Ruth Herrera, compañera y amiga del alma, inicia sus colaboraciones a "Desde el País de Alicia", con este texto sobre la novela de Antonio Benítez Rojo "Mujer en traje de batalla". La tendremos durante el próximo mes todos los viernes. Luego, sus colaboraciones saldrán el último viernes de cada mes. Sus textos se publican en la Revista U.
Firmado: El conejito blanco.
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Ruth Herrera
Empezaré por la historia de Henriette Faber, nacida en Lausana, 1791. Fue una mujer que rompió esquemas, empuñó el bisturí quirúrgico y calzó botas de guerra en las primeras décadas de 1800, al servicio del gran ejército de Napoleón, quien pretendía extender su imperio por Europa y Rusia.
A Henriette la crió su tía Margot, de cuyo ejemplo aprendió sus “únicas” virtudes –es ella quien lo afirma-: perseverancia, resistencia física y capacidad para tomar decisiones en momentos adversos. También le agradecerá las lecciones de equitación, imprescindibles posteriormente. Una y otra vez, a lo largo de casi 500 páginas, hará galas de esta dote.
Era alta y agraciada; cuando decidió hacerse pasar por hombre para entrar a la escuela de medicina –vedada entonces a las mujeres- sería de rostro barbilampiño. Enamorada hasta la médula de un oficial de húsares de la Grande Armée de Napoleón, quiso seguirlo y muy temprano su vida se enrumbó hacia los campos de batalla, a tono con la época.
Más tarde regresaría a los cuarteles, ahora varón reclutado como cirujano asistente. Anduvo a la sombra del tío Charles, también cirujano, modelo, mentor, protector, amigo, compañero de tropa.
En las campañas perfeccionó el ejercicio de la medicina, halló otros amores -sin distinción de sexo-, curtió su alma de horrores. Smoliensk, Moscú, Borodino, el cruce del Berezina: una carnicería sin fin bajo el opresor manto de la nieve y el frío implacable. Ciudades desiertas, humeantes escombros, fatiga extrema; hombres mutilados y extenuados, reducidos a puro instinto animal…
“Mujer en traje de batalla” es el libro del narrador cubano Antonio Benítez Rojo, quien cede la palabra a su protagonista para que cuente sus memorias. Así mismo se titula un hipotético lienzo encontrado a la orilla de algún camino por Henriette, quien lo consideró “algo entrañable que me había pertenecido, que había perdido sin saberlo y ahora regresaba para anunciarme que su destino marcharía junto al mío”. En él figura una mujer joven, de perfil, vestida con chaqueta roja.
Tiempo después, atendiendo una invitación de Maryse, su gran amiga, llegó a Cuba como el doctor Enrique Fabel. Allí la mujer que tomó por esposa la desenmascaró y la denunció, a pesar de que Fabel le había revelado su verdadera identidad. Sufrió cárcel y un duro proceso judicial. El recuento termina en Nueva York; no se sabe dónde pasó el resto de sus días.
Ruth Herrera
Revista U
Febrero 2011
Alicia persigue un conejito blanco por vericuetos inenarrables: en el trayecto descubre un país de maravillas que ella transforma y a ella la transforma. Demandar la construcción de una sociedad democrática es igual: se construye la democracia y el trayecto nos descubre nuevos espacios para la acción colectiva. Alcanzar la meta es el fin del relato, pero el relato social es interminable. Desde el País de Alicia es mi persecución del conejito de la democracia, en este país de ambiguas maravillas.
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Censo, juventud y frustración
¿Para qué sirven los datos de un censo? ¿Por qué nos lamentamos tanto de que el último censo tenga tantas dificultades y se sospeche de su calidad? En primer lugar, porque es imposible planificar sin datos, y parecería que esa seguirá siendo la norma.
En segundo lugar porque las políticas públicas no pueden diseñarse sin tomar en cuenta la estructura de edad de la población, el nivel de crecimiento de ésta y la forma en que se distribuye según sexo, edad y área geográfica.
Miremos el impacto que tiene la estructura de edad sobre las políticas públicas, a modo de ejemplo. El cambio demográfico ha sido espectacular, pero nuestras políticas públicas cambian lentamente: desde 1950 a la fecha la población se ha multiplicado por 3.9, pasando de 2.4 millones de habitantes para 1950 a 9.4 millones en 2011. Construcción y habilitación de hospitales, escuelas y viviendas no crecen en la misma proporción.
El porcentaje de personas jóvenes, en edad de trabajar, casarse y formar una familia crece aceleradamente, mientras disminuye la proporción de niños y niñas, porque nacen menos hijos e hijas por cada mujer, y aumentan los y las envejecientes, porque se reduce la mortalidad y la esperanza de vida se hace mayor.
Este crecimiento de la población y la relación entre los grupos de edad demandan que las autoridades modifiquen la estructura del gasto público, específicamente el gasto social, y exigen políticas de empleo y educación adecuadas. El número de jóvenes que necesitan educación media y universitaria aumenta más rápido que el número de niños y niñas que necesitan educación primaria, el aumento de los envejecientes modifica el tipo de atención en salud que necesita el país.
El cambio demográfico, en palabras del BID, puede verse como una “ventana de oportunidades”, en especial porque tenemos una proporción mayor de personas en edad de trabajar. En efecto, en 1950 por cada 100 personas en edad de trabajar existían 91 dependientes (niños, adolescentes y envejecientes), aumentando a 101 en 1960, para bajar a 61 en el 2000. Muy probablemente, cuando logremos conocer las cifras del censo recién realizado, descubriremos que el nivel de dependencia es todavía menor.
Tantas personas en edad de trabajar puede ser una "oportunidad" que si no se sabe aprovechar podría convertirse en pesadilla. Si las escasas oportunidades educativas y de empleo de la juventud persisten y se amplían, los y las jóvenes pueden ver bloqueadas sus oportunidades de progreso, provocando que busquen la satisfacción de sus necesidades a cualquier precio. Lo que contribuiría a que los estilos de vida de riesgo, que provocan el crecimiento del embarazo en adolescentes, la delincuencia y el consumo de drogas, crezcan aceleradamente. También a la profundización del círculo de la pobreza.
Si las nuevas generaciones ven bloqueadas sus posibilidades de ascenso social, su frustración e impotencia pueden ser una de las principales causas del aumento de la violencia y la delincuencia en las grandes ciudades como el Gran Santo Domingo, Santiago y San Francisco de Macorís, entre otras.
Ramón Tejada Holguín
Perspectiva Ciudadana
El Caribe
24 Mayo 2011
Ilustración robada a Banksy (otra más)
En segundo lugar porque las políticas públicas no pueden diseñarse sin tomar en cuenta la estructura de edad de la población, el nivel de crecimiento de ésta y la forma en que se distribuye según sexo, edad y área geográfica.
Miremos el impacto que tiene la estructura de edad sobre las políticas públicas, a modo de ejemplo. El cambio demográfico ha sido espectacular, pero nuestras políticas públicas cambian lentamente: desde 1950 a la fecha la población se ha multiplicado por 3.9, pasando de 2.4 millones de habitantes para 1950 a 9.4 millones en 2011. Construcción y habilitación de hospitales, escuelas y viviendas no crecen en la misma proporción.
El porcentaje de personas jóvenes, en edad de trabajar, casarse y formar una familia crece aceleradamente, mientras disminuye la proporción de niños y niñas, porque nacen menos hijos e hijas por cada mujer, y aumentan los y las envejecientes, porque se reduce la mortalidad y la esperanza de vida se hace mayor.
Este crecimiento de la población y la relación entre los grupos de edad demandan que las autoridades modifiquen la estructura del gasto público, específicamente el gasto social, y exigen políticas de empleo y educación adecuadas. El número de jóvenes que necesitan educación media y universitaria aumenta más rápido que el número de niños y niñas que necesitan educación primaria, el aumento de los envejecientes modifica el tipo de atención en salud que necesita el país.
El cambio demográfico, en palabras del BID, puede verse como una “ventana de oportunidades”, en especial porque tenemos una proporción mayor de personas en edad de trabajar. En efecto, en 1950 por cada 100 personas en edad de trabajar existían 91 dependientes (niños, adolescentes y envejecientes), aumentando a 101 en 1960, para bajar a 61 en el 2000. Muy probablemente, cuando logremos conocer las cifras del censo recién realizado, descubriremos que el nivel de dependencia es todavía menor.
Tantas personas en edad de trabajar puede ser una "oportunidad" que si no se sabe aprovechar podría convertirse en pesadilla. Si las escasas oportunidades educativas y de empleo de la juventud persisten y se amplían, los y las jóvenes pueden ver bloqueadas sus oportunidades de progreso, provocando que busquen la satisfacción de sus necesidades a cualquier precio. Lo que contribuiría a que los estilos de vida de riesgo, que provocan el crecimiento del embarazo en adolescentes, la delincuencia y el consumo de drogas, crezcan aceleradamente. También a la profundización del círculo de la pobreza.
Si las nuevas generaciones ven bloqueadas sus posibilidades de ascenso social, su frustración e impotencia pueden ser una de las principales causas del aumento de la violencia y la delincuencia en las grandes ciudades como el Gran Santo Domingo, Santiago y San Francisco de Macorís, entre otras.
Ramón Tejada Holguín
Perspectiva Ciudadana
El Caribe
24 Mayo 2011
Ilustración robada a Banksy (otra más)
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