Ni lado oscuro, ni lado iluminado: una convención en penumbras



Diversos análisis de la guerra fratricida dentro del PRD ubican su emergencia en el nacimiento de la organización política. Pero, no.

Como si decir PRD fuera lo mismo que decir desorden, caos, ausencia de democracia. Pero, no.


Diversos analistas ven la recién terminada convención del PRD cual campo de batalla de un ejercito bueno y otro malo. Pero, no.

Diversos comentaristas muestran sus blancos refajos y dicen que la lucha es entre quienes poseen la marca de Caín contra los partidarios de Abel. Pero, no.

La situación actual tiene sus raíces en la muerte de José Francisco Peña Gómez y la lucha entre los señores feudales de cada isla del archipiélago llamado PRD por controlar el partido, por ser el sustituto o sustituta del líder.

O sea, el PRD está, todavía, enredado en las patas de un caballo desbocado llamado “proceso de transición de liderazgo”. Que le ha durado más de 15 años.

Hasta tanto la transición no cierre, no culmine, seguirá la conflictualidad paralizante siendo el sino de ese partido.

Cabe aclarar que ya el Partido Reformista Social Cristiano (PRSC) cerró el circulo de este proceso y fue engullido por el "facilismo" político y el reclamo de sus líderes de cuotas de poder individual, lo que lo ha llevado a ser bisagra, partido subsidiario, y hay hasta quienes dicen agrupación rémora.

Cabe observar que el PLD ha logrado sobrevivir en equilibrio inestable manteniendo la competencia por el liderazgo en el plano interno.

No así en el PRD. Y ese es el verdadero problema y dificultad de esa organización política. Hay que trascender la anécdota y el momento, para poder ver mejor el futuro de esa organización  y por extensión de la oposición en Dominicana.

Hay que echar manos de la historia y ver la transición de liderazgo en los tres partidos que han dominado la política desde el fin de la Era hasta ahora.

Pero, para entender el momento y el futuro no puede quedarse el analista en observarla cual si la convención no tuviera historia.

Cual si los liderazgos enfrentados habrían surgido de la nada. Cual si no fueran producto de la misma practica política que ha sido la tradición dentro del PRD. Hay que ver la historicidad de los liderazgos en competencia. Mal hacen los analistas y comunicadores sociales en tomar partido, obviando el fluir de la historia constitutiva de cada liderazgo.

Y ahora las preguntas que creo relevante: ¿Hacia donde marcha del PRD, hacia su implosión y pérdida de influencia cual pasó al PRSC?, o, ¿hacia la institucionalización de la competencia política y el mantenimiento de los liderazgos enfrentados bajo una misma sombrilla?

O dicho de otro modo, ¿llevará la transición de liderazgo al PRD hacia su destrucción tipo PRSC o al pacto interno de los liderazgos tipo PLD?

O, ¿se quedará uno de los grupos enfrentados con las siglas y reconstruirá la organización a su imagen y semejanza?

¿Podrá el PRD ser el partido principal de la oposición o su implosión se llevará de cuajo las posibilidades electorales de toda la oposición vía su división en bloques antagónicos?

Creo que muchos analistas se están haciendo las preguntas erróneas, porque están mirando de forma maniquea la competencia interna.

Para responder estas preguntas hay que dejar de lado la visión de que dentro del PRD se enfrentan los malos vs los buenos. Los demócratas vs los autoritarios.

En el PRD se enfrentan grupos y liderazgos que desean el control del aparato partidario para ser los sustitutos de Peña Gómez. Grupos que en momentos distintos durante estos últimos 14 años han tenido el control efectivo del PRD y lo han perdido. Lo han perdido porque han sido incapaces de negociar y buscar pactos internos duraderos.

Estos liderazgos solo han buscado el control de las candidaturas y ser quienes representen al más alto nivel uno de los pilares de toda democracia: la oposición Y cada grupo ha hecho uso de los métodos y formas de hacer política que han sido tradicionales dentro del mismo PRD, para eliminar al otro. Y ese ha sido uno de los errores, cada grupo ha querido tener el control absoluto, de una organización que nació bajo el sello del pluriclasismo y las tendencias internas.

Lo inédito de este momento es que todos carecen del liderazgo de Peña para negociar y dar a cada cual una esfera del poder dentro del PRD.

Una paradoja se presenta: el proceso de sustitución del liderazgo de Peña Gómez, carece de un Peña Gómez que lo haga factible.

Por eso es tan traumático el proceso.

Para ver mejor el proceso demos un paseo al pasado reciente y aclaremos conceptos.

¿A qué he llamado transición de liderazgo?

Tras la muertes de los tres líderes que dirigieron la sociedad dominicana del 1961 al 2000 se abrió la etapa de Transición de liderazgo.

Etapa de construcción de liderazgos colectivos o pactados y organizacionales para sustituir a los líderes carismáticos y caudillistas desaparecidos. No me refiero al surgimiento de líderes mesiánicos que sustituyan a los tres líderes.

Me refiero a la necesidad de adaptar el liderazgo político a la nueva sociedad dominicana. Más conectada al mundo, más tecnificada.  La etapa fue completada en el PLD con luchas y enfrentamientos que en equilibrio inestable permiten la coexistencia de liderazgos distintos. Es lo que llamo el pacto interno del liderazgo.

La etapa destruyó al PRSC, que solo logra votos a la cola de uno de los partidos grandes y carece de identidad política. Es lo que llamo el partido subsidiario.

La etapa se presenta inconclusa en el PRD y en esa inconclusión residen todos sus problemas actuales.

La muerte de Peña tomó a las masas del PRD por sorpresa y desató una lucha fratricida por la sustitución del liderazgo. El PRD tuvo un proceso de desorientación inicial, luego se desata la lucha sin reglas, por convertirse en el heredero o heredera de Peña

Desde finales de los 90 y principios del 2000, para colmo, los dirigentes perredeístas olvidaron que debían buscar formas de seguir representando al sector popular al cual apelaba Peña. Al parecer había sido este el único que había entendido las raíces populares del “sentimiento” PRD. O al menos obviaron que debía fortalecer los lazos con el sector popular que era su principal base de sustentación.

En una errónea interpretación del momento, creyeron que el momento demandaba la sustitución del liderazgo balaguerista, y trataron de competir por ocupar el espacio del balaguerismo, sin fortalecer su espacio propio.

Pero, el PLD corría con ventajas en la competencia por ocupar el espacio dejado por la muerte de Balaguer, y además se había consolidado en las llamadas capas medias y profesionales.

Durante los primero años del 2000, Hipólito Mejía y su Proyecto Presidencial Hipólito (PPH), que controlaban parte del Congreso Nacional y todo el Poder Ejecutivo usaron los recursos que tenían a su disposición para crear una clientela leal a lo interno del partido. Lograron imponerse a lo interno, a pesar del alto nivel de rechazo que en la población tenían los principales dirigente del PPH y el propio Mejía.

Se lanzaron a la locura de un cambio constitucional para restablecer la reelección, y llevar al impopular presidente a la repostulación. Mejía y el PPH no lograron reelegirse, pero consiguieron el control del partido, y acallaron la disidencia interna, ya fuera a través de la repartición de cargos internos, o simplemente porque los adversarios internos renunciaron del PRD.

El PPH no logró consolidar su liderazgo a lo interno del PRD, creyó que podía mantener el control del partido sin estructura institucional. Es decir, creyó que podía aplicar el estilo de liderazgo de José Francisco Peña Gómez, pero el partido realmente necesitaba reformas substanciales

Peña Gómez era “la curita” que unía las heridas del partido. El mediador, el presidente, el bombero, el líder.

La época del dominio de Peña era otra, el PRD era otro partido, y otra era la ciudadanía militante e Hipólito no calzaba en los zapatos de Peña.

Pero, los grupos que tenían un claro proyecto de institucionalización partidaria estaban relegados, carecían de influencia y poder. Y todos carecían de las capacidades mediadoras de Peña Gómez.

Es cuando entra Vargas Maldonado. Mejía en la picota y el deseo de la militancia de una figura fresca, distinta, nueva. Milagros compite con Vargas. Pero, a pesar de que Mejía apoya a Vargas, Milagros recordaba mucho el gobierno de Hipólito a una parte de la militancia.

En sus inicios Vargas se asume como esa figura fresca y las masas perredeístas lo acepta. Triunfa con el apoyo de Mejía, y no dejo de plantearse la existencia de irregularidades en el triunfo.

Vargas en su peregrinar articula a dirigentes de los que reclaman institucionalidad, y hace buen papel como candidato presidencial en 2008. Pero, pierde las elecciones, y de alguna manera, se da cuenta que uno de los factores de su fracaso fue la forma en que la dirigencia institucional del momento llevó a cabo las elecciones y manejó los recursos -humanos y económicos- del PRD.

Así que no hay de otra, si quiere volver a ser candidato, deberá enfrentar al PPH y tratar de arrebatarle el control del partido. Su modelo: Leonel Fernández presidente del partido y potencial candidato presidencial del PLD.

Aunque luego ha sido muy vilipendiado, y en cierto sentido fue el momento que abrió las puertas para que Hipólito volvieran a ser candidato, el Pacto de las corbatas azules, fue el momento en que sus trabajos buscando el control del PRD rindieron sus frutos.

Le permitió presentarse ante la ciudadanía como el líder de la oposición, y de la bancada del PRD en el Congreso. Lo que le allanó el camino hacia la presidencia del PRD en la convención a celebrarse en aquel momento.

El problema de Miguel no fue el Pacto, fue la forma en que se manejó posterior a él. En principio su calculo no estuvo mal. Si bien el contenido del pacto hizo posible que su contendiente interno, Hipólito Mejía, pudiera aspirar a la candidatura presidencial.

Vargas probablemente creyó que con el nivel de rechazo que conservaba Mejía en ese momento se le haría fácil a Vargas ganarle a Hipólito en las internas.

El cálculo habría sido correcto: si Vargas no comete ningún error podría convertirse en el principal líder de la oposición y colocarse a tiro de hit, para anotarse la candidatura presidencial del PRD. Ay, pero, no.

En el PRD se polarizó la lucha entre dos grupos organizados: el de Mejía y el de Vargas. Para desgracia de Vargas Maldonado, Mejía regresó con ímpetus y rodeado de una aureola de triunfo que hizo fruncir el ceño a quienes temían a las mordidas del perro de Mamá Belica.

Perplejas, algunas personas preguntaron, ¿cómo pudo el MVP perder el control del PRD tan rápidamente? ¿Cómo pasó el Guapo de Gurabo de tener altas tasas de rechazo y menos del 10% de aceptación a ser el candidato del PRD?

Hay quienes sostienen que su éxito se explicaba en lo pegajoso del Llegó Papá, en que sus asesores morigeraron su carácter y en su estilo chabacano de comunicarse con la gente. Disentí en aquel momento y disiento ahora más que nunca de tal aserto.

No se niega la importancia de estos aspectos, sostengo que hay otros que contribuyeron más al regreso de este político atípico. Quien - como dije cuando su candidatura se colocaba con 20 puntos por encima de Medida pero ya venia bajando a 18- su gran virtud es su gran debilidad y lo que lo ha colocado 20 puntos por encima, lo irá bajando durante el proceso electoral. Como efectivamente ocurrió.

El retorno de Mejía estuvo estrechamente relacionado a las fallas en el estilo de liderazgo de Vargas, a la forma en que éste controló el proceso de elección de la dirigencia del PRD, o sea la convención anterior. El retorno de Mejía estuvo ligado a la forma en que Vargas manejó las candidaturas congresuales y municipales que se reservó en 2010 y a que no tomó en cuenta la cultura política del militante perredeístas. O como lo he llamado en otros ensayo: la identidad política del perredeístas.

El PRD se ha caracterizado por relaciones directas, casi primarias, entre sus cuadros y el liderazgo nacional, así como entre la dirigencia y la militancia más activa.

Miguel intentó copiar el estilo de Leonel Fernández y del PLD, tipificado por una relación menos directa y más vertical.

No tomó en cuenta las diferencias históricas y de cultura política de las militancias de ambos partidos.

Hipólito aprendió a tener una relación horizontal y chanflona con sus seguidores de todos los sectores sociales.

El MVP comprometió gran parte de su liderazgo en obtener la presidencia del partido y en evitar por todos los medios que Gómez Mazara fuera el secretario general del PRD, y que los partidarios de Mejía llegaran a la dirección del partido. Esas acciones le costarían las elecciones para elegir el candidato presidencial del PRD del 2011, ya que su liderazgo se iba en erosión y el de Hipólito en fortalecimiento.

Seguirán buscando causas externas, y ambos grupos podrán seguir acusándose mutuamente de ser beneficiarios del gobierno de turno o de ser agente del partido contrario, pero las principales razones del fracaso se encuentra en sus praxis internas.

No es casual que cuando cada grupo ha tenido el control del partido el otro le acusa de lo mismo, incluyendo de ser beneficiario del partido de gobierno. Miguel explica el triunfo de Hipólito en la primaria del 2011 en el apoyo del PLD e Hipólito explica su fracaso electoral en el 2012 debido a la alianza de Miguel con el PLD. Sin ir a las raíces del problemas, será difícil eliminar las causas de la enfermedad. La fiebre no está en la sabana. 

Miguel en el proceso de convención anterior para las autoridades internas se granjeó enemigos dentro de los mandos medios, igual hizo en el proceso de elección de las candidaturas congresuales y municipales. Obvió que, si bien gran parte de la sociedad dominicana tenía una percepción negativa del desempeño del gobierno de Mejía, para la militancia perredeísta hubo pingües beneficios.

Recordemos aquella fílmica del Consultor Jurídico del Presidente Hipólito Mejía, Guido Gómez Mazara diciendo en un encuentro entre perredeístas que: “Primero nosotros, luego nosotros y si queda algo después de eso, será para nosotros”. Hipólito nunca se cansó de decir que gobernaba sin olvidarse de los suyos. Así que la militancia del PRD tenía razones para regresar con Mejía. Un sector importante del perredeismo estará siempre agradecido de Mejía.

Pero Vargas, también tenía lo suyo: Hipólito llevó al PRD a uno de los resultados electorales más bajo de su historia partidaria, mientras que Vargas y su equipo aumentaron sustancialmente los votantes del PRD, hasta colocarlo en el número 1 de la boleta electoral. Y aunque no se le reconozca hizo un intento de modernización del partido, lamentablemente sin contar con las bases y la dirigencia histórica.

Pero, el MVP no caló porque desconoció importantes liderazgos locales, imponiendo sus propios candidatos a diputados, senadores y alcaldes, además promovió sectores recién llegados de otros partidos por encima de la dirigencia media tradicional y profundizó su aislamiento frente a las masas perredeistas.

Prefirió quedarse con los mandos del aparato partidario, sin importarle las bases y la periferia del partido. Esos mandos, que dicho sea de paso, le han permitido triunfar en la chapucera convención recién finalizada, pero que no está todavía claro, si podrán conservar las bases del PRD.

Durante sus cuatro años de mandato, el nieto de Mamá Belica usó los recursos que tenía a su disposición desde el Estado Dominicano para crear una base clientelar interna.

Vargas tenía razón al decir que Hipólito era más vulnerable como candidato presidencial, y es posible que grupúsculos reeleccionistas del momento hayan dado algún apoyo para el triunfo de Mejía en las internas. Pero lo básico fue que Vargas no convenció porque no supo nadar en las aguas del perredeísmo histórico. Además de que aceptó que se votara con un padrón ampliado, lo que permitía las influencias externas.

¿Abinader? Tuvo la oportunidad de constituirse en un liderazgo nuevo y no ser parte de la lucha fratricida dentro de ese partido. Lucha que ha sumergido al PRD en una larga noche oscura que le impide ver quién es su contrincante.

Luis Abinader, en el paso de los años, pudo irse constituyendo en el recambio. Pero, pactar con Mejía en 2011 lo metió de lleno en los enfrentamientos internos, limitó sus posibilidades de crecimiento independiente y lo regresó a la política tradicional.

Construir liderazgos nuevos requiere paciencia, experiencia y en ocasiones caminar solitario por el campo de batalla recogiendo víctimas para reconstruir el ejército. Abinader no ha sabido desligarse de Mejía y su grupo y ha atado su liderazgo a él. Lo que evidencian que quienes están fuera del PRD no forman un grupo compacto.

Para conocer efectivamente el futuro del PRD y sus potencialidades como principal partido de oposición, así como su futuro electoral es necesario no mirar exclusivamente esta convención como un problema de buenos y malos. No mirar solo el hecho puntual. Hay que ver la historia y las características de los liderazgos que se disputan se la oposición.

Hay que ver el momento actual como la culminación, el necesario cierre, de un proceso en el cual liderazgos similares, y productos del perredeísmo histórico ya no son capaces de convivir, ya no pueden cobijarse bajo una misma sombrilla. Pero, en vez de lograr un divorcio, aunque hostil al menos que los separe definitivamente, insisten en destruirse mutuamente.

Es en ese contexto que podemos regresar a la pregunta más importante para la democracia dominicana: ¿Podrá el PRD ser el partido principal de la oposición o su implosión se llevará de cuajo las posibilidades electorales de toda la oposición vía su división en bloques antagónicos?


Continuará…. No se vayan que esto se pone bueno.

Ramón Tejada Holguín
Lunes 21 Julio 2014

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