Poder Judicial, tecnología y Masa Crítica

El viernes 15 de febrero del año 2002 en la sala de audiencias de la Suprema Corte de Justicia se dio a conocer el Sistema Automatizado de Seguimiento a Casos Criminales, en el marco del proyecto Justicia XXI, financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID). Estuve ahí cuando se dijo que este sistema agilizaría el proceso de administración de justicia. Me regocijé al saber que los expedientes estarían disponibles para las consultas, rápidas y seguras, de parte del ministerio público, de los abogados defensores y de los jueces a través de sus ordenadores.

Me sentí optimista al escuchar que el sistema permitiría saber el estado de situación de un caso en cualquier momento, así como tener el control de los bienes incautados y el lugar en que se encuentran. Se suponía que el sistema se generalizaría rápidamente, lo que permitiría la elaboración de estadísticas confiables y la evaluación del desempeño de los jueces y las juezas. Se nos dijo que el sistema era la panacea para reducir el uso indebido de los bienes incautados, el engavetamiento de los expediente y la gran cantidad de presos preventivos.

En aquella época escribí en el vespertino Última Hora que "si no existe una Masa Crítica de policías, jueces, abogados y fiscales que efectivamente se sientan comprometidos con los cambios, y de ciudadanos que demanden una administración de justicia con altos niveles de equidad, todas las bondades del sistema serán sólo promesas incumplidas. ¿Qué es una Masa Critica? En términos físicos es cuando un cuerpo se ha inyectado de una cantidad de energía tal que desencadena una reacción en cadena. En otras palabras, el uso de la informática es un gran paso de avance, pero no es la panacea, hay que prestarle atención, también, al factor humano, a los agentes promotores del cambio."

Hace nueve años de aquel viernes 15 de febrero, ¿alguien me puede decir cuánto invirtió la USAID y el Poder Judicial en este proyecto y cuál es su estatus actual? ¿Por qué persisten los mismos problemas? ¿Seguimos necesitando agentes de cambio, o sea una verdadera Masa Crítica?

Ramón Tejada Holguín
24 de febrero de 2011
Perspectiva Ciudadana

La sociedad civil es como Ygramul: múltiple

La sociedad civil es plural y heterogénea. Los diversos grupos que la componen representan intereses a veces enfrentados. Ninguna organización es su vocera o la dirige. No es lo mismo una junta de vecinos formada por personas de una comunidad para luchar por mejorar las calles, para exigir instalaciones deportivas y combate a la delincuencia, que las fundaciones y grupos económicos que quieren menos impuestos y menos regulación para su sector. Ambos son sociedad civil, pero defienden intereses muy distintos.

Hay gente que exige 4% para la educación, mejor inversión en salud y que los organismos reguladores como Indotel, Proconsumidor, superintendencias de Bancos y de Seguros funcionen sin cortapisas. Es obvio que para invertir más y tener una administración pública eficiente y eficaz, el gobierno necesita más recursos, lo cual implica una estructura impositiva distinta a la actual. Hay grupos privados, que también son sociedad civil, que se benefician de la ineficiencia gubernamental en educación y salud, por lo que la mejora de los servicios les afecta. Hay quienes quieren menos impuestos y nada de regulación. Todos tienen el derecho a defender sus intereses. Cada uno deberá identificar con claridad quiénes son aliados coyunturales, quiénes estratégicos y cuándo es necesario diferenciarse.

La virtud de la democracia y lo que la hace preferible a otros regímenes políticos es que posibilita la libre asociación de la gente. Mientras mayor número de personas se reúnen y forman asociaciones mayor será el nivel de democracia que alcanzaremos. Los estudiosos del desarrollo han redescubierto el valor del asociacionismo, lo llaman capital social. La existencia de asociaciones de todo tipo y color permite la construcción de democracias estables y aumenta la capacidad de la nación de crear riquezas. Esto ocurre siempre y cuando el asociacionismo no sea cojo. O sea, que no solo existan organizaciones de sectores minoritarios, pero muy poderosos, que se proclamen defensoras del colectivo, y sean capaces de hacer valer sus intereses por encima de la mayoría de las organizaciones y de las personas. Colin Crouch sostiene en su libro “Posdemocracia” que existe un gran desequilibrio entre los intereses empresariales y los de prácticamente todo el resto de los grupos sociales. El poder de las corporaciones es el mayor obstáculo para la construcción de la democracia y de un estado que responda a su ciudadanía.

Organizaciones de pobres, de la clase media, de mujeres, de jóvenes, ecológicas fuertes son importantes para tener una ciudadanía que contribuya a la construcción de una sociedad de bienestar. Su participación activa impide que las corporaciones que manejan servicios estratégicos como la electricidad, el teléfono y las finanzas mangoneen a toda la nación. El asociacionismo de los pobres y de quienes carecen del poder económico juega un papel de primer orden en el mantenimiento de la democracia y en impedir que sectores anquilosados y artríticos del sistema político quieran seguir comiendo con su dama, haciendo y deshaciendo lo que les viene en ganas. La actual indefensión de la ciudadanía dominicana se combate con la participación activa de la mayoría y con organizaciones con una visión clara de las alianzas coyunturales y las estratégicas.

Ramón Tejada Holguín
Perspectiva Ciudadana
El Caribe
22 Febrero 2011