Hay sectores de la sociedad civil que son más beneficiados que otros. Presidentes y funcionarios públicos no prestan la misma atención a las demandas de las formaciones empresariales que a las de las organizaciones comunitarias. Con la agravante de que el empresariado posee mayor capacidad para hacer aparecer sus intereses como si fueran los intereses de toda la sociedad. Los grandes grupos económicos influyen en los diseños de las políticas económicas mientras que de las organizaciones civiles de los excluidos son usadas como espacio de demagogia clientelar y búsqueda del voto.
La conclusión se cae de la mata: la sociedad civil no es homogénea, por lo que tratar de conciliar las demandas de todas las organizaciones que la componen es casi imposible. Pero, esa búsqueda de consenso a ultranza termina beneficiando a quienes tienen poder y dinero, a los de siempre. Toda política social que vaya en beneficio de un sector, penaliza a otro sector. En efecto, si mejoramos sustancialmente la calidad de la educación y la salud, el gran negocio de los colegios y centro médicos privados se vería limitado y tendría que reducir sus costos, ya que la educación y la salud públicas les harían competencia.
Si el Gobierno dice necesitar más dinero para una política social inclusiva y no clientelista, para beneficiar a los pobres debe buscarlo a través de impuestos progresivos y de reducción de la evasión rampante que existe en el país, lo que perjudica a los ricos.
O sea que a lo interno de la sociedad civil se compite por la composición del presupuesto nacional y por la forma en que se deben captar los fondos a gastar.
En esta lucha quienes están en mayor desventaja son los sectores no organizados, los que tienen menos recursos económicos y los que carecen de una identidad clara y diferenciada del mundo empresarial.
Aquellas organizaciones que no se detienen a observar las contradicciones que hay entre sus demandas y las demandas del gran empresariado y sus organizaciones corporativas, tienen las de perder, porque estos últimos sí están claros. Los pobres conforman la mayoría de la población dominicana, pero son quienes tienen mayores dificultades para hacer de sus demandas y necesidades una propuesta de agenda nacional.
Hay que deslindar las identidades e intereses en el seno de las organizaciones de la sociedad civil. Es necesario que se construya una agenda nacional de desarrollo de los pobres, que sirva como plataforma de lucha, unidad y conformación de una identidad popular, que se asuma como diferente a la empresarial, la cual posee buenos defensores y espacios de diálogos. Las organizaciones civiles no empresariales deben sincerizarse consigo misma, y saber que es imposible actuar sobre la base de la unidad de maco y cacata.
La sociedad civil está marcada por la diversidad de demandas y necesidades de los sectores que la integran. Los menos favorecidos deben elaborar una agenda que pueda ser vista como una propuesta creíble y ejecutable, desde la óptica de los pobres mismos. ¿Qué significa esto? La agenda de los pobres no debe ser vista como la agenda nacional, la agenda que debe ejecutar un gobierno. La agenda de los pobres debe ser vista como la forma de clarificar los pobres sus intereses, como la forma de conformar su propia identidad, de definir aquellas reivindicaciones sociales, económicas y políticas más perentorias. Sería algo así como la agenda a debatir y contrastar con la agenda de los demás sectores, en especial del empresariado organizado. Fíjense que ya el empresariado tiene la suya y la aplica, y algunos creen que la agenda empresarial es la agenda de la sociedad civil en conjunto. Pobres ilusos e ilusas.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
23/diciembre/2004
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