En municipios, provincias y todo el país se acrecienta la insatisfacción sucediéndose las manifestaciones públicas de indignación y reclamos. Se busca respuesta a una situación insoportable para los más pobres y vulnerables, y asfixiante para la clase media. Crecen la desesperanza y una sensación de indefensión. Ambos aspectos tienden a desatar manifestaciones sin dirección y espontáneas como las de abril de 1984 en que las políticas económicas auspiciadas por el FMI y ejecutadas por el jorgeblanquismo dejaron un fatídico saldo.
No es de sorprender que los llamados a huelgas tengan éxito, aunque sea relativo y parcial. Aunque no tengan un liderazgo evidente. Aunque sean convocados con tan amplío abanico de demandas que sea casi imposible saber cuáles son la más sentidas.
No está el horno para la galletita que los enjundiosos estudios del Banco Central nos suministran diciendo que estamos mejor de lo que padecemos. Detrás de los números hay seres humanos que sufren, que se empobrecen, que son presa de la ira y un buen día dicen ya no más y salen a la calle con tal virulencia que un análisis macroeconómico del Banco Central jamás les detendrá.
La huelga del 11 de julio padeció de los mismos problemas que otras similares: precipitación por ir directamente al más radical de los recursos de lucha, ausencia de una prioridad clara en las demandas o reivindicaciones, inexistencia de un equipo negociador con la claridad de saber cuál es el mínimo acuerdo posible, acuerdo que vaya en beneficio de las grande mayorías.
Pero, señor gobierno, no continúe en su autismo negador de la realidad; pregúntese por qué, a pesar de los pesares, la huelga tuvo un éxito relativo. Cuídese de creer que solo los empresarios del transporte, que tienden a ser los ganadores de estos movimientos, fueron el único factor de éxito. Los grupos más pobres y sin trabajo, los que padecen los embates de la crisis la apoyaron a pesar de la ausencia de un pliego de demandas coherente y popular.
Supongo que, con razón, señor gobierno usted piensa que el proceso electoral será una válvula de escape de la presión contenida y dará un compás de espera al gobierno que vendrá. Quizás por eso y por lo cómodos que están con el mantenimiento de la estabilidad macroeconómica los grupos empresariales más poderosos no se sumaron a esta huelga, por lo que la actividad en el polígono central apenas aminoró. Quizás. Pero, no se confíe. Hay muchos signos de desesperanza, indefensión y rabia contenida en las masas dominicanas, no espere que le sorprenda un asombro de ira, piedras y balas para dar el giro necesario en la economía y las políticas sociales del país.
El Caribe
Perspectiva Ciudadana
19 julio 2011
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