Los constantes llamados a cumbres partidarias a través de las cuales resolver toditos los problemas nacionales o diseñar una agenda nacional de desarrollo o construir una democracia estable u objetivos similares, revelan la debilidad de las instituciones políticas dominicanas y la pobreza de la competencia política entre los partidos. En el ordenamiento político nacional esas cumbres resultan espléndidos fracasos. La República Dominicana tiene instancias de dialogo y concertación en demasía y no se les presta atención y sus resultados han sido pírricos en cuanto a sostenibilidad, aunque a veces han contribuido a solucionar problemas coyunturales.
Por ejemplo, el gobierno actual institucionalizó el Dialogo Nacional en el cual confluyen todos los partidos. Su breve historia nos ilustra la futilidad de las cumbres. Surgió de una coyuntura en la que jugó un papel importante en la búsqueda de una solución al tranque político que se presentó en el año 2002. El PRD, que controlaba el Senado de la República, nombró una JCE favorable a su causa… bueno, a la del PPH. Luego de diversas escaramuzas, mucha prensa, primeras páginas y dialogo por pipá se decidió ampliar el número de miembros de la JCE y darle una cuota al partido que había sido excluido, es decir al PLD. No fue la mejor solución en términos de la sostenibilidad del ordenamiento político, porque dejó intacta la probabilidad de que una situación similar se presente en el futuro. Pero calmó los ánimos y destrabó el tranque momentáneo.
El Dialogo Nacional que nació de esa coyuntura, gracias al concurso de Monseñor Agripino Núñez Collado, siguió funcionando como espacio de concertación entre los partidos, consiguió financiamiento de organismos internacionales y se crearon diversas mesas de trabajo sobre los temas típicos de cualquier agenda nacional. Hizo un rico debate y sus resultados, que han sido publicados, poco influyen en las posiciones que toman los partidos participantes del mismo y parece que el liderazgo político ya olvidó esa historia. Pero, el Presidente Leonel Fernández lo institucionalizó y se supone que todavía existe.
Un análisis de todos los espacios de concertación del país nos llevan hacia la misma conclusión: no es necesario nuevas cumbres, lo que se requiere es acción, decisión, voluntad de cambio, una visión de futuro, construir en los hechos lo que tan lindo decimos con palabras.
Si en el pasado las cumbres y concertaciones entre partidos no han dado resultados sostenibles, mucho menos lo darán en la actual coyuntura. ¿Razones? Para que una cumbre sea efectiva necesita el compromiso de que sus resultados serán respetados por las organizaciones que van al debate. Si se realiza la cumbre ¿qué líder irá en representación auténtica de cada partido? ¿Cómo podrán ponerse de acuerdo Leonel y Danilo en el contexto de la lucha por la candidatura presidencial y por el liderazgo dentro del PLD? ¿Quién representará al PRD? ¿La Corriente Institucional, Vargas Maldonado o el conjunto de dirigentes que no están ni en uno ni en otro lado? ¿Qué sector del reformismo participará del dialogo? ¿El burlador de la voluntad popular de los votantes de La Altagracia, Eduardo Estrella o Quique Antún?
Es por eso que veo cierta ingenuidad en los planteamientos del Presidente de la Cámara de Diputados, Julio César Valentín, pidiendo una cumbre para que los partidos se pongan de acuerdo en una agenda nacional de desarrollo. Sé que sus intenciones son nobles, loables y buenas. Pero, ¿cómo podrían los partidos del país llegar a un arreglo interpartidario cuando no son capaces de respetar los pactos intrapartidarios? Para que un partido logre ponerse de acuerdo con los demás, lo primero que necesita es que sus principales líderes compartan una misma visión y no estén guerreando por el control partidario o la candidatura presidencial. Una cumbre en este contexto podría devenir en un exquisito ejercicio de sordos. O tendría resultados no vinculantes para la estructura partidaria en su conjunto.
Admito que no me gustan las cumbres, ni los pactos entre los partidos. Me gusta que los partidos compitan entre sí proponiendo proyectos de ordenamiento social, económico y político distintos. Por eso, creo que sería mucho mejor exigir al PLD que ejecute el programa de gobierno que presentó al electoraldo dominicano. Este partido tiene todas las posibilidades de ejecutar cualquier agenda de desarrollo nacional ya que tiene la presidencial de la Cámara de Diputados y la del Senado, posee la mayoría congresional, es decir dirige el poder Legislativo, y controla del Ejecutivo. No tiene que preocuparse por encumbradas cumbres partidarias, sólo tiene respetar y hacer respetar, por ejemplo, lo pactado en la Cumbre de la Seguridad Social, realizada en el mes de diciembre de 2006, en la que el gobierno, organizaciones de la sociedad civil, empresarios, sindicatos y médicos, se pusieron de acuerdo para poner en marcha el Seguro Familiar de Salud, y ya hay intenciones de irrespetar lo pactado.
Yo solicitaría más bien que se respeten las cumbres y los acuerdos asumidos por el Poder Ejecutivo y que no se repita lo que pasó en el Consejo Económico Social e Institucional (CESI), creado por decreto presidencial, con participación de diversos sectores del empresariado y la sociedad civil, el cual recomendó que el metro no se haga, y se está construyendo el metro, y se está construyendo el metro.
Ramón Tejada Holguín
Una versión reducida se publicó en El caribe
22 de marzo del 2007
Por ejemplo, el gobierno actual institucionalizó el Dialogo Nacional en el cual confluyen todos los partidos. Su breve historia nos ilustra la futilidad de las cumbres. Surgió de una coyuntura en la que jugó un papel importante en la búsqueda de una solución al tranque político que se presentó en el año 2002. El PRD, que controlaba el Senado de la República, nombró una JCE favorable a su causa… bueno, a la del PPH. Luego de diversas escaramuzas, mucha prensa, primeras páginas y dialogo por pipá se decidió ampliar el número de miembros de la JCE y darle una cuota al partido que había sido excluido, es decir al PLD. No fue la mejor solución en términos de la sostenibilidad del ordenamiento político, porque dejó intacta la probabilidad de que una situación similar se presente en el futuro. Pero calmó los ánimos y destrabó el tranque momentáneo.
El Dialogo Nacional que nació de esa coyuntura, gracias al concurso de Monseñor Agripino Núñez Collado, siguió funcionando como espacio de concertación entre los partidos, consiguió financiamiento de organismos internacionales y se crearon diversas mesas de trabajo sobre los temas típicos de cualquier agenda nacional. Hizo un rico debate y sus resultados, que han sido publicados, poco influyen en las posiciones que toman los partidos participantes del mismo y parece que el liderazgo político ya olvidó esa historia. Pero, el Presidente Leonel Fernández lo institucionalizó y se supone que todavía existe.
Un análisis de todos los espacios de concertación del país nos llevan hacia la misma conclusión: no es necesario nuevas cumbres, lo que se requiere es acción, decisión, voluntad de cambio, una visión de futuro, construir en los hechos lo que tan lindo decimos con palabras.
Si en el pasado las cumbres y concertaciones entre partidos no han dado resultados sostenibles, mucho menos lo darán en la actual coyuntura. ¿Razones? Para que una cumbre sea efectiva necesita el compromiso de que sus resultados serán respetados por las organizaciones que van al debate. Si se realiza la cumbre ¿qué líder irá en representación auténtica de cada partido? ¿Cómo podrán ponerse de acuerdo Leonel y Danilo en el contexto de la lucha por la candidatura presidencial y por el liderazgo dentro del PLD? ¿Quién representará al PRD? ¿La Corriente Institucional, Vargas Maldonado o el conjunto de dirigentes que no están ni en uno ni en otro lado? ¿Qué sector del reformismo participará del dialogo? ¿El burlador de la voluntad popular de los votantes de La Altagracia, Eduardo Estrella o Quique Antún?
Es por eso que veo cierta ingenuidad en los planteamientos del Presidente de la Cámara de Diputados, Julio César Valentín, pidiendo una cumbre para que los partidos se pongan de acuerdo en una agenda nacional de desarrollo. Sé que sus intenciones son nobles, loables y buenas. Pero, ¿cómo podrían los partidos del país llegar a un arreglo interpartidario cuando no son capaces de respetar los pactos intrapartidarios? Para que un partido logre ponerse de acuerdo con los demás, lo primero que necesita es que sus principales líderes compartan una misma visión y no estén guerreando por el control partidario o la candidatura presidencial. Una cumbre en este contexto podría devenir en un exquisito ejercicio de sordos. O tendría resultados no vinculantes para la estructura partidaria en su conjunto.
Admito que no me gustan las cumbres, ni los pactos entre los partidos. Me gusta que los partidos compitan entre sí proponiendo proyectos de ordenamiento social, económico y político distintos. Por eso, creo que sería mucho mejor exigir al PLD que ejecute el programa de gobierno que presentó al electoraldo dominicano. Este partido tiene todas las posibilidades de ejecutar cualquier agenda de desarrollo nacional ya que tiene la presidencial de la Cámara de Diputados y la del Senado, posee la mayoría congresional, es decir dirige el poder Legislativo, y controla del Ejecutivo. No tiene que preocuparse por encumbradas cumbres partidarias, sólo tiene respetar y hacer respetar, por ejemplo, lo pactado en la Cumbre de la Seguridad Social, realizada en el mes de diciembre de 2006, en la que el gobierno, organizaciones de la sociedad civil, empresarios, sindicatos y médicos, se pusieron de acuerdo para poner en marcha el Seguro Familiar de Salud, y ya hay intenciones de irrespetar lo pactado.
Yo solicitaría más bien que se respeten las cumbres y los acuerdos asumidos por el Poder Ejecutivo y que no se repita lo que pasó en el Consejo Económico Social e Institucional (CESI), creado por decreto presidencial, con participación de diversos sectores del empresariado y la sociedad civil, el cual recomendó que el metro no se haga, y se está construyendo el metro, y se está construyendo el metro.
Ramón Tejada Holguín
Una versión reducida se publicó en El caribe
22 de marzo del 2007