Cada vez nos distanciamos más y se ahonda la brecha que nos separa. No hablo de la brecha digital o virtual, sino de un enorme abismo que bloquea la construcción de la democracia. Siéntese unos minutos, por favor. Reflexione. No respire con aire de persona hastiada, sólo le pido que mire en derredor por un momento. Deje a un lado su sabroso café, mire lo hermoso que crece su hijo, lo radiante que se ve su hija. Libres del dengue. No se enfade, no se trata de hacer que el desayuno le indigeste. Pero, ¿sabe cuantas personas quedaron atoradas y no pudieron llegar a tiempo a sus trabajos, a la universidad o al hospital? Hubo una paralización del transporte, la hicieron unos empresarios que se llaman a sí mismos sindicalistas. Esos mismos, los que fueron condenados, luego descargados y luego condenados y todavía falta saber qué hará la Suprema Corte. ¿No me entiende? Es que en su país están pasando cosas que no se imagina, cosas terribles que cada vez nos distancian más, nos polarizan y hacen que una parte de nuestras gentes no disfrute de los más elementares derechos, y no puedan satisfacer sus necesidades perentorias.
No exagero. En algunos lugares ni siquiera la basura se recoge. Basura y dengue. ¿Se da cuenta? Hablo del Ayuntamiento del Distrito Nacional, porque también soy de sus víctimas. Sí, quizás no se da usted cuenta porque vive en un residencial, con servicio privado o quizás es amigo de algún funcionario del Ayuntamiento del Distrito Nacional. Sí, nos estamos distanciando más y más y se ahonda la brecha social que nos separa. Es que algunos pueden privatizar sus servicios. ¿Barrio seguro? Hay quienes tienen a los policías que nos deberían cuidar a todos cuidándolos a ellos. Hay quienes tienen para pagar seguridad privada, ya sea en el residencial o en la casa. ¿Servicio de energía eléctrica? Inversores, plantas eléctricas. Es cierto, cuesta mucho dinero vivir cómodamente en el país. Y vaya que hay quienes viven con mucho confort y otros ahí pasando el Niágara en bicicleta de canasto, sorteando una guagüita, arriesgándose a ser atropellados por un grupito de hijos de papi y mami que echan carreras en las noches sin luna.
Le digo que no exagero: la brecha social crece y nos separa, nos aleja más de tener un sentimiento común de amor a una nación. ¿Realmente somos una nación? Es decir un colectivo de personas que se siente que forma parte de la misma comunidad. ¿Tenemos un Estado? Ay, no se trata de un índice que nos dice que si somos o no un estado fallido, no hablo de eso. Hablo de algo muy concreto y se lo digo sin tapujos: aquí la mayoría tiene que bandeársela con servicios públicos deficientes, con basura que no se recoge, con epidemias cíclicas y anuales, que por cíclicas y anuales pueden ser relativamente fáciles de prevenir y controlar y con bajos salarios que apenas dan para pagar lo que el PRA (Programa de Reducción de Apagones) exige. Qué piensa usted que piensan esas personas cuando nos ven orondos y frescos en nuestros autos. Así no se construye una nación ni hay Reforma Constitucional que valga. ¿Qué le heredaremos a nuestra prole?
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
21 de septiembre
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