Hace alrededor de 70 años Miguel Matamoros exhibió al mundo sus lágrimas negras:
“Y lloro sin que tú sepas
“Y lloro sin que tú sepas
que el llanto mío
tiene lágrimas negras
tiene lágrimas negras
como mi vida”.
Hoy exhibo las mías.
Las muestro por muchas razones y no son “las mil razones” de Juan Luis Guerra.
No las exhibo para que la Ruth me perdone por algo que pude o no haber hecho.
Enseño mis lágrimas negras pensando en Fermín Holguín Bonó, mi abuelo materno, negro de pura cepa y cuyo color de piel yo envidiaba cuando era niño.
Conocí la poesía de sus labios.
Recitaba como nadie. Era yo incapaz de descifrar bien el alfabeto y él ya me enseñaba a recitar uno de sus poemas jocosos y vivía, yo, orondo declamándolo a diestra y siniestra.
Sembró en mí este gusanillo del interés por la política y los estudios sociales. Sólo un paso separa la sensibilidad poética de la sensibilidad política.
Pero, en realidad no es él quien motiva la exposición de mis lágrimas negras.
Hablé de mi abuelo materno para que quede claro que él es quien tiñe de negro mis lágrimas. Me siento orgulloso de este abuelo mío.
Sin embargo, no lloro por él, sólo lo recuerdo, fue un febrero la última vez que lo vi lleno de vida a pesar de que le habían amputado una pierna. Pienso en él y cómo me habría gustado conocerlo mejor, visitarlo más en su Río San Juan.
Hago ostensible este lamento mío por un país que se resiste a la democracia y la modernización, por nuestra nación, la mía, la del abuelo y la suya. Ése es el motivo de mis lágrimas negras.
En realidad creo que debería ser la patria quien llore lágrimas negras. Yo intenté no llorar y tomar algunas cosas a chiste.
Por ejemplo, cuando me entero de sentencias que mejor deberían ser llamadas “crónica del desmoronamiento de una estructura jurídica o de cómo empezar aceptando la prevaricación y la corrupción como algo accesorio y finalizar aceptando que las leyes humanas, y las sociales y la justicia se basen en la ley de la selva o de la selección natural en la cual sólo el más corrupto o el que tenga menos escrúpulos sobrevive”. ¿No es para llorar lágrimas negras este hecho?
No es para llorar lágrimas negras ver tanto politicos acusados de corrupción durante el gobierno de Hipólito ser premiados con cargos de secretarios de estado sin cartera (las minusculas son a propósito), ¿será que no le ponen carteras porque se piensa que las llenarán? Ay, pero esos mismos tenían cargos en el gobierno de Balaguer.
Esas cosas contradicen lo que me decía mi abuelo sobre el respeto a las leyes, la justicia y todas esas cuestiones que ahora parecen ser accesorias. Puros accesorios de lujo. Mi abuelo fue un Juez de Paz íntegro y muy querido. Su muerte provocó tres días de duelo en un pueblo conocido por el jolgorio y las fiestas, como es Río San Juan.
Dentro de unos años quisiera ver visto como un anciano que aconseja sabiamente a sus nietos, ¿pero quién me va a hacer caso? Los ejemplos como mi abuelo son cada vez más escasos, casi nulos. Nadie prestará atención en el futuro a lo que diremos ciertos viejitos cascarrabias que hablaremos de la ética, la moral y la buena ciudadanía.
Bueno, eso ocurrirá si no hacemos un alto y al lodazal que cada vez más arropa la competencia política no le decimos un ¡basta ya! enérgico, real y comprometido.
Al tejido social no le caben más agujeros. Este politiCastro que lanza dinero desde helicópteros que se premia con candidaturas nacionales, estos nombramientos de oportunistas que sin empacho cambian de color partidario como quien cambia el pantaloncillo sucio, estos políticos que reciben orondos a la gente en lujosas salas de mansiones que deberían ser cuerpos del delito, estos mentirosos políticos que enlodan micrófonos radiales para destilar su bilis inservible, estos buitres que acusan a las palomas de no volar a su lado, estas y otras muchas cosas más son el mensaje nefasto que se envía a la juventud, a esos que algún día nos sustituirán. ¿Qué sociedad crearán unos jóvenes educados en esos "valores"?
Y esos mensajes dicen “que más vale el dinero que la justicia”, “que la capacidad de chantaje político está por encima de la sociedad y de las leyes”, “que la estulticia puede seguir teniendo poder fuera de la presidencia” que carecemos de un liderazgo basado en un proyecto de nación que tome en cuenta la necesidad de una ética de mínimos (en el sentido de Cortina).
Con mensajes como esos cualquier abuelo honesto será visto por sus nietos y nietas como un gran pendejo.
Fermín Holguín Bonó, no me dejo fortuna material, me lego un ejemplo y el amor por las palabras pronunciadas y escritas de manera responsable y honesta.
Estas acciones del liderazgo político y social que reseñamos favorecen un cambio en la escala de valores de la sociedad, un cambio negativo, hacia cierta barbarie selvática y nos retornan a una vida basada en el individualismo egoísta.
Me hace falta mi abuelo, quisiera decirle muchas cosas que no le dije en vida. Pero temo que, viendo la nación como va y tomando en cuenta el color de su piel, si estuviera vivo quizás me lo habrían mandado para Haití o agredido vilmente o quemado su casa. ¿Cómo no llorar lágrimas negras? ¿Cómo no mostrar en público mi llanto?
Ramón Tejada Holguín
tiene lágrimas negras
tiene lágrimas negras
como mi vida”.
Hoy exhibo las mías.
Las muestro por muchas razones y no son “las mil razones” de Juan Luis Guerra.
No las exhibo para que la Ruth me perdone por algo que pude o no haber hecho.
Enseño mis lágrimas negras pensando en Fermín Holguín Bonó, mi abuelo materno, negro de pura cepa y cuyo color de piel yo envidiaba cuando era niño.
Conocí la poesía de sus labios.
Recitaba como nadie. Era yo incapaz de descifrar bien el alfabeto y él ya me enseñaba a recitar uno de sus poemas jocosos y vivía, yo, orondo declamándolo a diestra y siniestra.
Sembró en mí este gusanillo del interés por la política y los estudios sociales. Sólo un paso separa la sensibilidad poética de la sensibilidad política.
Pero, en realidad no es él quien motiva la exposición de mis lágrimas negras.
Hablé de mi abuelo materno para que quede claro que él es quien tiñe de negro mis lágrimas. Me siento orgulloso de este abuelo mío.
Sin embargo, no lloro por él, sólo lo recuerdo, fue un febrero la última vez que lo vi lleno de vida a pesar de que le habían amputado una pierna. Pienso en él y cómo me habría gustado conocerlo mejor, visitarlo más en su Río San Juan.
Hago ostensible este lamento mío por un país que se resiste a la democracia y la modernización, por nuestra nación, la mía, la del abuelo y la suya. Ése es el motivo de mis lágrimas negras.
En realidad creo que debería ser la patria quien llore lágrimas negras. Yo intenté no llorar y tomar algunas cosas a chiste.
Por ejemplo, cuando me entero de sentencias que mejor deberían ser llamadas “crónica del desmoronamiento de una estructura jurídica o de cómo empezar aceptando la prevaricación y la corrupción como algo accesorio y finalizar aceptando que las leyes humanas, y las sociales y la justicia se basen en la ley de la selva o de la selección natural en la cual sólo el más corrupto o el que tenga menos escrúpulos sobrevive”. ¿No es para llorar lágrimas negras este hecho?
No es para llorar lágrimas negras ver tanto politicos acusados de corrupción durante el gobierno de Hipólito ser premiados con cargos de secretarios de estado sin cartera (las minusculas son a propósito), ¿será que no le ponen carteras porque se piensa que las llenarán? Ay, pero esos mismos tenían cargos en el gobierno de Balaguer.
Esas cosas contradicen lo que me decía mi abuelo sobre el respeto a las leyes, la justicia y todas esas cuestiones que ahora parecen ser accesorias. Puros accesorios de lujo. Mi abuelo fue un Juez de Paz íntegro y muy querido. Su muerte provocó tres días de duelo en un pueblo conocido por el jolgorio y las fiestas, como es Río San Juan.
Dentro de unos años quisiera ver visto como un anciano que aconseja sabiamente a sus nietos, ¿pero quién me va a hacer caso? Los ejemplos como mi abuelo son cada vez más escasos, casi nulos. Nadie prestará atención en el futuro a lo que diremos ciertos viejitos cascarrabias que hablaremos de la ética, la moral y la buena ciudadanía.
Bueno, eso ocurrirá si no hacemos un alto y al lodazal que cada vez más arropa la competencia política no le decimos un ¡basta ya! enérgico, real y comprometido.
Al tejido social no le caben más agujeros. Este politiCastro que lanza dinero desde helicópteros que se premia con candidaturas nacionales, estos nombramientos de oportunistas que sin empacho cambian de color partidario como quien cambia el pantaloncillo sucio, estos políticos que reciben orondos a la gente en lujosas salas de mansiones que deberían ser cuerpos del delito, estos mentirosos políticos que enlodan micrófonos radiales para destilar su bilis inservible, estos buitres que acusan a las palomas de no volar a su lado, estas y otras muchas cosas más son el mensaje nefasto que se envía a la juventud, a esos que algún día nos sustituirán. ¿Qué sociedad crearán unos jóvenes educados en esos "valores"?
Y esos mensajes dicen “que más vale el dinero que la justicia”, “que la capacidad de chantaje político está por encima de la sociedad y de las leyes”, “que la estulticia puede seguir teniendo poder fuera de la presidencia” que carecemos de un liderazgo basado en un proyecto de nación que tome en cuenta la necesidad de una ética de mínimos (en el sentido de Cortina).
Con mensajes como esos cualquier abuelo honesto será visto por sus nietos y nietas como un gran pendejo.
Fermín Holguín Bonó, no me dejo fortuna material, me lego un ejemplo y el amor por las palabras pronunciadas y escritas de manera responsable y honesta.
Estas acciones del liderazgo político y social que reseñamos favorecen un cambio en la escala de valores de la sociedad, un cambio negativo, hacia cierta barbarie selvática y nos retornan a una vida basada en el individualismo egoísta.
Me hace falta mi abuelo, quisiera decirle muchas cosas que no le dije en vida. Pero temo que, viendo la nación como va y tomando en cuenta el color de su piel, si estuviera vivo quizás me lo habrían mandado para Haití o agredido vilmente o quemado su casa. ¿Cómo no llorar lágrimas negras? ¿Cómo no mostrar en público mi llanto?
Ramón Tejada Holguín