Constitución e Instituciones

Robert Dahl distingue entre: 1) “arreglos políticos” que son pautas de relaciones y conductas provisionales; 2) “prácticas” que constituyen algo habitual, y 3) “instituciones” que son reglas que se han concretado después de un largo existir de arreglos y de prácticas. “Cuando un país avanza desde un gobierno no democrático a otro democrático, los tempranos arreglos democráticos se convierten gradualmente en prácticas, que a su debido tiempo desembocan en instituciones asentadas”. (Dahl: “La democracia. Una guía para los ciudadanos”, Taurus, 1999). Hay una relación muy estrecha entre Institución y Constitución.

Las constituciones se construyen basadas en estas instituciones asentadas, coronan el proceso, están muy relacionadas a las formas en que los miembros de un estado o nación o comunidad se relacionan entre sí. En sentido estricto, las constituciones no cambian la forma de relacionarse los seres humanos, sino que dan sentido jurídico y político a las instituciones. Una Constitución es un pacto entre los miembros de una comunidad, estado o nación. Por lo tanto, modificar dicho pacto significa, o debe significar, que en la práctica se está constatando un divorcio entre la Constitución y las instituciones. O hay nuevas actividades, nuevas prácticas, nuevas instituciones que demandan que sean tomadas en cuenta por la Constitución.

Cambiar una Constitución no es garantía de más democracia o menos democracia, a menos que para reformarla se realice un proceso de consulta y concertación con la diversidad de sectores nacionales. Hay que tener evidencias de que los miembros del Estado realmente necesitan redefinir el pacto que les da sentido a la nación. Reformar la Constitución es hacer un proceso de reingeniería jurídico-política y social. En la actualidad, ¿hay posibilidades reales de llevar a cabo un proceso de esta naturaleza? Creo que no. Hay que olvidarse de reformar la Constitución.

Quienes quieren una sociedad dominicana más democrática, deberían concentrar sus fuerzas en ver cómo pueden contribuir a que el “país avance desde un gobierno no democrático a otro democrático, logrando que los arreglos democráticos se conviertan en prácticas, para que estas desemboquen en instituciones asentadas”. Luego comencemos a pensar en cambiar la Constitución para dar sedimento a esas instituciones democráticas.

Los que están promoviendo una Reforma Constitucional con los mismos legisladores que incluyeron la reelección y que ofrecieron aquel triste espectáculo hace dos años -en el que se evidenció mucha estulticia y clientelismo- están liberando los demonios de la Caja de Pandora y corren el riesgo de ser vencidos y arrastrados, con todo y demonios, a la caja. Con la actual correlación de fuerzas, la Reforma Constitucional se inclinará hacia el clientelismo y el autoritarismo. Sería bueno que la elite política y social dominicana deje de hablar de Reforma Constitucional por los próximos ocho años. Le ahorraríamos mucha energía social al país.

Ramón Tejada Holguín
El Caribe
11/noviembre/2004