Nuevo traje del Emperador

En otros momentos he contado la historia de aquel Emperador al que unos modistos le propusieron hacerle un traje de seda cosido y bordado con hilo de oro y con brocados de diamantes que sólo podía ser visto por personas puras de corazón y ministros eficientes. Sé que quizás no tenga que ver con la realidad dominicana, pero desde la subasta del presupuesto nacional en la Cámara de Diputados y Diputadas, me acosa de nuevo esta historia.

He soñado con esa prenda y con los estrategas políticos del Congreso y el Poder Ejecutivo; perdón, con los modistos del Emperador. Veo al presidente de diputados y diputadas, ¿el gran visir de Sotheby?, con su enorme mazo exigiendo que el traje sea terminado lo antes posible, para que las masas irredentas del reino se deleiten ante tan sublime ropaje.

Los modistos fueron sinceros, ¿sí?, la magnífica prenda de vestir sólo puede ser vista por personas de gran inteligencia y capacidad de diseño de estrategias políticas exitosas. Los saltapatrás, demócratas y promotores de la participación de la ciudadanía serán incapaces de apreciar su belleza inconmensurable y su efectividad política a la hora de responder a los deseos de los súbditos que ansían vivir en un reino esplendoroso con educación de calidad, respeto a las leyes y una institucionalidad a prueba de modistos que hacen trajes invisibles, ¿no?

Excusen, ¿divago? No sé muy bien la razón por la cual no logro sacar de mi cerebro tan fascinante historia del más grande de los escritores de cuentos infantiles: Hans Christian Andersen. Sí, escribí Hans Christian. No saquen conclusiones erróneas, ni piensen en otro autor. Escribo una historia edificante ideal para ser contada en las sobremesas luego de comer bolas y cables y vidrio. Nada que ver con la realidad, ni el presupuesto que nos subastaron.

Cada vez que el Emperador iba al atelier de los modistos, estos colocaban sus manos y brazos como si tuvieran una cosa preciosa sobre ellos. El Emperador y su séquito decían “bellísimo”. Unos dicen que la estrategia política más exitosa puede ser la más sencilla: diga la verdad, promueva las virtudes de lo que hace, responda a sus súbditos correctamente y olvide eso de usar "remúas" de seda y oro allende los mares.

Recuerden, no solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos, sino que la prenda confeccionada poseía la milagrosa virtud de volverse invisible para todas las personas que no fuera apta para su cargo o que fuera irremediablemente estúpida.

El día que el Emperador usó el traje una niña, pura de corazón, dijo, “mira, el Emperador va desnudo”, así todos se dieron cuenta que los modistos eran unos farsantes, pero ya habían huido con el oro y los diamantes. Quizás por eso pienso tanto en el cuento del traje del Emperador, porque en cierta manera es necesario que los liderazgos personales fuertes tengan cerca a gentes que sean como niños, que dicen lo que ven y no engañan.

Ramón Tejada Holguín
El Caribe
Perspectiva Ciudadana
24 octubre 2011