El Abismo entre el saber y la práctica de la buena ciudadanía

El Instituto Nacional de Opinión Publica (INOP), adscrito a la Dirección de Investigaciones de la Fundación Global Democracia y Desarrollo (FUNGLODE) recientemente inaugurado, presentó los resultados de la encuesta “Ciudadanía y Democracia en la República Dominicana”, el cual forma parte de un proyecto que involucra alrededor de 40 países.

La República Dominicana necesita de estudios e investigaciones que nos ayuden a conocer mejor a la ciudadanía, es decir a quienes son los principales protagonistas de la película democrática del país. Conociendo los protagonistas podemos conocer mejor nuestra democracia y mejorarla o por lo menos intentar mejorarla.

La encuesta del INOP se suma a varias iniciativas ya conocidas de estudio y análisis de la ciudadanía, la cultura política y la democracia en República Dominicana. Por un lado tenemos la serie de encuestas Demos, realizadas en su primera fase por el Instituto de Estudio de Población y Desarrollo y en la segunda por el Centro Universitario de Estudios Sociales y Políticos (CUESP) de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Por otro lado el Centro de Investigaciones y Estudios Sociales adscrito a la Universidad Iberoamericana (UNIBE), realizó en el 2003 un “Estado de Situación de la Democracia Dominicana” y cada seis meses ejecuta una Radiografía Sociopolítica” del país.

Hay muchos elementos de continuidad entre el estudio del INOP y los realizados anteriormente. Pero, hay un punto que me llamó poderosamente la atención. Es el referido a lo que los autores del informe llaman “conciencia ciudadana”. En la página 16 del informe elaborado por Carlos Dore Cabral, Leopoldo Artiles, Francisco Cáceres y Pedro Ortega, se dice: “la población dominicana revela un alto grado de conciencia ciudadana y de tolerancia”.

La idea no va acorde con los planteamientos realizados por diversos estudiosos de los fenómenos políticos en el país. Las investigaciones realizadas hasta el momento sostienen que en el país existe lo que podemos llamar una ciudadanía de baja intensidad, es decir que las personas tienen una limitada participación democrática. Para la ciudadanía de baja intensidad la participación es sólo válida en el momento electoral, y el tipo de movilización política en esos procesos electorales es de carácter clientelista. El ciudadano y la ciudadana de baja intensidad cambia el apoyo a los partidos por favores, ya sean económicos o puesto públicos. Este tipo de ciudadano persigue líderes y sus recursos y no ideas sobre la organización social y prefiere el jolgorio y el movimiento de las manifestaciones pública a los espacios de reflexión sobre la forma de lograr un mayor nivel de rendición de cuenta, o sea la búsqueda de mecanismos de participación no sólo electorales, sino que incluyan mecanismos de control de los políticos.

Partiendo del hecho de que la recolección de la información de la encuesta estuvo bien realizada, si aceptamos la interpretación de los autores la pregunta más importante se cae de la mata: ¿Por qué este alto grado de conciencia ciudadana no se traduce en una mejor democracia y en una sociedad en la que impera el Estado de Derecho?

Para responder la pregunta, tenemos pues que revisar los índices usados para hablar del alto grado de conciencia ciudadana. En la página 17 del informe mencionado encontramos un cuadro construido en función de la respuesta a una batería de frases a las cuales las personas entrevistadas debían dar una puntuación, en una escala del 1 al 7, en la cual 1 es nada importante y 7 es muy importante. En el cuadro siguiente se pueden observar las respuestas de las personas entrevistadas


Cuadro tomado del texto: “Ciudadanía y Democracia en la República Dominicana”, Dore Cabral, Carlos; Artiles, Leopoldo; Cáceres, Francisco y Ortega, Pedro. Funglode-Inop, 2006.
Como podrá notar, amigo lector o amiga lectora, los indicadores utilizados para identificar a los ciudadanos conscientes son 13. Mientras el promedio más se acerca a 7, se afirma que mayor es la importancia que le asignan todas las personas entrevistadas a esa categoría. Los niveles de respuesta sobre lo que es ser un buen ciudadano fueron abrumadores. Y van desde 6.24 para la afirmación “votar en las elecciones que se celebren” a 5.28 para una afirmación como “Este dispuesto a servir para las Fuerzas Armadas si las circunstancias lo requieren”. Esta última es la más baja en la escala y es al mismo tiempo una de las afirmaciones más discutibles, ya que podría decirnos que los pacifistas y quienes no creen en la guerra ni las fuerzas armadas no son buenos ciudadanos.

De todas maneras es obvio que los demás 12 indicadores pueden darnos pistas sobre lo que la gente cree que es ser un buen ciudadano. Y ahí es donde se encuentra el meollo del asunto. Los índices no dicen que las personas entrevistadas practican la buena ciudadanía, es decir no se le preguntó a las personas si practicaban, si hacían cada uno de los asuntos mencionados, por lo tanto no se puede concluir por las respuesta que las personas entrevistadas tengan alto nivel de conciencia ciudadana y que practican lo que dicen.

Por ejemplo, la afirmación de que “nunca evadir pago de impuestos” es ser un buen ciudadano tuvo un promedio de 5.98. Pero, ¿cuántas personas no evaden impuesto en este país? ¿Cuántos pagan en efectivo para que le descuenten el ITBIS, sabiendo que la tienda o comercio no reportará la venta realizada a impuestos internos? Un buen ciudadano puede creer que la estructura impositiva es injusta y por eso evade. O simplemente piensa que puesto que hay grandes empresarios conocidos como grandes evasores no es justo que le cobren los impuestos sólo a los pequeños empresario y al público consumidor. En sentido general se puede estar de acuerdo con la afirmación, pero en el caso particular de cada quien las personas encuentran justificaciones a sus actos.

La encuesta sugiere que la ciudadanía sabe lo que es ser buen ciudadano o buena ciudadana; pero no que practiquen lo que dice. Si así el problema de la ciudadanía de baja intensidad y la precariedad de la democracia dominicana se relacionan con la práctica ciudadana y no con el conocimiento. Es en este contexto que podemos hacer las preguntas del millón: ¿Por qué el conocimiento no se convierte en práctica cotidiana? ¿Cuáles son las dificultades verdaderas que enfrentan las personas dominicanas para convertirse en buenos ciudadanos y buenas ciudadanas y así tener una mejor democracia?

Este tema no es una disquisición teórica e intelectual sin importancia en la política práctica. Estas dos preguntas van al seno mismo de la construcción de la democracia dominicana. Estas dos preguntas sugieren que el reto de las organizaciones y personas interesadas en el desarrollo de la democracia dominicana es indagar sobre los obstáculos que impiden que el saber influya en la práctica. Hay, eso sí, algunas cosas claras y una de ella es que lo que impide el desarrollo de la democracia ha de buscarse en la institucionalidad que beneficia a unos cuantos y no en las cabezas de la mayoría. Desde esa óptica hay que repensar la educación para ser buen ciudadano en el país.