El derecho a la protesta es inalienable. Así de sencilla es la cosa.
Rebelarse más que un derecho es un deber ante las injusticias, ante lo
que esté mal, ante lo que nos afecte sea como grupo o persona.
No es que haya reglas para rebelarse. Pero, es necesario entender el ineludible
fortalecimiento de los lazos de comunidad y el respeto por las personas que
prefieren el inmovilismo.
No son contradictorios rebelarse y el fortalecimiento de los lazos de
comunidad. Son complementarios. Deben respetarse cual hermanos mellizos de
diferentes estructuras caracterológicas.
El deber de rebelarse tiene como contracara de la moneda el deber de
respetar el sentido de comunidad de los y las demás.
Hay quienes se sienten cómodos y cómodas con la sociedad dominicana,
hay quienes quieren algunos cambios y hay quienes quieren subvertirlo todo.
Hay quien quiere subvertirlo todo, pero entiende que hay que ir como la
gallina: grano a grano para llenarse el buche.
Hay quienes quieren subvertirlo todo y subvertirlo ahora, a veces sin
tener un norte claro, sin que importe el hacia dónde.
Hay quienes no quieren cambio.
Hay quienes quieren subvertirlo todo, tienen un norte claro, pero
carecen del apoyo de un colectivo lo suficientemente fuerte como para marcar un
ritmo distinto.
Se trabaja por el cambio de diversas maneras, desde diversos escenarios
y con diversas herramientas.
Todos y todas, partidarios del cambio y de lo estático, estamos en la
misma sociedad dominicana, y de alguna manera hay que convivir.
Es una tensión: respeto por la mayoría que se expresa de diversas
formas, y rebelión que casi siempre la realiza una vanguardia.
Todo cambio que ha sido propiciado exclusivamente por una vanguardia
sin contar con la gente está destinado al fracaso en el mediano plazo.
El reto del cambio es propiciar ese encuentro con la mayoría, y el
establecimiento de una forma de conectar con esa autentica mayoría.
Se trata de sumar, convencer, construcción de la hegemonía popular.
La inercia siempre ha sido la norma en las diversas sociedades, o el cambio
lento, pero consistente.
No hay democracia perfecta. Es una construcción cotidiana que se hace
en base a un sentido mínimo de comunidad, de formar parte de un colectivo.
Vivimos en una tímida democracia, con males diversos, pero algunas
bondades.
Males ancestrales que no se solucionan de un día para el otro, ni
siquiera con la toma del “palacio de gobierno en invierno”.
Baste observar las diversas protestas y movimientos que se han dado en
los últimos días. Como en toda democracia, hay quienes las apoyan y quienes no
lo hacen.
Pero, no se puede negar que Danilo Medina ha sido enfático en algo: No
se puede reaccionar con violencia a las protestas pacíficas.
La muerte en la UASD fue condenada enérgicamente y fue sometido a la
justicia quien debió serlo y sancionado quienes participaron.
Nada justifica una muerte, ni nada revive al muerto joven, pero al
menos enviar un mensaje claro de que esas cosas no se tolerarán es un cambio
significativo.
Falta mucho, eso sí.
Es necesaria una auténtica reforma policial.
Pero, evitando tirar a la calle a un grupo de personas con experiencia
en el uso de las armas y algunos con antecedentes de violencia y
delincuencia.
La reforma es delicada.
Debe hacerse, de manera inteligente y con el menor costo posible para la
sociedad en términos de violencia.
No se trata de que las personas que luchan esperen la reforma, deben
seguir luchando, pero entendiendo y promoviendo los pasos positivos y el ritmo
necesario.
Tener una visión crítica de la sociedad y apoyar algunas de las
protestas no es incompatible con el apoyo al presidente Medina.
Basta observar, por ejemplo, el tema del código penal. Para mí resultan
simplemente aberrantes algunos cambios. Pero apoyo al Presidente Medina y la
forma en que se estimula el empleo a través de las Mipymes, dando préstamos y
asistencia técnica.
Son inaceptables los intentos de coartar la libertad de expresión en el
código, y hay que rechazarlos con energía. Pero apoyo al presidente Medina y la
forma en que se ha comprometido con el 4%, y la estructura del presupuesto
nacional.
No puede ser que se tenga una legislación que criminalice la
interrupción del embarazo por razones médicas o situaciones como incesto o
violaciones. Pero apoyo al presidente Medina y el programa “Vive mujer” y la
campaña “Promesa de hombre”, porque son pasos de avances en tema de género.
Son muchas las razones para protestar y rebelarse; y siempre me ha
simpatizado esa juventud que participa y se rebela.
Y nada de eso es incompatible con el apoyo a un presidente, que estoy
seguro, usará el presupuesto nacional como un instrumento de desarrollo, y a
favor de la mayoría.
Rebelarse está bien, tener un norte claro y entender los pasos hacia
ese norte es mejor.
Hay que notar que la primavera árabe la iniciaron sectores democráticos
y terminó en manos del fanatismo.
Rebelarse está bien, pero si nos rebelamos para que haya más
democracia, debemos empezar siendo más democráticos.
Si nos rebelamos para que haya menos hostigamiento a las ideas ajenas,
no podemos hostigar a quien no comparte las nuestras.
El derecho a la protesta es inalienable. Así empecé mis 44 tuits.
Rebelarse más que un derecho es un deber ante las injusticias, ante lo
que esté mal, ante lo que nos afecte sea como grupo o persona.
Ramón Tejada Holguín
16 de noviembre
Twitter: @ratehol