Ruth Herrera, editora de Alfaguara, hizo una larga entrevista a Junot Díaz, pero por razones de espacio se publicó una versión reducida, corta, en el Listin Diario. La entrevista completa no tiene desperdicio. Gentilmente Ruth me ha permitido publicar la entrevista in extenso en este País de Alicia.
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Junot Díaz:
“En mi novela el fukú no toma las decisiones por nadie. Solo hace horribles las consecuencias de las malas elecciones.”
“¿Para qué sirve nuestro privilegio si no tratamos de ayudar a la sociedad que hace posibles esos privilegios?”
Entrevista a propósito de la publicación dominicana en Alfaguara de La breve y maravillosa vida de Óscar Wao, premio Pulitzer 2008
Ruth Herrera
SANTO DOMINGO. No sé cómo suena su voz (esto va por la web); sí oigo sus palabras escritas, duras, suaves, neutrales, de doble sentido. Palabras… Lo dijo en una entrevista (una de sus tareas frecuentes en estos días, concederlas): el inglés es brutal, y es el idioma en que escribe; el español es íntimo, y es el que no domina. Si vamos a juzgarle por sus palabras, por sus historias, Junot Díaz, el dominicano que logró un premio Pulitzer por su novela “La breve y maravillosa vida de Óscar Wao” (Alfaguara, 2008), parece un hombre contradictorio, inmerso en el conflicto, en la desazón, en medio de dos razas. O es, sencillamente, un escritor exigente consigo mismo, que hurga en sus personajes y los exprime hasta sus últimas consecuencias, y es lo que refleja.
[Días después, tras un par de jornadas con Junot. Le he oído responder a todo tipo de interlocutores: los que se quedan en la superficie y lo baladí, los que comentan a fondo y sintonizados en los laberintos de la creación. Él no deja pregunta sin respuesta, alguna vez calla de golpe porque va a revelar demasiado. Y resultó que el español le sale con mucha fluidez y soltura (que sí, que lo machaca, que sí, que lo salpica de muchos coños y vainas), aunque luego de muchas horas usándolo, en medio del cansancio, prefiere el inglés porque el español se le está “desintegrando”. Lo que no decae nunca son sus criterios, sus convicciones, su dedo que señala. Esta es la entrevista completa que sostuve con él y que, por razones de espacio, no salió así en el Listín Diario.]
P. ¿Está bien que te entreviste de tú? [Luego de conocerlo, te das cuenta de lo inútil de la pregunta, pero él siempre da buenas respuestas.]
R. Preferiría estar bailando, pero es mucho mejor que estar corrigiendo exámenes. Todavía estoy sorprendido y agradecido de que alguien quiera hablar conmigo acerca de cualquier cosa.
P. De tu primera infancia en Villa Juana a enseñar escritura creativa a las “mentes brillantes” del MIT, dime una sola cosa que has sacado o aprendido en este tránsito.
R. Es una pregunta enorme. Imagino que si algo he aprendido es que me llevo mejor con los jóvenes y los viejitos. Y que si alguien puede hacerte sonreír o lograr que la esperanza vuelva a tu vida, es un joven o un viejito.
P. Viviste una parte de los Doce Años de Balaguer en Santo Domingo, además tu padre fue militar en ese entonces. ¿Puedes relacionar alguna vivencia infantil con tu postura de adulto muy cuestionadora frente a dicho gobernante, que también se plasma en Óscar Wao?
R. Una cosa especial sobre los 12 años era la música. No sé por qué, pero los gobiernos opresores sacan la mejor música de las comunidades que oprimen. Adoro la música de ese período. Mi madre siempre la ponía en nuestro apartamento en New Jersey. Cuando pienso en ser feliz, en estar en casa, recuerdo esos álbumes que ella ponía. Hay, por supuesto, un lado oscuro en mis memorias de los 12 años. Era un niño en Santo Domingo y vi el cuerpo de un pobre izquierdista a quien habían asesinado en plena calle y recuerdo que la policía ni siquiera se molestó en cubrirlo. Se paraban sobre el cuerpo riéndose. La música y la risa guiaron mi mano mientras escribía esta novela.
P. Ya has aclarado que los diez años entre Drown y Óscar Wao se debieron a que escribes muy despacio y aplicándote la extrema autocrítica, por la que botas cualquier cantidad de páginas escritas si no te complacen. Con todo, y con el compromiso de una siguiente obra, ¿fueron angustiosos esos años, qué monstruos tuviste que liquidar?
R. Sí, fueron años duros. Estaba deprimido gran parte del tiempo, pensé que nunca iba a terminar la novela. Pero también hubo buenos momentos. Tuve la oportunidad de viajar. Fui a Japón, viví seis meses en Amsterdam, un año en México. Fui dos veces a Cuba y dos a Australia. Conocí a Juleyka Lantigua (la sobrina de Dr. Rafael Lantigua) y a Tony Capellán, el más grande artista dominicano vivo, y ambos son mis amigos entrañables. Aprendí mucho sobre mí mismo. Es fácil ser buena gente cuando todo te sale bien, pero es difícil ser amable y agradable cuando todo lo que intentas termina en el zafacón. Aprendí a ser humilde. Una persona no puede parecer sencilla cuando está siendo entrevistada o cuando está en una gira de promoción de un libro, pero créeme, pasa diez años escribiendo una novela y aprenderás algo sobre la humildad.
P. Has comentado que Óscar Wao te llegó a la cabeza en una noche de tragos mexicana, pero, ¿te llegó el nombre, derivado del escritor Oscar Wilde, o el personaje que resultó?
R. Como dije: estaba viviendo en México. Debería haber estado viviendo en República Dominicana pero necesitaba alejarme de la familia, de todo, así que me mudé al Distrito Federal. Quería estar donde Diego y Frida y Trotski y el Che y Pichirilo habían bebido tequila. Viví en un apartamento con fundas de basura por cortinas y todo lo que escribía era basura. Una noche que estaba con unos amigos (la mexicana de la que estaba enamorado no estaba, así que me sentía deprimido) la idea me llegó de repente. Shazam. Todo me vino aquella noche. El nombre de Óscar. Su carácter. Su familia De León-Cabral. Después de esa noche todo lo que tuve que hacer fue encontrar cómo contar la historia, y entonces, contarla. Eso me tomó ocho años.
P. ¿Trabajas con un plan o le dejas cancha a la improvisación?
R. Siempre tengo un plan. A la mayoría de la gente no le importa o no lo creería, pero la estructura de Óscar Wao es bastante compleja y requirió gran cantidad de ajustes. Mi inspiración (estructuralmente) vino de la película Zardoz y del ouroboro, la imagen mítica de una serpiente que se come su propia cola. De modo que sí, hay mucho trabajo puesto en esta vaina, pero también me esfuerzo en que mi trabajo se sienta espontáneo, improvisado. Como dijo Frank Sinatra una vez: Si pueden notar que estás trabajando es que no te estás esforzando lo suficiente.
P. En un momento del proceso editorial con esta novela, señalaste lo que parecería una obviedad: Óscar Wao es ficción, no un libro de historia dominicana. Sin embargo, la narración de episodios y la recuperación de ciertos personajes de la historia dominicana construyen fuertes contextos y permiten trazar jugosas comparaciones en la novela. ¿Qué pretendes de la historia puesta al servicio de la literatura?
R. La historia ES una forma de literatura, de ficción. Si digo algo más estaré diciendo demasiado. Y sonaré más tonto de lo usual. Mejor nos lo ahorramos.
P. ¿Y de dónde sale esa imagen postmoderna de Trujillo cayendo bajo las balas de sus matadores como un Tony Montana?
R. Vino de uno de mis parientes que, hablando sobre la muerte de Saddam Hussein, comentó: por lo menos Trujillo murió como un hombre. Fue una típica declaración machista, pero también me hizo reír e inspiró la descripción tipo Matrix de su muerte. El narrador Yunior odia a Trujillo pero por lo menos tiene que reconocer que el tipo mostró cierta valentía personal. Independiente de toda su maldad, al menos tuvo eso.
P. En Santo Domingo hay muchos libros que cuentan los horrores del trujillato y también, aunque menos, del balaguerato, y se leen con avidez. ¿Qué quisiste decir, entonces, con que a los muertos (a esos muertos) hay que envolverlos “en algo medio cursi, en un paquete lindo”, para que la gente los abra [en una entrevista para la revista Qué leer, de España]?
R. Pero ¿qué generación está leyendo esos libros? No veo que a ninguno de esos jóvenes del Colegio Santo Domingo, del Carol Morgan, del New Horizons les importe un carajo lo que pasó durante el trujillato parte 1 ó 2 (que es como siempre he pensado de los 12 años). A pesar de la obsesión con Trujillo en ciertos sectores de la comunidad dominicana, hay una generación completa de jóvenes hartos de escuchar sobre Trujillo. Mi proyecto fue cómo retar a ese grupo que acostumbra leer libros sobre Trujillo y cómo atraer a quienes nunca leerían un libro de Trujillo aunque su vida dependiera de ello. Leerían Harry Potter, ¿pero sobre el tipo que mató a sus abuelos? ¡No way!
P. En el caso de Óscar Wao, y luego de conocer algunos de tus libros favoritos (Texaco, Akira, Ceremony, Dhalgren, Dune), tu narrativa parece en cierta medida construida a partir de la experiencia de un escritor-lector.
R. Del mismo modo que República Dominicana no puede imaginarse sin música, sin béisbol, sin su particular genio implacable, yo no puedo imaginarme sin la literatura. Todos tenemos formas de sobrevivir a nuestra niñez. Mis hermanas eran hermosas y ellas sobrevivieron esa etapa por su belleza y haciendo que todos los muchachos se enamoraran de ellas. Mi mejor amigo sobrevivió siendo sobresaliente en la escuela, siendo el mejor estudiante de todos. Mi amigo Petey (el boricua más blanco del mundo) logró salir adelante jugando béisbol. Yo sobreviví leyendo libros. Cuando leía un libro mi cara fea, la pobreza de mi familia y la promesa rota de Estados Unidos se alejaban. Finalmente ese mecanismo de escape (la lectura) llegó a ser algo más. Llegó a ser mi vida. O tuve suerte o me jodí. Depende del punto de vista.
P. Resulta que la novela sobre un nerd, perdedor, feo, negro, impopular, de futuro incierto, gusta, se lee muchísimo y gana premios literarios. ¿Qué habría dicho Óscar?
R. Es como una novela acerca de un país pequeñito del Caribe que gana el premio Pulitzer. Difícil de creer, ¿no? No estoy seguro de que Óscar hubiera dicho algo. Aunque habría pensado esto: a la gente no le molesta LEER sobre un nerd gordo, feo, de piel oscura. Lo que no quieren es invitarlo para salir a bailar.
P. Óscar Wao y Junot tienen en común un origen y una migración, una raza, una sensibilidad, unos gustos literarios. ¿Qué más hay de autobiográfico en esta novela?R. Solo para fines de record: Óscar nació en Estados Unidos. Yo no. Óscar es de una familia dominico-norteamericana de clase media con raíces de clase alta. Yo soy de los pobres de Baitoa y Estebanía. ¡Mi familia pasó toda la década de los ochenta a base de cupones de alimentos y bienestar social (¡y se preguntan por qué mis hermanos y yo trabajamos tanto!). Pero para contestar tu pregunta: no hay mucho de autobiografía en esta novela. Se desarrolla en NJ pero no en la parte de NJ donde crecí. Cuando era joven también estaba obsesionado con levantar pesas como Yunior, pero solo tomé esteroides un par de veces. Lo más autobiográfico de esta novela es que todos los personajes jóvenes pertenecen a esta clase de juventud dominicana que no se ve en la propaganda turística: listo, culto, “raro”. Los ‘freakis’, los ‘cool’, los ‘nerdos’. Óscar pertenece a este grupo, y lo mismo le pasa a Yunior, a Lola y a muchos de los niños dominicanos con los que crecí. Nosotros no éramos los típicos “dominicanyorks”, ¡y vaya que nos lo dejaban sentir nuestros pares!
P. Tus personajes femeninos convencen. La Inca, Belicia y Lola, las principales. Tal como le preguntan a las escritoras –que se fastidian– cuando crean buenos protagonistas masculinos, ¿cómo te metiste en el ser de tres mujeres de distintas épocas y mentalidades?
R. No soy como algunos de mis “brothers” dominicanos que viven fuera del país. A mí realmente me gusta la mujer dominicana y he estado con ellas toda mi vida. Si tú pasas cada día de tu vida rodeado de mujeres dominicanas, cada día (incluso cuando vivía en Amsterdam estaba saliendo con una dominicana), eventualmente eres capaz de escribir de ellas como personajes. Pero solo si trabajas muy duro y todas tus amigas dominicanas te ayudan a corregir todos tus errores. Pero fue mi niñez con mis dos hermanas, una que se escapó y otra que permaneció, lo que tuvo un impacto enorme en mí.
P. La frase final de la novela evoca otra muy parecida de una novela adaptada al cine en 1979, con mucho éxito.
R. Fue un homenaje en reversa a Joseph Conrad. Su protagonista, Marlowe, viaja al Corazón de las Tinieblas para descubrir “the horror, the horror”. Óscar viaja al Corazón de las Tinieblas de su familia, Santo Domingo, para descubrir “the beauty, the beauty”.
P. ¿No te importa desvelar el final de tu novela?
R. No.
P. En un punto de la novela, Lola, la hermana de Óscar, dice que somos “diez millones de trujillos”. ¿Comparte el autor este criterio?
R. A veces, sí. La mayor parte del tiempo solo pienso que estoy feliz de haber nacido en esta comunidad y no en otra.
P. Algunos lectores de Oscar Wao ya están ubicando a Junot Díaz como un escritor del neo-pesimista dominicano. ¿Cuál es tu visión sobre el país dominicano?
R. ¿De verdad? Esa es una opinión que no comparto. Quizá fumé mucha hierba cuando era joven, pero siempre me he considerado un optimista y creo que la novela, a pesar de todas sus diabluras, también es optimista. Pretender que el mal no existe, que nada malo te va a pasar, no es ser optimista, es ser iluso. Las mejores personas reconocen las fallas o imperfecciones que existen en un lugar, un país, en las personas, y todavía lo encuentra, las encuentra, merecedoras de amor, compasión, afecto, de gran transformación artística. Nunca he confiado en la gente que solo ve el lado bueno de las cosas. Me asustan. Tienes que verlo todo, absolutamente todo: lo bueno, lo malo, lo indiferente y a pesar de eso encontrar en ti la capacidad de tener esperanza, de amar. Eso es humano, eso es optimista. Pretender que todo es maravilloso, solo para mantener tu fantasía de positivismo, es la peor clase del engaño, de miopía. Supongo que debí haber escrito una novela donde no le sucede nada malo a nadie. Pero en esa clase de vida, de mundo, ¿qué importancia tiene el amor y/o el sacrificio?
P. ¿Puede ser el fukú una explicación para las desgracias, el atropello, la corrupción que dominan la vida dominicana? Porque si bien has dicho que no crees en el fukú, en Oscar Wao esta maldición se puede asumir como una explicación de lo que nos pasa.
R. Ni siquiera la novela es tan simplista. Todos en el libro tienen que hacer una elección. Lo mismo sucede aquí en Santo Domingo. Uno tiene que elegir ser amable o ser cruel; ser gentil o corrupto; elegir ayudar, degradar, participar, borrar. Las fuerzas históricas, ya sea en forma de fukú o capitalismo, guían nuestras elecciones, pero no las hacen por nosotros. En mi novela el fukú no toma las decisiones por nadie. Solo hace horribles las consecuencias de las malas elecciones.
P. ¿Por qué has abrazado “la causa” de la explotación de los trabajadores haitianos en República Dominicana?
R. Pensé que todos dominicanos estaban contra la explotación. Bueno, es una broma. Esto probablemente sonará aburrido para cualquiera que no tenga una vena activista en su cuerpo, pero también estoy contra la violencia doméstica, la prostitución infantil y la segregación de facto en la vida nocturna dominicana. Estoy en contra de los partidos políticos que confunden y desorganizan la vida cívica dominicana. ¿Por qué? No sé de dónde viene este impulso. Quizá sería más bonito que no me preocupara por nadie.
No es que nadie haya tratado de ponerme en un batey ni nada por el estilo. Pienso que me involucro en estas “causas” porque como dominicanos nosotros merecemos un mejor legado que el que estamos construyendo. Porque cuando los dominicanos estamos en nuestro mejor momento no tratamos de expulsar inmigrantes ni de culpar a los pobres de todos los problemas que hay en el mundo. Y seamos honestos: los que tenemos casas, carros, los que podemos salir a cenar cada vez que queramos, ¿para qué sirve nuestro privilegio si no tratamos de ayudar a la sociedad que hace posibles esos privilegios? En mi opinión, el privilegio es solo tolerable si se utiliza en mejorar nuestro mundo. (Por favor, no le envíes este artículo a mi madre. Me acusaría de comunista).
P. ¿Qué necesitas para escribir, para “inspirar las facultades” de la creación?
R. Largos periodos de tiempo en calma para trabajar. Muchos libros. Salir de noche con mis amigos. Gente nueva que comparta su vida conmigo.
P. “You don’t have anything if you don’t have the stories”, dice Leslie Marmon Silko en Ceremony. ¿Podría ser la frase definitoria de tu vida?
R. Sí. Pero debes añadir: las historias son el único modo de llenar los vacíos donde nuestras viejas historias han muerto o se han perdido.
P.Como escritor, ¿vives la dicotomía entre las ideas y las personas?
R. No siento mucho esa división. Mi dicotomía es que crecí pobre con los tígueres y me siento cómodo en ese ambiente, pero también tengo una vida intelectual y artística que me pone en un sector de la sociedad “rarificado” que no duraría cinco segundos andando con ese grupo de amigos. Mi dicotomía es ser un dominicano que habla mal el español que conoce la capital mejor que dominicanos con un español excelente que viven con papi y mami en Piantini. Mi dicotomía es ser la persona de piel más oscura en mi familia y la más clara de todos mis amigos.
P. Tal como lo hiciste en su momento con los precandidatos demócratas y el candidato republicano de Estados Unidos, ¿qué libro les recomendaría a Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Miguel Vargas?
R. No les recomendaría ningún libro. Les daría pasaportes para que se fueran. Necesitamos algo nuevo para nuestro país. Estos partidos políticos tradicionales no están llenando las expectativas.
P. ¿Qué haces de hobby, que no sea leer?
R. Te confieso que la mayor parte de mi lectura la hago entre 7 y 9 de la mañana. Mis amigos casi nunca me ven leyendo, así que encuentran gracioso que yo casi siempre hable de lo mucho que me gusta leer. Generalmente ellos me ven saliendo. Adoro correr (aunque no lo parece: aumenté treinta libras con el estrés del tour de promoción del libro y porque mi novia estaba intentando terminar conmigo). Me encanta salir a bares y clubes, y estuve metido en el ambiente hiphop ‘underground’ de NYC por un tiempo. Soy un gran fanático del béisbol, así que veo a los Yankees, los Mets y los Medias Rojas cada vez que puedo. Aunque parezco un bruto cuando me conoces, sé mucho sobre películas extranjeras, las veo obsesivamente. (La mejor película extranjera de los últimos cinco años: Ping Pong.) Toda mi juventud trabajé en fábricas, así que todavía disfruto del trabajo físico. Nunca lo creerías al mirarme, pero soy uno de esos a quienes les gusta ayudar a sus amigos a mudarse o hacer proyectos. Seis o siete horas de trabajo físico siempre me relajan. Ni siquiera soy muy bueno jugando a intelectual de tiempo complete. Es triste.
P. ¿Qué te saca de quicio?
R. Cuando en un resort los bartenders dominicanos le sirven a los extranjeros antes de atenderte a ti. No te imaginas cuántas veces he tenido que decirles a esos tipos que dejen de ser Guacanagarix.
P. ¿Cuál sería tu lugar ideal para un hipotético retiro en República Dominicana?
R. Esa es una pregunta difícil. Todavía me quedo en la casa de mi familia en Villa Juana (Calle 21 forever!), pero a ninguno de mis amigos dominicanos de Estados Unidos le gusta visitarme allí. (Mis amigos dominicanos de la isla no le tienen miedo a Villa Juana.) Mi sueño sería vivir como el artista Tony Capellán, en la azotea de uno de los edificios frente al Parque Independencia. Eso me permitiría tener acceso a mis dos mundos: podría salir con la gente ‘cool’ a sus ‘lounges’ de la Zona y sacar tiempo con los tipos pobres que hay en el parque, que trabajan todo el día y toda la noche para ganarse un par de dólares.
Pero tú estás hablando con un hombre que no tiene hijos. Si tuviera hijos estaría en uno de esos residenciales cerrados, como el promedio de los dominicanos de clase media, aterrorizado.
P. Por último, ¿qué les llama la atención de la novela a lectores de Nueva Zelanda, por ejemplo, donde estuviste de promoción en este año?
R. Lo que más parece impresionarles a los neozelandeses es la idea de que en el corazón del mito americano existía un mito dominicano. Que no puedes entender el Nuevo Mundo sin entender un lugar como República Dominicana.
Ruth Herrera
Publicada el 3 de Septiembre del 2008
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Junot Díaz:
“En mi novela el fukú no toma las decisiones por nadie. Solo hace horribles las consecuencias de las malas elecciones.”
“¿Para qué sirve nuestro privilegio si no tratamos de ayudar a la sociedad que hace posibles esos privilegios?”
Entrevista a propósito de la publicación dominicana en Alfaguara de La breve y maravillosa vida de Óscar Wao, premio Pulitzer 2008
Ruth Herrera
SANTO DOMINGO. No sé cómo suena su voz (esto va por la web); sí oigo sus palabras escritas, duras, suaves, neutrales, de doble sentido. Palabras… Lo dijo en una entrevista (una de sus tareas frecuentes en estos días, concederlas): el inglés es brutal, y es el idioma en que escribe; el español es íntimo, y es el que no domina. Si vamos a juzgarle por sus palabras, por sus historias, Junot Díaz, el dominicano que logró un premio Pulitzer por su novela “La breve y maravillosa vida de Óscar Wao” (Alfaguara, 2008), parece un hombre contradictorio, inmerso en el conflicto, en la desazón, en medio de dos razas. O es, sencillamente, un escritor exigente consigo mismo, que hurga en sus personajes y los exprime hasta sus últimas consecuencias, y es lo que refleja.
[Días después, tras un par de jornadas con Junot. Le he oído responder a todo tipo de interlocutores: los que se quedan en la superficie y lo baladí, los que comentan a fondo y sintonizados en los laberintos de la creación. Él no deja pregunta sin respuesta, alguna vez calla de golpe porque va a revelar demasiado. Y resultó que el español le sale con mucha fluidez y soltura (que sí, que lo machaca, que sí, que lo salpica de muchos coños y vainas), aunque luego de muchas horas usándolo, en medio del cansancio, prefiere el inglés porque el español se le está “desintegrando”. Lo que no decae nunca son sus criterios, sus convicciones, su dedo que señala. Esta es la entrevista completa que sostuve con él y que, por razones de espacio, no salió así en el Listín Diario.]
P. ¿Está bien que te entreviste de tú? [Luego de conocerlo, te das cuenta de lo inútil de la pregunta, pero él siempre da buenas respuestas.]
R. Preferiría estar bailando, pero es mucho mejor que estar corrigiendo exámenes. Todavía estoy sorprendido y agradecido de que alguien quiera hablar conmigo acerca de cualquier cosa.
P. De tu primera infancia en Villa Juana a enseñar escritura creativa a las “mentes brillantes” del MIT, dime una sola cosa que has sacado o aprendido en este tránsito.
R. Es una pregunta enorme. Imagino que si algo he aprendido es que me llevo mejor con los jóvenes y los viejitos. Y que si alguien puede hacerte sonreír o lograr que la esperanza vuelva a tu vida, es un joven o un viejito.
P. Viviste una parte de los Doce Años de Balaguer en Santo Domingo, además tu padre fue militar en ese entonces. ¿Puedes relacionar alguna vivencia infantil con tu postura de adulto muy cuestionadora frente a dicho gobernante, que también se plasma en Óscar Wao?
R. Una cosa especial sobre los 12 años era la música. No sé por qué, pero los gobiernos opresores sacan la mejor música de las comunidades que oprimen. Adoro la música de ese período. Mi madre siempre la ponía en nuestro apartamento en New Jersey. Cuando pienso en ser feliz, en estar en casa, recuerdo esos álbumes que ella ponía. Hay, por supuesto, un lado oscuro en mis memorias de los 12 años. Era un niño en Santo Domingo y vi el cuerpo de un pobre izquierdista a quien habían asesinado en plena calle y recuerdo que la policía ni siquiera se molestó en cubrirlo. Se paraban sobre el cuerpo riéndose. La música y la risa guiaron mi mano mientras escribía esta novela.
P. Ya has aclarado que los diez años entre Drown y Óscar Wao se debieron a que escribes muy despacio y aplicándote la extrema autocrítica, por la que botas cualquier cantidad de páginas escritas si no te complacen. Con todo, y con el compromiso de una siguiente obra, ¿fueron angustiosos esos años, qué monstruos tuviste que liquidar?
R. Sí, fueron años duros. Estaba deprimido gran parte del tiempo, pensé que nunca iba a terminar la novela. Pero también hubo buenos momentos. Tuve la oportunidad de viajar. Fui a Japón, viví seis meses en Amsterdam, un año en México. Fui dos veces a Cuba y dos a Australia. Conocí a Juleyka Lantigua (la sobrina de Dr. Rafael Lantigua) y a Tony Capellán, el más grande artista dominicano vivo, y ambos son mis amigos entrañables. Aprendí mucho sobre mí mismo. Es fácil ser buena gente cuando todo te sale bien, pero es difícil ser amable y agradable cuando todo lo que intentas termina en el zafacón. Aprendí a ser humilde. Una persona no puede parecer sencilla cuando está siendo entrevistada o cuando está en una gira de promoción de un libro, pero créeme, pasa diez años escribiendo una novela y aprenderás algo sobre la humildad.
P. Has comentado que Óscar Wao te llegó a la cabeza en una noche de tragos mexicana, pero, ¿te llegó el nombre, derivado del escritor Oscar Wilde, o el personaje que resultó?
R. Como dije: estaba viviendo en México. Debería haber estado viviendo en República Dominicana pero necesitaba alejarme de la familia, de todo, así que me mudé al Distrito Federal. Quería estar donde Diego y Frida y Trotski y el Che y Pichirilo habían bebido tequila. Viví en un apartamento con fundas de basura por cortinas y todo lo que escribía era basura. Una noche que estaba con unos amigos (la mexicana de la que estaba enamorado no estaba, así que me sentía deprimido) la idea me llegó de repente. Shazam. Todo me vino aquella noche. El nombre de Óscar. Su carácter. Su familia De León-Cabral. Después de esa noche todo lo que tuve que hacer fue encontrar cómo contar la historia, y entonces, contarla. Eso me tomó ocho años.
P. ¿Trabajas con un plan o le dejas cancha a la improvisación?
R. Siempre tengo un plan. A la mayoría de la gente no le importa o no lo creería, pero la estructura de Óscar Wao es bastante compleja y requirió gran cantidad de ajustes. Mi inspiración (estructuralmente) vino de la película Zardoz y del ouroboro, la imagen mítica de una serpiente que se come su propia cola. De modo que sí, hay mucho trabajo puesto en esta vaina, pero también me esfuerzo en que mi trabajo se sienta espontáneo, improvisado. Como dijo Frank Sinatra una vez: Si pueden notar que estás trabajando es que no te estás esforzando lo suficiente.
P. En un momento del proceso editorial con esta novela, señalaste lo que parecería una obviedad: Óscar Wao es ficción, no un libro de historia dominicana. Sin embargo, la narración de episodios y la recuperación de ciertos personajes de la historia dominicana construyen fuertes contextos y permiten trazar jugosas comparaciones en la novela. ¿Qué pretendes de la historia puesta al servicio de la literatura?
R. La historia ES una forma de literatura, de ficción. Si digo algo más estaré diciendo demasiado. Y sonaré más tonto de lo usual. Mejor nos lo ahorramos.
P. ¿Y de dónde sale esa imagen postmoderna de Trujillo cayendo bajo las balas de sus matadores como un Tony Montana?
R. Vino de uno de mis parientes que, hablando sobre la muerte de Saddam Hussein, comentó: por lo menos Trujillo murió como un hombre. Fue una típica declaración machista, pero también me hizo reír e inspiró la descripción tipo Matrix de su muerte. El narrador Yunior odia a Trujillo pero por lo menos tiene que reconocer que el tipo mostró cierta valentía personal. Independiente de toda su maldad, al menos tuvo eso.
P. En Santo Domingo hay muchos libros que cuentan los horrores del trujillato y también, aunque menos, del balaguerato, y se leen con avidez. ¿Qué quisiste decir, entonces, con que a los muertos (a esos muertos) hay que envolverlos “en algo medio cursi, en un paquete lindo”, para que la gente los abra [en una entrevista para la revista Qué leer, de España]?
R. Pero ¿qué generación está leyendo esos libros? No veo que a ninguno de esos jóvenes del Colegio Santo Domingo, del Carol Morgan, del New Horizons les importe un carajo lo que pasó durante el trujillato parte 1 ó 2 (que es como siempre he pensado de los 12 años). A pesar de la obsesión con Trujillo en ciertos sectores de la comunidad dominicana, hay una generación completa de jóvenes hartos de escuchar sobre Trujillo. Mi proyecto fue cómo retar a ese grupo que acostumbra leer libros sobre Trujillo y cómo atraer a quienes nunca leerían un libro de Trujillo aunque su vida dependiera de ello. Leerían Harry Potter, ¿pero sobre el tipo que mató a sus abuelos? ¡No way!
P. En el caso de Óscar Wao, y luego de conocer algunos de tus libros favoritos (Texaco, Akira, Ceremony, Dhalgren, Dune), tu narrativa parece en cierta medida construida a partir de la experiencia de un escritor-lector.
R. Del mismo modo que República Dominicana no puede imaginarse sin música, sin béisbol, sin su particular genio implacable, yo no puedo imaginarme sin la literatura. Todos tenemos formas de sobrevivir a nuestra niñez. Mis hermanas eran hermosas y ellas sobrevivieron esa etapa por su belleza y haciendo que todos los muchachos se enamoraran de ellas. Mi mejor amigo sobrevivió siendo sobresaliente en la escuela, siendo el mejor estudiante de todos. Mi amigo Petey (el boricua más blanco del mundo) logró salir adelante jugando béisbol. Yo sobreviví leyendo libros. Cuando leía un libro mi cara fea, la pobreza de mi familia y la promesa rota de Estados Unidos se alejaban. Finalmente ese mecanismo de escape (la lectura) llegó a ser algo más. Llegó a ser mi vida. O tuve suerte o me jodí. Depende del punto de vista.
P. Resulta que la novela sobre un nerd, perdedor, feo, negro, impopular, de futuro incierto, gusta, se lee muchísimo y gana premios literarios. ¿Qué habría dicho Óscar?
R. Es como una novela acerca de un país pequeñito del Caribe que gana el premio Pulitzer. Difícil de creer, ¿no? No estoy seguro de que Óscar hubiera dicho algo. Aunque habría pensado esto: a la gente no le molesta LEER sobre un nerd gordo, feo, de piel oscura. Lo que no quieren es invitarlo para salir a bailar.
P. Óscar Wao y Junot tienen en común un origen y una migración, una raza, una sensibilidad, unos gustos literarios. ¿Qué más hay de autobiográfico en esta novela?R. Solo para fines de record: Óscar nació en Estados Unidos. Yo no. Óscar es de una familia dominico-norteamericana de clase media con raíces de clase alta. Yo soy de los pobres de Baitoa y Estebanía. ¡Mi familia pasó toda la década de los ochenta a base de cupones de alimentos y bienestar social (¡y se preguntan por qué mis hermanos y yo trabajamos tanto!). Pero para contestar tu pregunta: no hay mucho de autobiografía en esta novela. Se desarrolla en NJ pero no en la parte de NJ donde crecí. Cuando era joven también estaba obsesionado con levantar pesas como Yunior, pero solo tomé esteroides un par de veces. Lo más autobiográfico de esta novela es que todos los personajes jóvenes pertenecen a esta clase de juventud dominicana que no se ve en la propaganda turística: listo, culto, “raro”. Los ‘freakis’, los ‘cool’, los ‘nerdos’. Óscar pertenece a este grupo, y lo mismo le pasa a Yunior, a Lola y a muchos de los niños dominicanos con los que crecí. Nosotros no éramos los típicos “dominicanyorks”, ¡y vaya que nos lo dejaban sentir nuestros pares!
P. Tus personajes femeninos convencen. La Inca, Belicia y Lola, las principales. Tal como le preguntan a las escritoras –que se fastidian– cuando crean buenos protagonistas masculinos, ¿cómo te metiste en el ser de tres mujeres de distintas épocas y mentalidades?
R. No soy como algunos de mis “brothers” dominicanos que viven fuera del país. A mí realmente me gusta la mujer dominicana y he estado con ellas toda mi vida. Si tú pasas cada día de tu vida rodeado de mujeres dominicanas, cada día (incluso cuando vivía en Amsterdam estaba saliendo con una dominicana), eventualmente eres capaz de escribir de ellas como personajes. Pero solo si trabajas muy duro y todas tus amigas dominicanas te ayudan a corregir todos tus errores. Pero fue mi niñez con mis dos hermanas, una que se escapó y otra que permaneció, lo que tuvo un impacto enorme en mí.
P. La frase final de la novela evoca otra muy parecida de una novela adaptada al cine en 1979, con mucho éxito.
R. Fue un homenaje en reversa a Joseph Conrad. Su protagonista, Marlowe, viaja al Corazón de las Tinieblas para descubrir “the horror, the horror”. Óscar viaja al Corazón de las Tinieblas de su familia, Santo Domingo, para descubrir “the beauty, the beauty”.
P. ¿No te importa desvelar el final de tu novela?
R. No.
P. En un punto de la novela, Lola, la hermana de Óscar, dice que somos “diez millones de trujillos”. ¿Comparte el autor este criterio?
R. A veces, sí. La mayor parte del tiempo solo pienso que estoy feliz de haber nacido en esta comunidad y no en otra.
P. Algunos lectores de Oscar Wao ya están ubicando a Junot Díaz como un escritor del neo-pesimista dominicano. ¿Cuál es tu visión sobre el país dominicano?
R. ¿De verdad? Esa es una opinión que no comparto. Quizá fumé mucha hierba cuando era joven, pero siempre me he considerado un optimista y creo que la novela, a pesar de todas sus diabluras, también es optimista. Pretender que el mal no existe, que nada malo te va a pasar, no es ser optimista, es ser iluso. Las mejores personas reconocen las fallas o imperfecciones que existen en un lugar, un país, en las personas, y todavía lo encuentra, las encuentra, merecedoras de amor, compasión, afecto, de gran transformación artística. Nunca he confiado en la gente que solo ve el lado bueno de las cosas. Me asustan. Tienes que verlo todo, absolutamente todo: lo bueno, lo malo, lo indiferente y a pesar de eso encontrar en ti la capacidad de tener esperanza, de amar. Eso es humano, eso es optimista. Pretender que todo es maravilloso, solo para mantener tu fantasía de positivismo, es la peor clase del engaño, de miopía. Supongo que debí haber escrito una novela donde no le sucede nada malo a nadie. Pero en esa clase de vida, de mundo, ¿qué importancia tiene el amor y/o el sacrificio?
P. ¿Puede ser el fukú una explicación para las desgracias, el atropello, la corrupción que dominan la vida dominicana? Porque si bien has dicho que no crees en el fukú, en Oscar Wao esta maldición se puede asumir como una explicación de lo que nos pasa.
R. Ni siquiera la novela es tan simplista. Todos en el libro tienen que hacer una elección. Lo mismo sucede aquí en Santo Domingo. Uno tiene que elegir ser amable o ser cruel; ser gentil o corrupto; elegir ayudar, degradar, participar, borrar. Las fuerzas históricas, ya sea en forma de fukú o capitalismo, guían nuestras elecciones, pero no las hacen por nosotros. En mi novela el fukú no toma las decisiones por nadie. Solo hace horribles las consecuencias de las malas elecciones.
P. ¿Por qué has abrazado “la causa” de la explotación de los trabajadores haitianos en República Dominicana?
R. Pensé que todos dominicanos estaban contra la explotación. Bueno, es una broma. Esto probablemente sonará aburrido para cualquiera que no tenga una vena activista en su cuerpo, pero también estoy contra la violencia doméstica, la prostitución infantil y la segregación de facto en la vida nocturna dominicana. Estoy en contra de los partidos políticos que confunden y desorganizan la vida cívica dominicana. ¿Por qué? No sé de dónde viene este impulso. Quizá sería más bonito que no me preocupara por nadie.
No es que nadie haya tratado de ponerme en un batey ni nada por el estilo. Pienso que me involucro en estas “causas” porque como dominicanos nosotros merecemos un mejor legado que el que estamos construyendo. Porque cuando los dominicanos estamos en nuestro mejor momento no tratamos de expulsar inmigrantes ni de culpar a los pobres de todos los problemas que hay en el mundo. Y seamos honestos: los que tenemos casas, carros, los que podemos salir a cenar cada vez que queramos, ¿para qué sirve nuestro privilegio si no tratamos de ayudar a la sociedad que hace posibles esos privilegios? En mi opinión, el privilegio es solo tolerable si se utiliza en mejorar nuestro mundo. (Por favor, no le envíes este artículo a mi madre. Me acusaría de comunista).
P. ¿Qué necesitas para escribir, para “inspirar las facultades” de la creación?
R. Largos periodos de tiempo en calma para trabajar. Muchos libros. Salir de noche con mis amigos. Gente nueva que comparta su vida conmigo.
P. “You don’t have anything if you don’t have the stories”, dice Leslie Marmon Silko en Ceremony. ¿Podría ser la frase definitoria de tu vida?
R. Sí. Pero debes añadir: las historias son el único modo de llenar los vacíos donde nuestras viejas historias han muerto o se han perdido.
P.Como escritor, ¿vives la dicotomía entre las ideas y las personas?
R. No siento mucho esa división. Mi dicotomía es que crecí pobre con los tígueres y me siento cómodo en ese ambiente, pero también tengo una vida intelectual y artística que me pone en un sector de la sociedad “rarificado” que no duraría cinco segundos andando con ese grupo de amigos. Mi dicotomía es ser un dominicano que habla mal el español que conoce la capital mejor que dominicanos con un español excelente que viven con papi y mami en Piantini. Mi dicotomía es ser la persona de piel más oscura en mi familia y la más clara de todos mis amigos.
P. Tal como lo hiciste en su momento con los precandidatos demócratas y el candidato republicano de Estados Unidos, ¿qué libro les recomendaría a Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Miguel Vargas?
R. No les recomendaría ningún libro. Les daría pasaportes para que se fueran. Necesitamos algo nuevo para nuestro país. Estos partidos políticos tradicionales no están llenando las expectativas.
P. ¿Qué haces de hobby, que no sea leer?
R. Te confieso que la mayor parte de mi lectura la hago entre 7 y 9 de la mañana. Mis amigos casi nunca me ven leyendo, así que encuentran gracioso que yo casi siempre hable de lo mucho que me gusta leer. Generalmente ellos me ven saliendo. Adoro correr (aunque no lo parece: aumenté treinta libras con el estrés del tour de promoción del libro y porque mi novia estaba intentando terminar conmigo). Me encanta salir a bares y clubes, y estuve metido en el ambiente hiphop ‘underground’ de NYC por un tiempo. Soy un gran fanático del béisbol, así que veo a los Yankees, los Mets y los Medias Rojas cada vez que puedo. Aunque parezco un bruto cuando me conoces, sé mucho sobre películas extranjeras, las veo obsesivamente. (La mejor película extranjera de los últimos cinco años: Ping Pong.) Toda mi juventud trabajé en fábricas, así que todavía disfruto del trabajo físico. Nunca lo creerías al mirarme, pero soy uno de esos a quienes les gusta ayudar a sus amigos a mudarse o hacer proyectos. Seis o siete horas de trabajo físico siempre me relajan. Ni siquiera soy muy bueno jugando a intelectual de tiempo complete. Es triste.
P. ¿Qué te saca de quicio?
R. Cuando en un resort los bartenders dominicanos le sirven a los extranjeros antes de atenderte a ti. No te imaginas cuántas veces he tenido que decirles a esos tipos que dejen de ser Guacanagarix.
P. ¿Cuál sería tu lugar ideal para un hipotético retiro en República Dominicana?
R. Esa es una pregunta difícil. Todavía me quedo en la casa de mi familia en Villa Juana (Calle 21 forever!), pero a ninguno de mis amigos dominicanos de Estados Unidos le gusta visitarme allí. (Mis amigos dominicanos de la isla no le tienen miedo a Villa Juana.) Mi sueño sería vivir como el artista Tony Capellán, en la azotea de uno de los edificios frente al Parque Independencia. Eso me permitiría tener acceso a mis dos mundos: podría salir con la gente ‘cool’ a sus ‘lounges’ de la Zona y sacar tiempo con los tipos pobres que hay en el parque, que trabajan todo el día y toda la noche para ganarse un par de dólares.
Pero tú estás hablando con un hombre que no tiene hijos. Si tuviera hijos estaría en uno de esos residenciales cerrados, como el promedio de los dominicanos de clase media, aterrorizado.
P. Por último, ¿qué les llama la atención de la novela a lectores de Nueva Zelanda, por ejemplo, donde estuviste de promoción en este año?
R. Lo que más parece impresionarles a los neozelandeses es la idea de que en el corazón del mito americano existía un mito dominicano. Que no puedes entender el Nuevo Mundo sin entender un lugar como República Dominicana.
Ruth Herrera
Publicada el 3 de Septiembre del 2008
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