La mayoría de los académicos lo gritan a voz en cuello: en el largo plazo la institucionalidad beneficiará a todos. Pero, dijo Keynes, en el largo plazo todos estaremos muertos y ese parecería ser el problema de una parte del liderazgo político, económico y social dominicano. Quieren una institucionalidad que les sea provechosa aquí, ahora y sólo a ellos. Cual hermosa prenda de vestir. Pero, o sirve a todos y todas, y la ciudadanía en su conjunto se aprovecha, o no es institucionalidad.¿Qué es, entonces, institucionalidad? La construcción conjunta de reglas precisas, que deben ser respetadas en todo momento y lugar. Reglas que carecen de excepción. Comportamiento similar de las personas y las instituciones ante situaciones similares. Reglas que pueden ser informales o formales, porque pueden estar establecidas por las costumbres o por las leyes.
Resumiendo: proceso a través del cual las personas, las organizaciones sociales, políticas y económicas se dotan de unas normas de conducta y se comprometen a respetarlas, asumiendo las consecuencias que pueda acarrear la violación a una pauta así establecida.Pero, ¿cuál es la desventura de gran parte de las organizaciones civiles dominicanas? Su lucha por la institucionalización de la política. Porque, ¿qué han hecho sino exigir que las reglas electorales existentes sean respetadas por todos los partidos y organizaciones, estén o no en el poder? Pensemos en las elecciones del 2000, más de 100 organizaciones ayudaron a Participación Ciudadana a observar el cumplimiento de un Pacto de Ética Electoral firmado por casi todos los candidatos y los partidos que terciaron en aquellas elecciones. Los informes del Pacto de Ética mostraron que se usaron recursos del Estado para la campaña política. ¿Quién se benefició, quién se perjudicó?En aquellos momentos algunos acusaron a los observadores y a quienes les apoyaron de perredeístas, de tener colocados el color blanco de la culpabilidad en las frentes, como quien dice el sello de Caín Político. En aquellos momentos los que hoy gritan terribles epítetos a los observadores, decían que las organizaciones de observación contribuían con la institucionalidad del país, es decir, al fortalecimiento de las reglas del juego democrático.
Hoy las organizaciones cívicas que quieren actuar con la misma coherencia de antaño, están siendo arrojadas a las lavas del infierno “partidista”. Hoy quienes han demostrado que por encima de las preferencias políticas -porque toda persona consciente y que cree en la democracia tiene una preferencia política- está el proceso de institucionalización, están siendo satanizados, tachados de peligrosos y agoreros por quienes antes les alababan. Pobres organizaciones civiles que según el hablante es vestida de alguno de los vistosos colores del carnaval político dominicano. ¿Será que quienes ayer se beneficiaron de la institucionalidad hoy actúan como sus verdugos? ¿Será que la institucionalidad verdadera no se quiere porque hoy por hoy institucionalidad, promoción de ciudadanía y fin de la impunidad son sinónimos? ¿Será que la coherencia cuesta caro en un país sin instituciones? ¿Será precisamente por esto último que seguiremos en nuestra lucha y trajín por la institucionalidad democrática? Sí.
Ramón Tejada Holguín
El Caribe
22 marzo 2004
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