. Además padecen de la enfermedad llamada coyunturalismo, o sea falta de permanencia a la hora de abordar los problemas. Sólo tragedias o bulla en la prensa provoca que los gobiernos se interesen en determinados temas.
Uno que tiene una bola de cristal gritó que el nuevo gobierno tiene una gran oportunidad, siempre y cuando la definición de una política social, la reforma fiscal y la definición de una política económica sean vistas articuladas, en conjunto. Y si, además, tiene claro que las instituciones que trabajan en lo social no deben ser vistas como feudos de militantes que se fajaron y que merecen hacer algo. Las políticas sociales deben estimular la participación de los sectores beneficiados, ayudar al proceso de ciudadanización y no ser instrumentos clientelares. Quiero que este cuento de hadas se haga realidad.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
23 de junio 2004
¿Eterno retorno?
Hay un déficit de representatividad que afecta a los partidos políticos. No se trata de si la gente vota o no, sostengo que los partidos no están representando el interés de la sociedad en su conjunto a la hora de la definición de las políticas públicas. ¿Cuántas reuniones ha realizado el presidente electo con los grupos comunitarios, las organizaciones más activas en materia de políticas de salud, educación y vivienda? Sin embargo, el presidente electo se interesa esencialmente en los asuntos económicos y particularmente en la reforma fiscal, para lo cual se reúne con los sectores empresariales y se propone una cumbre con el presidente saliente para hablar de esos asuntos tan serios e importantes. Pero, no ponen en agenda el más grave problema nacional: la ausencia de claras y definidas políticas sociales que vayan en beneficio de los sectores excluidos y pobres.
Lo grave es que nos han vendido que el problema nacional se soluciona con una reforma fiscal, pero nadie habla de cómo solucionar la evasión de impuesto. No, señores, deben aprender de las experiencias. Recuerden que la estabilidad macroeconómica mantenida durante los cuatros años del PLD no filtró hacia los pobres. Sí, este gobierno lo hizo peor, pero el anterior perdió estrepitosamente en el 2000 porque su modelo de crecimiento se basó en la idea de que desarrollando el sector privado las riquezas caerían como cascada hacia los desposeídos. Y no fue así. Eso no deben olvidarlo. Lamentablemente, los aprestos de cumbre y la discusión están de nuevo colocando en primer lugar al empresariado como el protagonista y están obviando la existencia de esos sectores pobres que pusieron la mayoría de los votos. Las autoridades electas deben saber que la sociedad civil no es homogénea, y que necesitan concertar con la sociedad dominicana en conjunto y no con una parte de ella. No deben cometer el mismo error de sus primeros cuatro años. Hay que hacer apuestas, y entender que tratar de conciliar las demandas de todas las organizaciones resulta muy difícil, por no decir imposible.
Los líderes de la sociedad civil también deben repensar sus estrategias. Toda política pública, ya social o económica, beneficia a unos y penaliza a otros. Es decir que en la sociedad civil se evidencian niveles de competencia en lo que a la composición del presupuesto nacional se refiere, y en cuanto a la forma en que se deben captar los fondos a gastar. En esta lucha quienes están en mayor desventaja son los sectores no organizados y aquellas organizaciones que no se detienen a observar las contradicciones que hay entre sus demandas y las demandas de otros sectores de la sociedad civil. Están en desventajas ahora, pero y esa es la gran experiencia electoral, a la hora de votar esos sectores no organizados están castigando duramente a sus verdugos. Como el déficit de representación afecta a la sociedad civil también, en el sentido de que los pobres no están bien representados, en el futuro podrían darse estallidos espontáneos difíciles de controlar por Peme o Pepe.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
16 de junio 2004
Lo grave es que nos han vendido que el problema nacional se soluciona con una reforma fiscal, pero nadie habla de cómo solucionar la evasión de impuesto. No, señores, deben aprender de las experiencias. Recuerden que la estabilidad macroeconómica mantenida durante los cuatros años del PLD no filtró hacia los pobres. Sí, este gobierno lo hizo peor, pero el anterior perdió estrepitosamente en el 2000 porque su modelo de crecimiento se basó en la idea de que desarrollando el sector privado las riquezas caerían como cascada hacia los desposeídos. Y no fue así. Eso no deben olvidarlo. Lamentablemente, los aprestos de cumbre y la discusión están de nuevo colocando en primer lugar al empresariado como el protagonista y están obviando la existencia de esos sectores pobres que pusieron la mayoría de los votos. Las autoridades electas deben saber que la sociedad civil no es homogénea, y que necesitan concertar con la sociedad dominicana en conjunto y no con una parte de ella. No deben cometer el mismo error de sus primeros cuatro años. Hay que hacer apuestas, y entender que tratar de conciliar las demandas de todas las organizaciones resulta muy difícil, por no decir imposible.
Los líderes de la sociedad civil también deben repensar sus estrategias. Toda política pública, ya social o económica, beneficia a unos y penaliza a otros. Es decir que en la sociedad civil se evidencian niveles de competencia en lo que a la composición del presupuesto nacional se refiere, y en cuanto a la forma en que se deben captar los fondos a gastar. En esta lucha quienes están en mayor desventaja son los sectores no organizados y aquellas organizaciones que no se detienen a observar las contradicciones que hay entre sus demandas y las demandas de otros sectores de la sociedad civil. Están en desventajas ahora, pero y esa es la gran experiencia electoral, a la hora de votar esos sectores no organizados están castigando duramente a sus verdugos. Como el déficit de representación afecta a la sociedad civil también, en el sentido de que los pobres no están bien representados, en el futuro podrían darse estallidos espontáneos difíciles de controlar por Peme o Pepe.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
16 de junio 2004
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