Definitivamente en la República Dominicana existe una tradición autoritaria y paternalista que ha afectado a todas las organizaciones del sistema político y de la sociedad en su conjunto, lo que obstaculiza la consolidación de la democracia dominicana y el establecimiento de instituciones sanas y confiables. Esa característica de la tradicional cultura política de la población dominicana ha obstaculizado los procesos de modernización, y provoca la debilidad institucional y la preeminencia de las relaciones primarias antes que la formalización de instituciones y reglas del juego estables y respetadas por todos.
Para conseguir que la democracia dominicana funcione efectivamente y que el tortuoso camino que recorre hacia su consolidación se debe dar vital importancia al estimulo del sentido de pertenencia de la ciudadanía con respecto al régimen político dominicano, que sus ciudadanos y ciudadanas no sean excluidos de los procesos de discusión y reforma como lo son y lo han sido. ¿Cuáles son los obstáculos y bloqueos culturales que debe enfrentar una cultura de participación y los procesos de ciudadanización? El fortalecimiento de las instituciones democráticas es impensable sin la participación directa de la ciudadanía. Democracia implica un proceso en el cual todo miembro de la sociedad se reconoce como tal y con derechos a decir y hacer en libertad, pero con el deber de cumplir reglas con las cuales se medirán a todos por igual.
Uno de los primeros en anotar los efectos del autoritarismo en la personalidad política de los dominicanos fue Jesús de Galíndez, intelectual español muerto por la dictadura. Según sus planteamientos el poder de la dictadura de Trujillo se basaba en que este había creado entre los dominicanos y dominicanas una visión del mundo en la cual para poder realizar cualquier acción cotidiana y normal, como conseguir trabajo o simplemente circular libremente, se debía expresar una clara adhesión al régimen. Si bien, con la muerte del dictador en el 1961 el país comienza a construir organizaciones gremiales, sindicales y ciudadanas, y se inician las actividades públicas de los partidos políticos creados en el exilio o la clandestinidad, está mentalidad no fue abolida, y la sumisión ante el poder sigue campeando por su fuero en nuestra cultura política, y lo peor es que todos los líderes la estimulan.
La visión de Galíndez se ve confirmada por la historia. Tres encuestas nacionales sobre la cultura política, Demos 94, 97 y 2001, sugieren que esta percepción del mundo todavía se encuentra enraizada en una proporción importante de la ciudadanía. Es cierto que hay avances, pero también hay todavía un largo trecho que recorrer en la construcción de una democracia estable. Hoy creo que el reto principal se encuentra en el sistema educativo. Es necesario que desde la escuela y la familia se estimule la autonomía y libertad del individuo, que se enseñe el respeto a la ley y no el temor autoritario, que confiemos en que podemos elegir de manera independiente nuestro destino.
Ramón Tejada Holguín
24 octubre 2004
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