¿Planificar sin información?

Quienes se dedican a la investigación tienen que hacer de tripa corazón para obtener informaciones confiables sobre el país. Hay una gran ausencia de datos desagregados según las demarcaciones geográficas, sobretodo por provincias. Lo más difícil es encontrar series de tiempo de las variables relevantes que permitan observar los fenómenos de forma dinámica, en su evolución, para construir hipótesis que puedan ser falsificadas o confirmada, y para planificar mejor el uso de los recursos escasos. La planificación y las informaciones en nuestro país parecen ir hacia un portentoso desencuentro.

Los registros vitales son deficientes por lo que no proveen información oportuna y de calidad sobre los indicadores de morbilidad, mortalidad, entre otros. Las encuestas oficiales han sido cuestionadas por la inconsistencia en los datos presentados y la calidad de los mismos. En octubre del 2002 la Oficina Nacional de Estadísticas realizó el VIII Censo Nacional de Población y Vivienda cuyos resultados han sido cuestionados debido al desorden de la recolección de información y las omisiones comprobadas. La publicación de sus resultados tardó más de un año y no se dieron a conocer todas las variables contenidas en el cuestionario.

Esto impide su utilización en las proyecciones demográficas del país lo que introduce algunos sesgos en el cálculo de medidas tan importantes como el ingreso per cápita, la tasa global de participación, la esperanza de vida al nacer, entre otras. Las variables importantes para la medición del índice de desarrollo humano hay que verlas con ciertos recelos y aceptar que son aproximaciones y que su calidad es relativa, sobre todo cuando se desagregan por provincias.
No contamos con un sistema periódico de encuestas de hogares que permita darles seguimiento a los principales indicadores del desarrollo humano. Los centros de investigación no gubernamentales han asumido parcialmente dicha actividad con la limitación de que las encuestas de hogares ejecutadas en los últimos años han dependido del financiamiento internacional, y no de la agenda de necesidades estratégicas para la planificación.
Otra fuente de datos proviene del Banco Central de la República Dominicana que le da seguimiento al mercado de trabajo, la pobreza y distribución del ingreso en el país a través de sus encuestas anuales de fuerza de trabajo y las de gastos e ingresos. Estos datos han sido fuertemente cuestionados sobre la base de su debilidad metodológica e inconsistencias observadas en las series estadísticas publicadas. La crítica más certera a los datos de las encuestas del Banco Central la realizó el profesor de Harvard y gurú de los estudios de mercado de trabajo, Peter Gregory en el texto “Empleo y desempleo en la República Dominicana”, publicado por el mismo Banco Central en el 1997.

La falta de información bloquea la construcción de una política clara de población, de manera que la planificación social y la composición del gasto público nos permitan aprovechar el cambio demográfico cabalmente. (Cfr. Tejada Holguín, Ramón: ¿Cómo llega República Dominicana al nuevo milenio? En, Estudios Sociales, Número 130, Octubre-Diciembre 2002. Pp. 9-38).
¿Qué quiero decir con esto? Los datos disponibles nos dicen que la pirámide de la población tiende a ensancharse en las edades centrales, disminuyendo la proporción de niños y aumentando los envejecientes, pero aumentando en mayor medida la gente en edad de trabajar. Este crecimiento de la población demanda de las autoridades una modificación en la estructura del gasto público, específicamente el gasto social y de las políticas de empleo. El ensanchamiento de la pirámide provoca una mayor demanda en la educación media y la universitaria. El aumento de los envejecientes presiona el sistema de salud para que se redefina la oferta de los servicios. El ensanchamiento de las edades centrales demanda políticas de empleo y juventud que tomen en cuenta los cambios demográficos.

Si ese crecimiento del número de jóvenes va aparejado de un incremento de la exclusión y la falta de empleo, esos jóvenes tenderán a buscar formas no legales, ni institucionales de sobrevivir. Produciéndose de esa manera un aumento de la delincuencia, el consumo de drogas y la búsqueda de paraísos ficticios. Además, a través de la migración otros países se aprovecharan el potencial productivo de la población.

Si se presta atención a los fenómenos observados y se aprovecha el potencial que el cambio demográfico implica, la productividad del trabajo se elevará y la creación de riquezas será mayor. ¿Cómo se manifiesta este fenómeno en cada provincia? ¿Cuáles son las necesidades reales de cada provincia? No lo sabemos, y tenemos pocos datos para saberlo. Esa es la pura verdad. La lamentable verdad. Como tampoco sabemos hasta que punto estamos respondiendo a las auténticas demanda de la población dominicana. Ese es un gran reto.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
28/octubre/2004

Diatriba a la sumisión ciudadana

Definitivamente en la República Dominicana existe una tradición autoritaria y paternalista que ha afectado a todas las organizaciones del sistema político y de la sociedad en su conjunto, lo que obstaculiza la consolidación de la democracia dominicana y el establecimiento de instituciones sanas y confiables. Esa característica de la tradicional cultura política de la población dominicana ha obstaculizado los procesos de modernización, y provoca la debilidad institucional y la preeminencia de las relaciones primarias antes que la formalización de instituciones y reglas del juego estables y respetadas por todos.

Para conseguir que la democracia dominicana funcione efectivamente y que el tortuoso camino que recorre hacia su consolidación se debe dar vital importancia al estimulo del sentido de pertenencia de la ciudadanía con respecto al régimen político dominicano, que sus ciudadanos y ciudadanas no sean excluidos de los procesos de discusión y reforma como lo son y lo han sido. ¿Cuáles son los obstáculos y bloqueos culturales que debe enfrentar una cultura de participación y los procesos de ciudadanización? El fortalecimiento de las instituciones democráticas es impensable sin la participación directa de la ciudadanía. Democracia implica un proceso en el cual todo miembro de la sociedad se reconoce como tal y con derechos a decir y hacer en libertad, pero con el deber de cumplir reglas con las cuales se medirán a todos por igual.

Uno de los primeros en anotar los efectos del autoritarismo en la personalidad política de los dominicanos fue Jesús de Galíndez, intelectual español muerto por la dictadura. Según sus planteamientos el poder de la dictadura de Trujillo se basaba en que este había creado entre los dominicanos y dominicanas una visión del mundo en la cual para poder realizar cualquier acción cotidiana y normal, como conseguir trabajo o simplemente circular libremente, se debía expresar una clara adhesión al régimen. Si bien, con la muerte del dictador en el 1961 el país comienza a construir organizaciones gremiales, sindicales y ciudadanas, y se inician las actividades públicas de los partidos políticos creados en el exilio o la clandestinidad, está mentalidad no fue abolida, y la sumisión ante el poder sigue campeando por su fuero en nuestra cultura política, y lo peor es que todos los líderes la estimulan.

La visión de Galíndez se ve confirmada por la historia. Tres encuestas nacionales sobre la cultura política, Demos 94, 97 y 2001, sugieren que esta percepción del mundo todavía se encuentra enraizada en una proporción importante de la ciudadanía. Es cierto que hay avances, pero también hay todavía un largo trecho que recorrer en la construcción de una democracia estable. Hoy creo que el reto principal se encuentra en el sistema educativo. Es necesario que desde la escuela y la familia se estimule la autonomía y libertad del individuo, que se enseñe el respeto a la ley y no el temor autoritario, que confiemos en que podemos elegir de manera independiente nuestro destino.

Ramón Tejada Holguín
24 octubre 2004