Las políticas públicas descansan en una visión de la sociedad y por lo tanto de la pobreza, la desigualdad y la exclusión. Para la escuela llamada popularmente neoliberal, la pobreza, la desigualdad y la exclusión son problemas creados por las regulaciones que los estados colocan a los mercados. Estos últimos, dicen, funcionarían a la perfección si no fueran controlados. Sostienen que los mercados ubican socialmente a las personas según sus capacidades y voluntades individuales. Por eso para el neoliberalismo no existen la desigualdad y la exclusión sino que las diferencias entre las personas son provocadas por las distintas dotaciones con que se nace. La pobreza, dicen, es culpa de los mismos pobres o de las trabas que se les ponen a los mercados. De ahí que promuevan una política social basada en la idea de la igualdad de oferta y en la desregulación de los mercados. La igualdad de oferta no toma en cuenta que las instituciones sociales, económicas y políticas han contribuido a crear la pobreza, la desigualdad y la exclusión.
Pero, el neoliberalismo es la corriente que más influye en la definición de las políticas públicas, tanto en nuestro país como en América Latina. Esta visión impide ver las inequidades previamente existentes, fruto de la pasada interacción entre los grupos sociales y la desigual dotación de capacidades que la condición de inequidad histórica ha provocado.
El neoliberalismo obvia el hecho de que consumidores y productores no son iguales en el mercado y los primeros tienen más poder y capacidad para ponerse de acuerdo contra los segundos, especialmente en países como el nuestro. Esta es la razón por la que se necesitan la regulación de los mercados y al arbitrio del estado: para evitar que el pez grande se coma al chiquito. Renunciar a la regulación significa, dejar que la máquina de hacer pobres engrase sus engranajes y trabaje a todo vapor. Dejar que las fuerzas del mercado sean quienes asignen a cada cual su puesto en la sociedad, perpetúan las asimetrías existentes, y asume la sociedad como un territorio en el que sólo los fuertes y los más dotados de recursos económicos sobreviven.
Para la visión neoliberal y algunos organismos internacionales es suficiente identificar a los pobres y definir políticas focalizadas para "aliviar su sufrimiento". Pero, no es tan fácil. Es cierto que hay que aliviar la pobreza, pero no basta con identificar lo lugares en donde hay más pobres ni definir las características que los distinguen, hay que observar, también, la historia de la relación de desigualdad, identificar los procesos sociales de estructuración de los diversos grupos, así como los mecanismos que perpetúan y amplían la desigualdad social. La pura identificación de pobres no va a las raíces del problema limitándose a políticas asistenciales y clientelares de alivio, dejando intacta la máquina que la construye y perpetúa. Es atacar a la máquina a lo que debe aspirar una buena política social, y de eso es de lo que carecemos en la actualidad.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
23 de septiembre 2004
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