Hoy quiero traerles unas palabras de aliento. Decirles que hay posibilidades para el perfeccionamiento de la democracia y estímulos para el cambio en la cultura política, que hay esperanzas para la construcción de una República Dominicana nueva y mejor.
Noté que algunos de ustedes inhalaron aceleradamente mucho aire y lo echaron con violencia por la nariz, otras miraron hacia las nubes y se encogieron los hombros, como si todo su cuerpo quisiera decir que son pueriles mis palabras y deseos. Cuando asumimos esa actitud de desaliento las probabilidades de cambio se reducen substancialmente.
Sí, ya sé que el escepticismo no flota en el aire, que descansa en la observación de que la cultura política dominicana se funda en el “dame lo mío” y en esa irrefrenable pulsión por ser un “matatán” o una “matatana”, que mucha gente quiere ser especial y resolver todo con un enllave y por vías no institucionales. Pero, les digo que esas actitudes son parte de los obstáculos que bloquean las iniciativas democráticas y nos hacen ver las cosas más difíciles de lo que ya son.
Lo primero es recuperar la capacidad de creer en nosotros mismos, en nuestras fuerzas, convencernos de que sí podemos hacer la diferencia.
Es verdad que quienes se benefician de la fragilidad de las instituciones abominan del establecimiento de reglas del juego iguales para todos y todas, que quienes tienen el sartén por el mango no lo van a soltar. Por eso pienso que debemos quitarle el sartén y el mango y luchar porque todos y todas respeten las reglas.
No es bueno decir: “es que los dominicanos y las dominicanas somos así” o ponernos a todos en el mismo saco. Tampoco es positivo colocarse a un lado del camino, desesperanzados y sin aliento. Esas posiciones son una forma de ir como borregos mansos al desfiladero y de permitir que las cosas sigan empeorando. Desde cierta óptica quedarse impávido ante la barbaridad, no asombrarse ante los desmanes, encogerse de hombros ante el abuso, son formas de hacerse cómplice. Sí, escribí cómplice.
Hay que actuar con conciencia e inteligencia. Debemos ir despacio. Los movimientos armados que han llegado al poder y proclamado a los cuatro vientos una revolución, han sucumbido contra la cruda realidad de que los cambios sociales, culturales y políticos no pueden decretarse. Las transformaciones se manifiestan cuando hay una acumulación de pequeños cambios imperceptibles que pasan desapercibidos para los ojos de la gran mayoría de la población pero de los cuales hemos sido protagonista la ciudadanía misma.
Las dificultades por la que pasan las instituciones políticas y sociales del país son un espacio abierto, es decir o las cosas pueden empeorar o pueden mejorar. No se burlen, no digan que estoy descubriendo el agua tibia. Porque lo que quiero decir es que de ustedes dependen que las cosas empeoren o mejoren.
Sostengo que las posibilidades de cambios estarán dadas por el nivel de participación de la gente comprometida con la democracia dominicana, mientras más gente se integre al coro que reclama enfrentar la fragilidad institucional, que participa activamente, que cree en las posibilidades de un proceso de reingeniería social que transforme a la sociedad dominicana, mayores serán las probabilidades de mejorar. O sea, no te quedes viendo sólo lo malo y queriendo imitarlo sin poder, mira el cómo renovarnos. Si más gente se queda sentada de seguro empeoraremos. Los espacios de participación están en todos lados, en los partidos políticos o la sociedad civil, en el barrio o la escuela, en el trabajo e incluso la familia. Siendo mejores en lo cotidiano regeneramos el país en lo macrosocial.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
25/noviembre/2004
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