Según un grupo de estudiosos de los fenómenos sociales y políticos, las instituciones son esencialmente reglas, pautas de conducta. La circulación de vehículos nos ejemplifica la importancia de las instituciones para una nación.
Una institución es una forma de la gente relacionarse en la cual hay comportamientos esperados. Se circula a la derecha y se rebasa por la izquierda; si todos respetan esta regla, no habrá colisiones entre los vehículos.
La importancia de las instituciones es evidente: las relaciones entre los seres humanos se hacen más fluidas, menos costosas emocionalmente y de menor nivel de riesgos. Las instituciones promueven la cooperación.
Hay quienes se preguntan, ¿por qué circular a la derecha y no a la izquierda? Las razones tienen que ver con tradiciones y convencionalismos.
En Gran Bretaña y los países que fueron parte de su imperio colonial, se circula a la izquierda. La circulación a la derecha o a la izquierda es una institución, una regla del juego que todos respetamos para no tener accidentes. No conozco estudios que sugieran que una forma de circulación sea mejor que otra, ambas normas de comportamiento para automovilistas funcionan según las características del país y la cultura. Lo único seguro es la necesidad de que existan reglas, que se respeten y que tengan continuidad en el tiempo.
Imagine por un momento que la decisión de guiar a la derecha o a la izquierda dependa de cada persona, el número de accidentes automovilísticos irá en aumento; la gente estará sumamente nerviosa e irritable porque a cada momento deberá tratar de adivinar hacia dónde ir para esquivar el Conatra o el Fenatrano que tiene la decisión de hacia dónde, cuándo y cómo girar. ¿Qué decir de los funcionarios, las funcionarias, el amante, la amante y un sinnúmero de etcéteras que envían a sus Amet de bolsillo a detener el tránsito sin importarles las emergencias ajenas?
El costo en términos psicológico de manejar en un mundo sin reglas es terrible, indescriptible. Esto aplica en el ámbito general y, particularmente, en el estatal.
El costo en términos psicológico de manejar en un mundo sin reglas es terrible, indescriptible. Esto aplica en el ámbito general y, particularmente, en el estatal.
En nuestro país hay muchos "accidentes estatales" porque hay personas que carecen de escrúpulos y pretenden manejar a las demás, confían demasiado en sus propias habilidades y quieren adaptar las normas a su visión particular y propia. Manejan el Estado como se maneja en las calles.
Aunque usted no lo crea, y yo no me llamo Ripley, si en Dominicana lográramos que las personas y también ciertos funcionarios de ambos sexos, cumplan con la ley de tránsito, estaríamos dando un paso como aquel de Armstrong: pequeño para la Amet y grande para la Nación. No exagero, la situación es grave: según una encuesta de Asisa, el 65% de los conductores reconoce que ha violado alguna vez la ley de Tránsito.
La democracia es construcción colectiva, empecemos respetando la Ley de Tránsito, o sea asumiendo nuestros deberes, y continuemos exigiendo a Amet que la cumpla, o sea exigiendo nuestros derechos.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
Perspectiva Ciudadana
19 Abril 2011
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