1. El Clientelismo
Muchos se quejan de cómo la
degradación clientelar arropa la política dominicana. La queja parece
generalizada. Hay quienes justifican la acción clientelar mirando la relación
entre el líder y sus seguidores bajo el prisma de que “la mayoría de la gente
es clientelista y por lo tanto no hay forma de que un político gane una
elección o se convierta en un dirigente partidario sin ceder a la tentación
clientelar”.
Hay quienes sostienen que el
clientelismo es ubicuo: está en todas partes, por lo que combatirlo es
imposible. Tanto poder se le da al clientelismo que la frustración nos embarga
y termina uno haciendo girar el globo terráqueo y pensando: ¿A qué país allende
América Latina podemos irnos a vivir para escapar del clientelismo?
La gran pregunta es: ¿Por qué
el clientelismo tiene tanta fuerza en naciones como la nuestra, pobres, de
escaso desarrollo institucional y con políticas sociales deficientes y
asistenciales?
Para responder esa pregunta,
primero debo decir qué entiendo por clientelismo. En palabras sencillas: es el
intercambio de apoyo político por favores. El político da favores (que pueden
ser en dinero, en especies, o en respaldo para acceder a bienes y servicios
públicos) y recibe a cambio el apoyo de las personas que ha favorecido.
2. Primera dimensión del clientelismo: paraíso del puesto
público
El clientelismo se nos
presenta, así, como un problema político e institucional. Que remite a la
discrecionalidad en la entrega de recursos públicos que tienen quienes acceden
a las instituciones del estado. Pero, ¿hay solución? Sí, evitemos dicha
discrecionalidad.
¿Cómo? Exigiendo la aplicación irrestricta de la Ley
de Función Pública, que se respete y agilice la aplicación de la ley de carrera
civil y administrativa que impide que funcionarios y funcionarias nombren a sus
claques en el Estado.
En efecto, una de las
dimensiones del clientelismo es su vocación de fenómeno político-institucional
que debe ser combatido con acciones político-institucionales.
3. Segunda dimensión
del clientelismo: políticas sociales
Pero, esa es sólo una arista
del problema. El clientelismo es eso y más. Para entender la segunda dimensión
del clientelismo cabalmente, hay que pensar el otro actor que debe ser tomado
en cuenta: la ciudadanía. Recordemos que la relación clientelar se establece
entre líderes y seguidores. O sea, ciudadanos y ciudadanas y quienes tienen en
sus manos algún tipo de liderazgo, o tienen capacidad para dádivas, sobrecitos
y ofrecer empleos.
¿Qué hacer con tantas
personas a las que los deficientes servicios de educación y salud, no les han
permitido desarrollar sus capacidades por lo que no pueden conseguir trabajos
estables y bien remunerados?
¿Qué hacer con sectores que
logran ascender, estudiar, prepararse pero la rigidez del mercado de trabajo
les impide conseguir un buen empleo?
Peliagudo y complejo el
asunto. Y he aquí otra de las dimensiones: el clientelismo tiene una base
social y material, que debe ser atacada y no con palabras, sino con hechos.
¿Cómo? Luchando por la
aplicación una política social universal: que ninguna persona crea que para
poder recibir un buen servicio público, o beneficiarse de programas sociales
específicos, debe andar lamiéndole a un político esa parte en la cual la
espalda pierde su nombre.
Mejorar la educación,
aplicando 4%, desarrollando iniciativas para lograr mejor calidad y ejecutando
un plan para acabar con el analfabetismo es combatir el clientelismo.
Mejorar la salud, eliminando
la cuota de recuperación y universalizando SeNaSa es combatir el clientelismo.
Proveer de medicina barata,
de calidad y adquiridas de manera transparente a través de Promese/Cal es
combatir el clientelismo.
Promover préstamos a la
microempresas a través de Banca Solidaria y la Fundación Banreservas es
combatir el clientelismo.
4. Tercera dimensión del clientelismo: se confunde con
valores
El fenómeno es más complejo
de lo que normalmente es visto y descrito. Hemos visto que tiene una dimensión
político, e institucional, otra dimensión social y material, y además veremos
que el clientelismo se relaciona a los valores.
Sí, se confunde el
clientelismo con los valores de lealtad y fidelidad.
Para unos y unas emplear a un
familiar incapaz en una organización pública, sea estatal o civil, es lealtad;
pero la verdad es que es clientelismo.
Y las ayudas a primos, hijos,
hermanos, y demás familiares son lo más generalizado en todas las esferas de la
sociedad.
Ahí nadie escapa. Para unos
ayudar a quien les apoya es lealtad y apoyar a quien les ayuda es fidelidad,
pero las dádivas las sacan de nuestros bolsillos.
5. Las Visitas Sorpresa pero programadas del presidente
Medina.
Las Visitas Sorpresa del presidente
Medina contribuyen a la construcción de un sentido de pertenencia a una
comunidad y a fortalecer los lazos de solidaridad entre las personas y nada
combate más el clientelismo que el acento que se coloca en la construcción de
bienes colectivos.
No es casual que el
presidente Medina les insista a quienes visita que cada vez más personas se
integren a las asociaciones o grupos que reciben los préstamos y beneficios que
se les provee.
El presidente no lleva, ni
ofrece apoyo y beneficio a una persona en específico, sino a un grupo de
personas asociadas que realizan una actividad productiva.
Con esta visión y actitud de
Medina se estimula que la gente confíe en sus propias fuerzas y por lo tanto se
sienta más empoderada frente a su entorno social y político. Y nada combate más
el clientelismo que el empoderamiento. Y se observa en frases que les dice a
las organizaciones que visita, tales como: “Mientras más personas estén
organizadas, mayor será el apoyo que les vamos a dar”, que ha sido siempre el
discurso del presidente Medina para incentivar que los productores se organicen
e incorporen más personas a sus proyectos. De hecho en algunos casos ha
condicionado los préstamos del El Fondo Especial para el Desarrollo
Agropecuario (Feda), del Banco Agrícola u otra institución a que la comunidad
visitada formalice algún tipo de organización. No ofrece apoyo individual, ni
mediado por partido alguno.
O cuando dice: “Dinero que se
presta, dinero que se tiene que pagar. Estamos usando fondos públicos, dinero
del Estado”. El mensaje es muy evidente: se está facilitando que las personas
desarrollen sus capacidades productivas, pero no se está obsequiando nada.
El conocido proverbio chino
que nos enseña que es mejor enseñar a pescar que regalar un pescado, tiene
total sentido cuando de las Visitas Sorpresa presidenciales se trata.
Además, de los beneficios
económicos, estas visitas contribuyen a estimular el capital social, el sentido
de comunidad de las personas, y por lo tanto la democracia y el empoderamiento
colectivo.
6. El mensaje.
Ramón Tejada Holguín
Listin Diario, 23 febrero 2014
Para acceder a la versión de Listin Diario pinche aquí: http://listin.com.do/puntos-de-vista/2014/2/23/311844/El-clientelismo-y-las-visitas-sorpresas
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