Dijo Bill Clinton: “Pienso que hay dos cosas que deben decirse. Primero, la política es frustrante, imperfecta y a menudo llena de banalidad y falta de visión. Si no quieren lidiar con eso, busquen otro tipo de trabajo. Y quejarse por ello es ser como estos jugadores en la Copa Mundial que reclaman penales cuando los barren para sacarles la pelota. Quien no quiera jugar porque alguien puede lastimarlo, que se quede en casa. Pero [la política] sigue siendo la mejor esperanza que tenemos para solucionar nuestros problemas comunes; es muy importante." Fue en respuesta a una de las preguntas del presidente del BID, Luis Alberto Moreno, en un evento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) realizado en junio de este año que el ex-presidente estadounidense sostuvo esas aparentemente elementares ideas.
Las personas que participan en las actividades de las organizaciones de la sociedad civil en especial aquellas que tienen puestos de dirigentes deberían colocar estas palabras en un lugar bien visibles de sus oficinas, porque a pesar de la obviedad del planteamiento hay quienes miran en otra dirección cuando de política le hablan. Las palabras de Clinton es al mismo tiempo la más sencilla y la más grande de las justificaciones de la acción política. A pesar de que para muchas personas la política sea el terreno del asco y la corrupción, ¿qué pasa cuando la ciudadanía deja las cuestiones del gobierno y la toma de decisiones en manos de gente que no teme revolcarse en el lodo y la pudrición? ¿Qué pasa si la “buena gente”, esas que creen ser como diamantes que pasan por la avalancha humana sin contaminarse, abandonan el terreno de las funciones públicas en manos sólo de personas sin escrúpulos que andan con el cuchillo en la boca tras el erario? ¿No es obvio lo que pasa?
Hay gente dentro de las organizaciones civiles que creen que no hacen política, que su acción es de otro nivel. Me da risa y pena. ¿No es política tener representantes en comisiones y consejos? ¿No es política reclamar de senadores y diputados que aprueben tal o cual ley? ¿No es política luchar contra la corrupción? ¿No es política participar en una asamblea de una institución como candidato a algunos de sus cargos directivos? Sí, estoy diciendo que, parafraseando a Clinton, aquel ciudadano o ciudadana que no este dispuesto a lidiar con la imperfección, la frustración y falta de visión que muchas veces son partes constitutivas de las acciones de la ciudadanía, pues entonces que busque otras actividades que realizar. Y pongo un ejemplo, para ser preciso, la Coalición por la Transparencia y la Institucionalidad y el Foro Ciudadano me tienen como su representante ante la Comisión Nacional de Ética y Combate a la Corrupción, pero no han definido con claridad y precisión los objetivos que buscan con su participación en dicha Comisión. En ocasiones me he sentido solo, cual si la lucha contra la corrupción fuera vista como actividad deportiva de fines de semanas, o de acciones que se realizan entren reuniones y reuniones para tomar el café. La lucha contra la corrupción es una actividad política que necesita de visión y planificación estratégica. De ahora en adelante, cuando sienta ganas de renunciar, pensaré en las palabras de Clinton, porque a pesar de todo, la política es la mejor esperanza para solucionar nuestros problemas comunes.
Las personas que participan en las actividades de las organizaciones de la sociedad civil en especial aquellas que tienen puestos de dirigentes deberían colocar estas palabras en un lugar bien visibles de sus oficinas, porque a pesar de la obviedad del planteamiento hay quienes miran en otra dirección cuando de política le hablan. Las palabras de Clinton es al mismo tiempo la más sencilla y la más grande de las justificaciones de la acción política. A pesar de que para muchas personas la política sea el terreno del asco y la corrupción, ¿qué pasa cuando la ciudadanía deja las cuestiones del gobierno y la toma de decisiones en manos de gente que no teme revolcarse en el lodo y la pudrición? ¿Qué pasa si la “buena gente”, esas que creen ser como diamantes que pasan por la avalancha humana sin contaminarse, abandonan el terreno de las funciones públicas en manos sólo de personas sin escrúpulos que andan con el cuchillo en la boca tras el erario? ¿No es obvio lo que pasa?
Hay gente dentro de las organizaciones civiles que creen que no hacen política, que su acción es de otro nivel. Me da risa y pena. ¿No es política tener representantes en comisiones y consejos? ¿No es política reclamar de senadores y diputados que aprueben tal o cual ley? ¿No es política luchar contra la corrupción? ¿No es política participar en una asamblea de una institución como candidato a algunos de sus cargos directivos? Sí, estoy diciendo que, parafraseando a Clinton, aquel ciudadano o ciudadana que no este dispuesto a lidiar con la imperfección, la frustración y falta de visión que muchas veces son partes constitutivas de las acciones de la ciudadanía, pues entonces que busque otras actividades que realizar. Y pongo un ejemplo, para ser preciso, la Coalición por la Transparencia y la Institucionalidad y el Foro Ciudadano me tienen como su representante ante la Comisión Nacional de Ética y Combate a la Corrupción, pero no han definido con claridad y precisión los objetivos que buscan con su participación en dicha Comisión. En ocasiones me he sentido solo, cual si la lucha contra la corrupción fuera vista como actividad deportiva de fines de semanas, o de acciones que se realizan entren reuniones y reuniones para tomar el café. La lucha contra la corrupción es una actividad política que necesita de visión y planificación estratégica. De ahora en adelante, cuando sienta ganas de renunciar, pensaré en las palabras de Clinton, porque a pesar de todo, la política es la mejor esperanza para solucionar nuestros problemas comunes.
El Caribe
20 Julio 2006
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