Introducción: ¿Qué es la identidad nacional?
La identidad cultural o identidad nacional, es lo que individualiza a las naciones, que las diferencias en función de actitudes, comportamientos y percepciones de la ciudadanía. Es “un eso” que les da un modo de ser particular, a sus hombres y mujeres. La identidad nacional viene a ser una proyección cualificada de las identidades individuales. Es como quien dice un elemento de legitimidad simbólica de la nación o lo que entenderemos como nación en tanto que nos sentimos parte de una comunidad. La relación identidad individual e identidad nacional es biunívoca y compleja.
La identidad nacional tiene un componente cognitivo relacionado con las representaciones sociales, junto con otro componente afectivo y actitudinal que supone un sentimiento de pertenencia a los distintos grupos. ¿Qué es la Identidad Nacional Dominicana actualmente? O sea, ¿qué es “la dominicanidad” en una época caracterizada por cambios vertiginosos, globales, en los que las fronteras se diluyen, pero no unen a las naciones, sino que estas tienden a separarse.
Pero, el asunto es complejo. La juventud es el espejo del futuro de la identidad nacional. La globalización ha impactado en las mentalidades y los patrones de conducta de tal manera que podría decirse que la juventud tiene una identidad más como joven que como miembro de una nación. Personas nacidas en Brasil, Argentina, China, Australia o República Dominicana vibran al compás de música similar, se visten con ropas parecidas y se hacen “fans” de la misma actriz, del mismo actor, del grupo musical de turno. Para algunos jóvenes españoles, la música de Juan Luis Guerra es tan cotidiana como para algunos dominicanos.
Música, cine, libros... en fin, gran parte de los productos culturales, se convierten fenómenos mundiales, transnacionales. Ni qué hablar de las migraciones, ese movimiento acelerado de personas entre las fronteras.
Definitivamente, la “identidad dominicana”, ni ninguna otra, permanece estática. Nada puede. Tres tipos de cambios intervienen en este fluir constante de la identidad: los institucionales, los económicos y los cambios en lo cultural.
Instituciones en movimiento perpetuo
Una institución es un conjunto de reglas, las cuales pueden estar o no escritas, ser leyes o no. Decir que hay cambios institucionales significa decir que las reglas del juego se mueven, que la forma de relacionarse las personas es distinta hoy que ayer.
Hoy tenemos un régimen político denominado democracia, en el que se supone que la ciudadanía, es decir, las personas juegan un papel de primer orden y han ganado espacios de participación que no existían antes.
La familia ha cambiado. El rol que jugaba la mujer ya no es el mismo en el seno de las familias. El papel del hombre como padre proveedor es cosa del pasado. El poder en el seno de las familias no se manifiesta como antes. Los jóvenes de ambos sexo cada vez tienen mayores posibilidades de libre elección.
A propósito de la forma en que se ha reconstituido el poder en el seno de las familias, hay que tener cuidado cuando se habla de rescate cultural: un gran componente de la identidad tradicional dominicana, sobre todo en la zona rural, es el machismo y la sumisión de la mujer. ¿Es ese un valor a rescatar o un elemento a combatir?
Un cambio importante es lo ocurrido en el sistema electoral, en el cual ahora todo el mundo tiene el derecho y el deber de elegir a sus gobernantes. Pero, este hecho es relativamente reciente, el voto femenino se logra en 1942.
Me imagino que se están preguntando: ¿Qué tienen que ver los cambios en los procesos electorales con la identidad nacional? El hecho de que cada vez más personas sientan que tienen derecho y que forman parte de una comunidad llamada dominicana, influye en el sentido de aceptación de la comunidad y por lo tanto en el sentirse “dominicano”. La exclusión política, por el contrario, hace que la gente se sienta más decepcionada de su comunidad, lo que debilidad la identidad nacional. Es decir, la vida en democracia y los cambios en la familia significan, al mismo tiempo, un proceso de redefinición de las identidades individuales y de la dominicanidad.
Identidad y cambios económicos
El mundo es cada vez más pequeño en términos económicos. Lo que hoy es la Unión Europea, que cada vez más está construyendo un ciudadano europeo, con una identidad europea, además de la identidad propia como nación, fue inicialmente un tratado de libre comercio y ya marcha, aunque en Zigzag, hacia una especie de gran nación en donde la mercancía y la gente circulan libremente. Incluso ya tienen una sola moneda, debate una constitución, y tiene representantes propios en otras naciones.
En el ámbito mundial se derrumban fronteras comerciales, aunque las fronteras para los migrantes no se derrumban igual. Algunas de las gestas independentistas de América Latina tenían como objetivo el control del comercio de parte de las comunidades criollas. Hoy el control de las naciones sobre su propio comercio es limitado. Piense en la importancia de la Organización Mundial del Comercio como ente regulador de las relaciones comerciales entre los países. Piense en un TLCRD o DR-CAFTA, que además de ser un tratado económico, incluye reglamentación sobre transparencia administrativa y otros aspectos institucionales.
Miremos la ropa que usamos: una camisa hecha aquí o en Singapur por una compañía con capital estadounidense o francés o italiano, con tela hecha en Taiwán o China o Corea, y la usan igual los jóvenes de ambos sexos de clase media estadounidense, españoles, dominicanos o argentinos. Evidentemente que este nivel de intercomunicación reta a la idea de Identidad Nacional.
Nada puede ejemplificar mejor el nivel de interdependencia económica de las naciones que la crisis del petróleo y la demanda para enfrentarla.
El cambio en lo cultural
Responda estas preguntas: ¿Cuáles son sus cantantes o grupos musicales favoritos? ¿Cuál película reciente es la que más le ha gustado? Los y las jóvenes disfrutan un tipo de música más universal, probablemente el rock, la fusión. Ya el merengue no es lo que era, ahora tiene influencia del Hip Hop, de la música urbana estadounidense.
El rock moviliza las identidades juveniles. No sólo estadounidense. En el Cono Sur León Gieco y otros fusionaron el rock con el folclor local e hicieron una música de calidad. Fito Páez usa el rock para hablar de sus amores y fracasos en el mejor estilo de un tango gardeliano, e inclusive para protestar ante determinados abusos. En el país lo ha hecho Luis Días, y grupos como Toque Profundo han mezclado la bachata con el rock. Juan Luis Guerra fusionó Jazz y merengue típico en Soplando, Bachata, pop y son en “Bachata Rosa” y su música con profundas raíces dominicanas se ve como universal. ¿No es esa simbiosis un reto para la idea de Identidad Nacional?
Los medios de comunicación logran un mayor nivel de unidad entre las personas: Internet, televisión por cable, parábola. Los productos culturales no se miden, exclusivamente, por la forma en que rescatan los valores nacionales o por la manera en que nos desean encerrar en nosotros mismos, sino lo contrario. El escritor o merenguero ya no escribe o toca para el mercado local, piensa en un espectro cultural cada vez más amplío.
¿Tenemos los dominicanos que escuchar a Guandulito, el General Larguito, el Cieguito de Nagua o la Vieja Fefa por siempre? ¿Se puede comparar a Tulile con los Beatles o Sting, al Jefrey con U2? ¿A Juan Luis Guerra con los Backstreet Boys, Britneys Spears o Cristina Aguilera?
Entrando en materia: el concepto de Identidad
La globalización y mundialización promueven el contacto con los productos culturales de calidad que difunden tanto valores “positivos” de otras naciones como negativos. Ningún país puede encerrarse en sí mismo, el nivel de interdependencia es algo tangible, una realidad.
Hoy la Identidad absoluta es imposible, y creo tampoco es deseable. Nosotros carecemos de una serie de productos y de capacidades para producirlo. Un automóvil nos costaría más caro producirlo que comprarlo hecho en otra nación. El hecho de comprar vehículos en otra nación ya nos relaciona política y culturalmente. Definitivamente hemos llegado a un punto en que lo que gobierna el mundo es la interdependencia: económica, política, social.
Las personas que aspiran a un puesto electivo en New York buscan el favor de los dominicanos y dominicanas, vistiéndose como ellos, y tratando de hablar en su propio lenguaje.
¿Es la Identidad imposible o es un concepto arcaico?
No. Al contrario, hoy es más necesaria. Pero, hoy como nunca está directamente ligada a la democracia y no hay que defenderla a tiros como pretenden algunos. En efecto, hoy la identidad remite a la capacidad que tiene una nación de crear un ambiente que permita que sus ciudadanos y ciudadanas puedan desarrollar sus potencialidades al máximo, de manera que desarrollen ese sentido de pertenencia a una comunidad. Pero, la nación no flota en el aire, la construimos todos y todas. Por lo tanto, hoy la Identidad es más que nada un compromiso y un deber de cada ciudadano y ciudadana en particular. ¿En qué sentido?
¿Quiénes negocian en nombre de los pueblos en el marco de la globalización? Las autoridades elegidas por la ciudadanía. Y es en el marco de la globalización que en la actualidad se está comprometiendo la Identidad de las naciones. Es en la forma que se negocia el intercambio comercial, el uso de los espacios aéreos, el intercambio cultural, etc. Si aceptamos que la democracia es el régimen que permite que la ciudadanía influya en sus gobernantes, luego es la democracia el espacio para lograr la Identidad y es la ciudadanía, ustedes y nosotros, la protagonista de esta película.
Hablar de identidad es impensable, sin hablar de ciudadanía
Por lo tanto, hablar de identidad es preguntarse: ¿Cómo se desarrolla la democracia en nuestra nación? ¿Es la visión de la identidad nacional como algo estático, como si todavía viviéramos en los tiempos de la Independencia, una traba para la construcción de la democracia dominicana?
Es aquí que la puerca retuerce el rabo, ya que muchos de los obstáculos de la democracia están relacionados con la tradicional cultura política dominicana.
¿Acaso no bloquea la construcción de la democracia, y por lo tanto de una nación independiente, esa tendencia del dominicano de hacer depender el respeto a las personas a su condición socioeconómica, de no tratar a todos y todas por igual sin importar su capacidad monetaria?
El machismo y relegar a la mujer al ámbito del hogar es parte consustancial de la tradición dominicana. Pero, este impide que más de la mitad de la población pueda desarrollarse y ofertar sus energías a la nación, y constituir su identidad individual parte consustancial de la identidad colectiva.
El caudillismo, esa tendencia de la gente a seguir a un líder por su personalidad, porque es “bueno” y quiere “ayudar” a la gente, y no porque sus ideas sean realmente favorables al desarrollo del país, ha estado presente en toda nuestra historia. ¿Debemos asumirlo como constitutivo de la identidad dominicana? Caudillismo es una de las caras del clientelismo.
La tendencia a no creer en uno mismo y dejar que otro tome las decisiones, porque se cree que ese otro sabe más, porque ha estudiado, tiene dinero o habla bonito. Un fenómeno que se ha llamado exteriorismo, ha estado presente en nuestra cultura.
La identidad colectiva, no es sumatoria de las identidades individuales, pero ciudadanos y ciudadanas que no confían en las propias fuerzas, no podrán formar parte con igual titulo y derecho de la identidad nacional: mientras más independientes somos como personas, mejor será el aporte que podremos hacer a la Identidad Nacional como colectivo.
La brujería, la creencia en fuerzas sobrenaturales o supraindividuales más poderosas que guían nuestros destinos, ha formado parte de la dominicanidad. Leer la taza y la baraja persiguiendo un golpe de suerte es cosa cotidiana en República Dominicana y en Nueva York. ¿Es éste el tipo de valores que debemos rescatar cuando hablamos de identidad nacional?
Sé que me he metido por terreno escabroso, por un espacio dónde no hay mucha reflexión de parte de nuestros intelectuales. Hay quienes reivindican de manera acrítica y decimonónica el concepto de identidad nacional y quieren defenderla a capa y espada, asumiendo los valores de su sector social como si fueran los valores de toda la sociedad. Hay nostálgicos que quisieran vivir en la inmovilidad.
Pero, los conceptos de Nación e Identidad ya no son los mismos. Los cambios mundiales los redefinen. Si identidad es sentirse parte de una nación, si una nación es una gran comunidad y mucha gente siente que la nación les falla, ¿de que identidad estamos hablando?
No tengo respuestas, sino preguntas, muchas preguntas, y ojalá ustedes comiencen a pensar en ellas, y a tratar de buscar respuestas, para en alguna esquina de la globalización encontrarnos con la dominicanidad, ese diamante en bruto.
Ramón Tejada Holguín
La identidad cultural o identidad nacional, es lo que individualiza a las naciones, que las diferencias en función de actitudes, comportamientos y percepciones de la ciudadanía. Es “un eso” que les da un modo de ser particular, a sus hombres y mujeres. La identidad nacional viene a ser una proyección cualificada de las identidades individuales. Es como quien dice un elemento de legitimidad simbólica de la nación o lo que entenderemos como nación en tanto que nos sentimos parte de una comunidad. La relación identidad individual e identidad nacional es biunívoca y compleja.
La identidad nacional tiene un componente cognitivo relacionado con las representaciones sociales, junto con otro componente afectivo y actitudinal que supone un sentimiento de pertenencia a los distintos grupos. ¿Qué es la Identidad Nacional Dominicana actualmente? O sea, ¿qué es “la dominicanidad” en una época caracterizada por cambios vertiginosos, globales, en los que las fronteras se diluyen, pero no unen a las naciones, sino que estas tienden a separarse.
Pero, el asunto es complejo. La juventud es el espejo del futuro de la identidad nacional. La globalización ha impactado en las mentalidades y los patrones de conducta de tal manera que podría decirse que la juventud tiene una identidad más como joven que como miembro de una nación. Personas nacidas en Brasil, Argentina, China, Australia o República Dominicana vibran al compás de música similar, se visten con ropas parecidas y se hacen “fans” de la misma actriz, del mismo actor, del grupo musical de turno. Para algunos jóvenes españoles, la música de Juan Luis Guerra es tan cotidiana como para algunos dominicanos.
Música, cine, libros... en fin, gran parte de los productos culturales, se convierten fenómenos mundiales, transnacionales. Ni qué hablar de las migraciones, ese movimiento acelerado de personas entre las fronteras.
Definitivamente, la “identidad dominicana”, ni ninguna otra, permanece estática. Nada puede. Tres tipos de cambios intervienen en este fluir constante de la identidad: los institucionales, los económicos y los cambios en lo cultural.
Instituciones en movimiento perpetuo
Una institución es un conjunto de reglas, las cuales pueden estar o no escritas, ser leyes o no. Decir que hay cambios institucionales significa decir que las reglas del juego se mueven, que la forma de relacionarse las personas es distinta hoy que ayer.
Hoy tenemos un régimen político denominado democracia, en el que se supone que la ciudadanía, es decir, las personas juegan un papel de primer orden y han ganado espacios de participación que no existían antes.
La familia ha cambiado. El rol que jugaba la mujer ya no es el mismo en el seno de las familias. El papel del hombre como padre proveedor es cosa del pasado. El poder en el seno de las familias no se manifiesta como antes. Los jóvenes de ambos sexo cada vez tienen mayores posibilidades de libre elección.
A propósito de la forma en que se ha reconstituido el poder en el seno de las familias, hay que tener cuidado cuando se habla de rescate cultural: un gran componente de la identidad tradicional dominicana, sobre todo en la zona rural, es el machismo y la sumisión de la mujer. ¿Es ese un valor a rescatar o un elemento a combatir?
Un cambio importante es lo ocurrido en el sistema electoral, en el cual ahora todo el mundo tiene el derecho y el deber de elegir a sus gobernantes. Pero, este hecho es relativamente reciente, el voto femenino se logra en 1942.
Me imagino que se están preguntando: ¿Qué tienen que ver los cambios en los procesos electorales con la identidad nacional? El hecho de que cada vez más personas sientan que tienen derecho y que forman parte de una comunidad llamada dominicana, influye en el sentido de aceptación de la comunidad y por lo tanto en el sentirse “dominicano”. La exclusión política, por el contrario, hace que la gente se sienta más decepcionada de su comunidad, lo que debilidad la identidad nacional. Es decir, la vida en democracia y los cambios en la familia significan, al mismo tiempo, un proceso de redefinición de las identidades individuales y de la dominicanidad.
Identidad y cambios económicos
El mundo es cada vez más pequeño en términos económicos. Lo que hoy es la Unión Europea, que cada vez más está construyendo un ciudadano europeo, con una identidad europea, además de la identidad propia como nación, fue inicialmente un tratado de libre comercio y ya marcha, aunque en Zigzag, hacia una especie de gran nación en donde la mercancía y la gente circulan libremente. Incluso ya tienen una sola moneda, debate una constitución, y tiene representantes propios en otras naciones.
En el ámbito mundial se derrumban fronteras comerciales, aunque las fronteras para los migrantes no se derrumban igual. Algunas de las gestas independentistas de América Latina tenían como objetivo el control del comercio de parte de las comunidades criollas. Hoy el control de las naciones sobre su propio comercio es limitado. Piense en la importancia de la Organización Mundial del Comercio como ente regulador de las relaciones comerciales entre los países. Piense en un TLCRD o DR-CAFTA, que además de ser un tratado económico, incluye reglamentación sobre transparencia administrativa y otros aspectos institucionales.
Miremos la ropa que usamos: una camisa hecha aquí o en Singapur por una compañía con capital estadounidense o francés o italiano, con tela hecha en Taiwán o China o Corea, y la usan igual los jóvenes de ambos sexos de clase media estadounidense, españoles, dominicanos o argentinos. Evidentemente que este nivel de intercomunicación reta a la idea de Identidad Nacional.
Nada puede ejemplificar mejor el nivel de interdependencia económica de las naciones que la crisis del petróleo y la demanda para enfrentarla.
El cambio en lo cultural
Responda estas preguntas: ¿Cuáles son sus cantantes o grupos musicales favoritos? ¿Cuál película reciente es la que más le ha gustado? Los y las jóvenes disfrutan un tipo de música más universal, probablemente el rock, la fusión. Ya el merengue no es lo que era, ahora tiene influencia del Hip Hop, de la música urbana estadounidense.
El rock moviliza las identidades juveniles. No sólo estadounidense. En el Cono Sur León Gieco y otros fusionaron el rock con el folclor local e hicieron una música de calidad. Fito Páez usa el rock para hablar de sus amores y fracasos en el mejor estilo de un tango gardeliano, e inclusive para protestar ante determinados abusos. En el país lo ha hecho Luis Días, y grupos como Toque Profundo han mezclado la bachata con el rock. Juan Luis Guerra fusionó Jazz y merengue típico en Soplando, Bachata, pop y son en “Bachata Rosa” y su música con profundas raíces dominicanas se ve como universal. ¿No es esa simbiosis un reto para la idea de Identidad Nacional?
Los medios de comunicación logran un mayor nivel de unidad entre las personas: Internet, televisión por cable, parábola. Los productos culturales no se miden, exclusivamente, por la forma en que rescatan los valores nacionales o por la manera en que nos desean encerrar en nosotros mismos, sino lo contrario. El escritor o merenguero ya no escribe o toca para el mercado local, piensa en un espectro cultural cada vez más amplío.
¿Tenemos los dominicanos que escuchar a Guandulito, el General Larguito, el Cieguito de Nagua o la Vieja Fefa por siempre? ¿Se puede comparar a Tulile con los Beatles o Sting, al Jefrey con U2? ¿A Juan Luis Guerra con los Backstreet Boys, Britneys Spears o Cristina Aguilera?
Entrando en materia: el concepto de Identidad
La globalización y mundialización promueven el contacto con los productos culturales de calidad que difunden tanto valores “positivos” de otras naciones como negativos. Ningún país puede encerrarse en sí mismo, el nivel de interdependencia es algo tangible, una realidad.
Hoy la Identidad absoluta es imposible, y creo tampoco es deseable. Nosotros carecemos de una serie de productos y de capacidades para producirlo. Un automóvil nos costaría más caro producirlo que comprarlo hecho en otra nación. El hecho de comprar vehículos en otra nación ya nos relaciona política y culturalmente. Definitivamente hemos llegado a un punto en que lo que gobierna el mundo es la interdependencia: económica, política, social.
Las personas que aspiran a un puesto electivo en New York buscan el favor de los dominicanos y dominicanas, vistiéndose como ellos, y tratando de hablar en su propio lenguaje.
¿Es la Identidad imposible o es un concepto arcaico?
No. Al contrario, hoy es más necesaria. Pero, hoy como nunca está directamente ligada a la democracia y no hay que defenderla a tiros como pretenden algunos. En efecto, hoy la identidad remite a la capacidad que tiene una nación de crear un ambiente que permita que sus ciudadanos y ciudadanas puedan desarrollar sus potencialidades al máximo, de manera que desarrollen ese sentido de pertenencia a una comunidad. Pero, la nación no flota en el aire, la construimos todos y todas. Por lo tanto, hoy la Identidad es más que nada un compromiso y un deber de cada ciudadano y ciudadana en particular. ¿En qué sentido?
¿Quiénes negocian en nombre de los pueblos en el marco de la globalización? Las autoridades elegidas por la ciudadanía. Y es en el marco de la globalización que en la actualidad se está comprometiendo la Identidad de las naciones. Es en la forma que se negocia el intercambio comercial, el uso de los espacios aéreos, el intercambio cultural, etc. Si aceptamos que la democracia es el régimen que permite que la ciudadanía influya en sus gobernantes, luego es la democracia el espacio para lograr la Identidad y es la ciudadanía, ustedes y nosotros, la protagonista de esta película.
Hablar de identidad es impensable, sin hablar de ciudadanía
Por lo tanto, hablar de identidad es preguntarse: ¿Cómo se desarrolla la democracia en nuestra nación? ¿Es la visión de la identidad nacional como algo estático, como si todavía viviéramos en los tiempos de la Independencia, una traba para la construcción de la democracia dominicana?
Es aquí que la puerca retuerce el rabo, ya que muchos de los obstáculos de la democracia están relacionados con la tradicional cultura política dominicana.
¿Acaso no bloquea la construcción de la democracia, y por lo tanto de una nación independiente, esa tendencia del dominicano de hacer depender el respeto a las personas a su condición socioeconómica, de no tratar a todos y todas por igual sin importar su capacidad monetaria?
El machismo y relegar a la mujer al ámbito del hogar es parte consustancial de la tradición dominicana. Pero, este impide que más de la mitad de la población pueda desarrollarse y ofertar sus energías a la nación, y constituir su identidad individual parte consustancial de la identidad colectiva.
El caudillismo, esa tendencia de la gente a seguir a un líder por su personalidad, porque es “bueno” y quiere “ayudar” a la gente, y no porque sus ideas sean realmente favorables al desarrollo del país, ha estado presente en toda nuestra historia. ¿Debemos asumirlo como constitutivo de la identidad dominicana? Caudillismo es una de las caras del clientelismo.
La tendencia a no creer en uno mismo y dejar que otro tome las decisiones, porque se cree que ese otro sabe más, porque ha estudiado, tiene dinero o habla bonito. Un fenómeno que se ha llamado exteriorismo, ha estado presente en nuestra cultura.
La identidad colectiva, no es sumatoria de las identidades individuales, pero ciudadanos y ciudadanas que no confían en las propias fuerzas, no podrán formar parte con igual titulo y derecho de la identidad nacional: mientras más independientes somos como personas, mejor será el aporte que podremos hacer a la Identidad Nacional como colectivo.
La brujería, la creencia en fuerzas sobrenaturales o supraindividuales más poderosas que guían nuestros destinos, ha formado parte de la dominicanidad. Leer la taza y la baraja persiguiendo un golpe de suerte es cosa cotidiana en República Dominicana y en Nueva York. ¿Es éste el tipo de valores que debemos rescatar cuando hablamos de identidad nacional?
Sé que me he metido por terreno escabroso, por un espacio dónde no hay mucha reflexión de parte de nuestros intelectuales. Hay quienes reivindican de manera acrítica y decimonónica el concepto de identidad nacional y quieren defenderla a capa y espada, asumiendo los valores de su sector social como si fueran los valores de toda la sociedad. Hay nostálgicos que quisieran vivir en la inmovilidad.
Pero, los conceptos de Nación e Identidad ya no son los mismos. Los cambios mundiales los redefinen. Si identidad es sentirse parte de una nación, si una nación es una gran comunidad y mucha gente siente que la nación les falla, ¿de que identidad estamos hablando?
No tengo respuestas, sino preguntas, muchas preguntas, y ojalá ustedes comiencen a pensar en ellas, y a tratar de buscar respuestas, para en alguna esquina de la globalización encontrarnos con la dominicanidad, ese diamante en bruto.
Ramón Tejada Holguín