Me preguntaron por la máquina de hacer pobres de la que escribí en el artículo anterior. Ella existe y se llama funcionamiento del mercado de trabajo, el cual se ve afectada tanto por la calidad de las políticas sociales (educación y salud) como por las económicas (¿Qué sectores deben estimularse para la creación de más empleos de calidad?). La capacidad de absorción que tiene el mercado de trabajo habla de la capacidad de incorporación de las personas a la sociedad. Una sociedad que posee un mercado de trabajo incapaz de ofrecer oportunidades de movilidad social a sus miembros y que no garantiza un empleo a los y las jóvenes que buscan trabajo por primera vez provocará la perpetuación de la pobreza y la exclusión.
El mercado de trabajo es la institución más importante para la reducción o el crecimiento de la pobreza y la exclusión de manera duradera. En “Equidad, Desarrollo y Ciudadanía”, la CEPAL nos ofrece los argumentos para este aserto: 1) Es la principal fuente de ingresos de los hogares, lo que permite la adquisición de bienes y servicios que hacen posible a sus miembros aspirar a un nivel de vida acorde con sus patrones culturales. 2) Cuando este se desempeña en el ámbito formal, permite participar en sistemas de seguridad social orientados a que el trabajador y su familia hagan frente a imprevistos y tengan una vida digna cuando se jubilan. 3) Como espacio de trabajo ofrece posibilidades de expresión y desarrollo de capacidades individuales. Y 4) el acceso a un empleo representa para las personas el canal de inserción en el esfuerzo conjunto de creación de riqueza económica y cultural, haciéndolo participe de un proyecto colectivo, factores que refuerzan su identidad con los valores que la sociedad propugna.
Vale la pena decir que las políticas asistencialistas, como las propugnadas por quienes sólo quieren contar pobres y darles algo, no influyen en el mercado de trabajo. Lo que sí influye es la calidad de la educación, el estado de salud de la población, la calidad de las instituciones, y el acento en el desarrollo económico con rostro humano. Los hacedores de política social deberían preocuparse de ver qué pueden hacer para que el mercado de trabajo dominicano no sea una institución que ofrece pocas posibilidades para la movilidad social. La rigidez de nuestro mercado de trabajo se observa en dos niveles: 1) en el acceso, las posibilidades de acceso a empleo de calidad y bien remunerados que poseen los más pobres son muy reducidas debido a al escaso nivel de desarrollo de sus capacidades que la sociedad le provee y 2) hay inequidades según las características de la fuerza laboral: mujeres, jóvenes de ambos sexos, y las personas provenientes de hogares pobres y residentes en zonas rurales tienden a recibir menos remuneración y menor posibilidad de movilidad ocupacional. Este es el reto de una sociedad que aspira al desarrollo. Las funditas y tarjetas per se sólo ayudan a la creación de pobres profesionales que transmiten la pobreza a las siguientes generaciones.
Ramón Tejada Holguín
30 de septiembre del 2004
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