El mal, banal y extremo a la vez

Es muy difícil tratar de explicar que el mal es banal y extremo a la vez. 
Que los actos más atroces pueden ser cometidos por personas anodinas. 
Que un burócrata de pacotilla firma sin inmutarse la sentencia de muerte de miles de seres humanos y no deja de ser un mediocre cualquiera. Atrocidades inenarrables realizadas como cualquier tarea administrativa por gente del montón. 
Es difícil explicar cómo una judía, mujer, alemana, filosofa, puede ser atosigada, insultada, callada por personas contra quienes el mal se cebó. Víctimas que devienen victimarios.
Es difícil tener una inteligente conversación filosófica sobre esos caros temas de la gran Hannah Arendt sin ser malentendido, sin que las pasiones se desborden y maldigan sin reflexionar las teorías de esta mujer, filosofa, judía, alemana, ser humano que quiso ser enseñada a pensar por Martin Heidegger y pensó y vivió más allá de él y de su amor y de su silencio nazi… el de él.
Pero, si difícil es conversar sobre estos temas, mucho más difícil es meterlos en una película de 109 minutos. Sin embargo Margarethe von Trotta, directora y coguionista, lo ha logrado en su película Hannah Arendt.
El fragmento de la vida de esta mujer que nos presenta la von Trotta nos permite vivir con ella esa angustia, ese intento de condenarla al ostracismo y con voz queda y su eterno cigarrillo en la mano decimos: pero vale la pena pensar.
Y uno mira la superficialidad y banalidad de nuestro derredor…
Busque la película, véala, estúdiela y luego conversamos a profundidad.

Ramón Tejada Holguín