Según el texto "Cultura Política y Democracia en República Dominicana", publicado por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) en 1996 y escrito por Isis Duarte, Ramonina Brea, Clara Báez y quien suscribe, en el tuétano de la visión del mundo del dominicano y la dominicana promedios se encuentra la idea de que fuerzas divinas (o terrenales pero poderosas) tienen en sus manos la solución de los "grandes problemas nacionales" (pp. 52-56.).
Las evidencias empíricas sugieren que la población dominicana, y particularmente la mayoría de personas pobres o de sectores vulnerables, no confían en sus propias fuerzas. ¿En qué afecta este fenómeno a la democracia dominicana? La ciudadanía debe confiar en sus propias fuerzas para poder participar de manera equitativa en la democracia, debe creer que con sus acciones puede ayudar a construir un régimen político menos desigual. ¿Cómo podría alguien participar en la construcción de la democracia si está convencido de que por más que uno se esfuerce, lo que ocurre está controlado por la divinidad o por un supra poder terrenal (la gente con mucho dinero, los políticos corruptos, o el poder globalizador) que todo lo puede? O sea, se constata la existencia de una baja autoestima en los grupos mayoritarios y votantes de la nación.
En una sociedad de bajo nivel de autoestima, el papel de las élites sociales, económicas y políticas que dicen querer construir una institucionalidad distinta debe ser visto como de vital importancia: "En este contexto cobra fuerza el argumento de la necesidad de un compromiso activo de las élites políticas, para que sea posible la consolidación de la democracia en República Dominicana. Sin embargo, en la actualidad, las élites no han perfilado todavía un impulso hegemónico que haga posible tal compromiso. Al contrario, una buena parte de las mismas está muy adherida a las prácticas que mediatizan o sustraen la asunción de una posición que favorezca una amplia consolidación democrática" (p. 56).
En los dieciséis años que han transcurrido desde que se realizó la primera Encuesta Nacional de Cultura Política –Demos 94– las cosas han cambiado... pero poquito. Sectores importantes de la sociedad civil, entendida como el conjunto de ciudadanos y ciudadanas que no participan en la conducción del gobierno y sus diversos poderes, se han organizado al margen de las élites político-partidarias, contribuyendo con el desarrollo de una cultura favorable a la democracia y a la confianza en las propias capacidades. Pero, he aquí uno de nuestros retos: combatir la tendencia a desconfiar en sus propias fuerzas que tienen las mayorías pobres y vulnerables construyendo organizaciones más inclusivas.
Las dirigencias tradicionales de las organizaciones políticas serían los más afectados por el desarrollo de una cultura política diferente, ya que sus estilos de liderazgo constituyen la mayor traba para el desarrollo de una visión del mundo menos paternalista, más secular, más moderna. En efecto, las élites partidarias dominicanas profundizan la división de la sociedad y, más que estimular la reflexión y toma de posiciones, estimulan un cierto "borreguismo" ciego. Y ese es el segundo desafío: la conformación y apoyo a un nuevo liderazgo partidario.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
3 de mayor 2010
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