La sociedad dominicana camina por terreno pantanoso. La corrupción, la ausencia de instituciones fuertes y confiables campean por sus fueros. El desamparo y la desprotección la embargan. Un gran temor la paraliza: le da pánico el futuro porque no sabe de qué tendrá que defenderse, ni si tendrá las fuerzas suficientes para enfrentar los retos y desafíos por su cuenta y riesgo. Hay la demanda de una dirección capaz, sensible y con metas claras.
¿Quiénes están dispuestos a conducir el esplendido carruaje que necesitamos? La desaparición de los tres grandes caudillos dejó un vacío imposible de ser llenado. Pero hay quienes se esfuerzan, vanamente, en venderse como la portentosa cabeza de la cual saldrá redivivo uno de los tres. Abandonen tal empeño, porque de la mente de dirigente alguno saldrá la capacidad de encantamiento, de conducción, de terrible manipulación que poseían Balaguer, Peña Gómez y Bosch. No es saludable para la democracia dominicana seguir tras las huellas de cadáveres exquisitos, pero muertos al fin y al cabo. Ellos son responsables, construyeron esta tímida democracia, plétora de voraces empresarios, políticos manipuladores y pobres sin voces reducidos a masa que busca empleo cada cuatro años.
Vivimos otros tiempos y necesitamos diferentes voces a las existentes, renovadas ideas, caras nuevas. Nuestra desgracia es la persecución del Bosch, el Balaguer o el Peña Gómez joven que resurja de unas cenizas que deben ser dejadas en paz en las repisas partidarias. Sí, ellos pueden ser venerados, respetados, incluso amados, pero no revividos o encarnados sin redefinición en una sociedad cada vez más compleja y diferente de aquella en la que operaron esos centauros. La desgracia es que hay quienes quieren ponerse los zapatos autoritarios de Balaguer y que buscan emular su enigmático carácter. La desdicha es que el cambio es contradictoria y paradójicamente, lo nuevo surge chorreando lo arcaico por los cuatro costados. La maldición es que quienes parecían comprometerse con las transformaciones necesarias son quienes más se aferran al pasado y colocan la foto de uno de los tres en sus pechos orondos y la exhiben impúdicos creyéndose la encarnación post-moderna de algo putrefacto que ya debe ser enterrado.
Hay espacio para nuevos proyectos. Frescas ideas y visiones reclaman ser desarrolladas, y son necesarias. La nación demanda que sus ciudadanos más conscientes sean los más activos, los provocadores del cambio, los que regulen un sistema político corrompido por el clientelismo y el rentismo que campean triunfantes en una sociedad sitiada por la estulticia. No podemos seguir permitiendo que los caciquillos locales, descarados e impúdicos, sigan ocupando los puestos electivos claves, porque son quienes envilecen al pueblo llano con promesas y caramelos que perpetúan el mercado político clientelar, y estimulan el engreimiento de la dirigencia nacional. El presente es un espacio abierto en el que cualquier cosa puede ocurrir. El futuro depende de lo que ustedes hagan y del lado en que la mayoría nos coloquemos: clientelismo o progreso, no hay otra opción. Cantemos a coro aquella canción de Fito Páez: "¿Quién dijo que todo está perdido? / Yo vengo a ofrecer mi corazón". Cantemos con sentimiento, creyendo que es así y buscando desde dónde podemos ayudar a salir del atolladero en que nos han metido.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
02 de septiembre 2004
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