"Lo digo como un lamento": para cambiar la política es necesario que la juventud no se deje seducir por el discurso del ad hominem, tan querido por cierta derecha minúscula y algún sector de la izquierda colocado permanentemente en minoría.
Un discurso político se rebate con argumentos y hechos, evaluando el contenido del mismo, y estableciendo sus debilidades y fortalezas, su conexión o desconexión con la ciudadanía, entre otros muchos aspectos, pero nunca insultando al emisor del discurso con epítetos zahirientes.
La lamentable conclusión al observar a jóvenes político seducidos por el glamour televisivo y la palabra que impacte, es que será difícil renovar la forma de hacer política en el país, si una parte de juventud pensante privilegia el espectáculo antes que el pensamiento y la reflexión. Si se privilegia el circo antes que la competencia política en base al contenido y al debate franco.
Lo grave del caso es que una proporción de esos jóvenes siguen a políticos, intelectuales y activistas que tienen 20, 25 y hasta 40 años tratando de construir una opción política y han fracasado: haciendo lo mismo se seguirán teniendo los mismos resultados.