¿Para qué sirven los datos de un censo? ¿Por qué nos lamentamos tanto de que el último censo tenga tantas dificultades y se sospeche de su calidad? En primer lugar, porque es imposible planificar sin datos, y parecería que esa seguirá siendo la norma.
En segundo lugar porque las políticas públicas no pueden diseñarse sin tomar en cuenta la estructura de edad de la población, el nivel de crecimiento de ésta y la forma en que se distribuye según sexo, edad y área geográfica.
Miremos el impacto que tiene la estructura de edad sobre las políticas públicas, a modo de ejemplo. El cambio demográfico ha sido espectacular, pero nuestras políticas públicas cambian lentamente: desde 1950 a la fecha la población se ha multiplicado por 3.9, pasando de 2.4 millones de habitantes para 1950 a 9.4 millones en 2011. Construcción y habilitación de hospitales, escuelas y viviendas no crecen en la misma proporción.
El porcentaje de personas jóvenes, en edad de trabajar, casarse y formar una familia crece aceleradamente, mientras disminuye la proporción de niños y niñas, porque nacen menos hijos e hijas por cada mujer, y aumentan los y las envejecientes, porque se reduce la mortalidad y la esperanza de vida se hace mayor.
Este crecimiento de la población y la relación entre los grupos de edad demandan que las autoridades modifiquen la estructura del gasto público, específicamente el gasto social, y exigen políticas de empleo y educación adecuadas. El número de jóvenes que necesitan educación media y universitaria aumenta más rápido que el número de niños y niñas que necesitan educación primaria, el aumento de los envejecientes modifica el tipo de atención en salud que necesita el país.
El cambio demográfico, en palabras del BID, puede verse como una “ventana de oportunidades”, en especial porque tenemos una proporción mayor de personas en edad de trabajar. En efecto, en 1950 por cada 100 personas en edad de trabajar existían 91 dependientes (niños, adolescentes y envejecientes), aumentando a 101 en 1960, para bajar a 61 en el 2000. Muy probablemente, cuando logremos conocer las cifras del censo recién realizado, descubriremos que el nivel de dependencia es todavía menor.
Tantas personas en edad de trabajar puede ser una "oportunidad" que si no se sabe aprovechar podría convertirse en pesadilla. Si las escasas oportunidades educativas y de empleo de la juventud persisten y se amplían, los y las jóvenes pueden ver bloqueadas sus oportunidades de progreso, provocando que busquen la satisfacción de sus necesidades a cualquier precio. Lo que contribuiría a que los estilos de vida de riesgo, que provocan el crecimiento del embarazo en adolescentes, la delincuencia y el consumo de drogas, crezcan aceleradamente. También a la profundización del círculo de la pobreza.
Si las nuevas generaciones ven bloqueadas sus posibilidades de ascenso social, su frustración e impotencia pueden ser una de las principales causas del aumento de la violencia y la delincuencia en las grandes ciudades como el Gran Santo Domingo, Santiago y San Francisco de Macorís, entre otras.
Ramón Tejada Holguín
Perspectiva Ciudadana
El Caribe
24 Mayo 2011
Ilustración robada a Banksy (otra más)
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