Desde los ochenta los dominicanos escuchamos a diversos sectores
hablar de la necesidad de lograr un consenso nacional que nos
catapulte hacía el desarrollo del país. En ocasiones la idea se queda
sólo en el ámbito de los políticos y son los partidos y sus
representantes los convocados a discutir el futuro del desarrollo
nacional. A veces se trata de lograr que grupos de ciudadanos
organizados en diversos tipos de entidades se comuniquen entre sí y
presenten propuestas a los grupos políticos, es lo que muchos llaman
la creación de espacios de articulación de la sociedad civil.
La mayor parte de las veces las propuestas de diálogo se quedan en
simples declaración de intenciones, en otras se hacen con evidentes
intenciones de manipulación de sectores específicos, y en algunos
caso se profundiza en la definición de una agenda nacional, pero
nunca se han llegado a ejecutar las propuestas surgidas desde esos
espacios de discusión en su totalidad. Algo le está faltando y no son
propuestas. Sí, de algo adolece nuestra sociedad que bloquea la
materialización de una agenda nacional de desarrollo.
Parecería que no es voz lo que falta. Es posible que lo que falte
sea "una autoridad política y moral" que no sólo siente en la mesa de
negociaciones a los principales actores políticos del país, sino que
además vigile el cumplimiento de lo que se ha pactado.
Es posible que el problema radica en que en República Dominicana el
proceso de ciudadanía se encuentra inconcluso, en que no hay quien
ejerza ciertos niveles de fiscalización de las actividades del estado
dominicano. El 11 de noviembre del 2000 en un encuentro del Foro
Ciudadano la Doctora Carmen Imbert Brugal planteó que las
organizaciones de la sociedad civil deben esta alerta y "prestas más
que al consenso a la vigilancia. Desde los 80 la desmovilización
social se gestó y permitió la inercia de sectores contestarios por
demás sensatos que podía contribuir a la gobernabilidad, sin
claudicaciones penosas".
Hoy, al parecer las tendencias con menos vocación democrática, con
menor capacidad para el ejercicio de la crítica, la tolerancia y
aceptar la diferencia se convierte en hegemónica, lo que podría
lograr que el Foro Ciudadano y otros mecanismos de articulación
pierdan capacidad de incidencia en la sociedad dominicana.
Parafraseando el editorial del número 117 de la Revista Estudios
sociales, necesitamos una sociedad civil activa, articulada,
consciente de su papel, que reclame la información debida, que opine,
proponga y ejerza funciones de contraloría social. La sociedad civil
debe usar todo su cuerpo y no sólo la boca y los oídos. El cerebro
por ejemplo. Pero, se come mucha bola.
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