Escuchando Desahogo por Roberto Carlos, pienso en el clientelismo en Dominicana

Hay quienes despotrican contra el clientelismo y quizás no se dan cuenta de que auspician prácticas clientelares. 

Potencialmente hay clientelismo en toda organización en la cual se evidencia la necesidad de apoyo para conseguir una posición de mando, es decir donde hay elecciones.

¿Qué es clientelismo? 

Definámoslo: es el intercambio de apoyo a cambio de favores, sea en dinero, especies o en puesto público.

El clientelismo es ubicuo y se parece a la Hidra de Lerna.


O sea, está en todas partes y le cortas una cabeza y le brotan dos.

El comportamiento clientelar funciona así: alguien con poder  -en un partido, organización o sindicato- da favores (que pueden ser en dinero, en especies, o en respaldo para acceder a bienes y servicios públicos) y recibe a cambio el apoyo de la persona que ha sido favorecida para que ese alguien siga en el puesto de mando o consiga uno mejor.

Asumiendo que esa es la base del comportamiento clientelar, lo primero que habría que hacer para reducir el clientelismo es evitar que exista discrecionalidad en el uso de los recursos públicos de parte de las autoridades electas.


Pero, hay valores y actitudes que han permeado el cerebro y el asunto se torna más complicado cuando notamos que otra de las cabezas del clientelismo nos remite a la cultura.

Se confunde clientelismo con valores como lealtad y fidelidad. Te apoyan y porque le das lo que quiere materialmente. Te sigue a todos tus puestos porque les garantizas recursos económicos, no porque comparta tu visión. Pero, en ese sentido el que tiene poder debe ser "fiel" y "leal" y corresponder con ese apoyo.

Emplear a un familiar incapaz en una organización pública, sea estatal o civil, es clientelismo y no lealtad.

La ayuda a primos, hijos, hermanos y demás familiares es generalizada y son clientelismo, no fidelidad.


Para unos, ayudar a quienes les apoyan es lealtad, y apoyar a quien le ayuda es fidelidad, pero las ayudas las sacan de las arcas públicas, o de las arcas de la propia organización que dirigen. Y si la sacan de sus bolsillos lo hacen con la esperanza de que el dinero retornará una vez alcanzado el puesto deseado.

Una tercera cabeza es la siguiente: la política partidaria es una fuente de empleo, en la que ideologías y valores tienen un puesto reducido; es una industria en la cual la ciudadanía misma participa como ente activo. 


Es decir, debido a la pobreza y la necesidad de salud y educación la gente participa en las movilizaciones clientelares. Es claro que con servicios sociales universales el clientelismo tendría serías limitaciones.

Peliagudo y complejo el asunto.

El clientelismo es social, institucional, político y económico y tiene una dimensión individual. Porque quien lo practica es el individuo.


Así que combatirlo incluye una mirada a nosotros mismos y a nuestro entorno y a veces implica hasta sacrificar amistades.

Ramón Tejada Holguín
8 mayo 2013

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