Hacer respetar la Ley de Tránsito tiene más importancia para la democracia de lo que podemos imaginar. Irrespetarla es una evidencia de la dificultad para construir una institucionalidad democrática, que a todos beneficie. ¿Qué es institucionalidad democrática? Es una forma de relacionarse la gente en la cual hay comportamientos esperados y reglas del juego que todos respetamos por igual. Un ejemplo: los vehículos deben circular a la derecha, si respetamos dicha regla, no habrá colisiones entre vehículos que vienen de frente. Si se respetan las instituciones, las relaciones entre la ciudadanía fluyen mejor, hay menos riesgos de que el grande se coma al chiquito, y habrá menos enfrentamientos.
O sea se necesitan reglas del juego, que normalicen el comportamiento de quienes ejercen una función pública, que cuando se vea en una situación determinada, el comportamiento esperado esté claramente establecido. Pero, ¿cómo podemos construir instituciones fuertes, si salimos en defensa de motoristas, chóferes, y funcionarios y sus esposas que violan la Ley de Tránsito? El tránsito en Dominicana es un desastre y pocos pueden tirar la primera piedra.
La Autoridad Metropolitana de Transporte (AMET) tiene la razón en sus intentos de hacer que los motoristas cumplan la ley, defender a los motoristas forma parte del caos institucional en que vivimos y es un excelente ejemplo del porqué se hace tan difícil lograr tener instituciones fuertes y eficientes. Para mí es inaceptable que un potencial candidato presidencial salga en defensa de esos "muertoritas" que ponen en riesgo sus vidas y las de todas las personas que transitamos por nuestras calles.
Detrás de estas defensas está la creencia de que la búsqueda del sustento se encuentra por encima de las reglas y las leyes. Idea muy perniciosa, porque es como aceptar que la Ley de la Selva está por encima de las reglas humanas, la racionalidad y la moral. Es como decir que las fieras tienen derecho a comerse a los débiles porque ellos son su sustento. Si algún día arreglamos el tránsito, aplicando correctamente la ley, aprendiendo a respetar a la Amet, y la Amet aprende a aplicar la ley a todos y todas (tanto al motorista como al funcionario público que se cree Dios) estaremos más cerca de la democracia. Por algún lugar hay que empezar. Respetando las reglas del juego en un ámbito como el tránsito, iniciamos el respeto por las instituciones democráticas y la construcción de un mejor país.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
22 de Junio 2010
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