Célula del comportamiento corrupto

Muchos se quejan de cómo la degradación clientelar arropa la política dominicana. La queja parece generalizada. Hay quienes justifican la acción clientelar de manera baladí: “es que la mayoría de la gente es clientelista y por lo tanto no hay forma de que un político gane una elección o se convierta en un dirigente partidario sin ceder a la tentación clientelar”, dicen. Hay quienes sostienen que el clientelismo es ubicuo: está en todas partes, por lo que combatirlo es casi imposible. Tanto poder se le da al clientelismo que uno termina frustrado, haciendo girar el globo terráqueo y pensando: ¿A qué país allende América Latina debe uno ir a vivir para escapar del clientelismo?

¿Por qué el clientelismo tiene tanta fuerza en naciones como la nuestra, pobres, de escaso desarrollo institucional y con políticas sociales deficientes y asistenciales? Para responder esa pregunta, primero debo decir qué entiendo por clientelismo. En palabras sencillas: es el intercambio de apoyo político por favores. El político da favores (que pueden ser en dinero, en especies, o en respaldo para acceder a bienes y servicios públicos) y recibe a cambio el apoyo de las personas que ha favorecido. ¿Hay solución? Sí, evitemos que los políticos tengan la discrecionalidad de entregar los recursos públicos para hacer clientelismo. ¿Cómo? Luchando por más transparencia, enfrentando ideas como las que justifican que senadores y diputados tengan una cartera dedicadas a “ayudar” a sus comunidades, ya que eso es clientelismo en su forma más burda. Pelear porque exista una ley de carrera civil y administrativa que impida que los funcionarios y funcionarias nombren a sus claques en el estado. El clientelismo es pues un fenómeno político-institucional que debe ser combatido con acciones político-institucionales.

Pero, esa es sólo una arista del problema. Hay otra: la ciudadanía. ¿Qué hacer con tantas personas que los deficientes servicios de educación y salud, no les han permitido desarrollar sus capacidades por lo que no pueden conseguir trabajos estables y bien remunerados? ¿Qué hacer con sectores que logran ascender, estudiar, prepararse pero la rigidez del mercado de trabajo les impide conseguir un buen empleo? La política partidaria en el país es una fuente de empleo, en la que ideologías y valores no valen, sólo la reproducción material inmediata. Peliagudo y complejo el asunto. Porque el clientelismo tiene una base social y material, que debe ser atacada y no con palabras, sino con hechos. ¿Cómo? Peleando por una política social universal: que ninguna persona crea que para poder recibir un buen servicio público, o beneficiarse de programas sociales específicos, debe andar lamiéndole a un político esa parte en la cual la espalda pierde su nombre.

Además de político, institucional, social y material el clientelismo se relaciona a los valores. Se confunde lealtad y fidelidad con clientelismo. Emplear un familiar incapaz en un organización pública, sea estatal o civil, es clientelismo y no lealtad. Y las ayuda a primos, hijos, hermanos, y demás familiares es lo más generalizado en todas las esferas de la sociedad. Ahí nadie escapa. Para unos ayudar a quien les apoya es lealtad y apoyar a quien les ayuda es fidelidad, pero las ayudas la sacan de nuestros bolsillos. El clientelismo es la célula del comportamiento corrupto. Es claro que las acciones propuestas aquí no son exhaustivas, porque el espacio no lo permite, son sólo indicativas. El mensaje es que un fenómeno multidimencional debe ser atacado de manera multidimensional.

Ramón Tejada Holguín
El Caribe 3 de mayo 2007

1 comentario:

  1. Creo que la mayoría no es clientelista. Lo que pasa es que esa minoría clientelista genera mas ruido que los que no somos clientelista. Siempre he pensado que cometemos un error cuando elegimos quedarnos de brazos cruzados ante dicho clientelismo (que si es lo que hace la mayoría).
    Creo que si es posible que un político gane unas elecciones sin ceder a la tentación, lo que pasa, es que necesita una acción más participativa de nuestra parte, necesita nuestro apoyo. Si bien es cierto que el clientelismo es poderoso, no menos cierto es que los que no somos clientelista poseemos un poder mayor incluso que el clientelar. Esa frustración, cierta también, no es más que un mal ejercicio de ese poder oculto, tácito, que debemos despertar.
    El fuerza del clientelismo, que se expresa en poder y abuso, radica en el desconocimiento de la ciudadanía de sus funciones y sus escasos reclamos por sus legítimos derechos como tal. Si entendemos clientelismo como "intercambio de apoyo político por favores", se puede entender el problema como un asunto de pérdida de valores y de criterios a la hora de pensar en el país como un proyecto de nación, como un proyecto comunitario.
    Lo que nunca he podido entender es cómo aquellos que se venden por un favor no son capaces de pensar que con un sistema transparente ganarían más y no tendrían que venderse para adquirir el doble o el triple de lo que reciben como favor político.
    Continúo pensando que el escenario idóneo para pelear contra el clientelismo es la sociedad. Es con una participación ciudadana consciente y tesonera que crea firmemente en lo que está haciendo y en que se puede lograr transparentar la política.
    Por este problema y otros, es que insisto en que "el país no se va a componer hasta que no se re-construya la sociedad, se eduque y concientice a los ciudadanos en lo qué es una sociedad y qué es un ciudadano, cuáles son sus derechos y cómo reclamarlos. Si cada ciudadano es consciente del poder que tiene cuando vota o cuando decide a quien apoyar, quizás tuviéramos otro futuro" (mi cometario anterior a "Y no sólo los partidos").
    Insisto también en que debemos atacar las raíces y solucionar lo esencial para que lo demás se solucione como consecuencia que estas soluciones primarias. Porque si sólo atacamos las consecuencias nunca solucionaremos el origen que produce esas consecuencias.
    Que no sólo nos quedemos en advertir "que ninguna persona crea que para poder recibir un buen servicio público, o beneficiarse de programas sociales específicos, debe andar lamiéndole a un político esa parte en la cual la espalda pierde su nombre", sino que entienda que la otra vía (transparencia) le genera mucho mejores beneficios que ejercer el clientelismo.
    Que por la vía de la transparencia en una sociedad y una ciudadanía mejor concebida no será necesario ser clientelista.
    Re-generando la sociedad y la ciudadanía como la describí en mi cometario anterior: " son el resultado de un ejercicio humano que evoluciona y crece en el núcleo de una familia, de amistades bien fundamentadas, con nexos solidarios y constructivos, de colegios con una visión académica y no puramente comercial, de vecindarios unidos, de iglesias bien conformadas (no de ninguna tendencia específica, pero si formal), de asociaciones y movimientos que trabajen lo social, en las cuales, su participación sea directa con la gente" . Quizás esta estructura puede resolver algunos asuntos como los valores que se pierden: deslealtad, nepotismo, entre otros.
    Es importante perturbar la célula corrupta del comportamiento clientelar por una célula ciudadana fecundada en el núcleo familiar y social.

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