Escucho atento a dirigentes partidarios decir que no es tiempo de retaliaciones sino de usar todas las energías disponibles para salir de la crisis que nos ha tocado, todos juntos y agarraditos de las manos, construyendo la gobernabilidad. Oigo reflexivo a analistas independientes de la independencia plantear que es el momento de trabajar a favor de la gobernabilidad, la paz y el consenso; que las ofensas deben quedar como palabras precipitadas pronunciadas al calor y tenor de una campaña electoral. Lindas y estimulantes ideas. Lo malo es que también son sedantes y la situación demanda de una ciudadanía despierta y alerta, jamás amodorrada y aletargada.
Admito que en ocasiones me han seducido con esas poesías que convidan a olvidar agravios y amenazas. Quisiera formar parte de quienes creen a los políticos que gritan, a voz en cuello, que trabajan para construir una nación en la que todos empujemos el carro hacia el mismo norte; que marchemos al horizonte prometedor, en el cual hombres y mujeres de las organizaciones civiles, del senado, de la cámara de diputados y de todos los partidos políticos colocan por encima del interés partidario e individual el interés nacional. Por favor, pónganme entre los actores cuando vayan a filmar esa película, aunque sea como extra.
Pero esos llamados a la unidad y la construcción de un futuro común son peligrosos porque con ellos nos quieren pasar de contrabando la impunidad para quienes han cometido ciertas atrocidades en el ejercicio del poder. Siempre el borrón, y nadie paga la cuenta nueva, ni la vieja. Esta actitud perpetúa el ambiente que posibilita la realización de infracciones electorales y políticas, la corrupción administrativa incluida. Deviene en una espiral: cada gobierno amplía y profundiza las barbaridades del anterior, gracias a la certeza de que no será castigado, ya que la oposición dirá que la gobernabilidad está por encima de todo, y así las bestialidades contra el erario serán archivadas en el libro del olvido, con la etiqueta de “cosas de campaña”, o “la política es así”. No, ahora es el tiempo de la justicia, he aquí su gran reto: combatir la impunidad de los delitos electorales.
La gobernabilidad que se sedimenta en la impunidad y el olvido es débil y no se sostiene en el tiempo. La gobernabilidad que queremos es diálogo entre los actores representativos de la sociedad dominicana, pero no componenda de aposento entre los actores políticos. La que queremos es un sistema judicial independiente, que garantice no sólo la seguridad jurídica a los empresarios, sino también a los trabajadores, a las clases medias, a la ciudadanía en general. Es una justicia eficiente a la hora de juzgar los crímenes políticos. La gobernabilidad que queremos remite a políticas públicas eficaces, eficientes y equitativas. Mire, que hay unos mal pensados que dicen que los políticos se garantizan impunidad y olvido porque de esa manera pueden repetir los mismos delitos que sus antecesores. Qué desgracia, la impunidad es una calle de doble vía.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
27 de mayo 2004
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