La semana pasada reseñé los avances preliminares del Estudio de Educación Cívica y Ciudadana del 2010 (ICCS, por sus siglas en inglés) el cual es auspiciado por la Asociación Internacional para la Evaluación del Logro educativo (IEA, por sus siglas en inglés). El estudio se realizó en 38 países entre profesores y estudiantes de octavo grado. Nuestro país ocupó el último lugar en educación cívica y ciudadana, muy lejos del que quedó en penúltimo lugar y extremadamente lejos del promedio de los 38 países. Les recuerdo, nuestra puntuación fue de 380, Paraguay en penúltimo obtuvo 424 y la media se ubica entre 503 y 505.
El ICCS sostiene que la puntuación que obtienen los estudiantes se relaciona a un conjunto de factores, entre los que se destacan: 1) la historia familiar (nivel socioeconómico de la familia, percepción de padres y madres, situación migratoria y genero, entre otros aspectos), 2) la forma en que se imparte la docencia en el aula y las características misma de la escuela, es decir si se estimula la creatividad y el pensamiento crítico de los y las estudiantes, el curriculum impartido, la visión de profesores y directores de las escuelas y 3) la apertura de la comunidad, en sentido general, hacia la educación cívica y ciudadana.
Como puede notarse, en el pobre desempeño cívico y ciudadano de la juventud dominicana de 15 años y que cursa el octavo grado influye una multiplicidad de factores, entre los que estamos cada uno de nosotros, cada hombre y mujer dominicanos. Sin embargo, una de las mayores cuotas de responsabilidad cae sobre el sistema educativo. Se supone que la función del sistema educativo en el mundo actual es ofrecer a niños y niñas las herramientas para integrarse a una sociedad cada vez más interconectada a otras sociedades, de preparar la juventud para afrontar los retos que el cambiante mundo define y redefine constantemente, de capacitar al ser humano para vivir en sociedad, en comunidad, de dar los instrumentos que permitan entender lo que les rodea, de ayudarles a formar parte de una comunidad nacional que se sabe inserta en un mundo globalizado.
Dicho de otro modo: la escuela dominicana, pública y privada, no cumple con su función. Sé que estoy siendo radical (en el sentido de ir a la raíz) y no creo que exagere. Alguien podrá recordarme la existen de un par de colegios, muy caros e inaccesibles para el 97% de las familias, que dan muy buena educación; pero podré reseñarle el comportamiento cívico de sus egresados. Alguien me puede hablar de una o dos escuelas públicas que son maravillas, pero le señalaré cuál es nuestro desempeño como sociedad. He de reconocer avances e intentos importantes desde diversos sectores, pero no son suficiente. Hay la necesidad de un pacto por la educación en la política dominicana, de un compromiso de toda la elite dominicana por mejorar la calidad de la educación que impartimos. Educación o Barbarie, ese es el dilema.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
Perspectivaciudadana.com
12 de octubre 2010
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