Cuando se habla de reformar la administración pública se piensa que lo esencial es el diálogo y la búsqueda de acuerdos entre los partidos políticos, ya que las razones por las cuales no se ha logrado materializar una auténtica reforma es la falta de compromiso de parte del liderazgo político.
¿El problema es sólo de diálogo entre políticos? La sociedad dominicana carece de un liderazgo colectivo que pueda encabezar el proceso de construcción de un nuevo y mejor Estado, hay sectores dirigentes de los partidos que se han repartido el pastel cual si estuvieran en una de las antiguas republiquitas bananeras.
Estos sectores tienden al desconocer la existencia de una pluralidad de organizaciones sociales y económicas, es decir, de una multiplicidad de actores importantes, que deben involucrarse en el proceso.
Se quiere desconocer los cambios ocurridos en el seno de la sociedad dominicana tras la muerte de los tres caudillos (muerte física, aunque sus espíritus sigan penando en las mentes de algunos y algunas), y la reconfiguración de las relaciones de poder.
Cierta parte del poder político parece insistir en aislarse de la ciudadanía, en colocarse por encima de la sociedad, pero la sociedad dominicana ha cambiado y nuevos actores han emergido en el escenario político, social y económico.
El autismo de esa élite política y económica es proverbial: sólo dialogan consigo mismas, sin tomar en cuenta a los demás sectores.
Todo proyecto de reforma y modernización del estado que quiera ser exitoso debe surgir como un acuerdo entre todos esos sectores políticos, sociales y económicos.
Mientras cada uno de estos tres ámbitos de la vida nacional insistan en desconocer la existencia del otro y el papel que cada cual puede y debe jugar, las reformas serán frágiles y seguirán provocando dificultades a la hora de su materialización.
Hay espacio para la esperanza. Organismos internacionales como la Unión Europea, apoyan los esfuerzos que se realizan desde el Ministerio de Administración Pública para el cumplimiento de la Ley de Función Pública, y hacen un llamado a las organizaciones civiles para que conformen un observatorio sobre cómo marcha el nivel de cumplimiento de la Ley de Función Pública. Nos toca a la sociedad civil responder el llamado.
Debemos cumplir nuestra labor de vigilantes del cumplimiento de la Ley de Función Pública, hacer público los incumplimientos y felicitar los aciertos. Es nuestra oportunidad de participar en el proceso y hacer que se nos reconozca el papel que podemos jugar.
Un rol de crítica constructiva, pero sin contemplaciones: implacables con los desaciertos y generosos reconociendo las virtudes y los avances.
Una mejora en la profesionalización de la administración pública, es un nuevo ladrillo en la reducción de la opacidad, y la construcción de la democracia.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
20 de Julio 2010