Alicia persigue un conejito blanco por vericuetos inenarrables: en el trayecto descubre un país de maravillas que ella transforma y a ella la transforma. Demandar la construcción de una sociedad democrática es igual: se construye la democracia y el trayecto nos descubre nuevos espacios para la acción colectiva. Alcanzar la meta es el fin del relato, pero el relato social es interminable. Desde el País de Alicia es mi persecución del conejito de la democracia, en este país de ambiguas maravillas.
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Ramón Tejada Holguín
El cumpleaños 80 de Carlos Fuentes y la celebración de los 50 años de la publicación de “La región más transparente”, ocasión para la cual Alfaguara y la Real Academia de la Lengua (RAE) han realizado una excelente edición de esta novela (1), es la coartada perfecta para revisar su obra y declarar nuestra fascinante perplejidad por el discurso de este latinoamericano nacido en México.
De la novela se ha escrito mucho. Se dice que es la primera novela urbana de México, es más que eso. Es una ácida crítica del legado de la Revolución Mexicana y la forma en que el PRI –Partido Revolucionario Institucional- llevó a México a la modernidad. Es una novela fundacional, que inicia el discurso que Fuentes irá construyendo a lo largo de su vida literaria e intelectual, que nos habla de la identidad mexicana, conociendo la crueldad de los ritos de la nación precolombina y la puerilidad de las ceremonias que gobiernan las relaciones sociales y políticas del México que es esa “región más transparente del aire”(1).
Quiénes somos: el manipulador de símbolos
Escribir en presente del indicativo y en tono erudito, pronunciando pedantescas afirmaciones que pretenden ser la última palabra sobre su obra, es imposible: Fuentes no se presta a interpretaciones lineales. Así como Carrol, en “Alicia en el país de las maravillas” habló de palabras-maletín, sobre Fuentes podemos hablar de ideas-maletín, verdaderas cajas de sorpresas que contienen en su interior aquello que las afirma y que las niega. Semillas de insólitas dudas sobre lo aparentemente indudable, múltiples interrogantes acerca del origen, presente y futuro de México.
Sus narraciones están marcadas por la maldición o la bienaventuranza de lo abierto, plural, ambiguo. No encontramos interrogaciones maniqueas que se respondan con un simple sí o un olímpico no. ¿Habrá en su obra algunas de esas preguntas llamadas ontológicamente sin respuesta? Si asumimos que Fuentes narra las historias de las colectividades en busca del “ser” latinoamericano, ¿es posible llegar a saber quiénes somos?
Desconcertante creador de atmósferas en las que personas de cuerpos mestizos bailan al compás de voces salidas del “mito” y de “la historia”, conjugando el mismo verbo en más de un tiempo, unificando ficción y realidad. Conocedor y manipulador de símbolos y claves causantes de la misma inquietud que provoca saber la crueldad de los ritos que ayer nos regían y la puerilidad de las ceremonias que hoy nos gobiernan.
¿Testimonio de un hombre que oscila entre diversas fuentes culturales o de quien conoce a la perfección las culturas de un conjunto de naciones de bastardo origen?
Su discurso se refiere a pautas culturales que norman la acción social de los mexicanos y de paso nos guiña un ojo al resto de la bastardía iberoamericana. ¿Nos intenta decir que para conocernos debemos escarbar en nuestras raíces, imaginar un futuro, identificamos con algo, con el mito o la historia, con una utopía o una anti-utopía? Crea un colorido teatro carnavalesco, en donde la memoria del pasado y el futuro nos juegan la más pesada de las bromas: identificamos con algo es insuficiente, no basta sabemos de origen bastardo. En última instancia identidad no es conformismo, “debe ser” deseo, voluntad, de transformar esos pueriles ritos que nos identifican y gobiernan.
Utiliza el presente, ¿sólo lo utiliza?, para contar nuestras raíces indígenas y ‘judeocristianas”. ¿Simbiosis cultural?
Autor de intenciones totalizantes, escribe sobre todo lo que conforma “la modernidad” en México. Desde la capital, esa “Región más transparente del aire”, con sus relaciones económicas, socioculturales y políticas, hasta la frontera y los tensos nexos con la cultura del “Gringo viejo” (2).
La modernidad Hic et nunc.
Escritor que manipula los mitos del viejo mundo y la cultura indígena, y los mitos indígenas y la cultura de la Europa conquistadora, para hablar de eso que llaman “modernidad”. ¿Qué significa “modernidad” para Iberoamérica? La modernidad, nace en franca oposición al pasado, a lo caduco, es fundación del presente. Sin embargo ha devenido en la definición de una “actualidad” que pretende perpetuarse, en la visión de un progreso y un desarrollo ligados al bienestar económico de los Artemio Cruz (3).
Si es cierto que la ideología de la época, de la modernidad, se ha convertido en espejuelos oscuros asesinos de preguntas y búsquedas, ¿es Fuentes un crítico de la modernidad? ¿Es su crítica sólo a la idea del tipo de progreso que nos gastamos o íntegra un rechazo a toda la visión del mundo que se reclama como modernidad?
Qué confusión: ¿critica a la modernidad como totalidad, y la modernidad, a su vez, fue una crítica del caduco pasado que pretendía perpetuarse? ¿Moraleja? Decidido: es un provocador de profesión que nos interpela sobre la cultura y el individuo en tanto que ‘conjunto de relaciones sociales”, síntesis de sus circunstancias socioculturales y materiales.
Fuentes, el interrogador, nos pasea por lo cotidiano y lo extraordinario significando cómo lo uno está contaminado de lo otro. Una nada asombrosa decisión se convierte en el hecho extraordinario que fijó el rumbo de un conjunto de vidas humanas: un profesor influye a un jovencito para que se decida a participar en la revolución mexicana, del lado de los revolucionarios, y nace el todopoderoso burgués Artemio Cruz(3), que por amor a una niña se convierte en héroe.
La duda productiva
Que nadie se engañe. Un provocador de profesión busca algo. ¿Pretende mostrarnos el lado ridículo de los hechos que constituyeron la construcción una nación, qué tontería es aferrarse a aquello que perpetúa la ridiculez, quiénes son los tontos y a qué dislate histórico nos conducimos? Hemos llegado a un punto en el que es necesario saber si se nos pide intervenir de algún modo en el mundo que nos rodea, que recrea Fuentes.
Parecería que se desea sembrar una “duda productiva” en la mente del que se acerca al mundo fuentesiano. Una duda que catalice un pensamiento, pensamiento que opere como orientador de la acción social de Iberoamérica. Claro que la duda está dirigida a un tipo de lector, el lector-cómplice, y no lector rosadito: ¿Interpretación del que escribe, o intención de Fuentes?
¿Pide nuestra complicidad con el objetivo de desnudar valores soterrados que nos trazan pautas de conductas, que, a su vez, crean una mecánica del pensamiento favorable a esa modernidad de Artemio Cruz? ¿Hay valores que “se ocultan, husmean y palpitan en la oscuridad”(4) cuya existencia nos negamos a reconocer, pero que deben ser puestos en relieve? ¿No querer admitir la existencia de esos valores significa hacernos los indiferentes y seguir participando, como hasta hoy, en la eternización de “la misma tontería repetida donde la injusticia y la broma se confunden y disipan”(5).
Atrapados, pero con salida.
Se nos pide absolutamente nada, poseemos albedrío para hacer lo que nos venga en ganas, sólo se nos ha dado la oportunidad de conocer un mundo “distinto de la vida, (que) identifica a la vida”(6) ese mundo es la obra del fabulador que comentarnos.
Al salir del encanto que sus textos provocan, nos damos cuenta que nos ha metido sus fantasmas, que nos ha encerrado en una noche oscura, que la luz la debemos construir nosotros; nos atrapó, definitivamente nos atrapó, en la prisión que lo aprisiona: su cárcel es estar “situado entre una historia que rechaza y una historia que desea”(7).
Se podrá continuar acusándolo de ser “muy con conservador aunque él se autodesigna como intelectual independiente de izquierda”(8), o de ser izquierdista delirante. No importa, cada lector sabrá procesar una lectura de América Latina tan rica y múltiple como la que propone Carlos Fuentes.
Notas
1. Fuentes, C: La región más transparente. Alfaguara, España, 2008.
2. Fuentes, C: Gringo Viejo, FCE, México, 1985
3. Fuentes, C: La muerte de Artemio Cruz. Alfaguara, España, 2008.
4. Fuentes, C: Zona Sagrada. En “Dos educaciones” Alfaguara, España, 1995
5. Fuentes, C: Cristóbal Nonato. FCE, México 1987
6. Fuentes, C: Terra Nostra. Joaquín Mortiz, México 1984
7. Fuentes, C: La nueva novela latinoamericana. Joaquín Mortiz, editores. México 1986. Pág. 29
8. Villas, Luis M: Lenguaje y sociedad de consumo en la Muerte de Artemio Cruz, Revista Plural, no 198, México, 1988.
Carlos Fuentes: Presencia que husmea y palpita en el imaginario latinoamericano
Ramón Tejada Holguín
El cumpleaños 80 de Carlos Fuentes y la celebración de los 50 años de la publicación de “La región más transparente”, ocasión para la cual Alfaguara y la Real Academia de la Lengua (RAE) han realizado una excelente edición de esta novela (1), es la coartada perfecta para revisar su obra y declarar nuestra fascinante perplejidad por el discurso de este latinoamericano nacido en México.
De la novela se ha escrito mucho. Se dice que es la primera novela urbana de México, es más que eso. Es una ácida crítica del legado de la Revolución Mexicana y la forma en que el PRI –Partido Revolucionario Institucional- llevó a México a la modernidad. Es una novela fundacional, que inicia el discurso que Fuentes irá construyendo a lo largo de su vida literaria e intelectual, que nos habla de la identidad mexicana, conociendo la crueldad de los ritos de la nación precolombina y la puerilidad de las ceremonias que gobiernan las relaciones sociales y políticas del México que es esa “región más transparente del aire”(1).
Quiénes somos: el manipulador de símbolos
Escribir en presente del indicativo y en tono erudito, pronunciando pedantescas afirmaciones que pretenden ser la última palabra sobre su obra, es imposible: Fuentes no se presta a interpretaciones lineales. Así como Carrol, en “Alicia en el país de las maravillas” habló de palabras-maletín, sobre Fuentes podemos hablar de ideas-maletín, verdaderas cajas de sorpresas que contienen en su interior aquello que las afirma y que las niega. Semillas de insólitas dudas sobre lo aparentemente indudable, múltiples interrogantes acerca del origen, presente y futuro de México.
Sus narraciones están marcadas por la maldición o la bienaventuranza de lo abierto, plural, ambiguo. No encontramos interrogaciones maniqueas que se respondan con un simple sí o un olímpico no. ¿Habrá en su obra algunas de esas preguntas llamadas ontológicamente sin respuesta? Si asumimos que Fuentes narra las historias de las colectividades en busca del “ser” latinoamericano, ¿es posible llegar a saber quiénes somos?
Desconcertante creador de atmósferas en las que personas de cuerpos mestizos bailan al compás de voces salidas del “mito” y de “la historia”, conjugando el mismo verbo en más de un tiempo, unificando ficción y realidad. Conocedor y manipulador de símbolos y claves causantes de la misma inquietud que provoca saber la crueldad de los ritos que ayer nos regían y la puerilidad de las ceremonias que hoy nos gobiernan.
¿Testimonio de un hombre que oscila entre diversas fuentes culturales o de quien conoce a la perfección las culturas de un conjunto de naciones de bastardo origen?
Su discurso se refiere a pautas culturales que norman la acción social de los mexicanos y de paso nos guiña un ojo al resto de la bastardía iberoamericana. ¿Nos intenta decir que para conocernos debemos escarbar en nuestras raíces, imaginar un futuro, identificamos con algo, con el mito o la historia, con una utopía o una anti-utopía? Crea un colorido teatro carnavalesco, en donde la memoria del pasado y el futuro nos juegan la más pesada de las bromas: identificamos con algo es insuficiente, no basta sabemos de origen bastardo. En última instancia identidad no es conformismo, “debe ser” deseo, voluntad, de transformar esos pueriles ritos que nos identifican y gobiernan.
Utiliza el presente, ¿sólo lo utiliza?, para contar nuestras raíces indígenas y ‘judeocristianas”. ¿Simbiosis cultural?
Autor de intenciones totalizantes, escribe sobre todo lo que conforma “la modernidad” en México. Desde la capital, esa “Región más transparente del aire”, con sus relaciones económicas, socioculturales y políticas, hasta la frontera y los tensos nexos con la cultura del “Gringo viejo” (2).
La modernidad Hic et nunc.
Escritor que manipula los mitos del viejo mundo y la cultura indígena, y los mitos indígenas y la cultura de la Europa conquistadora, para hablar de eso que llaman “modernidad”. ¿Qué significa “modernidad” para Iberoamérica? La modernidad, nace en franca oposición al pasado, a lo caduco, es fundación del presente. Sin embargo ha devenido en la definición de una “actualidad” que pretende perpetuarse, en la visión de un progreso y un desarrollo ligados al bienestar económico de los Artemio Cruz (3).
Si es cierto que la ideología de la época, de la modernidad, se ha convertido en espejuelos oscuros asesinos de preguntas y búsquedas, ¿es Fuentes un crítico de la modernidad? ¿Es su crítica sólo a la idea del tipo de progreso que nos gastamos o íntegra un rechazo a toda la visión del mundo que se reclama como modernidad?
Qué confusión: ¿critica a la modernidad como totalidad, y la modernidad, a su vez, fue una crítica del caduco pasado que pretendía perpetuarse? ¿Moraleja? Decidido: es un provocador de profesión que nos interpela sobre la cultura y el individuo en tanto que ‘conjunto de relaciones sociales”, síntesis de sus circunstancias socioculturales y materiales.
Fuentes, el interrogador, nos pasea por lo cotidiano y lo extraordinario significando cómo lo uno está contaminado de lo otro. Una nada asombrosa decisión se convierte en el hecho extraordinario que fijó el rumbo de un conjunto de vidas humanas: un profesor influye a un jovencito para que se decida a participar en la revolución mexicana, del lado de los revolucionarios, y nace el todopoderoso burgués Artemio Cruz(3), que por amor a una niña se convierte en héroe.
La duda productiva
Que nadie se engañe. Un provocador de profesión busca algo. ¿Pretende mostrarnos el lado ridículo de los hechos que constituyeron la construcción una nación, qué tontería es aferrarse a aquello que perpetúa la ridiculez, quiénes son los tontos y a qué dislate histórico nos conducimos? Hemos llegado a un punto en el que es necesario saber si se nos pide intervenir de algún modo en el mundo que nos rodea, que recrea Fuentes.
Parecería que se desea sembrar una “duda productiva” en la mente del que se acerca al mundo fuentesiano. Una duda que catalice un pensamiento, pensamiento que opere como orientador de la acción social de Iberoamérica. Claro que la duda está dirigida a un tipo de lector, el lector-cómplice, y no lector rosadito: ¿Interpretación del que escribe, o intención de Fuentes?
¿Pide nuestra complicidad con el objetivo de desnudar valores soterrados que nos trazan pautas de conductas, que, a su vez, crean una mecánica del pensamiento favorable a esa modernidad de Artemio Cruz? ¿Hay valores que “se ocultan, husmean y palpitan en la oscuridad”(4) cuya existencia nos negamos a reconocer, pero que deben ser puestos en relieve? ¿No querer admitir la existencia de esos valores significa hacernos los indiferentes y seguir participando, como hasta hoy, en la eternización de “la misma tontería repetida donde la injusticia y la broma se confunden y disipan”(5).
Atrapados, pero con salida.
Se nos pide absolutamente nada, poseemos albedrío para hacer lo que nos venga en ganas, sólo se nos ha dado la oportunidad de conocer un mundo “distinto de la vida, (que) identifica a la vida”(6) ese mundo es la obra del fabulador que comentarnos.
Al salir del encanto que sus textos provocan, nos damos cuenta que nos ha metido sus fantasmas, que nos ha encerrado en una noche oscura, que la luz la debemos construir nosotros; nos atrapó, definitivamente nos atrapó, en la prisión que lo aprisiona: su cárcel es estar “situado entre una historia que rechaza y una historia que desea”(7).
Se podrá continuar acusándolo de ser “muy con conservador aunque él se autodesigna como intelectual independiente de izquierda”(8), o de ser izquierdista delirante. No importa, cada lector sabrá procesar una lectura de América Latina tan rica y múltiple como la que propone Carlos Fuentes.
Notas
1. Fuentes, C: La región más transparente. Alfaguara, España, 2008.
2. Fuentes, C: Gringo Viejo, FCE, México, 1985
3. Fuentes, C: La muerte de Artemio Cruz. Alfaguara, España, 2008.
4. Fuentes, C: Zona Sagrada. En “Dos educaciones” Alfaguara, España, 1995
5. Fuentes, C: Cristóbal Nonato. FCE, México 1987
6. Fuentes, C: Terra Nostra. Joaquín Mortiz, México 1984
7. Fuentes, C: La nueva novela latinoamericana. Joaquín Mortiz, editores. México 1986. Pág. 29
8. Villas, Luis M: Lenguaje y sociedad de consumo en la Muerte de Artemio Cruz, Revista Plural, no 198, México, 1988.
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