La sociedad civil es plural y heterogénea. Los diversos grupos que la componen representan intereses a veces enfrentados. Ninguna organización es su vocera o la dirige. No es lo mismo una junta de vecinos formada por personas de una comunidad para luchar por mejorar las calles, para exigir instalaciones deportivas y combate a la delincuencia, que las fundaciones y grupos económicos que quieren menos impuestos y menos regulación para su sector. Ambos son sociedad civil, pero defienden intereses muy distintos.
Hay gente que exige 4% para la educación, mejor inversión en salud y que los organismos reguladores como Indotel, Proconsumidor, superintendencias de Bancos y de Seguros funcionen sin cortapisas. Es obvio que para invertir más y tener una administración pública eficiente y eficaz, el gobierno necesita más recursos, lo cual implica una estructura impositiva distinta a la actual. Hay grupos privados, que también son sociedad civil, que se benefician de la ineficiencia gubernamental en educación y salud, por lo que la mejora de los servicios les afecta. Hay quienes quieren menos impuestos y nada de regulación. Todos tienen el derecho a defender sus intereses. Cada uno deberá identificar con claridad quiénes son aliados coyunturales, quiénes estratégicos y cuándo es necesario diferenciarse.
La virtud de la democracia y lo que la hace preferible a otros regímenes políticos es que posibilita la libre asociación de la gente. Mientras mayor número de personas se reúnen y forman asociaciones mayor será el nivel de democracia que alcanzaremos. Los estudiosos del desarrollo han redescubierto el valor del asociacionismo, lo llaman capital social. La existencia de asociaciones de todo tipo y color permite la construcción de democracias estables y aumenta la capacidad de la nación de crear riquezas. Esto ocurre siempre y cuando el asociacionismo no sea cojo. O sea, que no solo existan organizaciones de sectores minoritarios, pero muy poderosos, que se proclamen defensoras del colectivo, y sean capaces de hacer valer sus intereses por encima de la mayoría de las organizaciones y de las personas. Colin Crouch sostiene en su libro “Posdemocracia” que existe un gran desequilibrio entre los intereses empresariales y los de prácticamente todo el resto de los grupos sociales. El poder de las corporaciones es el mayor obstáculo para la construcción de la democracia y de un estado que responda a su ciudadanía.
Organizaciones de pobres, de la clase media, de mujeres, de jóvenes, ecológicas fuertes son importantes para tener una ciudadanía que contribuya a la construcción de una sociedad de bienestar. Su participación activa impide que las corporaciones que manejan servicios estratégicos como la electricidad, el teléfono y las finanzas mangoneen a toda la nación. El asociacionismo de los pobres y de quienes carecen del poder económico juega un papel de primer orden en el mantenimiento de la democracia y en impedir que sectores anquilosados y artríticos del sistema político quieran seguir comiendo con su dama, haciendo y deshaciendo lo que les viene en ganas. La actual indefensión de la ciudadanía dominicana se combate con la participación activa de la mayoría y con organizaciones con una visión clara de las alianzas coyunturales y las estratégicas.
Ramón Tejada Holguín
Perspectiva Ciudadana
El Caribe
22 Febrero 2011