Le dice a su nieto de 22 años: "la juventud de hoy está perdida, no es como tú". Él interroga: ¿y mis hermanos, hermanas, primos y primas?. La abuela respira hondo: Son la excepción, sostiene. Una nieta, que escuchó la conversación, piensa que la excepción son todos los jóvenes que ella conoce y que la juventud perdida es aquella que no está en su entorno. No podemos ser como esa abuela, no generalicemos. La juventud es tan diversa como heterogéneos son los grupos sociales. No hablaré en general, sino de un sector de la juventud que tiene presencia pública, participa, se moviliza y es vista como la parte representativa de esta generación. Escribiré de esas personas que en el futuro inmediato serán jueces y fiscales, que desempeñaran los puestos de dirigentes de las empresas, de la organizaciones públicas, de las sociales, y de los partidos. La llamaremos la vanguardia, a falta de mejor palabra.
El filme Avatar representa a esa generación, como la de los sesenta fue personificada por John Lennon. Aunque no es mi generación lo recuerdo cantando Imagina un mundo sin propiedades/ la hermandad del ser humano. Lennon tenía detrás las rebeliones del sesentaiocho, el amor libre, los derechos civiles, la libertades individuales. ¿Quién no vibró al oír: haz el amor y no la guerra? A los hippies los sustituyen los punk, y estos no cantan y luchan por un mundo sin propiedades: son los jóvenes a quienes los "Sex Pistols" sintetizaron magistralmente en su disco Anarquía en el Reino Unido: No sé lo que quiero,/ pero sé cómo conseguirlo. Los ochenta nos trajo una generación que le prestaba atención al look, a la apariencia corporal y sus jóvenes mueren por Michael Jackson y su metamorfosis, por Madonna y su búsqueda de la distinción. Algunos fuimos excéntricos ochenteros, pero en algo nos influyo la impronta de la época.
La generación de hoy es la del movimiento perpetuo, del cambio continuo. La esencia de su mundo es la aceleración y la mutación. Ha venido a un mundo que cambia vertiginosamente. Los abuelos de nuestras madres nacieron, vivieron y murieron con el teléfono fijo, en los últimos veinte años hemos vivido una autentica revolución en la telefonía móvil. No en balde el arte de la juventud actual es el cine, la performance, lo audiovisual, todo aquello que enfrente lo unidimensional y estacionario. La internet lleva tu avatar a lugares insospechados a golpe de un click, mientras estás tranquilo en casita. Por eso Avatar les llega al corazón. Película de un sencillo y pueril mensaje que está montado sobre una complicada tecnología y una belleza visual sin parangón. Su historia es símbolo de la juventud actual: incapacitado el dueño del avatar, pero su avatar no descansa y para él no hay fronteras, como no las hay para las redes sociales de la internet. Avatar es el viejo mito del buen salvaje redimido y de una sociedad idílica. En Avatar hay la apuesta por el cambio, pero hacia atrás, hacia lo mitológico, representa el escape frente la hipermodernidad en que vivimos. Moverse por el movimiento mismo es peligroso, porque se puede dar un viraje hacia atrás. Si sólo se desea el movimiento perpetuo y el rechazo de la realidad monda y lironda al final del día se puede estar haciéndole el juego a lo caduco, lo obsoleto, lo superado.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
15 de febrero 2010
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