Hay quienes creen que la proliferación de agrupaciones políticas debe ser controlada con una regulación más rígida de los partidos, pero el tema tiene muchas aristas y es difícil de despachar con un sí entusiasta o un olímpico no.
Tomemos en cuenta que en sociedades como República Dominicana, la existencia de reglas flexibles para la formación de nuevas agrupaciones políticas puede permitir que el sistema político no se estanque, que no se perpetúe el poder de partidos anquilosados y arterioscleróticos.
Los nuevos pueden jugar el papel de ser portadores de nuevas ideas, defender intereses de sectores vulnerables y minoritarios, y ser la cantera en que se forjan nuevos liderazgos, lo que hace que los partidos del sistema deban competir por la representación de esos sectores. Desde esa óptica podemos decir que no se recomienda poner trabas a la formación de nuevas organizaciones políticas.
Empero, las reglas en materia electoral tienen sus pros y sus contras, y si se puede argumentar que la flexibilidad permite la construcción de nuevos liderazgos, en nuestra cultura política, las cosas han sido diferentes.
Hay evidencias de que la mayoría de las organizaciones políticas minoritarias y las que se forman terminan siendo carne del clientelismo, aderezo para una ensalada de oportunismo y venta de lealtades. No es ocioso señalar que, además, quienes han tenido el control de la JCE; también se han lucrado con la formación de partidos y las reglas establecidas no son respetadas del todo.
Muchos de los llamados emergentes se comportan como apéndices de los partidos con mayores posibilidades electorales, como lunas que giran alrededor de los planetas PLD y PRD. Algunas de esas organizaciones son en realidad PYMES que aportan beneficio para sus dirigentes y otras no transitan un espacio independiente. ¿Cómo reglamentar la formación de partidos en un contexto tan complejo?
Por un lado, las agrupaciones políticas nuevas pueden ser de gran ayuda para que el sistema político se haga más dinámico y el pluripartidismo sea una realidad que permita consolidar una visión progresista, que construya su autoridad política y moral en el seno de la ciudadanía poco a poco.
Por otro lado, las nuevas agrupaciones y los partidos minoritarios (algunos ya envejecientes) están llenos de personalismo, vanguardismo y el mismo clientelismo que critican. En el corto plazo no se vislumbra que del seno de esas agrupaciones surja un liderazgo motivador. Por el contrario, una parte son agrupaciones de corte clientelar, que se forman para venderse al mejor postor.
Otros tienen déficits de ideología, de propuesta programática, de visión y de mantenerse por encima de los avatares de procesos electorales y del clientelismo para constituirse en verdadera opción en el largo plazo. Pero, pese a todo, hay que tener mucho cuidado con regulación de partidos y conformación de nuevas agrupaciones políticas.
Ramón Tejada Holguín
Perspectiva Ciudadana
El Caribe
5 Julio 2001
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