Nuevas Experiencias

 Veo tanta gente que actúa como si el país fuera el mismo de hace 20 años. Son muchas las personas que creen que nada ha cambiado, como si la historia fuera una sucesión de hechos que se repiten. Cual si el eterno retorno de lo mismo fuera el sino de quienes vivimos en este tres cuarto de isla. Pero, no, no es así, la nación ha cambiado y mucho. Pero, no, no estamos condenados y condenadas a repetir lo peor de nuestra historia.

Podemos ser dueños y dueñas de nuestras propias vidas, protagonistas del relato social y político dominicano. No hemos sido condenados a padecer hasta el infinito la estulticia que parece haberse apoderado de gran parte de las direcciones políticas que creen poder pisotear leyes e instituciones y quedar incólumes. No estamos obligados y obligadas a soportar el desencanto que en apariencia ha arrasado el ánimo de una proporción de las elites sociales. No es necesario festejar el descreimiento que parece dividir a una proporción de los medios de comunicación y sus principales representes.

Hay esperanzas de construir una mejor República Dominicana. Podemos tener una democracia de calidad. Será imposible si solo perseguimos el líder o la lideresa que todo lo sabe y que actúa a cuenta de nosotros. No será posible con unos cuantos. Actuamos todos y todas, o seguiremos siendo las victimas pasivas de sabichosos y sabichosas que solo buscan el beneficio personal sin importar si llevan la sociedad al borde del abismo y el caos.

Pensando en estas cosas, recuerdo a Kafka y su novela El Castillo. Para el común de las personas los Señores del Castillo (metáfora de quienes gobiernan) son omniscientes y ubicuos, no se equivocan en lo más mínimo, por lo cual sostienen que: "La autoridad tiene por principio de trabajo que no se cuente con la posibilidad de una falla” (Kafka, Frank: “El Castillo”, Alianza Emecé, 1982, pág. 76).

K. , protagonista, ha sentido el poder de esa pesada autoridad en su propia alcoba; pero aún así cuestiona ese poder y trata de desentrañar la razón de su imperio sobre Dominicana, perdón sobre la aldea de la novela. La gente lo acusa de ignorante: “Sólo por esta razón le diré que es tremendamente ignorante respecto a las condiciones del lugar; le estalla a uno la cabeza al escucharle y al comparar, mentalmente, lo que usted dice y piensa, con la situación real” (pág. 66).

La gente se aferra a lo que conoce, se ata a una forma de ver el mundo que ha sido la misma desde tiempos inmemoriales. Esa manera de ver la realidad es de donde emana el poder de los Señores del Castillo. K. sostiene que el poderío del Castillo es "pura leyenda", sólo el temor y la aceptación de la opresiva realidad que vive la aldea dan vida y sentido al poder del Castillo. “No es una leyenda”, le dicen, “es, por el contrario, producto de la experiencia general”. A lo que K. riposta: “De manera que puede refutarse mediante nuevas experiencias,” (pág. 100). Y ese es el tema: no temer al cambio, refutemos lo actual con nuevas experiencias.

Ramón Tejada Holguín
El Caribe
Perspectivaciudadana.com
11 Enero 2011

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