En apariencias el Poder Ejecutivo ha mostrado capacidad para la concertación con el Poder Legislativo y los demás actores del sistema político dominicano. Ha cedido en cuestiones podrían parecernos cruciales en términos políticos y otra que afecta significativamente las finanzas del partido de gobierno. Por ejemplo, retiró de la observación a la ley que modifica la forma de reparto de los recursos públicos entre los partidos. Ha corrido el riesgo de ser visto como muy débil ante las exigencias del Congreso dominicano, como tomar medidas para reponer cancelados en la administración pública, ámbito de su exclusivo ámbito. Al reponer a los cancelados por presión del Congreso está admitiendo implícitamente que cometió un error al cancelarlos. ¿Estamos en presencia de una nueva etapa en la cual la búsqueda de la gobernabilidad y el respeto a los ámbitos de decisión de cada poder del estado se colocan por encima de los intereses partidarios?
Hay quienes pueden pensar que el Congreso, en especial el Senado, parecería que adquiere conciencia de cuál es su papel en una democracia: convertirse en el contrapeso del Poder Ejecutivo, legislar, limitar el poder del mandatario. No se trata de complacer al Presidente, sino de que éste se sepa vigilado por ese poder que representa al verdadero soberano, es decir al pueblo. No está el Congreso para decir “corroboro”, como en la época de Trujillo. Defiende, el Senado, a médicos que no defendió cuando Mejía era el presidente, pero que ahora defiende. Por suerte, se dirá, ahora los defiende. ¿Se puede decir que el enfrentamiento existente entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, con el Senado como cabeza, forma parte de un proceso de crecimiento y maduración de la democracia dominicana?
Soy de los que piensan que los dos poderes deben negociar, reconocer sus ámbitos de competencia y si cada quien cumple su rol, estoy convencido de que saldrá lo mejor para la nación. Qué lindo, ¿no? ¿Se oyen los mil violines de la paz y el progreso dominicano cuando se leen estas palabras? Pero, esa es una visión que se queda en las apariencias, en lo que debe ser, en lo que queremos que sea. Pero, por desgracia no es lo que es. La realidad, la cruel y terrible realidad que no desea ser encajada en la teoría, es otra. En términos teóricos siempre es bueno tener un Congreso independiente del Ejecutivo, pero eso es lo que parece, lo formal en las actual coyuntura, hay que ver cuáles son las diferencias, lo que motiva las diferencias entre los dos poderes hic et nuc.. O sea, veamos el contenido de las diferencias y no observemos sólo las formas.
Cuando colocamos la lupa, nos damos cuenta que no hay un enfrentamiento entre poderes del Estado que cumplen, ambos, con sus funciones. No es de cara al soberano pueblo que se está negociando, ni reivindicaciones sentidas por éste. Se están negociando préstamos, bonos para que el gobierno construya de un metro a cambio de no desatar los demonios de la lucha contra la corrupción administrativa en la que mucha gente, de los tres partidos, tiene mucho que perder.
En su discurso ante la Asamblea Nacional el presidente Fernández fue tímido al hablar de sus logros, porque celebrarlos mucho significaba enfrentar directamente al gobierno anterior y los Senadores en su mayoría responden al Pepehachismo que se ha reciclado como corriente institucional. Pero, hoy es imposible explicar la gran importancia de la recuperación de la confianza en las autoridades sin hablar de la responsabilidad del gobierno de Hipólito Mejía en la perdida de la confianza.
Hacer mucha algarabía con la estabilidad macroeconómica –logro principal de estos seis meses - significa enrostrarle su incapacidad al equipo económico anterior, al cual defiende el Senado con uñas y dientes a pesar de los hoyos en que metieron el país.
El Presidente tampoco habló del tema que durante la campaña fue el más sensible: la corrupción. Sin embargo, pudo exhibir el sometimiento de los involucrados en RENOVE, la devolución de los autos de lujo en manos de la Policía. Pudo haber señalado que la presencia de Francisco Domínguez Brito como Procurador General y la de Manuel Hernández como Fiscal del Distrito Nacional sugieren que se dará riendas sueltas al ministerio público en la lucha contra la corrupción. Pudo decir que este gobierno ayudo para que se descamisara el mayor cargamento de cocaína de los últimos diez años. No lo hizo porque quiso presentarse como conciliador y capaz de negociar. Pero, el Senado pudo exigir mayor nivel de investigación en los casos de corrupción, pudo pedir el presidente del Senado que el caso PEME no sea desestimado. No lo hizo. Ni el presidente Fernández, ni el presidente del Senado Bautista se refirieron a los temas más sentidos y necesarios. La corrupción en ambos discurso estuvo ausente.
Lo grave es que, en este contexto, la lucha contra la corrupción se presenta como un arma política en manos del Ejecutivo. Cuando Mejía saca la cabeza, se filtra a los medios de prensa la situación de los invernaderos y se debaten situaciones que involucran a familiares y colaboradores cercanos. Hoy estos hechos están acallados, y nadie presento una querella formal ante el Departamento de Prevención de la Corrupción Administrativa.
Definitivamente, hay que decirlo: el enfrentamiento Poder Ejecutivo y Poder Legislativo puede parecer un ejercicio democrático, pero en sus consecuencias terminará siendo una escaramuza que garantizará la impunidad para los del anterior gobierno. Cuando hay impunidad para los anteriores se estimula las acciones corruptas de los actuales, que no desean quedarse atrás. Usted amigo o amiga que lee esto tiene un gran poder llamado voto, déle buen uso en el futuro, o simplemente nos iremos a la misma porra.
Hay quienes pueden pensar que el Congreso, en especial el Senado, parecería que adquiere conciencia de cuál es su papel en una democracia: convertirse en el contrapeso del Poder Ejecutivo, legislar, limitar el poder del mandatario. No se trata de complacer al Presidente, sino de que éste se sepa vigilado por ese poder que representa al verdadero soberano, es decir al pueblo. No está el Congreso para decir “corroboro”, como en la época de Trujillo. Defiende, el Senado, a médicos que no defendió cuando Mejía era el presidente, pero que ahora defiende. Por suerte, se dirá, ahora los defiende. ¿Se puede decir que el enfrentamiento existente entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo, con el Senado como cabeza, forma parte de un proceso de crecimiento y maduración de la democracia dominicana?
Soy de los que piensan que los dos poderes deben negociar, reconocer sus ámbitos de competencia y si cada quien cumple su rol, estoy convencido de que saldrá lo mejor para la nación. Qué lindo, ¿no? ¿Se oyen los mil violines de la paz y el progreso dominicano cuando se leen estas palabras? Pero, esa es una visión que se queda en las apariencias, en lo que debe ser, en lo que queremos que sea. Pero, por desgracia no es lo que es. La realidad, la cruel y terrible realidad que no desea ser encajada en la teoría, es otra. En términos teóricos siempre es bueno tener un Congreso independiente del Ejecutivo, pero eso es lo que parece, lo formal en las actual coyuntura, hay que ver cuáles son las diferencias, lo que motiva las diferencias entre los dos poderes hic et nuc.. O sea, veamos el contenido de las diferencias y no observemos sólo las formas.
Cuando colocamos la lupa, nos damos cuenta que no hay un enfrentamiento entre poderes del Estado que cumplen, ambos, con sus funciones. No es de cara al soberano pueblo que se está negociando, ni reivindicaciones sentidas por éste. Se están negociando préstamos, bonos para que el gobierno construya de un metro a cambio de no desatar los demonios de la lucha contra la corrupción administrativa en la que mucha gente, de los tres partidos, tiene mucho que perder.
En su discurso ante la Asamblea Nacional el presidente Fernández fue tímido al hablar de sus logros, porque celebrarlos mucho significaba enfrentar directamente al gobierno anterior y los Senadores en su mayoría responden al Pepehachismo que se ha reciclado como corriente institucional. Pero, hoy es imposible explicar la gran importancia de la recuperación de la confianza en las autoridades sin hablar de la responsabilidad del gobierno de Hipólito Mejía en la perdida de la confianza.
Hacer mucha algarabía con la estabilidad macroeconómica –logro principal de estos seis meses - significa enrostrarle su incapacidad al equipo económico anterior, al cual defiende el Senado con uñas y dientes a pesar de los hoyos en que metieron el país.
El Presidente tampoco habló del tema que durante la campaña fue el más sensible: la corrupción. Sin embargo, pudo exhibir el sometimiento de los involucrados en RENOVE, la devolución de los autos de lujo en manos de la Policía. Pudo haber señalado que la presencia de Francisco Domínguez Brito como Procurador General y la de Manuel Hernández como Fiscal del Distrito Nacional sugieren que se dará riendas sueltas al ministerio público en la lucha contra la corrupción. Pudo decir que este gobierno ayudo para que se descamisara el mayor cargamento de cocaína de los últimos diez años. No lo hizo porque quiso presentarse como conciliador y capaz de negociar. Pero, el Senado pudo exigir mayor nivel de investigación en los casos de corrupción, pudo pedir el presidente del Senado que el caso PEME no sea desestimado. No lo hizo. Ni el presidente Fernández, ni el presidente del Senado Bautista se refirieron a los temas más sentidos y necesarios. La corrupción en ambos discurso estuvo ausente.
Lo grave es que, en este contexto, la lucha contra la corrupción se presenta como un arma política en manos del Ejecutivo. Cuando Mejía saca la cabeza, se filtra a los medios de prensa la situación de los invernaderos y se debaten situaciones que involucran a familiares y colaboradores cercanos. Hoy estos hechos están acallados, y nadie presento una querella formal ante el Departamento de Prevención de la Corrupción Administrativa.
Definitivamente, hay que decirlo: el enfrentamiento Poder Ejecutivo y Poder Legislativo puede parecer un ejercicio democrático, pero en sus consecuencias terminará siendo una escaramuza que garantizará la impunidad para los del anterior gobierno. Cuando hay impunidad para los anteriores se estimula las acciones corruptas de los actuales, que no desean quedarse atrás. Usted amigo o amiga que lee esto tiene un gran poder llamado voto, déle buen uso en el futuro, o simplemente nos iremos a la misma porra.
El Caribe
y Clave Digital
8 de marzo 2005
No hay comentarios:
Publicar un comentario