Censura, AMET y ciudadanía: ¿Cómo mejoraremos el tránsito urbano?

Las posiciones equilibradas, en ocasiones, no logran apoyo mayoritario, y las tremendistas son más apreciadas por la prensa y una proporción de las personas dominicanas; pero con ese tipo de opinión no se logra la eficiencia y eficacia que se requieren para ofertar los servicios y bienes públicos.

Pongo de ejemplo la forma en que se evalúa la Autoridad Metropolita de Transporte (AMET) y su reciente censura de parte de la Cámara de Diputados. Como su nombre lo indica, AMET es la autoridad en materia de transporte en las zonas urbanas, como tal debe enfrentar a quienes andan como chivo sin ley, sean quienes sean.

No hay que censurar al Amet que sanciona y multa a quienes ponen en riesgo sus propias vidas y las ajenas llevándose un semáforo en rojo , o a quienes andan en motores sin cascos protectores, o al motoconchista que no le pone casco a su pasajero, o a quienes se entretienen hablando por celulares mientras manejan, o a quienes se estacionan entorpeciendo el tráfico sin importarle el tiempo de los demás, o a quienes gozan haciendo ceritos en las avenidas.

La ciudadanía tenemos que aportar haciendo las calles y avenidas más seguras, y con menos tapones cumpliendo la normativa del tránsito y apoyando al AMET que cumple con sus funciones. Los AMET que cometen excesos deben ser sancionados, y el que usa de manera alegre su arma de reglamento debe expulsarse de las filas y ser puesto a disposición de la justicia.

Sí, el AMET hace el tapón: reclamemos que no lo haga, pero respetemos su autoridad. Sí, privilegia a funcionarios, policías y militares: reclamemos que no lo haga, pero respetemos su autoridad. El país o aprende que institucionalidad significa reglas del juego que debemos respetar y cumplir, o jamás lograremos tener al menos "manquesea" el tránsito organizado.

Ramón Tejada Holguín
Perspectiva Ciudadana
16 de Septiemebre 2010

Juventud: Entre el rechazo y la perplejidad

Muchas personas abominan de la política, la miran con malos ojos, como si fuera una cosa hedionda. Pero, para lograr una sociedad mejor hay que participar en la competencia política, tratando de que sean tomados en cuenta nuestros intereses como grupo y nuestras necesidades colectiva. A la juventud se le ha educado en el desdén por la política. Grave error

La coyuntura demanda de una juventud con vocación democrática, interesada en la política y las cuestiones del gobierno. Lo que caracteriza la coyuntura es:

1. Los tres caudillos que han forjado –para bien o para mal– la nación en la post dictadura nos heredaron una sociedad política proclive al autoritarismo, con rupturas importantes con el dictador, pero con continuidad de rasgos autoritarios;

2. Las instituciones políticas y sociales del país son frágiles. Fragilidad que no solo tiene que ver con lo estatal, sino que también se relaciona a las formas en que interactúan ciudadanos y ciudadanas con las instituciones. Baste ver el ejemplo del tránsito;

3. La incapacidad que demuestran muchos de los políticos y muchas de las políticas -noten que no los pongo a todos y todas en el mismo saco- para construir renovados liderazgos abiertos a la competencia política en función de reglas del juego claras;

4. El deseo de muchos que logran llegar a la cima de los partidos políticos -de nuevo no meto a todos y todas en el mismo saco- de rodar la rueda hacia atrás, hacia la época desaparecida de los caudillos de la tímida democracia dominicana.

Se demanda que la nueva generación asuma una ciudadanía activa, que participe en organizaciones políticas y civiles, que se arme de análisis desapasionados de la realidad, que exijan ser bien gobernados, que pidan transparencia de la gestión pública, que aspiren a puestos electivos y hagan saber que la República Dominicana no es la tierra de los privilegios para unos cuantos que ostentan el poder económico y político. Hoy más que nunca necesitamos jóvenes de ambos sexos flexibles, capaces, proactivos, que practiquen la democracia y la transparencia en los hechos

Las organizaciones políticas, sociales y económicas no son independientes de quienes las componen. Para lograr instituciones que cumplan con el rol de ser constructoras de la democracia, necesitamos de personas dotadas de las mismas características: democráticas, flexibles, transparentes y proactivas. Necesitamos de auténticos y auténticas ciudadanos y ciudadanas que exijan sus derechos, pero que cumplan con sus deberes.

La República Dominicana sobrevive en una coyuntura difícil, con una merma considerable de la capacidad de movilización e influencia de las organizaciones de la sociedad civil. Y lo peor no ha pasado, por el contrario se observa el devenir de una coyuntura que demanda la reflexión profunda y sistemática sobre el sistema político, y la participación activa de la mayoría.

Bien harían las organizaciones políticas y civiles en promover procesos educativos, tanto dentro del sector formal como informal, que estimulen la participación política de esa juventud dominicana que ha quedado perpleja ante el mundo que ha heredado, que de entrada rechaza lo que ve, pero no ha logrado saber lo que desea. El autoritarismo será el más beneficiado de la forma en que excluimos esa generación que se avecina.

Ramón Tejada Holguín
El Caribe y Perspectiva Ciudadana
15 de Septiembre 2010.