Quizás alguna de ellas miraba absorta esas muñecas espigadas en manos de otras niñas o exhibiéndose en los escaparates de hermosas tiendas. Es posible que primero quisiera jugar con ellas y después parecérseles, colocarse en algún escaparate en Ámsterdam cual maniquí impúdico. Talvez alguna de ellas, de niña, se paseaba por la playa con sus moñitos recién hechos imaginando que uno de esos hombres, turistas semidesnudos colorados de sol, sería la puerta hacia la casa de la esbelta muñeca de perfecta formas.
¿En qué momento se dieron cuenta que sus cuerpos podían ser su medio de producción? ¿Y si algún familiar las acariciaba con cara de sátiro y las inició en el comercio del placer? Estoy seguro que ninguna de ellas, ahora las seis muertas por asfixia, tuvo la oportunidad de elegir entre un abanico de opciones, de ser la protagonista de su historia. Estoy seguro que una concatenación de hechos sobre los que no tuvieron control las llevó hacia el Jazzy's Elite Club propiedad, según la prensa, de Esdras Pérez Borges, en la cual murieron por asfixia debido a negligencias, indiferencias e irresponsabilidades múltiples.
¿Alguien pregunta por qué a uno de los tres hombres jóvenes muertos le llamaban lobo? A quién le importa que el lobo tuviera 22 años y que prefiriera quedarse a dormir en el club para no andar de madrugada arriesgándose en las inseguras calles, sin saber el peligro que corría durmiendo en un sitio herméticamente cerrado, en una jaula, en un lugar público sin salida de emergencia, y un guardián con la orden de no dejar salir ni entrar a nadie. Murieron nueve personas, por asfixia, y yo acuso directamente a la indolencia en que vivimos, a unas autoridades que no cumplen con su deber, a la calidad del sistema eléctrico. Acuso y me acuso.
Nada podrá levantar de las tumbas esas nueve vidas jóvenes, pero algo debe hacerse para impedir que vuelvan a ocurrir hechos similares. ¿Quién, llorando, dirá un panegírico y exigirá una investigación a fondo de los hechos? ¿Quién indignado dirá que el Estado dominicano le está fallando al soberano pueblo y la muerte de nueve personas es una metáfora irrebatible?
Irrebatible, sí señor, sí señora. Piensen ustedes en lo siguiente, las nueve personas murieron por asfixia, provocada por el humo de un fuego que no fue apagado por bombero alguno. La causa del fuego fue un cortocircuito, provocado o por negligencia de quienes construyeron las instalaciones eléctricas o por las deficiencia en el servicio energético. La única puerta para entrar y salir del lugar estaba cerrada con cadenas, no había ventana, no había salida de emergencia, pero alguien aprobó esa construcción, alguien la construyó, alguien no la supervisó. ¿Quién es responsable de vigilar para que los centros de diversión del tipo que sea cumplan con las normativas de seguridad? Muchas instituciones del Estado no cumplieron con su deber y eso costó esas nueve vidas jóvenes.
Para colmo veo que estamos perdiendo la capacidad de indignación en la nación, que nos estamos acostumbrando a la negligencia criminal. Fueron nueve vidas jóvenes señoras y señores, ¿nos vamos a quedar de brazos cruzados esperando que la tragedia ocurra en un centro del polígono central, que mueran hijos o hijas de las clases media y alta para comenzar a preocuparnos y demandar acción y demandar justicia?
¿En qué momento se dieron cuenta que sus cuerpos podían ser su medio de producción? ¿Y si algún familiar las acariciaba con cara de sátiro y las inició en el comercio del placer? Estoy seguro que ninguna de ellas, ahora las seis muertas por asfixia, tuvo la oportunidad de elegir entre un abanico de opciones, de ser la protagonista de su historia. Estoy seguro que una concatenación de hechos sobre los que no tuvieron control las llevó hacia el Jazzy's Elite Club propiedad, según la prensa, de Esdras Pérez Borges, en la cual murieron por asfixia debido a negligencias, indiferencias e irresponsabilidades múltiples.
¿Alguien pregunta por qué a uno de los tres hombres jóvenes muertos le llamaban lobo? A quién le importa que el lobo tuviera 22 años y que prefiriera quedarse a dormir en el club para no andar de madrugada arriesgándose en las inseguras calles, sin saber el peligro que corría durmiendo en un sitio herméticamente cerrado, en una jaula, en un lugar público sin salida de emergencia, y un guardián con la orden de no dejar salir ni entrar a nadie. Murieron nueve personas, por asfixia, y yo acuso directamente a la indolencia en que vivimos, a unas autoridades que no cumplen con su deber, a la calidad del sistema eléctrico. Acuso y me acuso.
Nada podrá levantar de las tumbas esas nueve vidas jóvenes, pero algo debe hacerse para impedir que vuelvan a ocurrir hechos similares. ¿Quién, llorando, dirá un panegírico y exigirá una investigación a fondo de los hechos? ¿Quién indignado dirá que el Estado dominicano le está fallando al soberano pueblo y la muerte de nueve personas es una metáfora irrebatible?
Irrebatible, sí señor, sí señora. Piensen ustedes en lo siguiente, las nueve personas murieron por asfixia, provocada por el humo de un fuego que no fue apagado por bombero alguno. La causa del fuego fue un cortocircuito, provocado o por negligencia de quienes construyeron las instalaciones eléctricas o por las deficiencia en el servicio energético. La única puerta para entrar y salir del lugar estaba cerrada con cadenas, no había ventana, no había salida de emergencia, pero alguien aprobó esa construcción, alguien la construyó, alguien no la supervisó. ¿Quién es responsable de vigilar para que los centros de diversión del tipo que sea cumplan con las normativas de seguridad? Muchas instituciones del Estado no cumplieron con su deber y eso costó esas nueve vidas jóvenes.
Para colmo veo que estamos perdiendo la capacidad de indignación en la nación, que nos estamos acostumbrando a la negligencia criminal. Fueron nueve vidas jóvenes señoras y señores, ¿nos vamos a quedar de brazos cruzados esperando que la tragedia ocurra en un centro del polígono central, que mueran hijos o hijas de las clases media y alta para comenzar a preocuparnos y demandar acción y demandar justicia?
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
30 de noviembre del 2006