Estupefacto leo y escucho a diversas personas decir que elaborar un programa de gobierno carece de sentido para el proceso electoral. Porque la claridad de metas y las propuestas creíbles y consistentes no influyen en los y las electores. Porque el chiste mediocre vale más.
Mi estupor se acrecienta cuando connotados dirigentes, de ambos sexos, de las organizaciones de la sociedad civil que han hecho del debate político un estandarte se unen a esa percepción.
Organizaciones de la clase media como Participación Ciudadana, de las que hacen opción por los pobres como Centro de Estudios Sociales Padre Juan Montalvo, de las corporativas como Fundación Institucionalidad y Justicia (Finjus), de las empresariales como Asociación Nacional de Jóvenes Empresarios (ANJE) y colectivos de organizaciones como Foro Ciudadano, en cada proceso electoral hacen lo indecible porque las campañas se realicen en base a propuestas realistas, el debate de los programas y su factibilidad. Muchas de ellas han formulado propuestas de gobierno que han entregado o a los candidatos o a las autoridades electas para que sean tomadas en cuenta.
Si, como sostienen estas personas, los programas no tienen impacto en los procesos electorales, entonces los últimos 30 años de lucha de las organizaciones civiles por lograr campañas electorales en donde la diatriba, la demagogia y la banalidad sean desterradas de la política han fracasado. O los programas y las propuestas coherentes, realistas e inteligentes tienen importancia en el proceso, o no la tienen. Si la tienen vamos por buen camino, si no la tienen, revisémonos todos y todas, porque nuestra lucha por lograr campañas electorales de calidad se despeña por el fracaso.
Con el perdón de muchos y muchas camaradas de lucha a favor de la democracia, creo que debemos promover que las propuestas cuenten. Como analista reconozco que hay una gran franja de la población que se moviliza de manera clientelista en busca de beneficios inmediatos, como activista a favor de la democracia insisto en que debemos lograr que los programas sí influyan en la toma de decisión electoral.
En diversas ocasiones he dicho que el clientelismo es un contexto similar para todos. Pero, las propuestas electorales y la credibilidad de la candidatura juegan un papel de primer orden en la toma de decisión de los y las votantes de los grupos medios y entre quienes hacen opinión pública. Cuando digo opinión pública no me refiero a la "opinión publicada", sino a esa opinión que hace la gente en lo cotidiano, que hacen las personas que influyen en su entorno porque se les reconoce cierto nivel de credibilidad.
Como militante silvestre de la democracia sostengo que es el momento de promover el debate programático y la toma de decisión racional. El entorno internacional negativo no está para que el proceso electoral sea un concurso para elegir a Miss Simpatía.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
Perspectiva Ciudadana
16 Agosto 2001