Rol de la sociedad civil en la lucha contra la corrupción

Es de rigor agradecer la invitación a este evento sobre “10 años de Lucha contra la corrupción”. Y es de rigor precisar las dos categorías sobre las cuales me corresponde hablar: “sociedad civil” y “corrupción”.

Hay mucha confusión sobre lo que es y lo que no es sociedad civil, y hay quienes ayudan a perfilar la confusión, por lo que creo que es importante aclarar algunos equívocos: 1) La sociedad civil no es una organización en particular, o un par de organizaciones, 2) No es un objeto que pertenece a prestantes personas que tienen mucho tiempo luchando a favor de la democratización, cuya lucha es válida, pero no necesariamente significa que tienen una franquicia llamada sociedad civil, 3) No hay grupo alguno que certifique la pertenencia o no a las sociedad civil, y, por lo tanto, 4) la sociedad civil, en su sentido más amplio, somos la ciudadanía en su conjunto, y todas las organizaciones que construimos para defendernos.

Desde los grupos comunitarios, pasando por movimientos cívicos de las clases medias, desde las fundaciones, pasando por juntas de vecinos: la sociedad civil es plural y diversa, es heterogénea y marcada por la diferencia, por una diversidad de grupos que en ocasiones pueden coincidir y en otras diferir. Y mire usted qué casualidad, quizás, precisamente, la lucha contra la corrupción es uno de esos espacios en los cuales coinciden gran parte de las organizaciones de la sociedad civil.

Debo insistir en decirlo: ninguna organización ni persona puede llamarse a sí misma vocero o vocera legítima de la sociedad civil. Tampoco se podría decir que existe algo como grupo de notables que ofrece o que quita tarjetas de membresía a esa sociedad civil.

Podemos decir que la sociedad civil, o sea, la ciudadanía y sus organizaciones, deben jugar el papel estelar en la lucha por reducir el riesgo de que se cometan actos corruptos, podría decir que es la principal demandante de transparencia y de rendición de cuentas. Que su rol esencial es la supervisión, la vigilancia, la búsqueda de mecanismos para reducir el comportamiento corrupto en la nación. Pero, para jugar ese papel, las organizaciones de la sociedad civil deben tener una visión clara del fenómeno corrupción.

¿Tienen las organizaciones de la sociedad civil una visión clara del fenómeno que es la corrupción? Creo que hay desniveles, que no todas perciben el problema en toda su complejidad, magnitud e intensidad. En ocasiones parecen muy ingenuas y en otras se van por las ramas, cuando se trata de buscar y extirpar las raíces. La corrupción que comete un funcionario de baja categoría es insignificante cuando hablamos de las comisiones y los préstamos y las compras estatales, y el conflicto de interés.

Debemos ver las múltiples aristas y los diversos actores del “acto corrupto”, para poder elaborar líneas de acción efectivas en la lucha contra la corrupción. Empecemos por saber que en toda “acción de corrupción”, intervienen al menos tres actores de importancia.

Estos tres actores importantes son: Un funcionario público, - que algunas veces es el único beneficiario del acto corrupto-, pero la mayoría de las veces no es el único beneficiario, sino que hay un segundo actor, al cual bien podría llamarse el corruptor, generalmente este segundo actor se ubica dentro de la sociedad civil, particularmente entre los sectores empresariales u organizaciones que buscan beneficios particulares. Bien puede ocurrir que el mismo corrupto sea a la vez corruptor. El tercer actor importante del acto corrupto es la ciudadanía que confía los bienes públicos en manos de un gobierno que se supone elegirá el personal más idóneo para administrar esos bienes y de ahí que esa ciudadanía sea la más afectada por el acto corrupto.

En un acto de esta naturaleza hay todo un sistema compuesto por una acción (la corrupción), diversos actores (el público, o sea la ciudadanía; el corrupto, que generalmente es el funcionario público, y el corruptor, que generalmente es la parte podrida de la ciudadanía) y, hay un conjunto de actitudes y prácticas que estimulan el comportamiento corrupto, como hay una serie de valores y una visión que orienta la acción corrupta.

Si el acto corrupto se generaliza es porque resulta beneficioso, y carece de sanción. Sí. La falta de sanciones motiva su repetición. Y ese es uno de los efectos más perversos, y que contribuye a la espiral de corrupción que rodea a la mayoría de los gobiernos. Parafraseando a Roger Walters, de Pink Floyd, ese es otro de los ladrillos en el amplio muro de la corrupción pública.

Desde la sociedad civil muchas organizaciones y ciudadanos levantamos el grito al cielo y pedimos a jueces que den condenas ejemplares, y pedidos a la Dirección de Persecución de la Corrupción (DPCA) que someta nuevos casos, que nos diga en qué está la investigación del caso SOMO de la Junta Centra Electoral, que nos informes como va la situación de Refidomsa, que siga con el PEME, que los fraudes bancarios no queden impune, que indague de donde han sacado tanto dinero algunos funcionarios públicos, que expliquen ese crecimiento vertiginoso de sus riquezas. Que nos digan cómo puede ser que personas que tienen más de cien millones estén trabajando en el Estado por 70 u 80 mil pesos mensuales. ¿Altruismo absoluto?

Pedimos muchas cosas, y sobre todo pedimos y exigimos sanción, y pedir y demandar sanción forma parte de nuestro rol.

Ay, pero en la nación tampoco existe sanción en el mundo de lo privado, en el marco de lo moral, de la sociedad. Y esa sanción es responsabilidad de nosotros y nosotras. No aceptar una comida en la misma mesa en la que comen personas cuya trayectoria conocemos, debemos aunque sea darle una cortada de ojos a los corruptos con que nos topamos por las calles y en los centros de diversión, cambie el dial de su radio cuando ese que usted conoce quiere presentarse como oveja mansa cuando bien sabemos de su condición de lobo depredador.

Es que las organizaciones de la sociedad civil deben ver su rol desde toda la complejidad que caracteriza el acto corrupto y no deben limitarse a las típicas denuncias generales y a llorar porque los partidos y los políticos son malos, como si la maldad sólo existiera en un lado del mundo, en una esquina de la sociedad frente a nosotros. Debemos ver todas las aristas y los actores del flagelo. Y no se limiten a hacer turismo anticorrupción, de congreso en congreso y de convención en convención, mientras al muro de la corrupción se adicionan nuevos ladrillos.

Claro, creo que la sociedad civil dominicana debe, también, conocer de las buenas prácticas que en otros países se implementan. Sí, sostengo que técnicos venidos de allende los mares son indudablemente bienvenidos, siempre y cuando interactúen con los técnicos locales, y particularmente con las organizaciones que tienen experiencia en el combate local contra la corrupción administrativa. Que no se quiera siempre empezar de cero, como si nada hubiese existido antes. Es necesario provocar sinergia con la ciudadanía.

Hay un largo trecho que debe recorrer la sociedad dominicana para enfrentar de manera firme y contundente la corrupción administrativa. No es posible que mientras se firman acuerdos para enfrentar este grave problema, el país se vea sacudido por casos alarmantes de corrupción, sin que desde las más altas instancias gubernamentales se produzca una reacción contundente, que muestre el indudable distanciamiento de este tipo de prácticas, pero sobre todo queremos que nos den señales claras de que quienes cometan tales hechos serán sancionados judicial y moralmente.

Me imagino que algunos de ustedes se estarán preguntando: ¿Y cuándo comenzará éste a hablar sobre el papel de la sociedad civil en la lucha contra la corrupción? Les respondo que desde el inicio he estado cumpliendo con ese encargo. Porque nuestro rol, como ciudadanos y como miembros de organizaciones de la sociedad civil, es aprovechar todo espacio, todo lugar para exigir el cumplimiento de las promesas, para pedir que las leyes anticorrupción sean respetadas, respaldadas y profundizadas. Debemos admitir que una de las tareas es mejorar las organizaciones de la sociedad civil, hacerla más eficiente en la lucha. Nuestro rol como sociedad civil es reconocer que existen otras voces, dentro y fuera del gobierno, que reclaman la existencia de mecanismos de rendición de cuentas y una efectiva política anticorrupción, nuestro rol es unirnos a esas voces y hacer sinergia.

Nuestro rol es reclamar que la Comisión Nacional de Ética y Combate a la Corrupción, a la cual pertenecemos, juegue cada vez más un papel proactivo, que no se quede callada cuando se dan a conocer las escandalosas fortunas de funcionarios públicos, que no se quede callada cuando se hace evidente que hay Secretarios de Estado que viven en un conflicto de interés permanente, porque son empresarios en la misma rama de actividad que sus Secretarías deben regular o supervisar. Necesitamos urgentemente regular el conflicto de interés.

Nuestro rol es decir que la Comisión Nacional de Ética debe pedir muestras claras al Presidente de que hay la voluntad política de combatir la corrupción.

Y la sociedad civil debe invertir más tiempo y dinero en la fiscalización y supervisión de la Comisión Nacional de Ética, y apoyar las cosas que deben apoyarse, así como criticar las que deben criticarse.

Hay una parte de las organizaciones de la sociedad civil dominicana que han abandonado los trabajos dentro de la Comisión Nacional de Ética y Combate a la Corrupción. Que la han querido dejar a la deriva y eso a nadie conviene.

Nuestra labor es reclamar la existencia de una auténtica política anticorrupción, reclamar que todos los funcionarios públicos hagan sus declaraciones juradas de bienes al inicio de sus desempeños y al final. Y que la veracidad de las declaraciones sea comprobada.

Nuestro rol es exigirle eficiencia a la justicia dominicana, independencia, valor para evitar que gente con casos pendientes en la justicia ocupen puestos públicos de mucha delicadeza; y para evitar que tecnicismos legales exquisitos sigan abriendo las rejas de la cárcel para que los corruptos salgan en libertad.

Nuestro rol es alertar sobre la necesidad de una voluntad política dotada de una férrea visión moral que impida el saqueo de las arcas públicas.

Nuestro rol es recordar que el Presidente Leonel Fernández planteó que "la lucha anticorrupción no es la persecución política de los adversarios; una lucha anticorrupción se fundamenta esencialmente en poder garantizar rendición de cuentas, transparencia, cumplimiento por los deberes establecidos en la Constitución y en las Leyes por parte de los actuales miembros del Gobierno, así como de los Gobiernos anteriores y de los Gobiernos futuros que pudieran presentarse".

Y seguía diciendo el Presidente que su interés "como Presidente de la República es preservar la integridad moral de esta gestión y, eso no puede quedarse en un ámbito exclusivamente de retórica", y agregó que "tenemos que establecer mecanismos institucionales que establezcan controles, que establezcan una fiscalización de lo que se hace en todo el ámbito de la administración pública para cumplir con esta obligación de transparencia e integridad en el manejo de los fondos públicos."

Nuestro rol es pedir que esas palabras se cumplan, y recordar que las encuestas sostienen que la gente percibe que en este gobierno hay mucha corrupción. Y la percepción es poderosa, construye realidades.

Nuestro rol como ciudadanos pertenecientes a la sociedad civil es pedir que se cumpla con las promesas y compromisos contraídos.

Sí, sabemos que los problemas de la corrupción en nuestro país están vinculados a la falta de instituciones fuertes, al clientelismo, a la debilidad en la aplicación de los marcos legales y su adaptación, al patrimonialismo, a los ineficientes controles, a la falta de aplicación e incumplimiento de las normas y reglamentos, y también a la débil participación de la ciudadanía en el mundo de lo público, y también a la débil participación de la ciudadanía en el mundo de lo público, y también…

Combatir este flagelo que, cual grasienta mancha pastosa de petróleo nauseabundo, se difunde por toda la sociedad, no es tarea de una organización social, o de un partido, o de un buen presidente, o de un gobierno, o de buenos legisladores, o de organizaciones específicas de la sociedad civil o de personas prestantes. En el combate a la corrupción, todos y todas tenemos un rol activo, sobre todo aquellos que son los más perjudicados por el acto de corrupción: los pobres y sus organizaciones.

Nuestro rol es propiciar que la mayor cantidad de organizaciones civiles unan sus esfuerzos en el combate contra este monstruo de mil caras y cientos de mascaras. Que no se sigan dispersando los esfuerzos en fútiles rencillas y búsqueda de protagonismos.

Sé que algunos de ustedes están pensando que debo ahora hablar de las propuestas sobre cómo combatir la corrupción. Pues debo confesarles la verdad: propuesta las hay por doquier. En libros, revistas y la Internet. Hermosas ideas sobre cómo debe puede participar la sociedad civil las encontramos en muchos lugares. Por ejemplo, una de las propuestas más interesante la realiza Transparencia Internacional. Esta institución habla de la necesidad de Construir Sistemas Nacionales de Integridad.

Los puntos básicos planteados por esta ONG internacional son: 1) Que las tomas de decisiones gubernamentales se realicen con transparencia y se establezca un sistema de rendición de cuentas, 2) que funcione una Cámara de Cuenta efectiva e independiente, así como una Defensoría del Pueblo, 3) que haya realmente libre acceso a la información pública y acceso a las informaciones oficiales, 4) que exista un sector empresarial responsable y vigilante, 5) que se cuente con un sistema judicial compuesto por jueces, fiscales e investigadores independientes, 6) que haya un poder legislativo elegido a través de elecciones transparentes, el cual ejerza su función constitucional de tomar acciones punitivas contra los funcionarios públicos.

Excusen, de repente he sentido algo extraño. Deja vu, creo que le llaman a este sentimiento. Deja vu. Creo que he dicho lo mismo decenas de veces, las mismas palabras, gobiernos diferentes, la misma corrupción. Creo haber estado en este lugar, con personas similares a ustedes diciendo más o menos lo mismo, casi con las mismas palabras. ¿Qué nos falta para que la próxima vez no debamos volver sobre lo dicho y ser presos de este sentimiento de Deja vu?

Todo lo que hemos dicho será palabras al viento, deja vu permanente, si no hay dolientes que hagan suya la lucha, si no hay organizaciones independientes que luchen por convertir el combate a la corrupción en un movimiento social, en una gran demanda inapelable, en una hermosa catarata incontenible. Ese es el gran reto. Sólo así podremos real y efectivamente construir un auténtico blindaje contra la corrupción.

Creo que podemos ganar la batalla, creo que podemos, creo que podemos, creo que podemos. Sé que muchos me mirarán como si fuera un soñador. Tal vez lo sea. Pero, en momentos como éste, roquero impenitente, recuerdo a John Lennon cantando:

"Dirán que soy un soñador
pero no soy el único,
yo espero que alguna vez
te unas a nosotros".

Les espero.

Ramón Tejada Holguín
Conferencia dictada en el seminario Evaluación de 10 años de Lucha contra la Corrupción. Celebrado en el Auditorio Leonel Rodríguez Rib de la Universidad APEC. 26 de Julio del 2007. Organizado por el Comisionado de Apoyo a la Reforma y Modernización de la Justicia (CARMJ), la Dirección de Persecución de la Corrupción Administrativa (DPCA) de la Procuraduría General de la República y la Universidad APEC.

DOS DECLARACIONES

SOCIOLOGO TEJADA HOLGUIN
Pide vencer partidocracia

Como diagnóstico, es correcto el planteamiento del presidente Leonel Fernández de que la “partidocracia” ha primado sobre la “meritocracia” en la administración pública, pero faltan hechos concretos que demuestren la voluntad política del mandatario para superar la dañina práctica, a juicio del sociólogo Ramón Tejada Holguín.

A eso que el presidente define como “partidocracia”, Tejada Holguín prefiere llamarle simplemente clientelismo, y reconoce que se trata de un fenómeno histórico de no fácil solución, pero insiste en que más que discursos se necesitan hechos para vencerlo.

“El diagnóstico es correcto, y la medida para resolverlo es aplicar la Ley de Carrera Civil y Administrativa, el contrato de las personas precisamente en función de sus méritos y las capacidades que tenga”, expresó Holguín.

Subrayó que todos los cargos públicos, menos algunos puestos clave, cuyos encargados deben ser de la confianza del Presidente, tienen que se ganados mediante concurso público.

El pasado viernes el presidente Fernández reconoció que hasta ahora en el país ha prevalecido la “partidocracia” sobre la “meritocracia” al momento de nombrar los empleados y funcionarios públicos, empero afirmó que su gobierno está empeñado en la creación de un estatuto que garantice la contratación y permanencia en sus cargos de los funcionarios en base al mérito.

Al respecto, Tejada Holguín recalcó que la idea es correcta, “ahora, lo que a uno le habría gustado escuchar es ¿cuáles son las medidas que se están implementando?, ¿cuál es el compromiso de su gobierno con esa medida?, ¿dónde están los hechos concretos para ir reduciendo, precisamente ese poder de la partidocracia y el clientelismo?”.

En su opinión, cuando el mandatario hizo su reflexión probablemente estaba pensando en los compromisos en que entran los presidentes con los partidos que les llevan al poder, y cómo tienen dificultades para introducir cambios en el tren gubernamental.

German Marte
Hoy, 14 de Julio 2007

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Ven plan de EE debe ser "a largo plazo"

Tejada Holguín cree que Estrella debe ser paciente y entender que está en la etapa de construcción de una nueva opción

El sociólogo Ramón Tejada Holguín consideró "lógica e inteligente" la decisión de Eduardo Estrella de declararse independiente, aunque advirtió que no necesariamente este podría lograr convertirse en corto plazo en una opción de poder.

Indicó que su decisión tiene sentido debido a que el discurso que había enarbolado sobre la necesidad de una revolución moral y la imagen que ha vendido no se corresponde con lo que sucedió en el Partido Reformista, el cual eligió a un candidato "que practica y defiende" el clientelismo político.

Indicó que en las primarias reformistas no solo estaba en juego la candidatura presidencial, sino que también se disputaban dos formas distintas de hacer política.

"Yo creo que ni Eduardo, ni su discurso, ni su visión de la política, por lo menos en el sentido que él la ha vendido, tenían cabida en el PRSC", comentó.

Empero, recalcó que si Estrella está pensando en buscar un espacio electoral inmediato podría llevarse una sorpresa porque probablemente no lo lograría.

"Ahora, si él está pensando en un proyecto de más largo plazo, y utilizar la actual coyuntura para dar a conocer una nueva opción, sí puede tener éxito, porque en República Dominicana cada vez más hay la necesidad de algo fresco, nuevo y distinto", expresó.

Héctor Marte Pérez.
Diario Libre, 24 de Julio 207