Juventud y liderazgo

La desazón y el desencanto se riegan cual mancha de petróleo indetenible y depredadora en las almas de una generación que busca ocupar un espacio en el universo de la participación social y política. Una generación que interroga y no recibe respuesta.

Quizás uno no ha escuchado detenidamente la pregunta que hace esta generación que desea encontrar un camino tranquilo y seguro al futuro. Hay quienes creen que, como diría el eminente filósofo mexicano llamado Chapulín Colorado, la pregunta relevante de la juventud es: Y ahora, ¿quién podrá defendernos?

Pero, no. Gran parte de la juventud que busca su espacio sabe la respuesta es que nadie podrá defendernos. Porque no se trata de buscar un iluminado que diga exactamente lo que hay que hacer, alguien que anule las voluntades y se haga el máximo responsable, un carismático guía tras el cual ocultar nuestras propias mezquindades y cobardías. Porque, en el fondo, seguir a un líder como borrego es una forma de elegir alguien a quién culpar, alguien que asuma las responsabilidades colectivas.

Hay quienes creen que la juventud busca un caballero andante, con menos nivel de locura que Don Quijote, y en vez de enfrentarse a molinos, solito y a mano pelá se enfrente al clientelismo y a la estulticia política. Y les proponen que participen en organizaciones cuya única divisa es el apoyo a un líder que traerá el reino milenario. Vano intento.

Otros sostienen que la juventud busca un paladín, que desea una persona que les libre de todo mal. La búsqueda del líder bloquea  la renovación del liderazgo político desde una perspectiva democrática, y provoca que para algunos este proceso sea una jacarandosa vuelta a un pasado reciente que emula el caudillismo hatero y cherchoso.

Hay quienes piden un líder que les guie al reino milenario, pero ¿quiénes dentro de la ciudadanía y la dirigencia política hacen algo por construir ese liderazgo institucional y necesario? Mientras menos se involucren, mientras menos participen, menor será el peso de las débiles instituciones dominicanas, y mayor el poder personal del líder. Pero, nada ha sido más dañino para el país que los liderazgos personalistas y avasalladores.

La nueva generación ha de entender que la democracia se construye poco a poco y en colectivo. Participando de proyectos que perfilen un norte claro e institucional. Que apuesten a la participación de todos y todas, en función de una propuesta viable, sustentable y sostenible. La nueva generación anda en busca de un proyecto que pueda sentir como suyo, que la haga sentirse protagonista de su propia historia.

Lo nuevo no se construye con líderes mesiánicos que se creen portadores de una moral por encima de los demás, por seres impolutos que creen que la voluntad individual transforma el entorno. Lo nuevo se construye en base a la acción colectiva, a la participación, a una democracia de ciudadanos y ciudadanas que aportan su granito de arena en la conformación de una vida mejor.

Ramón Tejada Holguín
Perspectiva Ciudadana
El Caribe
7 febrero 2012