Lecciones de un fracaso

En medio de las discusiones sobre la reforma fiscal me viene a la mente un poema de Carl Sandburg, poeta estadounidense del grupo de Chicago: “Yo soy el pueblo, la multitud, la chusma, la masa, ¿sabéis que todas las grandes obras las he hecho yo?”. Y pensando en Sandburg, reflexiono sobre los obstáculos que enfrentó el presidente Hipólito Mejía para poder cumplir con sus promesas.

El primer obstáculo que no pudo salvar fue conciliar los intereses nacionales con los de los organismos internacionales en el marco de la globalización. Hipólito Mejía llegó al poder criticando el modelo excluyente del PLD, el cual era el modelo que proponen los organismos financieros internacionales. Es decir, una política económica de promoción del sector privado, colocando a este sector como el centro de la creación de las riquezas, y asumiendo que los pobres se beneficiarán de esta creación de riquezas a través del llamado "efecto goteo". Hipólito se vio ante un gran desafío: o el modelo de los organismos internacionales o responder a sus votantes. Eligió lo primero y vimos los resultados en las elecciones.

El segundo obstáculo fue la "operacionalización" de su propuesta. Es decir, el cómo haría para conseguir los fondos para llevar a la gente educación, salud, vivienda y alimentación, que, según su programa de gobierno, eran sus prioridades. La propuesta de Hipólito era difusa en cuanto a la fuente de los recursos necesarios para aumentar el gasto social, pero concreta en cuanto a lo que debía hacerse. Por ejemplo, definió como su primera prioridad a la Educación, la que proponía que fuera incluyente, institucional y solidaria. Dijo que retomaría el Plan Decenal, aumentaría la cobertura a todos los niveles, elevando a 8 años la tasa de escolaridad promedio, y ofrecería oportunidades a los sectores sociales más desfavorecidos. Se darían becas a los estudiantes menos favorecidos y se construirán siete grandes politécnicos y escuelas vocacionales en las siete regiones del país. ¿Cuánto dinero necesitaba para aumentar la cobertura educativa a todos los niveles, para ofrecer becas a los estudiantes menos favorecidos y construir siete grandes politécnicos y escuelas vocacionales en las siete regiones del país? Mejía dijo que reducirá la corrupción, usando ese dinero para el gasto social, para ir en auxilio de los pobres. La idea era buena, pero parece que no se ahorró mucho dinero reduciendo la corrupción por lo que no pudo cumplir con sus prioridades.

El tercer obstáculo fue la forma en que enfrentó la competencia por los recursos entre los diversos sectores de la sociedad. Si se decidía a promover una mayor inversión en el gasto social, ese dinero debía salir de algún lado. Los impuestos son la fuente natural de los ingresos gubernamentales. Si se aumentan se estaría penalizando a un sector, si no hay dinero para gasto social se penalizan los pobres. La pregunta era y es ¿de dónde se obtendrán los recursos para cumplir con la deuda social? Mejía no respondió bien. ¿Lo hará Fernández? ¿Conoce a Sandburg?

Ramón Tejada Holguín
El Caribe
14 de julio 2004

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