Voy por la avenida República de Colombia, giro hacia la Jacobo Majluta y a unos metros un miembro del ejército nacional me hace señas para que me detenga. Es una de esas patrullas mixtas, de policías y militares, organizadas para combatir la ola de crímenes que sigue intacta. Pongo mi mejor cara de pocos amigos, no estoy de ánimos para soportar esta molestia.
Desde que entré a la Avenida República de Colombia ya estaba yo en zafarrancho. ¿Avenida?, es una estrecha calle que no soporta la cantidad de vehículos que poseen las personas que habitan la zona y debo recorrerla todos los días más de una vez. El tránsito es muy lento. Para no maldecir el gobierno aproveché la lentitud para pensar en mi artículo de los jueves. Puedo escribir acerca de SOMO, la JCE y cómo están jugando a que lo olvidemos, cancelaron a quienes hicieron la denuncia y al que involucran en las irregularidades le permiten formar parte de la investigación. ¿Qué dice mi querido amigo Líster? Debo preguntarle en qué está el Departamento de Prevención de la Corrupción en el caso SOMO. ¿Sabrá este militar que mete su cara por la ventanilla de mi auto algo del peliagudo escándalo?
He escrito mucho sobre la corrupción y veo muy poca voluntad, tanto en las máximas autoridades como en el liderazgo político que alguna vez ha ocupado un puesto de importancia. ¿Quién tira la primera piedra? Hay gente seria, pero los puestos son partidarios, por lo que sus acciones las determinan el partidismo y no la justicia. Muchas organizaciones civiles son inconsistentes y se la pasan haciendo encuentros y debates. Necesitamos acción, movilización, manifestaciones cívicas. ¿La transparencia ha huido despavorida de la nación?
El militar que me detuvo no se imaginó que él me daría la anécdota que buscaba. Yo quería contar una historia edificante, que hiciera más agradable el desayuno, pero no la hallé o quizás sí la encontré en este escarceo con el milico de marras. Pero, antes de narrar mis peripecias en el retén policiáco-militar, debí descartar escribir sobre la seguridad social. Miré el lío del plan básico de salud. Sólo en la clase alta y media podemos enfermarnos. Para colmo las autoridades no hacen valer la ley. Hubo una reunión del Presidente con los empresarios, los trabajadores, los médicos y el sector público, hicieron un acuerdo, pero otra vez están como olla de grillos denunciando lo pactado. El presidente debe gobernar y hacer cumplir la ley a todos, es necesario que la gente tenga acceso a la salud. ¿Será que la reelección está determinando las acciones del Ejecutivo?
¿Será reeleccionista este oficial? Pienso en decirle que los proyectos reeleccionistas, en una sociedad con tal nivel de irrespeto por las leyes, han sido nefastos. que no soy un antirreeleccionista por principios, lo soy porque carecemos de los mecanismos para proteger el erario de las repostulaciones presidenciales. La verdad que cuando giré hacia la Jacobo Majluta y de repente el militar me mandó a parar, estaba pensando en el medio ambiente y el Secretario de Turismo que está depredando las playas de Río San Juan. Me detengo. El milico mete su cabeza por la ventanilla de mi auto. Le pongo la peor cara, la más agria, diría alguno de los miembros del Club Opus de Toby que para mí no es difícil. Es del ejército, lo miro directamente a los ojos con mi rostro de fastidio infinito.
- ¿Es usted militar?, me pregunta.
Quiero mandarlo a la porra, vengo cansado del trabajo, soporto un tapón enorme, paso por este mismo lugar dos y tres veces al día. Pero, lacónico, le respondo:
- No.
Desconcertado, parece que no está acostumbrado a esa frialdad de un ciudadano común y corriente, por lo que contraataca:
- ¿Tiene arma de fuego?
Le obsequio otro frío “NO”.
Me mira y se confiesa:
- Mire, estamos para protegerlos a ustedes, esto es para protegerlos, pero a uno ¿quién lo protege?, tengo dos niñas, los reyes no le han dejado nada y….
Lo interrumpo, le digo que soy de la Comisión Nacional de Ética y agrego:
- Estamos contra el macuteo...
Pone un rostro de espanto y en cuestión de segundos me hace el saludo militar, saca su cabeza de la ventanilla de mi auto y dice:
- Usted es de los buenos.
Corre junto al resto de los policías y militares, uno de ellos ve la placa de mi auto que dice “No a la Corrupción”, y pone su rostro en modo de risa. Veo por el espejo retrovisor que mi milico manda a parar otro vehículo.
El balance de estas acciones es a todas luces negativo en términos institucionales: violan el artículo 8 de la Constitución que garantiza los derechos individuales y sociales y fija la norma de “libertad de tránsito”. Estos retenes entorpecen sin causa justificada el desplazamiento de las personas, con la agravante de que se realiza sin la presencia de ninguna autoridad judicial competente en franca violación del código penal. Tampoco combaten la delincuencia, yo pude tener algún arma ilegal, nadie me registró, confió en mis palabras. Claro, la verdad sea dicha, el objetivo real de estos milicos y polis no es detectar portadores de armas de fuego ilegales o potenciales delincuentes. Cualquier mal pensado dirá que el gobierno los lanza a las calles para que busquen la forma de compensar sus salarios en esta época de austeridad.
Hay aspectos “positivos”: el ejército dominicano ha aprendido mucho de la policía, incluso puedo decir que saben macutear con más garbo. Esas patrullas mixtas sí que mejoran los ingresos de quienes nos defienden.
Todas las noches veo el retén en el mismo lugar. Hace poco una estación de gasolina de la Jacobo Majluta fue asaltada, lo ladrones llevaron un camión cisterna en el cual transportaron los miles de galones de gasoil robados. Un camión cisterna es mucho más grande y visible que mi auto. ¿Dónde estaba el milico que nos protege ese día?
Ramón Tejada Holguín
Una versión reducida se publicó en El Caribe
18 de enero del 2007
Desde que entré a la Avenida República de Colombia ya estaba yo en zafarrancho. ¿Avenida?, es una estrecha calle que no soporta la cantidad de vehículos que poseen las personas que habitan la zona y debo recorrerla todos los días más de una vez. El tránsito es muy lento. Para no maldecir el gobierno aproveché la lentitud para pensar en mi artículo de los jueves. Puedo escribir acerca de SOMO, la JCE y cómo están jugando a que lo olvidemos, cancelaron a quienes hicieron la denuncia y al que involucran en las irregularidades le permiten formar parte de la investigación. ¿Qué dice mi querido amigo Líster? Debo preguntarle en qué está el Departamento de Prevención de la Corrupción en el caso SOMO. ¿Sabrá este militar que mete su cara por la ventanilla de mi auto algo del peliagudo escándalo?
He escrito mucho sobre la corrupción y veo muy poca voluntad, tanto en las máximas autoridades como en el liderazgo político que alguna vez ha ocupado un puesto de importancia. ¿Quién tira la primera piedra? Hay gente seria, pero los puestos son partidarios, por lo que sus acciones las determinan el partidismo y no la justicia. Muchas organizaciones civiles son inconsistentes y se la pasan haciendo encuentros y debates. Necesitamos acción, movilización, manifestaciones cívicas. ¿La transparencia ha huido despavorida de la nación?
El militar que me detuvo no se imaginó que él me daría la anécdota que buscaba. Yo quería contar una historia edificante, que hiciera más agradable el desayuno, pero no la hallé o quizás sí la encontré en este escarceo con el milico de marras. Pero, antes de narrar mis peripecias en el retén policiáco-militar, debí descartar escribir sobre la seguridad social. Miré el lío del plan básico de salud. Sólo en la clase alta y media podemos enfermarnos. Para colmo las autoridades no hacen valer la ley. Hubo una reunión del Presidente con los empresarios, los trabajadores, los médicos y el sector público, hicieron un acuerdo, pero otra vez están como olla de grillos denunciando lo pactado. El presidente debe gobernar y hacer cumplir la ley a todos, es necesario que la gente tenga acceso a la salud. ¿Será que la reelección está determinando las acciones del Ejecutivo?
¿Será reeleccionista este oficial? Pienso en decirle que los proyectos reeleccionistas, en una sociedad con tal nivel de irrespeto por las leyes, han sido nefastos. que no soy un antirreeleccionista por principios, lo soy porque carecemos de los mecanismos para proteger el erario de las repostulaciones presidenciales. La verdad que cuando giré hacia la Jacobo Majluta y de repente el militar me mandó a parar, estaba pensando en el medio ambiente y el Secretario de Turismo que está depredando las playas de Río San Juan. Me detengo. El milico mete su cabeza por la ventanilla de mi auto. Le pongo la peor cara, la más agria, diría alguno de los miembros del Club Opus de Toby que para mí no es difícil. Es del ejército, lo miro directamente a los ojos con mi rostro de fastidio infinito.
- ¿Es usted militar?, me pregunta.
Quiero mandarlo a la porra, vengo cansado del trabajo, soporto un tapón enorme, paso por este mismo lugar dos y tres veces al día. Pero, lacónico, le respondo:
- No.
Desconcertado, parece que no está acostumbrado a esa frialdad de un ciudadano común y corriente, por lo que contraataca:
- ¿Tiene arma de fuego?
Le obsequio otro frío “NO”.
Me mira y se confiesa:
- Mire, estamos para protegerlos a ustedes, esto es para protegerlos, pero a uno ¿quién lo protege?, tengo dos niñas, los reyes no le han dejado nada y….
Lo interrumpo, le digo que soy de la Comisión Nacional de Ética y agrego:
- Estamos contra el macuteo...
Pone un rostro de espanto y en cuestión de segundos me hace el saludo militar, saca su cabeza de la ventanilla de mi auto y dice:
- Usted es de los buenos.
Corre junto al resto de los policías y militares, uno de ellos ve la placa de mi auto que dice “No a la Corrupción”, y pone su rostro en modo de risa. Veo por el espejo retrovisor que mi milico manda a parar otro vehículo.
El balance de estas acciones es a todas luces negativo en términos institucionales: violan el artículo 8 de la Constitución que garantiza los derechos individuales y sociales y fija la norma de “libertad de tránsito”. Estos retenes entorpecen sin causa justificada el desplazamiento de las personas, con la agravante de que se realiza sin la presencia de ninguna autoridad judicial competente en franca violación del código penal. Tampoco combaten la delincuencia, yo pude tener algún arma ilegal, nadie me registró, confió en mis palabras. Claro, la verdad sea dicha, el objetivo real de estos milicos y polis no es detectar portadores de armas de fuego ilegales o potenciales delincuentes. Cualquier mal pensado dirá que el gobierno los lanza a las calles para que busquen la forma de compensar sus salarios en esta época de austeridad.
Hay aspectos “positivos”: el ejército dominicano ha aprendido mucho de la policía, incluso puedo decir que saben macutear con más garbo. Esas patrullas mixtas sí que mejoran los ingresos de quienes nos defienden.
Todas las noches veo el retén en el mismo lugar. Hace poco una estación de gasolina de la Jacobo Majluta fue asaltada, lo ladrones llevaron un camión cisterna en el cual transportaron los miles de galones de gasoil robados. Un camión cisterna es mucho más grande y visible que mi auto. ¿Dónde estaba el milico que nos protege ese día?
Ramón Tejada Holguín
Una versión reducida se publicó en El Caribe
18 de enero del 2007
Nota: el jueves 18 de enero, mismo día en que se publicó este artículo en El Caribe, alrededor de la 12 de madrugada, en el mismo lugar (Avenida Jacobo Majluta a pocos metros de la República de Colombia) un policía con signo de haber tomado algunos tragos me detuvo. El peligro de detener a una persona a esa hora es que los atracos y muertes a manos de personas que se hacen pasar como policias y militares son muchos.