Como dicen en México, me pelo por subirme a un Metro. Me fascina el del Distrito Federal. Algunos fines de semanas, en mis años de estudiante insolvente, lo tomaba con la sola intención de conocer estaciones, ora me dirigía a alguna de la que me habían hablado porque tenía un mural de tal pintor, ora a una en la que había un joven que guitarra en mano entonaba canciones de las que brotaban la mejor tradición del albur mexicano, ora simplemente vagaba con la esperanza de ser el Colón de una estación exquisita.
Cada estación tiene sus características, diría casi personales. Las hay acogedoras, intelectuales, tumultuosas, divertidas y asaz plásticas. En “Baldera” había un puesto de quesadillas, que de sólo recordarlo la nostalgia sacude todas mis papilas gustativas y el agua invade mi boca. A la salida de Copilco, en Eje Diez, hay un busto de Pedro Henríquez Ureña, estuve allá cuando se desveló. La estación “La Raza” es como un gran planetario con su “Sala de Conexión Espacial” y sus “Hologramas”. No recuerdo si era en “Auditorio” o “Bellas Artes” que se exhibían fotografías y maquetas de casi todos los metros del mundo.
Soy fanático de los Metros, pues, y no lo niego, como otros lo son de un equipo de pelota o un partido político. Sí, me pelo por subirme a un tren subterráneo y conocer sus paradas. Conozco el de varios países, pero sigo encantado por el del Distrito Federal. Quizás porque allá pasé dos años de becario feliz pero precario, o porque algunas veces con Julián, Raydel, Vladi, Gilliana, Rita y Jhon Jairo andaba vaya usted a saber por cuantas estaciones emocionales, sobre todo algunos de esos jueves de maravilla. Admito, pues, que por nostalgia personal, fascinación artística y razones culinarias soy proclive a defender la idea de construir un Metro en nuestro país, empezando por el Gran Santo Domingo de Guzmán. Especialmente cuando veo que uno de los graves problemas del transporte es la forma mafiosa en que se manejan gran parte de las rutas en las cuales la libertad de transito y negocio han desaparecido. Las paradas de las guaguas y carros públicos son campos de batalla entre “guagueros”, chóferes del concho, pasajero y vehículos privados.
Eso sí, estoy de acuerdo con que debemos ver su construcción a la luz de la realidad dominicana, de la situación económica, social y las prioridades nacionales. Cuando uno lo piensa desde esa óptica el sueño de estaciones de Metro con espacio para el arte se desvanece y da paso a la cruda realidad. Este sistema de transporte resulta oneroso para el gobierno del Distrito Federal, el precio del pasaje es de apenas dos pesos mexicanos (unos 6 pesos dominicanos), pero el costo real es de alrededor de 6 pesos mexicanos (unos 18 pesos dominicanos -a precios de 2005, época en que se escribió este artículo-). El subsidio del Metro es de más del doble de lo que se recauda por concepto de pasaje. Estamos hablando de una ciudad en la cual la energía eléctrica es una de las más baratas del mundo, el país al que pertenece es productor de petróleo y tiene diez veces la población de Santo Domingo de Guzman. Si tiene diez veces la población de Santo Domingo significa que el transporte masivo puede ser más rentable, debido hay que hay una mayor demanda.
En ese sentido hay unos datos que me parecen extraños. El presidente de la Oficina del Metro dice que a un precio de entre 5 y 10 pesos, en un país sin petróleo, en el que no hay energía suficiente para las casas y las industrias, que los apagones están a la orden del día, en el que el precio de los kilovatios es casi el doble de México el Metro será rentable. Lo interesante es que según su promotor tendrá la capacidad para transportar 45 mil personas por hora, eso en un solo sentido. En “Indios Verdes”, que es la estación de mayor afluencia de pasajeros en el Distrito Federal y es uno de los extremos de la línea que tiene su otro extremo en la Universidad Autónoma de México (UNAM), entre enero y noviembre del 2004 la afluencia diaria en ambos sentidos fue de 150 mil 909 personas. El Metro de México trabaja 19 horas por lo tanto el flujo promedio por hora en dicha estación es de 7 mil 943 personas. ¿Necesitamos realmente nosotros la capacidad de transporta 45 mil personas por hora en un sentido, en un solo corredor, que si sumamos los dos sentidos podemos decir 90 mil por hora en ambos sentidos?. Insisto en ciudad México hay 10 veces la población del Distrito Nacional y la provincia de Santo Domingo juntos. Por lo que las cifras sobre la capacidad del Metro en Dominicana por lo menos pueden ser calificadas de pretenciosas.
Creo que es obvio que me convencieron quienes dicen que la construcción de un Metro en Santo Domingo de Guzmán no es urgente por lo que no se debe continuar la espiral de endeudamiento del pasado gobierno para invertir en ella. Hay otras prioridades en el plano de la educación, la salud y la vivienda. El propio PLD nos dijo durante la campaña recién pasada que no era cierto que todavía teníamos capacidad para endeudarnos, como proclamaban los economistas y congresistas del gobierno de Hipólito Mejía.
También estoy convencido de que no será rentable. Pero no sólo por la experiencia del Metro del Distrito Federal. New York tiene más habitantes que toda la República Dominicana y su Metro es subsidiado por el gobierno de la ciudad y allí el precio es el equivalente a 45 pesos dominicanos. O sea que una ciudad mucho mejor organizada que la nuestra, cuyo Metro es centenario, el mismo no ha logrado dejar beneficios. Ya vimos que en el Distrito Federal tampoco es rentable. Quizás la pregunta sea, ¿para quién será rentable “nuestro” Metro? No sé de economía pero cuestiono: si es una inversión rentable, ¿por qué no la hace el sector privado? Ese sector que según la orientación teórico metodológica e ideológica de la mayoría de los economistas del gobierno es el creador de riqueza, ¿porqué no asume directamente las riendas de construcción del Metro? ¿Hay muchos riesgos? Entonces, ¿cuál es la razón por la que debe el gobierno, con el dinero de los contribuyentes que no evaden impuestos, asumir los riesgos? ¿Cómo puede un gobierno que no tiene para cubrir el costo del Régimen Subsidiado de la Seguridad Social embarcarse en una obra de tal magnitud? El propio Presidente ha insistido en que no hemos dejado atrás la crisis económica sino que estamos camino a la salida. ¿No podría ser el Metro un obstáculo en la carretera?
Hay un aspecto poco tratado por los críticos del Metro, es el político. Creo que la insistencia en su construcción podría tener consecuencias políticas negativas para el PLD y la reelección del Presidente Leonel Fernández (en esto me equivoqué). Muchos sectores favorables a la modernización y gentes de la que hacen opinión pública se han sentido heridos en su sensibilidad política, ya que se ha dicho que se busca consenso sobre el Metro después de que tienen un equipo trabajando hasta con los planos para las excavaciones. Es evidente que no hay la voluntad de buscar consenso, sino que se está tratando de convencer a la gente, lo cual irrita más a los sectores de la sociedad dominicana que tienen capacidad de raciocinio. “Nos están metiendo el Metro por boca y nariz”, me han dicho algunos. La oposición que ha despertado el proyecto no ha detenido los trabajos de la Oficina del Metro. Con el agravante que la gente lo ve como un proyecto del doctor Fernández y la mayoría de los votantes no se beneficiarán del mismo. ¿Se entiende? Un presidente y su partido que aspiran a quedarse en el poder deben pensar en obras que beneficien a la mayoría de los votantes y las votantes y no sólo a la antigua ciudad capital.
De todas maneras, creo que comprendo al presidente, porque a mí también me gustan los metros, como ya dije. Esas limpias y hermosas estaciones, espacio para el arte y la cultura. Sería lindo ver allá abajo a un hombre o una mujer tocando una bachata de despecho con su guitarra al ristre y la cachucha en el suelo esperando por su propina. Imaginen el olor a yaniqueque recién frito saliendo de una estación del Metro de Santo Domingo de Guzmán. Pero, debemos admitir que, de ninguna manera, nuestros deseos y sentido artístico deben imponerse a quienes tienen otras prioridades como educación, salud y vivienda. La insistencia en la construcción del Metro puede erosionar substancialmente la percepción de la figura del Doctor Leonel Fernández, ya que mucha gente percibe que esta obra forma parte de sueños faraónicos y pretensiones de vivir en una burbuja que recrea el mundo desarrollado y deja fuera la realidad de ser un país pobres de innumeras necesidades que deben ser satisfechas antes de montarse en el Metro. Por eso, admito que me convencieron y contra toda mi pasión por los Metros, las estaciones, las manifestaciones artísticas y culinarias que en ellas pueden encontrarse soy de los que se oponen a la construcción de un Metro en la República Dominicana en este año del señor del 2005.
Ramón Tejada Holguín
Clave Digital
15 de febrero 2005
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